MALVINAS
LAS TRES HERIDAS
Por Maristella Svampa Perfil <Perfil.com>
31/03/12
Malvinas es uno de esos temas ambivalentes y arduos sobre el cual resulta difícil dar con el punto justo, si acaso existiera tal posibilidad.
En primer lugar, es indudable que Malvinas ha sido y continúa siendo un hecho colonial, lo cual cobra actualidad en el contexto geopolítico presente. Por el momento, constituye un resabio del colonialismo típico de los siglos XIX y XX, ligado al control de los océanos por parte de una de las potencias más poderosas, aunque todo indica que falta muy poco para que adopte la forma del neocolonialismo típico del siglo XXI, vinculado a la expropiación de los recursos naturales. Las notorias riquezas petroleras y gasíferas descubiertas hace cuatro décadas, su escasez cada vez mayor en el marco de la actual crisis energética y el evidente proceso de militarización que vive la región malvinense hablan a las claras de una avanzada neocolonial, cuyo carácter parece ya irrevocable, más allá de los ensayos regionales que hoy puedan pergeñarse en torno de Malvinas, como “causa latinoamericana”.
Sin embargo, lo peor no está ahí. Lo peor es que en nuestro país la herida neocolonial presenta rostros más contundentes. En tal escenario, resulta poco creíble que representantes del Gobierno nacional denuncien la existencia de “enclaves coloniales”, mientras promueven activamente formas de despojo y ocupación en el propio territorio continental, habitado por argentinos. De modo que la reivindicación –justa– que el Gobierno nacional hace de la soberanía argentina sobre Malvinas desde una postura anticolonial tiende a inscribirse en el registro de la manipulación y el doble discurso, en la medida en que parte de las provincias se constituyen cada vez más en “territorios ocupados”. Por ejemplo, la megaminería a cielo abierto conlleva una significativa pérdida de regulación y control de los territorios por parte del Estado nacional frente a las grandes corporaciones transnacionales. Ni que hablar de los pueblos originarios y sus derechos a la autodeterminación, hoy arrinconados o literalmente desplazados de sus territorios, frente a un Estado mudo, cuando no ventrílocuo de las grandes empresas, sean de origen británico u otros países.
En segundo lugar, Malvinas es un tema ambivalente porque evoca la herida nacionalista. Y en ese sentido, sintetiza lo peor de tal sentimiento. ¿Cómo olvidar acaso que el 2 de abril de 1982; esto es, tres días después de una multitudinaria marcha de la CGT que culminó en una violenta represión, con numerosos heridos y cerca de dos mil detenidos, la Plaza de Mayo fue colmada nuevamente por una multitud que celebró eufórica la recuperación de las islas Malvinas? ¿Cómo olvidar que sucedió entonces lo inimaginable, lo inesperado; aquella imagen del general Galtieri, que a la manera de J. D. Perón saludaría con los brazos abiertos desde los históricos balcones de la Casa Rosada y hablaría a la multitud enfervorizada?
¿Cuántos argentinos privados de sus derechos civiles y políticos confluyeron en ese inesperado sentimiento de unión nacional, minimizando el alcance político y militar que podía llegar a tener el brusco pasaje de la doctrina del enemigo interno al enemigo externo? ¿Cuántos de ellos en ese momento se preocuparon por separar lo que la toma de Malvinas significaba en términos simbólicos, con la inequívoca significación política que esto tenía para una dictadura militar en franca decadencia?
Pero la gran pregunta que quedó instalada, luego de la guerra perdida, tiene que ver con el tipo de nacionalismo que es posible engendrar, a partir de la manipulación de un profundo sentimiento colectivo, que ha sido tenaz y acríticamente inculcado desde temprana edad en todas las escuelas del país, desde la Quiaca hasta Tierra del Fuego. En todo caso, a muchos argentinos nos costaría largos años disociar aquel patrioterismo fácilmente manipulable, de otro nacionalismo posible, crítico y reflexivo, que pueda pensarse como contracara del hecho colonial.
