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martes, noviembre 5, 2024

AL CUMPLIRSE 42 AÑOS DE SU CREACIÓN: El pueblo unido jamás será vencido… La canción traicionada.Por Xavier Silva Cárdenas[i]

Tesis Once <www.tesisonce.blogspot.com>

El pueblo unido jamás será vencido

“Yo no canto por cantar ni por tener buena voz,

canto porque la guitarra tiene sentido y razón.”

Extracto de la canción Manifiesto, de Víctor Jara.

  

  1. INTRODUCCIÓN

 Una canción es mucho más que lo que recibimos de ella en primera escucha. Una canción es una obra de arte compuesta por texto y por música que, entrelazados, persiguen el objetivo de conmover al ser humano narrando uno o varios temas definidos. Una canción es, por tanto, un producto cultural que refleja los estados de ánimo, los pensamientos, los acontecimientos o las condiciones materiales que generan y que enfrentan l+s individu+s y las sociedades.

Cualquier canción comprende un discurso, es decir, viene cargada de contenidos y, en consecuencia, transporta ideología. En su letra y en su música una canción revela el ejercicio de abstracción realizado por su autor o por su autora a partir de su práctica personal de la vida, hecho que, obligatoriamente, nutre una manera particular de concebir el universo y el desarrollo social. Incluso cuando las canciones no son entonadas por quienes las crearon, sino por l+s llamad+s intérpretes, informan acerca de la adhesión de ést+s a esos determinados modos de ver, sentir, analizar y musicalizar la cotidianidad.

En uno de los mejores casos, una canción comunica principios morales, éticos o estéticos; contribuye a orientar a las personas y a dotarlas de crecimiento espiritual, de ciencia y de conciencia; entraña elementos que las motivan a transformar el mundo. Una canción puede divertir y, al mismo tiempo, formar: si no puedo bailar, tu revolución no me interesa, decía Emma Goldman.

También podemos encontrar canciones que no cumplen más que la misión de promover el sostenimiento y la reproducción del orden social establecido; canciones que guardan como objetivo principal el distraer, y que poco o nada inciden en el cuestionamiento del ser humano tal cual existe en la actualidad. Y, así mismo, existen canciones que lo que mejor consiguen es enajenar y devaluar directamente nuestra condición como especie.

Lo cierto es que, considerando la diversidad de gustos construidos socialmente y las múltiples formas de entender el mundo, una canción puede llegar a interpretar y a mostrar aspectos sustanciales de la memoria emocional e histórica de cualquier individu+ o de cualquier grupo social, así como puede evidenciar sus maneras de practicar la vida.

En suma, la canción y el canto son formas sonoras de comunicación y de expresión humanas que integran puentes destinados a enlazar lo que vivimos con lo que pensamos e imaginamos, y fortalecen la transmisión de lo que fuimos, de lo que somos o de lo que proyectamos ser. Una canción se totaliza como testimonio de vida, se constituye como prueba de coherencia existencial conforme a cualquier modo de concebir el universo; una canción transparenta una síntesis de la conexión dialéctica entre la filosofía y la política, entre el decir y el hacer, entre la realidad y el sueño, y viceversa.

En este espacio proponemos reflexionar sobre los significados que encierra un tema musical específico que permanece grabado en la mente y en el corazón de las últimas generaciones comprometidas con la transformación política de la sociedad, debido a su trascendencia como uno de los ejemplos más destacados de la canción popular, y a que logra comunicar la situación real y las aspiraciones del pueblo.

Una reflexión alrededor de El pueblo unido jamás será vencido (1973) nos exige partir del contexto de su creación, así como desde el punto de vista del ser humano explotado, de sus necesidades, de sus conflictos y de las proyecciones hacia su emancipación del sistema capitalista que lo asfixia, que lo asesina; motivos suficientes para ser riguros+s al hurgar en la verificación de coherencia entre los orígenes de dicha canción, su difusión, sus usos y una de sus formas de consumo en la actualidad.

En el Ecuador de los últimos ocho años, el programa político de la autodenominada Revolución Ciudadana (R.C.) se aprovechó, con mucha habilidad, de varios símbolos de la izquierda latinoamericana elaborados a pulso por una militancia que entregó su vida durante décadas, para terminar vaciándolos de sus contenidos emancipadores originales; todo para vender como verdadero, el espejismo de una “reinvención del quehacer político” a partir de su “nuevo tipo de gobierno” basado en el eclecticismo de una “concepción del mundo actualizada más cierta y más científica” que la fundacional de la izquierda marxista, con el objetivo de distanciar al pueblo de su única alternativa des-esclavizadora: la abolición del sistema burgués de producción a través de la vía revolucionaria. Al fin, de esos símbolos, hoy sólo queda, tras cada “oleada de manos limpias y corazones ardientes”, el empaque sucio, arrugado y maltrecho de cualquier cosa que se usa para la ocasión.

En ese camino, y de la manera más cínica, se instrumentalizaron varias canciones, así como algun+s trovador+s y juglares representantes del movimiento de La Nueva Canción Latinoamericana. Pero ell+s otorgaron su permiso, su aprobación, y hasta efectivizaron su participación directa en dicho proceso; esto queda claro, de modo que, muy a nuestro pesar, en esa esquina no existen inocentes.

