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sábado, abril 27, 2024

ESPECIAL | Madres Selva: Josefina, el país fuera del mapa

Nuestro reportaje especial Madres Selva, producido con el apoyo de Earth Journalism Network, concluye con esta cuarta entrega. La protagonista es Josefina Tunki, la primera mujer que alcanzó la presidencia del Pueblo Shuar Arutam (2019-2023), en Morona Santiago. Al borde del mapa del Ecuador, entre concesiones mineras cada vez más numerosas, amenazado por la contaminación y la indiferencia del Estado, vive uno de los muchos pueblos que aún resisten a la destrucción de la selva amazónica. Josefina nos cuenta su historia.

La Línea de FuegoPor Jorge Basilago*


 

Josefina Tunki tenía unos once años cuando supo que vivía en un lugar llamado Ecuador. Y que ese sitio tenía un gobernante cuyo retrato colgaba en casa de uno de sus tíos. Desde su estatura menuda, miraba intrigada la imagen de ese hombre uniformado sin dejar de sentirlo ajeno.

-Mi tío me explicaba en idioma shuar: “Este es Guillermo Rodríguez Lara, presidente del Ecuador”. Pero yo no entendía ¿Qué será eso?, me preguntaba. Ni siquiera hablaba bien castellano, todavía.

La pequeña estudiaba en el internado de la Misión Salesiana de Santiago, hoy Tiwintza, en la provincia de Morona Santiago. Pero aún no le habían explicado que Rodríguez Lara era, en realidad, un dictador. Un general del ejército al que apodaban “Bombita”. Durante su gobierno (1972-1976) se extrajo el primer barril de petróleo de la Amazonía ecuatoriana. Fue el inicio de un prolongado calvario que llega hasta la actualidad, presentado como “boom” económico y social.

-Desde que personas desconocidas pisaron nuestras tierras indígenas, nunca vinieron con buenas intenciones. Llegaron para usurpar nuestros recursos del subsuelo, de los bosques y para decirnos que ya no tenemos derechos. Las tierras nuestras ahora son como prestadas –protesta, con un acento rugoso que parece darle más firmeza a sus palabras.

La Línea de Fuego
El mapa muestra la forma en que las concesiones mineras cercan las tierras del Pueblo Shuar Arutam (PSHA), que ahora son “como prestadas”, según Josefina Tunki. (Fotografía: Fundación EcoCiencia y PSHA)

Un territorio

Uwí y Naitiak, los espíritus que encarnan los ciclos naturales de abundancia y escasez, dialogan con el pueblo shuar arutam (PSHA) desde mucho antes que su territorio recibiera forasteros. Cuando acaba la temporada de Uwí (la palma chonta) y aparece Naitiak, se desatan tormentas con truenos y vientos huracanados. Es la forma en que ambos discuten la supremacía del uno sobre el otro. Así, su gente distingue los períodos de siembra, cosecha y limpieza de suelos.

-Todas esas fases, desde que intervinieron las carreteras y la moneda, han cambiado bastantísimo –advierte Josefina, mientras recorremos la sede de la Asociación Amazónica Tsank (tabaco), un emprendimiento turístico-cultural en el Centro Shuar Chichis, donde Josefina nació y vive.

A lo largo de la caminata, se detiene con frecuencia. Las plantas, animales e insectos no tienen secretos para ella: como shuar, sabe dónde encontrar alimento, medicinas o abono con sólo ver a su alrededor. Conoce la edad del bosque por su altura y la yuca ideal para hacer chicha, por su color. Sabe que las visiones del tabaco, la ayawaska y el floripondio ayudan a entender y a orientar. Que el territorio es mucho más que un lugar.

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-Un espacio donde no hay seres vivos, no puede ser gobernado por nadie y será un fracaso para el Estado –pronostica.

Cercada por concesiones mineras crecientes, la vida en Chichis intenta seguir su curso. No es una labor sencilla. Respetar las reglas de conservación, mientras las empresas extractivas y los ministerios de gobierno avanzan en sentido contrario, la hace todavía más compleja. Incluso se han concesionado grandes porciones de dos importantes áreas biodiversas y protegidas: la Reserva Biológica El Cóndor (en la cordillera homónima) y el Bosque Protector Kutukú Shaimi.

