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“UNA IDEA MUY SENCILLA, PERO RADICAL: DEMOCRATIZAR EUROPA”: Entrevista a Yanis Varoufakis

Por Alex Sakalis
Sin Permiso

13 de Diciembre 2015

Mientras se prepara para lanzar un nuevo movimiento paneuropeo por el cambio, Yanis Varoufakis se ha sentado con Can Europe make it? a debatir sobre la democracia en Europa, el Brexit [salida de Gran Bretaña de la UE] y la otra parte del Plan X.

-Alex Sakalis: Estoy muy interesado en este movimiento transnacional, paneuropeo que se prepara usted a lanzar, y con cuyos detalles ha estado haciendo mofa…

-Yanis Varoufakis: No me estoy mofando. Es sólo que lleva tiempo ponerlo en pie.

-¿Qué fuerzas espera reunir en este movimiento paneuropeo?

-Empezó como una idea después del aplastamiento de lo que yo llamo la primavera de Atenas, que tuvo lugar este verano. Quedó sobradamente claro que a escala del Estado nacional no se pueden poner sobre la mesa propuestas relativas a tu propio país, y no digamos ya propuestas para la eurozona en su conjunto. Mi experiencia del Eurogrupo fue la de un cuerpo a cuerpo y quedó claro que no se trata de un foro en el que discutir cómo estabilizar la economía social europea, o cómo democratizarla. Eso es sencillamente imposible, no se puede hacer. Así que te das cuenta de cuándo te has tirado efectivamente por la borda, porque eso es lo que hicimos, tirarnos por la borda nosotros, nuestro programa…

-¿Un autogolpe?

-Sí, pero esa era por supuesto la intención de la Troika. Eso es lo que de verdad les encanta hacer. No sólo hacernos renegar de todo lo que dijimos sino obligarnos también a ser los que ponen en práctica el programa mismo que detestábamos y para desafiar el cual fuimos elegidos.
De manera que una vez que esto ha sucedido, la única pregunta es: ¿valía la pena empezar algo nuevo en Grecia? ¿Para llevar a cabo otro intento? ¿Otro mordisco a la manzana? Y mi conclusión era que la respuesta es que no. ¿Qué sentido tendría empezar otra campaña de dos años – eso es lo que llevaría – solo para volver donde estábamos, donde estaba yo, uno contra dieciocho?

Si mi diagnóstico es correcto, lo que está sucediendo en Grecia es sencillamente un reflejo – un eco – de una crisis bastante más profunda en toda la eurozona, algo que no se puede solucionar en el plano nacional o de los estados miembros. La conclusión más evidente que se debe sacar de ello es que o se sostiene la disolución de la unión monetaria, y entonces se puede volver a hablar de política nacional de modo bastante sensato, o habría que hablar de un movimiento paneuropeo por el cambio en toda la eurozona. O una cosa u otra.

Ahora bien, la primera atrae a muchos. Y este es un debate que está teniendo lugar también en Gran Bretaña, fuera de la unión monetaria, pero en el seno de la Unión Europea. A mí no me atrae. No porque albergue ninguna clase de ilusión acerca de Bruselas, Frankfurt y la Unión Europea. He escrito y hablado por extenso en contra del ADN mismo de la Unión Europea. Sin embargo, una cosa es criticar un conjunto de instituciones como la Unión Europea, criticar la forma en que se unificó y el modo en que funciona. Y otra cosa muy distinta es sostener que se debería desmantelarla. Esto lo que en matemáticas llamamos hysteresis. El camino que emprendes hacia algún sitio y que, una vez que llegas allí, deja de existir. No podemos dar la vuelta y desandar el camino de ida y encontrarnos donde solíamos estar. De modo que hemos recorrido este camino hasta una unión particular, por tóxica que pueda ser y, si tratamos de volver atrás, nos caeremos por un precipicio.

Ese es mi punto de vista. Es exactamente lo que sucedió en los años 20. Existía entonces una unión. No llegó a formalizarse, pero era muy sólida. Se trataba del patrón oro, su fragmentación causó pérdidas humanas apocalípticas y mucho me temo que hoy podríamos suceder lo mismo.