La canción El pueblo unido jamás será vencido, junto al grupo chileno Quilapayún, constituyen una de las expresiones más vivas de este fenómeno. El último 1º de Mayo, en la Plaza de Santo Domingo de la capital ecuatoriana, el final de la intervención del primer mandatario fue sellado por cañonazos de papel multicolor picado y la irrupción de los Quila entonando el tema en cuestión. Había un ambiente ostentoso, el público propicio (buena parte llevado desde provincias en decenas de buses), tarima para concierto, amplificación impresionante, pantallas gigantes; todo el despliegue humano y técnico para cumplir con los requerimientos del espectáculo propagandístico de la política gubernamental.

¿Hasta dónde puede llegar la desvergüenza de quienes dicen pero no hacen? ¿Dónde se extravió el bicho caprichoso de la coherencia? ¿Qué caminos creativos críticos nos quedan en medio de la avalancha del eclecticismo político? Las respuestas y justificaciones a favor del correismo están a la orden del día. Nosotr+s, en principio, sostenemos que, en el escenario político ecuatoriano, el gobierno de Alianza PAIS emprendió una arremetida falsaria totalmente funcional al sistema capitalista en contra de las raíces de la práctica y del pensamiento críticos desvirtuando los contenidos revolucionarios de todo lo que ha tocado, y que, así como a otros símbolos de la izquierda, productos culturales y un sinnúmero de canciones populares, convirtió a El pueblo unido jamás será vencido en una mercancía más, en una canción traicionada.

  1. LA CANCIÓN, LO QUE DICE  Y EL CONTEXTO DE SU CREACIÓN    

El pueblo unido jamás será vencido

Letra: Sergio Ortega / Quilapayún.

Música: Sergio Ortega.

El pueblo unido jamás será vencido.

El pueblo unido jamás será vencido.

De pie, cantar, que vamos a triunfar.
Avanzan ya banderas de unidad.
Y tú vendrás marchando junto a mí
y así verás tu canto y tu bandera florecer.
La luz de un rojo amanecer 
anuncia ya la vida que vendrá.

De pie, luchar, el pueblo va a triunfar.
Será mejor la vida que vendrá
a conquistar nuestra felicidad
y en un clamor mil voces de combate se alzarán, 
dirán canción de libertad, con decisión la patria vencerá. 

Y ahora el pueblo que se alza en la lucha
con voz de gigante, gritando: ¡adelante!

El pueblo unido jamás será vencido.
El pueblo unido jamás será vencido.

La patria está forjando la unidad.
De norte a sur se movilizará
desde el salar ardiente y mineral
al bosque austral, unidos en la lucha

y el trabajo irán, la patria cubrirán. 
Su paso ya anuncia el porvenir.

De pie, cantar, el pueblo va a triunfar.
Millones ya, imponen la verdad, de acero son, ardiente batallón,

sus manos van llevando la justicia y la razón. 
Mujer, con fuego y con valor,
ya estás aquí, junto al trabajador.

Y ahora el pueblo que se alza en la lucha
con voz de gigante, gritando: ¡adelante!

El pueblo unido jamás será vencido.

El pueblo unido jamás será vencido.

Desde la comprensión de lo esencial de uno de los valores fundamentales que vitalizan los cimientos de la especie humana, es decir, desde el reconocimiento de su ser social, una voz colectiva, consciente, revela y canta su sentencia: ¡El pueblo unido jamás será vencido! Esta recuerda los últimos párrafos del Manifiesto del Partido Comunista[ii] que finalizan con una frase que estaría destinada a convertirse en el lema máximo de la revolución mundial: ¡Proletarios de todos los países, uníos! Aquí, como en el primer verso de la canción, se graba a fuego en la memoria y en el corazón la necesidad de fusión de tod+s l+s integrantes de las mayorías explotadas para multiplicar y afianzar la fuerza que asegurará la consecución total de sus objetivos materiales y espirituales: la socialización de la riqueza y la dignificación humana.

Cualquier individu+ de ese gran cuerpo puede apoyarse en l+s demás, y ést+s, a su vez, sabrán confiar en él para, en articulación, sanarse y defenderse de cualquier tipo de amenazas internas o externas, síquicas o tangibles, individuales o grupales; de lo contrario perdurarán condenad+s a la oscuridad del egoísmo, a la frustración y a la desesperanza. Éste, el avance incondicional en bloque de las masas hasta hoy dominadas, que se inscribe como una de las premisas principales para lograr sus victorias, se establece como el tema central del que se ocupa esta legendaria canción popular.

Con su palabra en grito, la voz colectiva empieza por proclamar la afirmación de la existencia de quien es protagonista innegable del devenir de la historia en los últimos siglos: el pueblo. El pueblo, ese universo preñado de diversidad, se sucede compuesto no sólo por el proletariado industrial, sino por el campesinado arruinado, las trabajadoras del hogar, trabajador+s de la construcción, trabajador+s de la educación, trabajador+s de la cultura, trabajador+s de servicios públicos y privados, trabajador+s burocráticos, trabajador+s de la salud, trabajador+s sexuales, trabajador+s intelectuales, trabajador+s profesionales en todas las ramas, trabajador+s desemplead+s y subemplead+s, monjas y curas trabajador+s de la teología de la liberación, jubilad+s desprotegid+s y sufrientes de una seguridad social insignificante, comerciantes minoristas, el lumpenproletariado, estudiantes hij+s de tod+s l+s anteriores,… en fin, por una lista extensa de gente despojada de la propiedad de los medios de producción, que sobrevive sólo a costa de la pérdida de su dignidad en los oficios más denigrantes o de la venta de su fuerza de trabajo (junto a su vida entera) como mercancía dispuesta en el mercado laboral.

