19 de octubre 2016
Como dice el refrán popular que cada cual juzga según su condición, Rafael Correa ha encontrado la palabra perfecta que resume su condición en estos 10 años de gobierno: “el gran maquillador”.
Durante este tiempo se ha pasado maquillando todo, se ha gastado 300 millones de dólares en maquillar al Ecuador: 260 millones del presupuesto general y a ello 40 millones de la deuda externa. Tanta plata destinada a hacer obras cosméticas para maquillar hábilmente al pueblo ecuatoriano, es decir, nada estructural, nada de fondo, nada de raíz que implique salir del patriarcapitalismo.
El Ecuador maquillado con carreteras que impresionan al extranjero, de la misma manera como cuando se conoce a alguien por primera vez y le llama la atención, pero a medida que se lo va conociendo se da cuenta de que tan solo era un lindo maquillaje que tapaba sus espinillas de arrogancia y sus arrugas de corrupción. Lindas carreteras e hidroeléctricas que no sobrepasan el 30% de los 300 millones de dólares que ha manejado el “gran maquillador”, como lo ha demostrado ampliamente el economista Eduardo Valencia. Y el resto repartido entre sus compinches, para que sean los nuevos maquillistas que compitan con los viejos maquilladores a quién maquilla mejor al Ecuador y se hacen más ricos.
El “gran maquillador” hábil y rápidamente se puso unos cuántos maquillajes de izquierda, cuando nunca antes en su vida se lo había puesto y con ello logró llegar a la presidencia. Se maquilló de socialista y con ello logró convencer a algunos zurdos incautos, pero cuando se dieron cuenta de que solo era maquillaje ya era demasiado tarde. Bajo ese maquillaje de izquierda se ha presentado como defensor del pueblo cuando en realidad ha trabajado para los ricos, quienes han ganado como nunca antes lo habían hecho en toda la historia del Ecuador. Y como buen populista ha soltado unas cuántas migajas para que el pueblo se pelee por unas cuantas más y le alaben al salvador, al que suelta al menos algo ya que los anteriores no dejaban caer nada o casi nada. Luego de estos 10 años, algunos están asustados ante el maquillaje anticomunista de la derecha y han comenzado a pintarse el pelo de rubio, para así parecerse más a Donald Trump, a Hillary Clinton, y a toda la gente sin color. Con ello aspiran a distanciarse de la gente de color rojo, verde, lila, pero especialmente de la gente del color de la tierra.
En el gobierno del gran maquillador los corruptos son denunciados a pocos días que fugan del país, logrando maquillar perfectamente su salida y hasta los escoltan fuera de las fronteras para que puedan salir sin problema. Y luego hacen el gran show de que ellos los han denunciado, solo que no tuvieron a tiempo las pruebas suficientes para detenerlos. O como el pequeño maquillador, que dice que fueron ellos los que denunciaron la corrupción al interior de la policía y que por lo tanto no pueden ser los maquilladores.
Como el caso del ladrón que grita que le han robado para que la policía se vaya por otro lado, mientras él huye en sentido contrario. Pero cuando la denuncia ha sido de la oposición, como en los casos de Cléber Jiménez o Fernando Villavicencio, ahí si la justicia ha hecho una práctica diaria y rapidísima, pero no contra los denunciados sino contra los denunciantes. Y luego sale “el gran maquillador” a decir: en mi gobierno no han habido tantos casos de corrupción.