Así pues, seguí mis propias reflexiones en la medida en que puedo, lógicamente, y llegué a la conclusión de que un movimiento paneuropeo es la única solución. Suena utópico, pero esta idea afianzó en mi cabeza en agosto cuando empecé a viajar por Europa, y me di cuenta de que había gran hambre y sed de esta idea por donde quiera que iba.

La gente venía por miles a escucharme, no tanto porque quisieran mostrar su solidaridad con Grecia, o conmigo, sino porque la experiencia de esta negociación entre Grecia y la Troika tocó una fibra sensible en todas partes. Y la gente que viene a escucharme y debatir conmigo está preocupada por ella misma, por su propio país, por Europa. Así que sumé dos y dos y acabé concluyendo, al menos en lo personal, que la única cosa por la que vale la pena luchar es por esta fusión a escala europea con una idea muy sencilla, pero radical: democratizar Europa.

La gente podría decir: “Bah, Europa es democrática”. No, no lo es, no es en democrática en absoluta. De modo que democratizarla supone en realidad una idea muy radical que va contra todas las fibras del cuerpo y alma de esa gente de Bruselas.

-Cuénteme más sobre con quién ha estado hablando hasta ahora en sus viajes y a la que espera atraer a este programa paneuropeo.

-Esta es una razón, en mi opinión, por la que esto debería ser un movimiento y no un partido ni una élite. No se trata de darle una lista, una nómina de políticos de nota. Si es un movimiento ha de ser un movimiento de base. Acabo de volver de Coimbra, de Portugal. Antes estuve en Barcelona con la nueva alcaldesa, la magnífica Ada Colau, que colabora conmigo en esto. En Francia hay mucha gente, un abanico muy amplio de gente interesada: especialistas académicos, activistas, unionistas, políticos, Arnaud Montebourg es una persona que decididamente está en esto. Tenemos gente de Die Linke, del Partido Socialdemócrata en Alemania, y muy buena gente, gente buena de veras del Kreisky Forum de Austria. De modo que como dije antes, no me burlo: hace falta tiempo hasta que podamos lanzar esto.

-¿Algunas de estas gentes serían favorables a abandonar la UE? ¿Incluiría usted en su movimiento gente que haya llegado a esa conclusión diferente?

-Bueno, no creo en un partido de tipo leninista en el que se crean unos parámetros por anticipado y se deja entrar a la gente con el fin de que se ponga al servicio de los mismos. No creo que la gente que quiere abandonar la UE se sienta atraída por esto, porque este sería un movimiento destinado a democratizar Europa. Puede haber y habrá mucho debate acerca de la moneda, de lo que sucede si tenemos una repetición de la experiencia que yo tuve, la de que me dijeran “o aceptas el orden establecido o ahí está la puerta de la calle”. Así que no habrá una postura prefijada sobre divisas, salvo que no habrá postura prefijada tampoco a favor de salir de la eurozona.

Mi punto de vista, y sigo repitiendo esto, es que se trata de un error político y una equivocación financiera empezar a planificar la disolución de la eurozona como algo que queremos conseguir. No deberíamos arredrarnos por las amenazas de que nos echarán de la eurozona. Pero esa es una historia diferente.

-Entonces, ¿sería bienvenido el Partido Laborista de Jeremy Corbyn a su movimiento?

-Totalmente. Pero fíjese, es importante dejar claro este punto. Esto no va a ser una coalición de partidos. Tendría que ser una coalición de ciudadanos. Pueden pertenecer al partido que quieran. No se admitirán partidos en su seno. No es un partido ni es una alianza de partidos. La idea consiste en crear un movimiento de base por toda Europa de ciudadanos europeos interesados en democratizar Europa. Pueden ser miembros de cualquier partido. Por supuesto, estarán comprometidos en otras campañas en sus respectivas comunidades, en sus estados miembros, en cada uno de sus países. Puede que tengan gente de diferentes partidos del mismo país. Eso me lo puedo imaginar fácilmente y es lo que me gustaría. Porque la idea no consiste en reproducir la política nacional, ¿por qué no vamos a poder tener esto?. Pero, personalmente, cuento mucho con los corbynistas.