Ahora, ¿de quién ha de defenderse el pueblo?, ¿quién es su enemigo?, ¿contra qué intereses ha de enfrentarse para jamás ser vencido?… ¿De las almas penitentes?, ¿de ovnis y extraterrestres?, ¿del demonio? La respuesta es clara aunque, en todo el texto de la canción, no exista ni una línea donde se mencione a ese antagonista importantísimo y permanezca siempre como un vulgar innombrable. ¿Por qué los autores recurrieron a esta omisión deliberada? Porque este personaje ya avergüenza lo suficiente a la condición humana, porque es el causante del estado de ahogamiento económico y de enajenación de los estratos populares; por tanto, no cabe en un himno, en una expresión telúrica que se plantea reflejar los propósitos más elevados de estos sujetos políticos históricamente segregados.

Sin embargo, respondamos, pues, de quién ha de defenderse el pueblo. Si el pueblo sobrevive y se robustece unido, jamás será vencido por toda aquella o aquel, propio o extraño a su conglomerado, que mediante sus discursos o sus acciones incurra en el sometimiento, el amedrentamiento, la denigración o la explotación de cualquier ser vivo con el objetivo de privilegiar sus caprichos e intereses individuales. Pero, de manera particular y direccionada, esta descripción apunta a una clase social minoritaria que ha hecho del terrorismo económico, del ultraje, del robo, de la mojigatería, de la manipulación sicológica, de la estafa y de la mentira todo un complejo modo de operar y de pensar el mundo basándose en los supuestos privilegios que le atribuye su propiedad privada sobre los medios de producción y sobrevivencia más importantes, amparándose en su poderío económico, en los cuerpos represivos estatales y en las mil caras del derecho constituido para dejar sin piso legal a cualquiera que se oponga a sus condiciones. Esta clase social, hostil al pueblo, es la burguesía, quien obra como defensora y propulsora del imperio del monopolio del capital a nivel internacional.

Mas la burguesía no actúa sola en sus dominios. Cuenta entre sus colaborador+s con l+s más variad+s funcionari+s y esbirr+s que avalan y comparten, de las formas más descaradas o camufladas, el estilo de vida burgués. Este elenco de secundarios, imprescindibles en la trama histórica capitalista, pueden desempeñarse, entre otr+s, como: espías e informantes conviviendo al interior del mismo pueblo, sacerdotes y sores de distintas sectas religiosas, aparentes distraíd+s de los asuntos públicos, mandos medios introducidos en la burocracia, accionistas y emplead+s de medios de comunicación, gentes de a pie o sobre ruedas buscando cuándo y cómo escalar en el estatus social, apolític+s alienad+s, activistas de sospechosas organizaciones no gubernamentales o, francamente, como cuadros políticos de diversas asociaciones y partidos que, con más maña que suerte, suelen arribar a la administración del destino de las naciones; siempre, no se olvide, para resguardar la maquinaria estatal y el orden capitalistas establecidos en beneficio del gobierno de aquella minoría poderosa.

Estos son, y así maniobran la burguesía y otros actores sociales, enemigos del pueblo. Y éste, frente a la arremetida violenta, disimulada o no de tales grupos, y nutrido con diversidad de sujet+s y capacidades, no tiene otra alternativa que compactarse y planificar su involucramiento en la historia para no dejarse someter por ellos. Pero, como comienza a descubrirse en los siguientes versos del texto de la canción, el pueblo no sólo tiene en sus manos la misión de impedir su derrota, de resistir frente a sus enemigos; lleva consigo, además, la responsabilidad de accionar a la ofensiva para resolver a su favor la evidente guerra entre clases sociales, es decir, para convertirse él mismo en vencedor e impulsar la revolución social: la supremacía de los valores comunitarios y solidarios que transformarán al planeta en un hábitat no mercantilizado favorable al desarrollo sano de las personas, sin explotación ni opresiones de cualquier tipo, y con una economía socializada y planificada apta para resolver las necesidades básicas de la colectividad.

Así es que, en primera instancia, la línea inicial de la canción sugiere, empleando una síntesis extraordinaria, las motivaciones básicas que la inspiran: el avance objetivo y descarnado a escala mundial de un sistema socioeconómico militarista, injusto y decadente; la existencia en él de la contradicción entre el capital y el trabajo; el antagonismo insalvable entre el pueblo explotado y las élites explotadoras; y, por último, la necesidad popular, apoyada en su fuerza masiva y unitaria, de no permitir más esa avalancha de ideas y hechos antihumanos buscando propiciar la permanencia armónica de la naturaleza junto al desarrollo pleno de la sociedad. Es de aquí, de su reflejo preciso de la verdad socio-histórica, así como de su melodía vibrante, que podemos deducir el impacto profundo y el valor universal de esta composición artística, y, en especial, de la consigna célebre emanada de su núcleo: ¡El pueblo unido jamás será vencido!

     Conocemos que ya en las manifestaciones de 1970, antes de ser vestida con música, esta máxima era coreada por simpatizantes de la Unidad Popular (U.P.) chilena, acto que le confiere más valor a lo que, después, constituiría la canción en sí debido a que los autores supieron acoger en esta el decir del pueblo, y porque, siendo de ese origen, el verso cantado trasluce la realidad del espacio-tiempo específico de su aparición, pero cuenta, a la vez, con el acierto de contener, en forma soterrada, una generalización acerca de la evolución del imperialismo capitalista a nivel planetario, los conflictos que genera y su inminente desenlace; mérito atribuible a la compenetración de los creadores de la canción con la visión dialéctica de la historia y del arte.

