28 de agosto 2016
Según los pronósticos de científicos dedicados a seguir el curso del calentamiento global, sin cambios dramáticos en la forma usar los recursos naturales, es optimista pensar que se podría limitar el aumento de la temperatura de la tierra a dos grados centígrado. Y una subida de dos grados tendrá impactos severos en el clima. Una subida de 4 grados por otro lado, que no está de ninguna manera imposible, representaría un escenario verdaderamente desastroso: una Amazonía seca y una Guayaquil que va perdiendo su lucha contra el mar que subió de forma dramática debido al deshielo de las capas polares[i][ii].
Dicen que los quiteños prefieren películas de terror cuando van al cine. Pero muy pronto no tendrán que recurrir a películas para experimentar el espanto: el largamente anunciado cambio climático ya está aquí, tocando la puerta, y las consecuencias para todos no serán muy consoladoras. Todo lo contrario.
Hace unas semanas pasó por la capital Edwin Zaccai, profesor de la Universidad de Bruselas (Bélgica) y Director del Centro de Estudios de la Sostenibilidad. Auspiciado por la Fundación Rosa Luxemburg y la Universidad Andina, el académico presentó a las pocas personas dispuestas a perder el final de la Copa Libertadores una presentación sobre cambio climático. El belga delineó los peligros que el planeta enfrenta, cosa que no debe sorprender a nadie, y las pocas medidas que en la práctica se están trabajando, lo que si bien no sorprende, sí nos debe preocupar, bastante.
Según la Organización Meteorológica Mundial, (OMM) si persiste la tendencia actual el 2016 será el año más caliente en la historia, seguido por el 2015 y el 2014, mientras y cada uno de los últimos 14 meses ha experimentado temperaturas record. El futuro tampoco es prometedor. A nivel global estamos despilfarrando nuestro presupuesto de carbono, informó Zaccai, y si seguimos produciendo dióxido de carbono (el principal causante del problema) en la cantidad actual (en el 2015 se redujo levemente a nivel global de 40.3 billones de toneladas a 39.7bn toneladas) en 5 años nos quedará solo un 50% de posibilidad de limitar el incremento en la temperatura a 1.5 grados por sobre el nivel pre industrial.[iii] Tener más de un 50% de posibilidad de evitar una subida de 2?solo nos queda 20 veinte años. Es poco tiempo, muy poco, y si no lo logramos, tomando en cuenta lo que hemos experimentado hasta ahora, las consecuencias serán inestimables.
Pero a pesar de su evidente importancia para todos, salvo cuando se irrumpe una disputa sobre el Parque Yasuní, el petróleo de la Amazonía o los pueblos en aislamiento voluntario, la discusión sobre qué hacer respecto a lo que nos viene encima brilla solo por su ausencia. ¿Un caso de amnesia colectiva? O es que la falta de debate se debe a la magnitud del problema, lo poco que podemos hacer cada uno y a que el Ecuador, que no aporta de forma significativa al problema, poco puede hacer para resolverlo.
COP 21
La quema de los combustibles fósiles es el principal responsable del cambio climático, y son los países industrializados los que tienen la responsabilidad histórica y actual. Los delegados que asistieron a la Conferencia de las Partes al Convenio Marco de las Naciones Unidos sobre Cambio Climático (COP 21) en París en diciembre del año pasado estaban perfectamente conscientes de esa responsabilidad y los riesgos que el cambio climático conlleva. Trabajaron para sellar un acuerdo internacional, y lo lograron. El inconveniente es la existencia de serias dudas respecto a su impacto: primero si, como los acuerdos anteriores (Convenio de Kioto por ejemplo), este pacto será suficiente y, segundo, si hay como hacer cumplir los compromisos asumidos. La respuesta en los dos casos es negativa. Los compromisos son voluntarios, y hasta ahora solo 22 países han ratificado el tratado, lo que no es suficiente para que entre en vigencia. El Ecuador ni siquiera firmó el acuerdo alcanzado en Paris. El motivo, quizá, es que se podría comprometer la capacidad del país de explotar el petróleo de la Amazonía.
Reflexionando sobre el proceso, la bióloga Melissa Moreano opinó en un reciente artículo que “las negociaciones llegaron a plantear que el límite debe colocarse en 1.5ºC, algo visto como un triunfo, pero en el borrador del Acuerdo de París se vuelve a recalcar que las metas planteadas por los países en las Contribuciones Nacionales Determinadas (INDCs) presentadas no alcanzan para mantener las temperaturas por debajo de los 2ºC.” [iv]
Más sorprendente es que el documento apenas se refiere al uso de la energía, eso a pesar de que el principal factor en el calentamiento global es la quema de combustibles fósiles (petróleo, gas natural, carbón).