-¿Están elaborando un manifiesto?

-Sí, en esto es en lo que estamos trabajando.

-¿Quién lo está redactando?

-No voy a darle nombres, y no lo firmaremos cuando lo lancemos. Será un texto que circule libremente.

-¿Puede darnos una fecha estimativa de publicación?

-Será antes de Navidad.

-En el Reino Unido, nos enfrentamos a este referéndum sobre si deberíamos irnos o deberíamos quedarnos. openDemocracy ha estado debatiendo cómo se va a encuadrar en los medios y creemos que podría reducirse a algo así: “¿Nos gusta hacer negocios más que odiar a los inmigrantes, u odiamos a los inmigrantes más de lo que nos gustan los negocios?”.

-Es una forma interesante de formularlo.

-Pero este no es el debate que deberíamos tener acerca de Europa. La elección a la que se enfrenta el Reino Unido es una elección increíble, histórica. ¿Cómo le gustaría ver el debate encuadrado respecto a nuestra relación con Europa y lo que deberíamos exigir de ella?

-“¿Queremos o no una Europa democrática?”. Esto supone volver a lo que estaba diciendo antes. Europa y la Unión Europea no son la misma cosa. El problema con la UE es que tiene todas las galas de un Estado supranacional sin serlo. No se trata sólo de que no sea formalmente un Estado. Su ADN, su historia, la forma en que se ha conjuntado es completamente diferente de la forma en que surge un estado. Un estado surge como resultado de la necesidad política de un mecanismo, un mecanismo de acción colectiva, que aminora los conflictos de clase y los conflictos de grupo.

Tomemos el caso de los EE.UU. o del Reino Unido. El Estado inglés empezó con la necesidad de encontrar algún tipo de equilibrio entre diferentes lores y barones. La Carta Magna supuso un choque entre la autoridad central del rey y los barones, y después tuvimos el choque entre la aristocracia rural por un lado y los mercaderes. Aparecen los industriales y la clase trabajadora. Diferentes grupos que luchan sin piedad por el control. Y el Estado surge a través de este choque de estas plazas tectónicas que rompen unas con otras y el estado se convierte en el conjunto de instituciones que tienen legitimidad o tratan de basar esta legitimidad en un mandato de la población en su conjunto, con el fin de crear alguna clase de equilibrio de poder para equilibrar estos conflictos, para estabilizarlos.

De modo que así es cómo se forma un Estado. Por definición, el estado, aunque no sea democrático, como en China, por ejemplo, representa sin embargo un proceso puramente político con la finalidad de estabilizar conflictos sociales. Ahora bien, Europa, Bruselas, no surgió así. Europa surgió como un cártel de la industria pesada. Comenzó con el acero y el carbón, y luego cooptaron a los agricultores, y después cooptaron a los banqueros y a continuación a la industria del automóvil y finalmente al sector servicios, y así sucesivamente y demás. Fue un intento de crear precios estables, de limitar la competencia, lo opuesto de la razón de ser del Estado británico y del Estado norteamericano. Así que la idea consistía en estabilizar los precios y detener el choque entre la industria alemana, la industria francesa, la industria del norte de Italia, la industria holandesa, ese tipo de cosas.

Hay una enorme diferencia entre un Estado que surge como forma política para estabilizar el conflicto de clase y el personal administrativo de un cártel. La industria británica nunca formó parte de este cártel y esa es la razón por la que Gran Bretaña ingresó tan tarde en el Mercado Común. Gran Bretaña ingresó en efecto para reemplazar un imperio perdido accediendo a estos mercados. Pero los mercados ya los había acaparado el cártel del centro de Europa. De modo que la razón por la que al establishment británico nunca le ha seducido la Unión Europea es porque nunca formó parte del proceso de cartelización que dio origen a Bruselas. Esto no es algo malo. Pero estoy tratando de explicar por qué en Alemania, Holanda, Bélgica, el establishment, las élites no ponen jamás en tela de juicio la Unión Europea, mientras que en Gran Bretaña se cuestiona.