Estas son las razones principales por las que nuestro tema musical es considerado como símbolo insurreccional vigente en todo el mundo, sobre todo en periodos de crisis. Así constatamos a esta canción popular como hija indiscutible de su tiempo y de la realidad social, y a su vez, como obra artística motivadora, como comunicadora y formadora, como sintetizadora e intérprete del sentir y de la lucha de l+s oprimid+s en su práctica social, como difusora de sentidos y, en general, como herramienta política en la agitación y en la propaganda de las ideas y de las prácticas libertarias de las clases explotadas.

Quedan, pues, establecidos: parte del argumento sobre el que se desarrolla el tema, los actores principales y los intereses que defiende cada uno en el marco de la contienda política implícita en el texto de esta canción.

En el párrafo subsiguiente, se asume una constante que marcará el desarrollo del tema hasta su culminación. Esta constante es el carácter prospectivo de la cosecha del triunfo final (digno de considerarse aplicable en toda la Tierra) resaltado de manera heroica por el ritmo de marcha, uno de los recursos musicales que apelan a lo más íntimo del ser humano: los latidos de su corazón. Y es que, en el Chile de 1973, época en que la obra fue creada, la U.P. gobernaba con dificultades. Mucho se había bregado pero más faltaba por hacer. El país se encontraba convulsionado.

En medio de la crisis económica y de los desabastecimientos provocados por los grupos poderosos locales, las fuerzas de izquierda convocaron a la movilización popular. Se trabajaba en todos los frentes; el artístico no quedó a la zaga. Fue así que, en una jornada de labor colectiva entre Sergio Ortega (compositor responsabilizado por un comité de propaganda de la U.P. para elaborar una serie de canciones) y el grupo Quilapayún, todos militantes activos del Partido Comunista de Chile (P.C.CH.), se concibió El pueblo unido jamás será vencido para elevar la conciencia de clase de la gente, y para animarla a continuar sin descanso en las tareas que aún quedaban por cumplirse para afianzar el nuevo sistema de gobierno. El tema se estrenó al poco tiempo en un día altivo de Junio ante una concentración multitudinaria organizada por las mujeres allendistas en la Alameda de Santiago, apenas tres meses antes del golpe militar del 11 de septiembre.

Lo demás del cuerpo literario de la marcha, construido con un lenguaje poético sencillo, llama al pueblo a no esperar impasible, lo emplaza a no permanecer sentado, a levantarse, a hermanarse y a cantar por cada esfuerzo entregado, a caminar uno al lado del otro con firmeza y con confianza en sus propias capacidades, porque la Tierra de la alegría, sin miedos, sin ignorancia y sin explotación es absolutamente posible. Se reitera el significado verdadero de la patria, esa fraternidad grandiosa entramada en la historia, en la cultura, en la justicia, donde la gente se ve y se disfruta desde el humanismo radical. La mujer deja de ser un objeto, se vuelve sujeta valerosa, ocupa el sitio protagónico y quemante que le corresponde en esa historia luminosa del porvenir gestada desde el presente. Todo el territorio del largo Chile (que bien puede ser análogo al planeta azul que nos alberga) se confabula con sus potencias y su colorido para alcanzar la dicha de sus hij+s, incluyendo, por supuesto, a las manos y al trabajo como generadores claves de lo que somos; sin ellos, la nada.

Nuestra marcha también advierte que todo lo prometido no será fácil de alcanzar. Será el producto de la sabiduría, del amor y del coraje impresos en la organización y en los combates diarios y abiertos en los que participarán l+s miles de millones de aguerrid+s que integran el pueblo. Será consecuencia, además, del poder de la convicción, llave vital en los encuentros con el enemigo donde la razón y las verdades verdaderas aflorarán a fuerza de gestas ejemplares y heroicas desarrolladas en todos los frentes y terrenos sociales, culturales, políticos y hasta militares; pues mujeres y hombres de acero organizad+s en batallones sólo existen en las vanguardias populares armadas. Y es que la forma en que están tejidos algunos versos entrañan la apertura a que, en el transcurso de su lucha, el pueblo protagonista de la historia, asuma con conciencia de clase su propia defensa y el resguardo de sus conquistas y el de sus objetivos mediante la utilización sabia de las armas. Hecho originado sólo como efecto, sólo como respuesta a la naturaleza violenta del poder, del Estado y del gobierno del capital. La canción no es belicista, sin embargo, tampoco desconoce la lucha de clases obvia, ni la rehúye; no se venda los ojos ante sus consecuencias, y, sin dudas, contempla la posibilidad de aplicar la ofensiva militar revolucionaria en el caso de requerirse bajo el estricto imperio de la necesidad.

De igual manera, se anuncia que los gritos y cantos de triunfo no saldrán de las gargantas de un conglomerado pusilánime, sino de una masa titánica, honorable y forjada en combate con el único objetivo de avanzar, luchar y vencer, lo que implica, desde luego, el aquietamiento completo de los vencidos: ésos, el innombrable y sus cómplices, la burguesía y sus aliados. Y todo a condición de que el pueblo siempre permanezca unido; ésa es una de sus mayores seguridades para hacer camino; ésa es la bandera que le representa.

