El Apuntador No 58
¿Hay un riesgo que las políticas y fondos de fomento resulten en un colectivo cinematográfico autocomplaciente y “autista” que no proyecte a las necesidades y expectativas del público ni los objetivos estratégicos de consolidar la industria y la autonomía del cine ecuatoriano?
Siempre digo que deben aclararse las afirmaciones simplistas como aquella que pretende que el cine ecuatoriano no tiene ningún contacto con el público que consume cine en el Ecuador. Es algo que sucede entre cierto cine y cierto público, no entre El cine y El público. El tema exige pensar más allá de lo que sucede actualmente en el país. Es un tema planetario que se ha ido configurando en las últimas décadas. Hace falta observar algunas cosas de la industria cinematográfica mundial en su relación con Hollywood, por un lado y con las políticas de fomento de los Estados, por otro. Puede tratarse de una distorsión en los resultados de las políticas de fomento, pero no pone en duda la necesidad de políticas de fomento. De lo contrario caemos en la propuesta neoliberal de un mercado que se regula solo, y eso, sobre todo en el ámbito cultural, es un absurdo. Hay que preguntarse si los estímulos de fomento a la producción, pensados como un complemento de financiamiento a emprendimientos que captan otras inversiones, tienen el mismo sentido cuando son, prácticamente, la única fuente de financiamiento. Si los recursos públicos son de tal nivel que la inversión implica un riesgo menor o casi nulo, la lógica de la producción es muy diferente y quienes tienen el control de la obra tienen un comportamiento distinto.
Pero la cosa viene de más lejos: los hábitos de consumo de los contenidos audiovisuales han cambiado muchísimo en los últimos años. El circuito de salas comerciales de exhibición garantiza el mercado de la gran producción hollywoodense, sin cuestionar la calidad o contenido. El espectador de esas salas pide espectáculo y entretenimiento y eso, hasta ahora, nadie se lo puede brindar mejor que Hollywood.
En otras palabras, creo que la razón principal de ese desencuentro entre la producción nacional y el público del circuito comercial no es una falta de calidad. En nuestro cine hay diversidad y hay calidad pero el espectador no llega a conocer esa diversidad en el circuito comercial. Por ejemplo, en 2013 se terminaron casi treinta películas. Trece se exhibieron en circuito comercial; es decir, una quincena de películas fueron terminadas y circularon por otras vías, fuera de las salas comerciales.
La digitalización del proceso de producción y exhibición de cine, que podía pensarse como una oportunidad de democratización, ha resultado en mayor concentración de un solo tipo de contenidos en el circuito comercial. Hay otro público que pide otro tipo de contenidos, y lo que no se ha desarrollado en Ecuador es otro circuito (alternativo o como se lo quiera llamar) para garantizar la relación con esa otra demanda.
El Estado debe buscar resultados en dos terrenos: ampliando el espacio estrechísimo que en este momento tiene la producción nacional en el circuito comercial y; por otro lado incentivando la estructuración de otros circuitos y plataformas de circulación.
Hay una relación insoslayable entre los parámetros de calidad en la oferta cinematográfica para sustentar las políticas de desarrollo comercial y empresarial del sector. Si el cine ecuatoriano (con excepciones notables) le apuesta a la condescendencia, no es atractivo ni interesante y no encuentra las formulas de seducción y convocatoria del público general ¿cómo lograr que cuajen las políticas de desarrollo comercial del sector?
No creo que el cine ecuatoriano le haya apostado a la condescendencia, pero pienso que la consolidación de una oferta de producción nacional de calidad y diversa no es algo que se logre por decreto. De lo que se trata es de sostener políticas a mediano y largo plazo y de replantear objetivos en función de los cambios del sector y de los resultados que se obtienen.
En ocho años de existencia del CNCINE y de convocatorias anuales del Fondo de Fomento Cinematográfico se ha alcanzado resultados muy positivos. Evidentemente no nos podemos quedar solamente en la reproducción mecánica de esas políticas; es claro que estamos ante una nueva etapa que plantea retos diferentes. El desarrollo industrial del sector es la base sobre la que se podrá construir una mayor calidad y diversidad. La industrialización no necesariamente significa homologar formas de producción o temáticas, ni significa la producción “en cadena” de productos culturales; es la posibilidad de desarrollar un sector más fuerte y avanzado, con relaciones de producción más dinámicas y que garantice la coexistencia de las más diversas expresiones cinematográficas. Creo que hay una resistencia más bien semántica al concepto “industria cultural” porque se asocia al concepto mercantil y masificador del producto, y no a una visión que alude al funcionamiento orgánico y autónomo de un sector capaz de establecer sus propias relaciones y dinámicas.