De manera que en el Reino Unido acabas en una situación que no le gusta a nadie. A la clase trabajadora no le gusta, porque la UE no está pensando en los intereses de la clase trabajadora británica. Pero al mismo tiempo la industria británica no tiene los mismos intereses en ello. La City tiene intereses en ello y algunas empresas, algunos pequeños sectores empresariales, también. Todo se deduce a partir de esto. La Unión Europea tuvo que desarrollar una moneda común porque si vas a levantar un cártel, necesitas precios estables. Durante los primeros veinte años la estabilidad de precios la garantizaba Bretton Woods. Después de 1971, Europa trata de crear su propio sistema Bretton Woods de patrón oro, que se convirtió en el euro. De manera que Gran Bretaña se encuentra en una precaria situación respecto a la EU. Gran Bretaña le sigue diciendo al mundo que quieren el mercado único, pero no quieren a Bruselas. Pero eso no pueden tenerlo.

-Bueno, por lo general recurren al ejemplo de Noruega o Suiza.

-Bueno, Noruega y Suiza han cedido de forma efectiva ante Bruselas. ¿Eso es lo que usted quiere?

-El debate no llega por lo general tan lejos…

-Sí, bueno, ahí es adonde debería dirigirse. De modo que la pregunta es si, aunque salgas de la Unión, la normativa de trabajo, la normativa ambiental se dictará al final en la misma escala de Europa.

-¿Porque nuestras economías están ya demasiado globalizadas y demasiado interconectadas?

-Fíjese en el TPP, el TTIP y todo esto. Ya no se trata de tarifas y cuotas sino de normativas. De normativa industrial, normativa medioambiental, normativa laboral y acerca de patentes. ¿Y quién redacta estas normas? No será una negociación entre Gran Bretaña y la UE la que redacte estas normas. Será en Bruselas donde se escriban estas normas. Y Gran Bretaña tendrá la opción de aceptarlas o marcharse fuera de la UE.

De manera que mi opinión es que los problemas con la UE tienen que ver con la forma en que se construyó para empezar como zona exenta de democracia. Está completamente exenta de democracia en su diseño. Gran Bretaña, no, debido a la diferencia entre Bruselas y Londres en términos de ADN. Desde mi perspectiva, los británicos progresistas no tienen otra alternativa que permanecer en la UE y unírsenos en el intento de democratizarla. Si no logramos democratizar la UE, la verdad es que habrá mucha diferencia entre estar dentro o fuera. A menos, por supuesto, que Gran Bretaña encuentre forma de reemplazar el 60% de su comercio con la UE con algún otro socio. Y eso no va a poder hacerlo…

-Owen Jones apela a lo que él llama “Lexit” – una salida de izquierdas de la UE. ¿Qué le diría a alguien como él que apoyaría todo lo que usted dice sobre Europa y la democracia, pero con todo quieren abandonar la UE?

-Bueno, me enfrento a este tipo de argumentos en mi propio país con antiguos compañeros míos en el gobierno que se marcharon y formaron el partido de Unidad Popular, que dicen exactamente lo mismo. No podemos tener un verdadero diálogo con el Eurogrupo, de manera que la salida es la única solución.

Mi argumento es que no existen soluciones fáciles. Ojalá pudiéramos crear un universo alternativo en el que fuera posible tener algún grado de autonomía, autarquía, que nos permitiera limpiar los establos de Augias. No podemos. La idea de que tenemos que volver a una vida pastoral agrícola resulta absurda. Hoy en día, hasta las segadoras-trilladoras funcionan por medio de una electrónica que nuestros países no necesariamente producen.