Sólo así, las mujeres y los hombres del pueblo se proyectarán como seres libres, como rayo de luz efectivo en un rojo amanecer. ¿Qué cualidades implica ese amanecer? Pues deben ser las opuestas al viejo régimen capitalista y a la propiedad privada sobre los medios de producción; son la puerta de entrada a la sociedad comunitaria donde dejan de existir las clases sociales; no hay cabida para interpretaciones de otra especie. En suma, se trata del inicio de días nuevos donde la socialización de los medios de producción es garantía para la estabilidad y para la proyección espiritual y material de tod+s.

Por último, recordemos que el color rojo fue incorporado como símbolo del movimiento obrero internacional desde su uso en las banderas izadas en el desafío ejercido por l+s trabajador+s franceses en 1871, al protagonizar las luchas que condujeron al establecimiento de La Comuna de París, insubordinaciones conscientes que estrenaran el despertar del proletariado mundial.

Hasta aquí hablaron, sin reservas, la poesía y la música.

De esta manera, diciendo lo suyo, El pueblo unido jamás será vencido se afianzó con notoriedad en el inmenso repertorio artístico producido por l+s militantes trabajador+s de la música de aquellos años.[iii]  Así, su discurso y su proyecto de vida han acompañado en innumerables procesos de cimentación del Poder Popular en todo el mundo. Así, el producto cultural revolucionario del siglo XX, dibuja su firma imborrable en el patrimonio de la humanidad. Así desafina, de tanto en tanto, en las guitarreadas trasnochadas de las almas irreverentes. Enhorabuena.

  1. LA DIFUSIÓN

     Luego de que la canción se estrenara en aquel día de Junio de 1973 en la Alameda de Santiago, fue publicada por primera vez en material fonográfico, durante el mismo año, por la DICAP (Discoteca del Cantar Popular), sello discográfico de propiedad de las Juventudes Comunistas de Chile. A partir de allí, y ya en el exilio francés al que debió atenerse el grupo Quilapayún, se cuentan varias ediciones tanto de conciertos en vivo como de grabaciones en estudio, junto a otras canciones del repertorio del grupo. También Inti Illimani, exiliado en Italia, asimiló el tema hasta grabarlo y difundirlo con gran éxito.

Son conocidas las consecuencias nefastas del pinochetismo. En los días siguientes al golpe de Estado, parte del archivo de la DICAP fue destruido tras el allanamiento de sus oficinas. Sin embargo, mucho de lo producido ya se encontraba en manos de la gente, así que, decenas de canciones continuaron camino, y nadie hasta hoy ha logrado detenerlas.

Durante la segunda mitad de los años setentas y la década de los ochentas, dadas las circunstancias en que vivía su país de origen, El pueblo unido jamás será vencido inundó el espíritu de resistencia y de rebeldía de l+s explotad+s de todo el planeta. En expresión franca de solidaridad y lucha internacionalista, las asociaciones, sindicatos, movimientos, partidos políticos o grupúsculos de izquierda hicieron suyo este himno y tantos otros temas de la Nueva Canción Chilena junto a la también famosa Venceremos.

L+s mism+s exiliad+s simpatizantes o militantes de la U.P. y de las distintas organizaciones que la conformaron, cumplieron el papel de difusor+s mundiales de estos emblemas, tanto como de toda la cultura popular revolucionaria generada en el transcurso del auge de la izquierda en su país. Cuando no eran los pocos discos originales, considerados como joyas por quienes los consiguieron a través de algún amigo exiliado o de algún visitante de tierras lejanas donde se reprodujeron, los casetes regrabables (fabricados, curiosamente, por compañías transnacionales) eran los encargados de multiplicar la adhesión a la causa chilena.

Así mismo, como efecto del ejemplo del canto popular austral, fueron incontables l+s trovador+s y las agrupaciones musicales profesionales o aficionadas, sobre todo esparcidas en América, las influenciadas por este movimiento hasta el punto de asumir sus canciones o, al menos, parte de su propuesta artística convirtiéndose en denunciantes de la dictadura y en reproductores fieles del espíritu contestatario del Sur del continente.

Desde aquellos años, los Quila y los Inti, juntos o por separado, prosiguieron con presentaciones y giras por todo el mundo sin que faltara espacio para la interpretación de nuevos temas y los ya conocidos como emblemáticos. Sin embargo, no podemos pasar por alto que, desde el arribo del nuevo sistema presidencialista a la república chilena, las dos agrupaciones evidenciaron crisis, cuyos primeros síntomas tuvieron sus raíces en los años ochentas.

Como si los hubiera alcanzado la vara de un mismo sino trágico, ambos conjuntos, cada cual por su lado y a su tiempo, vivieron disputas legales intestinas entre facciones que reclamaban el derecho exclusivo a la continuidad artística bajo el uso privativo de cada una de las marcas comerciales (Quilapayún, Inti Illimani) sacadas a flote tras varios años de esfuerzos colectivos. ¿Señal de los “nuevos tiempos”? ¿Infiltración de alguna variante del pensamiento posmodernista? ¿Abandono o carencia de una asimilación real de los principios cooperativos e igualitarios que, supuestamente, los unieron en su juventud?

Estos asuntos merecerían ser comentados en un libro entero, pero, de manera sucinta, se abordan en el siguiente subtítulo de esta reflexión. Lo cierto es que, en medio de acusaciones que fueron y vinieron desde lo ético, lo estético y hasta lo económico, y aunque algunos protagonistas han declarado que esos conflictos se encuentran superados, las facciones enfrentadas sufren, hasta la actualidad, las consecuencias emocionales, políticas y jurídicas de esas crisis.

