Por Johannes M. Waldmüller*
Durante las campañas electorales, mucho se escucha de las intenciones políticas de “sacar a la gente de la informalidad laboral”, mientras no se hable de lo ambiguo y altamente elusivo que es la noción de “informalidad”, esas no son propuestas concretas.
Existe un sector informal altamente precario, que a todos nos ha ayudado muchísimo durante esta sindemia,[1] que capitaliza fuertemente la crisis, la irregularidad y que se ha vuelto urgente revisar, tal como se ha sucedido en Italia y como se discute en varios países europeos. Me refiero a las empresas repartidoras de comida (o starups), como UberEat, Glovo, Rappi, etc., bastiones urbano del trabajo mal pagado, sin seguridad social y laboral para miles de migrantes venezolanos y otros que perdieron su trabajo “formal” tras los recortes públicos y privados, gracias a las políticas del maldesarrollo[2] del Fondo Monetario Internacional.