Las políticas de fomento en el Ecuador han respetado la libertad creativa. Cuando escucho críticas al “cine ecuatoriano”, no siento que el CNCINE ha sido aludido, los resultados son responsabilidad de los creadores y productores. El Estado ecuatoriano no es, ni debe ser, productor o coproductor y mucho menos censor de las obras que apoya financieramente. Ahora bien, se debe ser crítico con las películas que se han hecho en el Ecuador, sin duda, pero no es correcto desde mi posición de Director de CNCINE hacer públicos mis criterios o preferencias: toda película que se hace aquí merece el mismo respeto y apoyo, y el mismo tipo de tratamiento por parte del Estado, nuestro rol es incidir para que se puedan producir en mejores condiciones y circular de mejor manera todas las propuestas. La complejidad radica en que se trata de producción cultural y de expresión artística.
En el Ecuador hay aproximadamente 270 pantallas de cine, concentradas en apenas 21 cantones que llegan aproximadamente a una cuarta parte de la población. Ese circuito genera alrededor de 13 millones de entradas al año. Esto es una concentración muy fuerte de la oferta que además está prácticamente monopolizada por el producto de Hollywood. Es decir, aún si duplicáramos el número de espectadores de cine ecuatoriano de 250 mil a 500 mil, el resultado seguiría siendo marginal en este escenario de concentración.
Entonces, lo que proponemos es una política más a largo plazo, que demanda más recursos, que puede incluso parecer incierta, pero que resuelve problemas de fondo. Es llevar la oferta también a otro circuito que no existe en este momento o que existe de forma muy informal y poco articulado, me refiero a las salas de cine independientes, auditorios, centros culturales, teatros que se usan de manera muy esporádica e informal. Ese circuito debe formalizarse, ampliarse, volverse más accesible y permanente para la exhibición del otro cine, el no comercial.
Más allá de las dificultades en la distribución y aun reconociendo la notable mejoría en el aspecto técnico, hay problemas concretos en la producción cinematográfica ecuatoriana. Mencionemos algunos que se encuentran recurrentes en los debates y refieren a notorias debilidades en: guión, casting, dirección de actores o puesta en escena. ¿Se está pensando desde la política pública cómo contribuir a mejorar estos aspectos?
Estas áreas que señalas, son experticias que solo se pueden desarrollar cuando la producción audiovisual sea una práctica regular, permanente, profesional, remunerada; si un guionista escribe un largometraje cada cuatro años, o si a un actor se le convoca cada dos años a un papel secundario ¿cómo se puede adquirir una práctica o un nivel de desempeño óptimo?
Se ha hecho y se seguirá haciendo esfuerzos para generar espacios de formación profesional y capacitación, pero no se va a resolver el problema por ahí. Es un proceso que se resolverá progresivamente en tanto se desarrolle el sector en su conjunto. Incluso, influyen en esto el desarrollo en otros ámbitos artísticos y en la producción audiovisual. Por el momento, no hay una masa crítica de producción que garantice que ciertos oficios, como el de los guionistas o actores, adquieran experiencia en el trabajo cinematográfico o que puedan vivir de esa actividad. Los fotógrafos, editores, directores de arte o sonidistas, transfieren más fácilmente los conocimientos y experticia adquiridos en la publicidad o en la televisión para beneficio de la producción de cine. No es el caso de guionistas, directores o actores. Cuando se haya desarrollado el sector de tal modo que haya una demanda constante de ese tipo de talentos para ese tipo específico de producción, irán desarrollándose las destrezas y experiencias, antes no.
Por eso creo que algunos elementos de la Ley de Comunicación son muy importantes, porque va a generar una inyección de recursos y una demanda más sostenida de los profesionales del sector audiovisual; van a producirse muchos otros formatos que aún no despegan en el medio como telefilmes, miniseries y otros productos que hoy son desplazados por los enlatados importados, esa producción demandará libretistas, actores, editores, casting, entre otros que se irán profesionalizando y consolidando.
¿El cine ficción ecuatoriano contemporáneo parece estar entrampado en la “zona segura” del largometraje de autor; hay un claro desbalance en la promoción y fomento de otras propuestas y géneros que podrían motivar y ampliar los públicos a los que se pretende convocar ¿qué estrategias se plantean frente a esta ausencia de diversidad en las propuestas?