La buena noticia, si es que hay buenas noticias, es que el Ecuador tiene poca responsabilidad en cuanto a emisiones, aunque se puede hablar de complicidad debido a la extracción y venta a nivel internacional del petróleo de la Amazonía. La mala noticia es que no podemos congratularnos porque nuestra contribución sea relativamente pequeña. Es el uso o abuso de la tierra, es decir la deforestación, que pesa aquí y en otros países de América del Sur. Y este segundo factor, sobre todo si los bosques son quemados para despejar la tierra, no solo libera mucho Co2 y quita una importante fuente de absorción de dióxido de carbono, sino a la vez hace grandes daños a la biodiversidad de la región.
Aquí la táctica de los grandes emisores de gases invernaderos se pone en manifiesto. Dice Moreano, “las discusiones y acuerdos se han desplazado de la necesidad de cambiar el patrón de producción y consumo basado en el petróleo a la responsabilidad de los bosques en el cambio climático, impulsando mecanismos financieros como REDD+.” [v]
Y para ponerlo todo en perspectiva, Moreano revela que “la FAO estimó que las emisiones por deforestación fueron alrededor de 5 GtCO2/año (giga toneladas de dióxido de carbono por año) entre 2001-2010. Y unos científicos estimaron que, en el mismo periodo, la Amazonía emitió 0.18 GtCO2/año. Para fines comparativos, las emisiones actuales de Estados Unidos llegan a 4’403.909 GtCO2/año (pueden ver cuánto emite cada país aquí). Es decir, aun cuando la deforestación mundial emite una cantidad de gases de efecto invernadero equivalente al 0,00011% de las emisiones totales de Estados Unidos, parece ser que es vital terminar con ellas en lugar de forzar a los Estados Unidos a disminuirlas.”
El mensaje es claro y algo desolador: las naciones industrializadas prefieren soslayar su responsabilidad. Pero al no cambiar su forma de operar son países como el Ecuador que van a pagar el costo. Y el costo será alto. Para las islas naciones la amenaza no es del futuro. Según el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) muchas islas naciones están solo unos pocos metros sobre el nivel de mar: islas como las Marshall, Kiribati, Tuvalu, Tonga, Los Estados Federados de Micronesia, y las Islas Cook (en el Océano Pacifico); Antigua and Nevis (en el Mar del Caribe); and las Maldives (Océano Índico) son seriamente amenazadas por una inundación permanente[vi].
Mitigación y Adaptación
No se puede confiar en los grandes emisores de dióxido de carbono, pero tampoco se puede quedar con los brazos cruzados. Para el Ecuador una respuesta es reforestar, y según la Contribución Tentativa Nacionalmente Determinada (INDC, por su sigla en inglés) acordada por el gobierno antes de las negociaciones del COP 21, la reforestación sí es una prioridad. Y puesto que el Ministerio de Medio Ambiente calcula que Ecuador perdió 2,2 millones de hectáreas de bosque entre 1990 y el 2014[vii], asumir el compromiso parece tener cierta urgencia. Una dificultad es que reforestar no será suficiente, al mismo tiempo hay que parar el tráfico ilegal de madera: según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO por su sigla en inglés) en el 2005 el tráfico de madera extraída ilegalmente de los bosques representaba el 70% del comercio de madera en el país. Otra inquietud es el significado de la palabra reforestación: plantaciones de palma africana, pino o eucalipto no son boques, y si la conservación de la biodiversidad importa, no deben constar como reforestación.
Es precisamente la agricultura comercial que provoca el 70% de la deforestación en la región según un reciente informe de la FAO, El estado de los bosques del mundo 2016, y es la Amazonia la que más daño sufre. En esta región los agronegocios siguen instalándose para producir y exporta a los mercados internacionales: el pastoreo extensivo, el cultivo de soja y las plantaciones de aceite de palma. En Brasil por ejemplo, más del 80 % de la deforestación se asoció a la conversión de tierras en terrenos de pastoreo.
La segunda prioridad del INDC ecuatoriano es aumentar el uso de energía ‘limpia’. El documento aclara que el objetivo es que en el 2017 el 90% de la energía eléctrica del país provenga de hidroeléctricas como Coca Codo Sinclair y Sopladora. Según el documento se reducirán “las emisiones del sector energía en un 20,4 a 25% en relación al escenario ‘Business As Usual’ (BAU).”y “se ha calculado también un potencial de aumentar la reducción de emisiones en el sector energía a un 37,5 a 45,8%”. El problema es que plantear reducir emisiones en comparación con el escenario BAU, que implica ningún esfuerzo para reducir, todo lo contrario, es engañoso porque infla las cifras de lo que en la práctica puede ser una reducción mucho más pequeño sobre el nivel de 2015 o, quizás, no habrá reducción alguna.
Existen otras prácticas que deben de ser cuestionadas y cambiadas en la lucha contra el cambio climático y aquí la responsabilidad es nacional no internacional. Por ejemplo, la dependencia del vehículo particular y el diseño de ciudades que dependen cada vez más de ellos. Hay que poner límites a la expansión de los suburbios, y no solo por la contaminación del aire (que hace mucho daño a la salud de todos) y la congestión, molestosa que sea, sino porque construir centros urbanos que dependen del auto implica usar mucho más energía.