No puedes salirte del mercado globalizado y sobre todo del mercado europeizado. Así que si sales sin tener ninguna capacidad de participar en la democratización de ese mercado, en ese caso quedarás sujeto a un mercado dirigido por tecnócratas y tendrás menor grado de libertad incluso del que tienes ahora.

Creo que es muy importante no caer en la trampa nacionalista de pensar que se puede retroceder al cobijo del Estado nacional. Eso no significa que tengamos que estar de acuerdo con Bruselas. No soy favorable a permanecer en la UE y jugar en equipo. Creo que he demostrado esto más allá de cualquier duda razonable. Creo en quedarse para subvertir las reglas. Hasta comprometernos en una campaña de desobediencia civil. Esa es para mí la estrategia de izquierda, no el “Lexit”.

-¿De cuánto poder disponen los gobiernos nacionales respecto a la política económica? ¿Siendo ministro de Economía, tenía usted realmente la impresión de estar a cargo del destino de su país?

-No. Bueno, depende. Gran Bretaña es muy diferente de Grecia. No sólo porque se trate de una economía más apreciable y significativa sino también porque no está en la eurozona. Si no estás en la eurozona, tienes un grado mayor de libertad, de eso no hay duda. Y ojalá que nunca hubiéramos entrado en la eurozona, que no es lo mismo que el que yo diga que tendríamos que abandonarla. Gran diferencia.

Así que cuando estás en la eurozona, tu grado de libertad es mínimo, si es que no es cero. La única cosa que podíamos hacer era renegociar el paquete completo, para darnos alguna medida de libertad. De modo que una de las cosas que este movimiento va a proponer son formas en las que podamos combinar una mayor europeización de determinados campos como gestión de la deuda, como el sector bancario, la inversión agregada, la lucha contra la pobreza, para encontrarles soluciones europeas con el fin de crear más descentralización, para otorgar mayor grado de libertad a las medidas políticas sociales y económicas a escala regional, urbana y, por supuesto, nacional. Creo que esto es posible. Suena a contradicción, pero creo que es posible conseguir este grado de libertad si europeizamos ciertos grandes problemas.

-Esta oposición económica de izquierdas al ordoliberalismo, ¿tendría entonces que ir más allá de Keynes…?

-De un Keynes de libro de texto, a buen seguro. Pero esta sería una nueva variedad de Keynes que se adaptara a las circunstancias de Europa. Mis amigos James Galbraith, Stuart Holland, exdiputado laborista por Vauxhall, y yo mismo, llevamos años elaborando lo que hemos llamado “una modesta proposición”, tomando el título de Jonathan Swift, que es una idea keynesiana de qué hacer con la eurozona que se aplica a escala de la eurozona y no de los estados nacionales.

Ahí explicamos que en las instituciones existentes –el Banco Central, el Mecanismo Europeo de Estabilidad, el Banco Europeo de Inversiones– se pueden utilizar con el fin de crear un “new deal”. Un “new deal” verde para Europa guiado por la inversión, con el Banco de Inversiones desempeñando el papel que en el New Deal de Roosevelt desempeñó el Tesoro federal norteamericano emitiendo letras del Tesoro con el fin de hacerse cargo del exceso de ahorro a fin de canalizarlo hacia la inversión. Creo que podemos hacer esto con el Banco Europeo de Inversiones, apoyados por el Banco Central Europeo – en lugar de recurrir a que la expansión cuantitativa compre deuda del gobierno. Podría comprar bonos del Banco de Inversiones, garantizando por tanto que cualquier nueva expansión cuantitativa se dirigiera directamente a la inversión, sobre todo en tecnologías verdes. Se pueden imaginar formas de intervención inmediata en la crisis europea de hoy para estabilizar el capitalismo europeo con el fin de empezar a discutir proyectos políticos para democratizarlo. Es eso o la barbarie.

-¿O el statu quo?