No estoy de acuerdo en que exista ese desbalance y en que se privilegien cierto tipo de lenguajes. Tampoco en la ausencia de diversidad. Pensemos en el año 2013 y lo que va del 2014: están las películas documentales de diverso tema y tratamiento, están los largometrajes de autor y también está la ciencia ficción, de época, biográficas, comedia, realismo social, road movies, etc. Es decir hay diversidad, pero no se la conoce, el espectador no tiene acceso a ella. La decisión de la visibilidad de las películas a través de su promoción no es algo que se decide en un escritorio, la determina el mercado. El CNCINE lo que hace es responder a eso: si te seleccionan para un festival o para un premio, tienes derecho a un apoyo para poder participar, pero no está en manos del CNCINE definir cuáles van a ser seleccionadas y cuáles no.
Lo que si se debe hacer y estamos en ese proceso, es una reingeniería de mecanismos para la definición de los fondos de fomento que en este punto no resulta coherente con cierto tipo de dinámicas de producción y demandas de varios sectores. Por ejemplo, estamos en un diálogo muy interesante con el sector de cine comunitario; se están repensando fórmulas de asignación de recursos para mejorar la distribución entre las categorías de alto presupuesto y bajo presupuesto. Por supuesto que hay que evaluar y mejorar lo necesario, en el marco de lo que la Ley nos permite.
En varias declaraciones y comentarios tuyos la visión estratégica parece apuntar al desarrollo de la industria audiovisual en su más amplio espectro y conciliar los denominadores comunes entre la producción de cine, televisión, publicidad, multimedia, etc. ¿cómo se piensa esta articulación?
Esa no es una decisión ni una visión que uno pueda desarrollar como una propuesta personal o institucional; es un hecho, una circunstancia del presente que debe ocurrir y de hecho ocurre aunque no a la velocidad o con la articulación óptima, es un escenario del sector del audiovisual que debe avanzar y es, justamente parte de la dinámica de la industria. En este momento podemos decir que ya tenemos una producción cinematográfica y audiovisual interesante, ya no es lo mismo que hace una década en que producir era un Vía Crucis, y se estrenaba una película cada dos o tres años, hoy tenemos ya un sector definido y un proceso en marcha, yo creo que eso es una bola de nieve, va a crecer por su propia dinámica y favorecido además por algunas políticas de exhibición que pueden potenciarlo mucho más.
¿Se puede direccionar la inversión pública hacia recursos que abaraten costos y favorezcan el acceso a más beneficiarios, entre los creadores, como estudios, equipos de producción y postproducción, equipos de efectos especiales, etc.?
Estamos pensándolo, estamos analizando las fórmulas más adecuadas de incidencia; porque no son solo los realizadores y los productores los objetivos de fomento, deben ser también los empresarios que proveen servicios a la producción. Estamos hablando de personas que invierten recursos propios en fases como posproducción, sonido, masterizadores, etc. A mí en lo personal no me convencen mucho las iniciativas de gran inversión que podría resultar en elefantes blancos, como costosos estudios de grabación por ejemplo; prefiero estrategias como líneas de crédito a empresas de provisión de servicios, adquisición de equipos y materiales, etc. porque considero que toda política que apunte a la autonomía de los procesos es más eficaz que aquellas que concentran inversión o institucionalizan las relaciones.
En tu opinión ¿la agremiación y asociación de sectores involucrados con la producción cinematográfica, como los actores por ejemplo, pueden contribuir a mejorar las condiciones y la calidad del cine y el audiovisual ecuatoriano?
Absolutamente, la organización es parte del desarrollo de todo proceso y es resultado del desarrollo de una industria precisamente. No es suficiente la legislación si no hay la visión estratégica de cada sector. Un ejemplo grave de esta falta de estructuración gremial es que en el Consejo Nacional de Cine, a estas alturas del repunte de la producción audiovisual y cinematográfica, tenemos un cupo sin representante y es justamente la representación de Actores y Técnicos, porque el sector no ha sido capaz de organizar su proceso de representatividad. Pero evidentemente esa o es responsabilidad del CNCINE, la institución no puede reemplazar los procesos de organización de ningún segmento de la sociedad, podemos motivarla, facilitarla, convocarla, pero bajo ningún concepto debemos suplantarla.
La organización de sectores es un factor importante para establecer relaciones equitativas y razonables en un proceso de industrialización de cualquier sector, pero también es cierto que depende de la existencia estructurada de ese proceso y en nuestro medio, en lo que a cine y audiovisual se refiere, estamos apenas empezando a debatir el alcance, las dimensiones, los objetivos de pasar a una etapa de industria cultural y lo que ello supone, tanto desde la política pública, como de la iniciativa social.
Fuente: http://www.elapuntador.net/revista/el-apuntador-nro-58/cineyteatro/entrevista-a-juan-martin-cueva/