La Línea de Fuego
Afiche que muestra el avance incesante de la minería en territorio del PSHA, a pesar de la oposición del pueblo shuar al extractivismo. (Fuente: Facebook PSHA)

-En varias cabeceras de los ríos que forman el Amazonas, algunas empresas ya terminaron los estudios de prospección y otras hacen convenios para explotación. Mi gente shuar misma, indígena, es ingenua a veces. Le dan dinero a unos pocos y con eso ya los convencen –denuncia.

A orillas del río Pitiu, Josefina observa la corriente saltarina y transparente con inquietud. Es difícil predecir cuánto tiempo se mantendrá así: varios cursos de agua cercanos ya perdieron parte de su fauna, a causa de la contaminación minera y de métodos pesqueros dañinos, como el uso de químicos y dinamita. Desde hace algunos años, los lugareños apenas si pescan y cazan, para no afectar más al ecosistema. La cría de peces y animales resuelve parte de sus necesidades de alimentación.

En las parcelas más fértiles crecen cultivos orgánicos propios de la región como plátano, yuca y papa china. La decisión de no emplear fertilizantes ayuda a mantener la pureza del suelo y del agua. Y cuando las cosechas son abundantes, venden una parte para generar ingresos. Los intermediarios evitan pagarles un precio justo, pero no les sobran opciones para negociar.

-Nuestros productos son valorados porque cultivamos sin químicos y no fumigamos. Para abono, plantamos balsa o guabo, que dan capa de humus a la tierra. El Ministerio de Agricultura y Ganadería viene a controlar, pero sólo para justificarse: nosotros ya sabemos cómo se hace –subraya Josefina.

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la importancia de cuidar las riquezas naturales amazónicas.

Sus vecinos han aprendido, asimismo, a ser promotores y operadores turísticos responsables de los atractivos naturales locales. Muestran su cultura y su paisaje con la misma generosidad que comparten la chicha o la inhalación terapéutica de tabaco. Pero son pocos los visitantes, todavía. Para quienes no viajan en vehículo particular, el trayecto –casi 500 kilómetros, desde Quito– se alarga demasiado a causa del mal estado de las carreteras y la escasa frecuencia de transporte. Tampoco existe infraestructura hotelera, ni presupuesto para construirla.

Chichis, como otras recónditas comunidades amazónicas, forma parte del Ecuador por esos caprichos de la cartografía. Tras varios conflictos limítrofes, poco le faltó para quedar al otro lado de la frontera, en Perú. Y a juzgar por la atención que reciben sus habitantes de las autoridades ecuatorianas, no habría muchas diferencias si así fuese.

-Nosotros somos pueblos milenarios, autónomos, pero los Estados nos han fraccionado y han violado nuestros derechos. Sin consultar nos desalojan, militarizan los territorios, los policías disparan a nuestras casas… es un crimen que estamos viviendo en todo el Ecuador –sentencia Josefina.

Un país

La Asociación Santiak (Santiago) nuclea a Chichis y otros dieciséis centros shuar. Su población ronda las 3 mil personas. Ninguna tiene acceso a red de agua potable, señal de internet o telefonía celular. Una curva en el camino, a corta distancia de Tiwintza, marca el punto preciso en que termina el Ecuador para las empresas de telecomunicaciones. Josefina suele hacer una breve pausa en ese sitio, para enviar o recibir un último mensaje antes de quedar silenciada.

La Línea de Fuego
Mapa de la Asociación Santiak (Santiago) y los centros shuar que la integran. (Fuente: Plan de Vida, Asociación Santiak, 2021)

Cuando fui presidenta del PSHA, firmamos un acuerdo con el Consejo Provincial de Morona Santiago y la organización Naturaleza & Cultura Internacional, para instalaciones de internet. Hay que insistir para que se cumpla. Es muy necesaria la conectividad por temas de conservación –revela.

Allí donde la presencia estatal es deficiente o inexistente, el brazo extractivista no halla límites. Josefina ha visto cómo sus personeros esparcen noticias inexactas y tentaciones materiales, entre dirigentes y comunidades enteras. Cómo apelan a sus contactos políticos, para aprobar dirigencias comunitarias paralelas que promuevan sus negocios. Compran voluntades como golosinas. Así procedieron en Warints y Yawi, desde entonces enemistadas con el PSHA, que ha votado en contra de cualquier presencia minera en su territorio.

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Las negativas nunca desaniman a las empresas. Permanecen al acecho  y avanzan en cada oportunidad propicia. El silencio o la anuencia del gobierno sólo acentúan el proceso. Josefina identifica enseguida esa persistencia tóxica: la aplican desde hace años firmas como la china EXSA, las canadienses Solaris Resources y EcuaSolidus y la australiana SolGold. Las llama “infiltradas” y las nombra en rápida sucesión, junto con el proyecto HidroSantiago, anunciado como la mayor represa del Ecuador.