Un expediente aparte es el que integra la lista enorme de artistas que han entonado las notas de nuestra canción, las distintas versiones con que cuenta o la variedad de idiomas en los que se ha interpretado en cuarenta y dos años de existencia. Y no sólo eso. Hay otras canciones, con ritmos distintos al de marcha, que incluyen en sus textos alusiones directas a la letra original, y, con más frecuencia, repasos a ese grito de guerra que ya es ¡El pueblo unido jamás será vencido! Los Estados Unidos, Portugal, Irán, Rusia, Filipinas, Francia, Ucrania, Grecia, Túnez, Egipto, Alemania, Italia, Méjico, España, Brasil, son algunos de los países que registran este tipo de aportes de incidencia en la expansión territorial de la obra, sin tomar en cuenta la infinidad de manifestaciones callejeras en las que, consignando esa gran invitación, se propone la urgencia de establecer, por fin, un sistema de organización social acorde a las reales necesidades humanas.

  1. LA TRAICIÓN

Luego de recordar el origen, los contenidos y las formas de difusión del tema, abordemos, ahora, lo amargo.

En la esencia del texto de la canción no encontramos divagaciones, por tanto, no da lugar a apreciaciones superficiales o a la provocación de confusiones de carácter ideológico, por ello, no existe una posibilidad mínima para generar interpretaciones ambiguas; éste es otro factor que, junto al tipo de trama entre letra y música, le hace alcanzar universalidad. De esa combinación apasionada entre contenido y forma resulta una sacudida espiritual lúcida, conmovedora e impresionante que incita a la ebullición de las emociones, y, por supuesto, a la acción. El público identificado con el tema siente un baño de memoria, de combates cotidianos, de verdad y de fuego.

Le agrade o no a cualquier audiencia, El pueblo unido jamás será vencido se levanta como producto cultural sobre los pilares de una cosmovisión materialista y dialéctica. Es así que, con todos los entuertos y desaciertos que pudo vivir el P.C.CH. (léase uno de los actores políticos más importantes de la época, y al que debía su accionar Quilapayún), quien, por principios, formó parte del colectivo propulsor de la táctica y de la estrategia socialista de esos años, jamás habría permitido la desviación de sus postulados básicos expuestos en un producto cultural de carácter insurreccional que podía llegar a ser manipulable de no contar con una estructura precisa. El contexto social y la filosofía que motivan la creación a la que nos referimos son únicos y claros; ellos, sin dudas, encarnan en el conjunto de la obra. Es más, una de sus características más notables es la de no estar viciada de sectarismo; la canción es, en definitiva, total e incluyente. Por eso la sienten el pueblo y todas las vertientes de la izquierda política.

Por sobre el P.C.CH., y aunque, dentro de la coyuntura local de aquel tiempo, hubieran disputas, desacuerdos o rupturas formales con otros sectores o grupos políticos de centro o de izquierda, El pueblo unido jamás será vencido trascendería en el espacio y en el tiempo; siempre hablaría de cualquier individu+ que sintiese la opresión o la exclusión; incluiría también a aquell+s que, siendo explotad+s, no se reconociesen como tales; sólo bastaría con integrar, consciente o inconscientemente, el gran grupo de l+s desposeíd+s de los medios fundamentales de producción. Por eso, este tema musical que contiene un claro posicionamiento de clase, pertenece a las clases subalternas en su conjunto; habla y canta desde y por ellas. Esta característica lo incluye entre lo más destacado de la cultura revolucionaria de todos los tiempos, a un nivel cercano al que ocupa La Internacional (himno mundial revolucionario escrito en 1871 y musicalizado en 1888). La única exclusión ejercida desde él pesa sobre quienes viven de la explotación inmisericorde de seres humanos. ¡Y es que tampoco puede ser de otra manera, cuando sabemos de sobra que la burguesía, sus monopolios y sus protectores jamás estarán dispuestos a resolver con profundidad las inequidades provocadas por ellos mismos!

De lo mejor que puede acusarse a la canción es de destruir las ideas y las prácticas individualistas y enajenadas para transformarlas en acción colectiva consciente y liberadora del dominio y de la hegemonía burguesa. Por esto nos alerta, diciendo lo menos, parte del artículo escrito por Eduardo Carrasco (director actual de Quilapayún) con motivo de la celebración reciente de los 50 años del conjunto:

“Desde el canto militante hasta la revolución y las estrellas, desde la política contingente hasta la poesía surrealista. Y toda esta evolución, que nunca ha renegado de lo hecho anteriormente, sino que lo ha incluido en las nuevas posturas, ha sido seguida y aprobada por miles de seguidores, que han comprendido que los cambios experimentados por el grupo siempre han sido los necesarios, los que las nuevas situaciones requerían, los que ellos mismos habían experimentado.

Desde un ‘Pueblo Unido’ que en un comienzo excluía hasta a los demócratas cristianos, a un ‘Pueblo Unido’ que hoy día no excluye a nadie, porque los principios democráticos prescriben que no se trata de anular al adversario, sino de buscar con él lo que es común y lo que por eso podrá asentarse como cimiento de una vida civilizada y armónica. Chile será construido por todos sus ciudadanos, no por un sector de ellos. La dictadura nos enseñó que no es por el camino de la violencia que se erige lo permanente. Y ahora mismo es precisamente eso lo que buscamos al plantearse la necesidad de una nueva Constitución.[ii] (El subrayado es de origen)