Por último, todavía resulta arduo hablar de Malvinas porque hubo jóvenes que hace treinta años fueron obligados a marchar hacia aquellas gélidas islas, muchos de los cuales no regresaron y otros quedaron con fuertes secuelas o traumas psicológicos. Como suele suceder a lo largo de la historia, la guerra partió sus vidas en dos y los sobrevivientes ya nunca volvieron a ser los mismos. A esto se suma que la guerra mostró una nueva faz nefasta de la dictadura militar, cuyos oficiales no vacilaron en reproducir sobre los cuerpos semicongelados de los jóvenes soldados aquellas metodologías represivas destinadas a eliminar al “enemigo interno”.
Malvinas es así, también, una herida generacional, que durante mucho tiempo fue desoída e invisibilizada, marcada por la indiferencia y la negación de parte de una sociedad que prefería olvidar la guerra perdida, luego de tanta euforia nacionalista, y un Estado que proponía ignorar sus reclamos. Todo ese desprecio potenció los sufrimientos psíquicos y sociales, visible en la escalada de suicidios entre los sobrevivientes, más allá de que éstos obtuvieran posteriormente el reconocimiento del Estado, a través de pensiones o subsidios.
Así, volver sobre Malvinas, a treinta años de la guerra, implica revisar crítica y reflexivamente, sin manipulaciones ni imposturas políticas estas tres heridas, que lejos están de haber sido cerradas: la cuestión neocolonial, la exacerbación nacionalista y la falta de cuidado por la vida de nuestros jóvenes.
*Socióloga y escritora. Su último libro es Donde están enterrados nuestros muertos.
“En primer lugar, es indudable que Malvinas ha sido y continúa siendo un hecho colonial, lo cual cobra actualidad en el contexto geopolítico presente. ….
Al contrario es muy dudable… En primer lugar, la población de las Malvinas en ninguna forma se considera victima del colonialismo. Ha expresado repetidamente su deseo de permanecer británica. Ahora bien conocemos de sobra la lamentable tendencia por parte de sucesivos gobiernos argentinos a menospreciar los derechos humanos y a considerar la opinión pública como simple obstáculo a la realización de sus ambiciones políticas.
En segundo lugar, el reclamo argentino a las Islas Malvinas se basa en una afirmación previa por parte de España – afirmación basada sólo y únicamente en el Tratado de Tordesillas de 1493 (ligeramente reconfigurado en el Tratado de San Ildefonso (1777)) en el que el papa Alejandro VI repartió entre España y Portugal todas la tierras de lo que hoy es Sudamérica – evidentemente sin preocuparse por los puntos de vistas de sus habitantes (afortunadamente las Malvinas no tenía).
Toda América – norte y sud – llegó a tener su actual configuración en base a legalismos absurdos, conquistas sangrientas, y despiadadas genocidias en los que participaron plenamente España, Gran Bretaña y Portugal entre otros. La posesión de las Malvinas nunca fue acordada internacionalmente así que no vengas por favor con cuentos de que se trata de derechos reconocidos y usurpaciones ilegales.
Ahora bien, cuando Argentina se independizó, gran parte de lo que hoy es territorio nacional estaba todavía ocupada por pueblos originarios – lo que dió lugar a un proceso de desalojo y hasta exterminio culminando en la famosa “Conquista del Desierto” de 1880 que prácticamente acabó con los Mapuches y los Ranqueles y que con más discreción ha continuado hasta la fecha. El comportamiento de Argentina hacia su propia población indígena es muy lejos de ser lo que debería esperarse de un país civilizado del siglo 21.
Si Argentina quiere tomar posesión de las Malvinas, en vez adoptar posturas agresivas, porque no se dedica a la tarea de convencer a los kelpers de que les conviene un cambio de nacionalidad? Ah no, muy difícil. Porqué difícil? Pues… hoy en día en vista de la situación económica, la inflación, la hostilidad de las autoridades argentinas frente a los isleños, la insistencia en mantener el conflicto vivo en la mente del público…. quien quisiera dar seria consideración a semejante transformación?
Algo por lo menos tienen en común los políticos argentinos y británicos: son igual de ineptos. Como bien escribió George Orwell “…What is to be expected of them is not treachery, or physical cowardice, but stupidity, unconscious sabotage, an infallible instinct for doing the wrong thing. They are not wicked, or not altogether wicked; they are merely unteachable. Only when their money and power are gone will the younger among them begin to grasp what century they are living in.”