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-Es mentira que el Ministerio del Ambiente trabaje para reducir la contaminación. Las autoridades ocultan la realidad de que están ensuciando los ríos; disimulan porque ya negociaron estas tierras, concesionaron todo a las grandes empresas mineras. Para nosotros no hay nada de desarrollo.

Me lo demuestra en una corta caminata por la margen izquierda del río Santiago. En distintos puntos hay rocas removidas y viejas piscinas de lavado de minerales. Dentro de ellas, varios charcos coloreados denuncian una antigua presencia de cobre y azufre. El resto se lo ha llevado el río, que paga el favor con la agonía de sus aguas. Josefina, que solía beber de ellas cuando niña, sufre porque ya ni los peces las frecuentan como antaño.

Avance de la actividad minera en Warints, entre 2020 y 2023. Mueva el control deslizante de la imagen a izquierda y derecha para apreciar las diferencias.
(Fuente: Fundación EcoCiencia y PSHA)

A menor escala que las grandes multinacionales, la minería ilegal también aprovecha la falta de control gubernamental y emplea tácticas divisionistas para alcanzar sus fines. Los comuneros son tentados individualmente, con dinero: casi cualquier cifra resulta atractiva, en una provincia donde dos tercios de la población viven por debajo de la línea de pobreza. Una vez que se les facilita la entrada, cavan hasta encontrar lo que buscan y parten sin remediar jamás los daños.

-En las asambleas les advertimos, pero no escuchan: dicen que es por necesidad, por falta de empleo o porque son los propietarios y ellos deciden. Pero después quedan mudos, con alforjas vacías, porque gastan el dinero y la minería da una sola cosecha: deja estéril la tierra –remarca Josefina.

Algunos de esos hombres comprenden tarde su error, y vuelven a equivocarse al intentar corregirlo. Imposibilitados de sembrar o producir en sus parcelas agotadas, usurpan los terrenos de sus vecinos. Desde el PSHA observan el fenómeno con cierta impotencia, porque la solución excede la voluntad aislada de una persona o una organización.

-Nosotros ya sabemos que ningún gobierno, en Ecuador ni en otros países, mira a favor de su pueblo indígena. No somos bien vistos. Siempre van en contra de los principios de la lucha colectiva –condena.

Obstinada, sigue dispuesta a dar ese combate. Como toda mujer indígena amazónica, no conoce otra forma de garantizar sus propios derechos.

Una mujer

-En el Registro Civil me inscribieron sólo con dos nombres castellanos: Josefina Antonieta. Pero también tengo nombre indígena, Nakaimp, que significa “rectitud”, “frontalidad” –explica.

Huérfana de padre a los dos años, fue criada por su madre y su abuela. Con la caída del primer diente de leche la enviaron al internado de Tiwintza. Conserva memorias agridulces del lugar, entre la maravilla de los aprendizajes iniciales, las contradicciones religiosas y los castigos físicos para impedirle hablar su lengua materna. Con la fe cristiana le pasa algo parecido: cree en dios como habla castellano, con ecos extraños que laten dentro.

Completó su educación secundaria en el internado salesiano de Sevilla Don Bosco. No había caminos entonces, entre esa localidad y Tiwintza. Gracias al apoyo de los religiosos, viajaba en la avioneta que su madre no podía pagar. Pero alternaba los períodos de clases con largos regresos a su comunidad.

-Empecé a participar en la dirigencia de Chichis en esa época. Cuando volvía, ayudaba en la secretaría o en la tesorería. Tuve que perder la vergüenza de hablar en público –reconoce Josefina.

La Línea de Fuego
Josefina Tunki lidera un plantón de pueblos y nacionalidades amazónicas frente a la sede del Ministerio del Ambiente, en la ciudad de Quito. (Fotografía: Facebook PSHA)

Luego de cinco años dedicada a la docencia, retornó a la labor comunitaria. Pronto fue nominada para dirigir el área de Mujer y Salud de la Gran Federación Shuar (antecesora de PSHA). Después la nombraron ejecutiva de Educación del CTI-PSHA (Circunscripción Territorial Indígena – Pueblo Shuar Arutam, hoy Asociación Santiago), para aprovechar su experiencia. En 2003 se sumó al PSHA, recién creado: pasaron cuatro presidentes y muchos años de pensar y trabajar en minoría. Acaso eso la haya preparado para el siguiente paso.