¿…toda esta evolución, que nunca ha renegado de lo hecho anteriormente, sino que lo ha incluido en las nuevas posturas,…? ¿…un ‘Pueblo Unido’ que hoy día no excluye a nadie,…? ¿…los principios democráticos prescriben que no se trata de anular al adversario, sino de buscar con él lo que es común y lo que por eso podrá asentarse como cimiento de una vida civilizada y armónica? ¿Chile (o el nuevo mundo) será construido por todos sus ciudadanos, no por un sector de ellos?… ¿Son comparables la violencia depredadora e inhumana ejercida por el fascismo, con la estrategia defensiva y ofensiva que las clases explotadas necesitan ejercer para la consecución de sus reivindicaciones? ¿No sucumbió el Chile de Allende, entre otras causas, por no contar con un plan estratégico de defensa militar-revolucionario para el resguardo de su proyecto?…”

…Las declaraciones de Eduardo Carrasco no logran más que sorprendernos en el peor sentido que puede dársele al concepto de la palabra sorpresa, y nos invitan a ensayar una conclusión acorde, es decir, cantinflesca: …Lo que pensé y dije hace mucho tiempo fue así, pero en realidad no estuvo tan bien, así que hoy yo prefiero que signifique otra cosa… ¿Cuál es el problema?:… ¡La lucha de clases no existe!

¿A qué acepción se adhiere, en este caso, la palabra ciudadanos? ¿A qué nuevas posturas se refiere Eduardo Carrasco? Pues nada menos que a las que se adaptan con comodidad a la supremacía de las economías de mercado para permanecer a la cola de las socialdemocracias caritativas que permiten que emblemas como el que tratamos, se instrumentalicen al servicio del actual gobierno ecuatoriano (y al de cualquiera de los denominados progresistas) que ha multiplicado sus rostros hasta quedar bien con todos y con nadie, más con ciertas élites que con l+s de abajo, eso sí, con la aplicación de un control político de tipo policiaco y una represión anti-popular nunca antes vista, amparados bajo el paraguas desteñido de su palabrería seudo izquierdista. (Vale recordar que, en lo que va de este gobierno, el 1º de Mayo pasado no ha sido la única oportunidad en que los chilenos prestaron su música para el sainete correista, y que, incluso, para esta fecha clave celebrada recientemente, el grupo preparó una versión especial de la canción La Batea, complaciente hasta el empalagamiento, adaptando su letra a la “prominencia” de la R.C.)

Por más que, mediante su “discurso novedoso”, el señor Carrasco y Quilapayún intenten justificarse al posicionar y defender una manera “renovada” que, en lugar de desdecir, “complementa” y “evoluciona” su antiguo punto de vista para entender y cantar al mundo, queda en evidencia la negación absoluta de lo más esencial de todo lo pensado y hecho en sus primeros años, reflejando con ello un franco desencanto.

Y es esa la tendencia de buena parte de ex militantes de organizaciones de izquierda, quienes abandonaron el horizonte revolucionario, y ahora proclaman a todos los vientos la “necesidad” de conformarse con la línea política de una “izquierda más actualizada”, lo que da cuenta de una escasa comprensión de la proeza humana cruda y compleja que entraña toda revolución; proeza que no se desarrolla limitada a la existencia de una generación, sino al encadenamiento histórico de varias, y que, de manera particular, implica la tenacidad, la coherencia ideológica y política que, en medio de aquel proceso histórico monumental, muestran l+s individu+s a lo largo de toda su vida.

Por otro lado, no se trata de sugerir aquí una apología irresponsable de la violencia, sino de exponer en el debate la realidad innegable de que los caminos hacia las transformaciones sociales nunca estuvieron ni estarán pavimentados ni rodeados por veredas con farolitos de colores. Tampoco ensalzamos el membrete del mártir ni nos conformamos con las ausencias forzadas de Miguel Hernández, de Alí Primera, de Víctor Jara o de Roque Dalton. No las aceptamos. Los preferimos completando sus ciclos vitales. Esas no son muertes para enarbolar. Son vacíos angustiosos, interminables. Pero también son peldaños humanos llameantes hacia la continuación infinita. No queremos concebirlos de otro modo. Por eso ellos habitan en cada uno de nuestros nuevos cantos.

Partiendo de todo lo expuesto en las primeras líneas de esta reflexión, y muy a pesar nuestro, queda así, destruido el puente de la coherencia entre el decir y el hacer artístico y político del grupo musical en mención, latente sólo en lejanos tiempos; devienen pues, el desmoronamiento y la ruptura final de todo lo que mencionáramos en la introducción: de la canción totalizada como testimonio de vida; de la canción como prueba de coherencia existencial, como síntesis de la conexión dialéctica entre la filosofía y la política; deviene, en última instancia, la negación de sí mismo, un estado muy cercano a la no existencia.

     Junto a sus discursos librepensadores, presentaciones multitudinarias cuasi irreverentes, consideraciones pacifistas y tolerancias auto-consoladoras… casi nada queda ya de la conexión honda y real con l+s empobrecid+s del mundo. Con seguridad, Quilapayún no estará conforme con la sobrevivencia de la explotación humana, pero tampoco hace mucho en su contra al colaborar, en el Ecuador, con una mentira de la envergadura de la declaración de principios de Alianza PAIS.

Por su parte, El pueblo unido jamás será vencido se declara, por sí misma, como otra de esas tantas obras que consiguen trascender a sus autores aunque deambule por poblaciones, ciudadelas, palacios de gobierno, salones o estadios, en boca de ellos mismos[iii], como una hermosa canción traicionada.