La otra cara de la moneda es la adaptación. Hay que adaptarse, la pregunta es cómo. Sin duda uno de los primeros pasos es preparar a la población para los eventos climáticos extremos que están por venir: a la progresiva escasez del acceso al agua (la minería y las grandes fábricas de Coca Cola no van a ayudar) a la subida del mar, a los incendios forestales, a las sequías. Al mismo tiempo hay que buscar respuestas sostenibles y mejorar la vida de la gente más pobre, porque, como dice Melissa Moreano, “los fenómenos son naturales, las catástrofes son sociales y golpean más a los más pobres.” Y como en el escenario actual luce poco probable que todos y todas pueden acceder a trabajos dignos con salarios digno, sin dejar de trabajar para que esto suceda, serán necesarias otras medidas. Y claro está, no debemos confiar en las promesas de ayuda financiera de los naciones ricas.
La pregunta sobre qué medidas debemos tomar es crítica y, como el cambio climático mismo, la respuesta no vendrá de un solo grupo. Dada la urgencia del problema, se necesita liderazgo, pero un liderazgo tranquilo y sin afanes de sacar provecho político por parte de los partidos políticos. Porque el cambio climático no es ningún chiste. El próximo gobierno podría tomar la iniciativa, convocando a todos los sectores para discutir las opciones y para diseñar una estrategia clara para lidiar con lo que nos viene encima.
Trabajando juntos es la única solución
Puede que sea incoherente, como señala en una reciente entrevista Joán Martínez Alier, extraer carbón (y por implicación petróleo) y hablar de estar en contra del cambio climático. Pero para países como el Ecuador las opciones no son tan claras. ¿Dejar de explotar combustibles fósiles, pero cuándo? ¿Y cómo? Las respuestas no son tan claras. Y hasta ahora a nadie se le ha ocurrido proponer cerrar los campos petroleros, por lo menos en el futuro cercano: el resultado podría ser una bendición para el medio ambiente pero sin duda sería un desastre económico.
Como una vez remarcó Ahmed Zaki Yamani, entonces ministro de Petróleo y Recursos Minerales de Arabia Saudita, el fin de la época de la piedra no llegó por la falta de piedra. De la misma manera es probable que la época de petróleo en el Ecuador no llegue a su fin por la falta de petróleo, sino por un cambio radical en el comportamiento de los grandes consumidores del llamado ‘oro negro’. Y eso es lo que queremos, y por lo que luchamos: es una necesidad absoluta para la sobrevivencia de la mayoría de la población del planeta. Sin embargo, es el mientras tanto el que no parece tan claro para el Ecuador, país que no provocó el problema ni produce en la actualidad muchas emisiones.
Al final si bien importa lo que haga el Ecuador para luchar contra el Cambio Climático, es evidente que el país no puede resolver el problema por si solo y, según profesor Zaccai, una de las respuestas sería unirse en bloques para negociar. El problema, admitió el catedrático, es que existe una multiplicidad de bloques e intereses en la región y es difícil imaginar que las naciones sudamericanas hablen con una sola voz.
NOTAS
[i] Hasta mayo de este año (2016) el nivel del mar ha subido 87.4 mm desde 1993 y sigue subiendo http://climate.nasa.gov/vital-signs/sea-level/
[ii] Aunque logremos limitar la subida de la temperatura global a 2 grados centígrado, el nivel de mar podría todavía subir 6 metros. Sea Levels Could Rise At Least 20 Feet Climate Central. 09 julio 2015 http://www.climatecentral.org/news/sea-levels-rise-20-feet-19211 y Sea-level rise due to polar ice-sheet mass loss during past warm periods Science 10 de Julio 2015 http://science.sciencemag.org/content/349/6244/aaa4019
[iii] https://www.carbonbrief.org/analysis-only-five-years-left-before-one-point-five-c-budget-is-blown
[iv] http://xmb.ujz.mybluehost.me/2015/12/08/las-negociaciones-climaticas-de-paris-entre-acuerdos-tibios-y-reservorios-de-carbono-por-melissa-moreano-venegas/
[v] REDD+ es un sistema de pagos a comunidades locales para la conservación de los bosques. El sistema ha sido seriamente criticado.
[vi] http://www.ipcc.ch/ipccreports/tar/wg2/index.php?idp=671
[vii] Los bosques están al límite por el agro. Por Valeria Sorgato El Comercio 31 de julio de 2016 http://www.elcomercio.com/tendencias/bosques-limite-agro-ambiente-contaminacion.html
Concuerdo parcialmente con el autor, para el Ecuador dejar de explotar y exportar petroleo cuando el estado tiene una deuda externa e interna de más de 50 000 millones de dólares es imposible pero si se puede dejar de explotar el Yasuní. Por otro lado con recursos estatales de más de 200 000 millones de dólares que los tuvo el correato era perfectamente factible empezar la construcción de una red de trenes eléctricos que crucen el país. Se podía y todavía se puede estimular desde el estado el uso de energías más ecológicas como biogas obtenido de desechos y otras. Por otro lado, se pueden eliminar los subsidios a los combustibles.