-Fui la primera mujer electa a la presidencia de la organización, en 2019. Es difícil tomar un cargo organizativo. Hubo mucho machismo que pedía mi destitución, pero tuve un equipo de compañerismo muy bueno, que me ayudó a trabajar para el bien colectivo.

Su primera medida fue anular la carta de entendimiento que su antecesor, Vicente Tsakimp, había firmado con Solaris Resources. Esa decisión recrudeció el conflicto con Warints y Yawi, que ya cooperaban en el proyecto Warintza. Sobrevinieron acusaciones cruzadas, que incluyeron amenazas de violación a un grupo de mujeres de Maikiuants y de muerte a Josefina y otra colaboradora de PSHA, Tania Laurini, por parte de un ejecutivo de la minera canadiense.

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Las tensiones alcanzaron extremos absurdos, pero usuales en los ataques a defensoras ambientales. En medio del Paro Nacional de junio de 2022, personas no identificadas incendiaron un campamento de Solaris Resources. Tsakimp y el síndico de Yawi, Marcelo Wachapá, denunciaron judicialmente a Josefina como una de las responsables del atentado, aunque ella se encontraba varada en México por el bloqueo de aeropuertos. La inconsistencia de la acusación motivó un acuerdo verbal para retirar la demanda, aunque los denunciantes nunca realizaron el trámite.

-Por esa confrontación ya no hay confianza entre nosotros. Estamos en una situación crítica por causa de las empresas y por el gobierno frágil, vendedor y violador de los derechos de la vida –acusa.

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Su gestión como presidenta del PSHA terminó en abril de 2023. Le quedaron algunos reconocimientos internacionales, contactos con organismos y activistas de todas partes y una vicepresidencia en la red amazónica TICCA. Como en sus épocas escolares, volvió a Chichis:

-De aquí mismo soy, ¿adónde más voy a ir? –ratifica.

El actual síndico le encomendó el área de seguridad y control territorial. Planea capacitar a cinco personas para enfrentar desafíos recientes en la comunidad, como la depredación de fauna, la venta de drogas y la desaparición de personas. A diferencia de quienes ocupan ese cargo con la expectativa de usar uniformes especiales y armas, ella sostiene que las responsabilidades van mucho más allá. Dice que es tan necesario conocer a fondo las nuevas problemáticas como recuperar la disciplina de los ancestros.

-El liderazgo de las mujeres es muy diferente. No digo que somos transparentes, porque también algunas se corrompen. Pero ya hemos visto la debilidad de los hombres por las coimas. Por eso yo hablo de defensa, de lucha de territorios, de un acuerdo territorial de las aguas, de los bosques, de la biodiversidad y de la vida humana.

Antes de despedirnos, reúne varias rocas de diferentes tamaños y colores en la orilla del río Santiago. Me las obsequia con un abrazo: “Para que recuerdes cómo es aquí”, dice. O para que el mapa, por fin, se haga país.

“En las asambleas les advertimos, pero no escuchan: dicen que es por necesidad, por falta de empleo o porque son los propietarios y ellos deciden. Pero después quedan mudos, con alforjas vacías, porque gastan el dinero y la minería da una sola cosecha: deja estéril la tierra”.

–Josefina Tunki


Este reportaje fue producido con el apoyo de Earth Journalism Network.

*Jorge Basilago, periodista y escritor. Ha publicado en varios medios del Ecuador y la región. Coautor de los libros “A la orilla del silencio (Vida y obra de Osiris Rodríguez Castillos-2015)” y “Grillo constante (Historia y vigencia de la poesía musicalizada de Mario Benedetti-2018)”.

La Línea de FuegoEdición: Ginna Morelo / Alberto Ñiquen Guerra / Ela Zambrano.

La Línea de FuegoRealización audiovisual: Andrea Moreno.

La Línea de FuegoIlustraciones: Gía Román.

Mapa/La Línea de FuegoDiseño mapa estadístico: Santiago García.

La Línea de FuegoLogística y asistente de fotografía: Leonardo Moreno.

La Línea de FuegoFotografías: Leonardo Moreno / Web Fundación EcoCiencia / Web ProAmazonía / Cuenta de Facebook de la organización Pueblo Shuar Arutam / Cuentas de Facebook de las personas entrevistadas.


 

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