  1. CONCLUSIONES NECESARIAS

El escribir, el musicalizar y el cantar, tanto como el hablar, son acciones, son hechos que causan efectos; de ahí lo errado (o, al menos, sospechoso) del decir por decir o del cantar por cantar. En consecuencia, crear y difundir una canción se constituyen como realidades que aportan o no en la construcción del ser, tanto de quien emite como de quien recibe las palabras, los sonidos.

Existe una relación insoslayable entre lo que pensamos, predicamos y actuamos; una comunión vital entre teoría y práctica que da cuenta real de lo que somos. Sin esa conexión básica entre el decir y el hacer, bien somos a medias o, simplemente, no somos. Quien escribe para cantar, o quien interpreta las creaciones de otr+s, también está convocad+ a inyectar en su vida diaria la sustancia de lo que dicen sus canciones, si no, son sólo palabras lanzadas al viento. Hablamos de vivir en concordancia con lo que se piensa y con lo que se profesa. Se trata, pues, de coherencia elemental, de cantar practicando y de actuar cantando.

L+s trabajador+s e intérpretes de la música que no conducen a la práctica lo que dicen en sus cantos caen en contradicciones profundas, terminan negándose a sí mism+s, desembocan en una suerte de no existencia y de mercantilización de lo producido. ¿Quién no recuerda a Michael Jackson implicado en acusaciones de pedofilia habiendo cantado, algún día, contra la situación de hambre que soportan los niños de África?

Ya no sorprende, pero aún golpea, que valores como Quilapayún y otros de la Nueva Canción Latinoamericana (así como una larga lista de conocid+s intelectuales de… ¿izquierda?), adornen las tarimas del ala central de la política, alejados de lo que, alguna vez, significaron en la realidad de ese pueblo que, unido, jamás sería vencido. Aunque una traición es una traición, no llamamos a incinerar sus discos ni su memoria en una hoguera odiosa y ridícula. No. Sí convocamos, en cambio, a seleccionar mejor lo que escuchamos y lo que cantamos, y a observar de cerca a quienes canten en nombre del pueblo. Él guardará en sus mochilas lo que le sea útil, lo que sienta, lo que ame; sabrá hacerse acompañar por quienes le ofrezcan el pan de la transparencia.

A quienes continuamos en esta historia nos queda, claro está, aprender de lo visto y de lo vivido; nos queda inflamar el devenir constante; desarrollar nuestra conciencia de clase; volver al campo y a los mercados; inundar las fábricas; encender las universidades, las plazas y los barrios; hacernos de los saberes y de los decires populares; escribir y cantar desde abajo para formar, formarnos y agitar entre nuestr+s herman+s el ideario de la lucha y de la esperanza; nos queda persistir en la organización de l+s nuev+s trabajador+s del arte, l+s que no se arrugan frente a la necesidad de tomar partido, l+s que fusionan en sí lo más elemental y lo mejor del trabajo en general con una herramienta en la mano derecha y con una guitarra en la mano izquierda, l+s que desprecian a la egolatría y a los individualismos, l+s que resuelven todo en colectivo bajo principios comunitarios sin avergonzarse de ellos, l+s que aman a la Tierra y se aceptan, con humildad, como su consecuencia. Siempre con la certeza de que requerimos obrar desde el amor radical con el objetivo supremo de movilizar espíritus para protagonizar unid+s la insurrección permanente con miras hacia la soñada revolución comunista.

Mientras exista el sacrosanto derecho a la plusvalía de los pequeños y grandes potentados nacionales y transnacionales; mientras existan los sueldos ofensivos de la burocracia sanguijuela concentrada sólo en perpetuarse bajo los pantalones del aparato del Estado terco y miope; mientras existan médic+s y hospitales que niegan la salud al pueblo; mientras l+s niñ+s y l+s jóvenes se amamanten en las ubres del miedo, de las drogas y de la pornografía; mientras las mujeres sean vistas como un simple divertimento; mientras la diversidad sexual sea criminalizada; mientras el saber y las prácticas de los pueblos originarios se discriminen como cualquier artefacto de segunda categoría; mientras la religión y la religiosidad humanas sean utilizadas como herramientas en favor del sometimiento; mientras exista el predominio del tener sobre el ser; mientras se mercantilice a la Tierra y a todo lo vivo; mientras el gobierno ecuatoriano actual insista en subestimar a nuestra inteligencia; mientras existan explotad+s en el Ecuador y en el mundo; mientras subsista el capitalismo pudridor de cuerpos y de espíritus… continuaremos necesitando cantor+s decidid+s, comprometid+s, insurrect+s; continuaremos necesitando versos pulidos con el corazón y con la astucia de las clases explotadas; continuaremos necesitando himnos en pro de la humanización de la especie; continuaremos necesitando canciones, en alto grado: subversivas.

“…Que el canto tiene sentido cuando palpita en las venas

del que morirá cantando las verdades verdaderas…”

“…Canto que ha sido valiente, siempre será canción nueva”.

Extractos de la canción Manifiesto, de Víctor Jara.

NOTAS

[i]     Actor teatral, poeta, narrador oral, obrero, trovador popular, promotor de proyectos y eventos culturales.

[ii]     http://blogs.cooperativa.cl/opinion/cultura/20150429153209/los-50-anos-del-quilapayun/

[iii]     Exceptuando a Sergio Ortega (compositor y pianista) y a Guillermo Oddó (integrante de Quilapayún), quienes fallecieron sin participar en esta parte de la historia de la canción.

 Fuente: Tesis Once http://infotesisonce.blogspot.com/

 

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