-El statu quo ya no es una opción, porque se está fragmentando. No creo que el statu quo sea sostenible, y creo que esto lo sabe todo el mundo. Tomemos el caso de Italia. Italia es un país que tiene superávit por cuenta corriente. La mayor parte de su deuda pública la tiene contraída consigo misma, lo cual es bueno. Pero es insostenible. Tenían un superávit primario de entre un 2 y un 2.3% en los últimos años y sin embargo la proporción de su deuda con el PIB está creciendo de un modo más empinado. Ahora bien, esto nos dice que algo va profundamente mal, cuando tienes un país como Italia, sofisticado, que produce de todo, de Armani a Ferrari a Fiat, y tiene actualmente un superávit por cuenta corriente. Tienen doble superávit, superávit comercial y superávit de servicios y tienen luego superávit en las cuentas primarias del gobierno. Y sin embargo se están hundiendo en la deuda. Esto nos dice algo.

Renzi salió el otro día diciendo algo bastante notable. Dijo que si Bruselas rechazaba su presupuesto, les iba a presentar otra vez el mismo. Se trata de un abierto desafío del pacto fiscal de la Unión Europea. ¿Por qué lo hace? ¿Es que es un revolucionario? No. Porque sabe que si se comporta respetando las reglas, su país caerá en un agujero negro o le rechazará. Lo mismo nos encontrábamos en Francia, en España, proclamada como gran historia de éxito en el momento en que hablamos: estos casos son insostenibles. Y esto lo sabe Schauble. Sabe que la eurozona no tiene capacidad para absorber otro terremoto de la economía internacional, el tipo de terremoto que ahora se está configurando. Así que no creo que el statu quo sea una opción.

-¿Puede explicarnos como si fuera a un lego lo que entrañaba su plan B?

-En realidad, lo llamé Plan X –para ser exactos– y tenía dos partes. Había en realidad dos planes separados. Uno se refería a cómo enfrentarse con la situación si nos sacaban del euro. Porque había estas amenazas y aunque yo pensaba que no eran creíbles y que nunca se cumplirían, aunque quisieran, y creía que sería ilegal hacerlo y que tendrían graves problemas si se atrevían a ello.

Sin embargo, como ministro de Economía, tenía la obligación de elaborar planes de contingencia en caso de que consiguieran echarnos. Y estos eran principalmente el Plan X. Cuando empezabas a hacerte a la idea de cómo darle a todo una nueva denominación en una moneda distinta, cuanto más pensábamos en ello, más difícil nos parecía. Cada vez que creías que habías resuelto un problema, resultaba que habías creado otros diez. Por eso, el equipo que tenía trabajando en esto andaba trabajando noche y día tratando de imaginarse todas las hipótesis. Y por supuesto la dificultad de eso es que tenía que ser un equipo pequeño, de otro modo sería una profecía autocumplida. Eso era el Plan X.

Pero luego había otro, no un plan de contingencia, sino un conjunto de respuestas que yo había ido preparando durante algún tiempo, durante al menos un año, para permanecer en el euro después de que nos cerraran los bancos. Sabía que nos amenazarían con los bancos y lo sabía desde mucho antes de ganar las elecciones. Y los tres pasos que recomendaba como represalia eran, en primer lugar, anunciar la creación de un sistema de pagos paralelo, un sistema electrónico con denominación euro; en segundo lugar, un recorte o aplazamiento de 30 años del reembolso de los bonos de la deuda griega en manos del BCE, del orden de 27.000 millones. Esa era un arma importante, porque todo el programa de expansión cuantitativa del BCE tendría graves dificultades legales si hacíamos eso. Y en tercer lugar, cambiar la ley que regía el funcionamiento del banco central de Grecia. Todo esto con el fin de permanecer en el euro con los bancos cerrados, tras una maniobra agresiva del BCE.

Ese era el plan que yo creía crucial, no el Plan X. El Plan X estaba ahí para el caso de que nos echaran del euro. No pensé que fuera creíble, pero tenía que disponer de ello, igual que el ministerio de Defensa ha de disponer de planes de contingencia para el caso de una invasión turca, aunque no crea que Turquía nos vaya a invadir.

Pero esas tres medidas políticas con las que responder al cierre de los bancos, ése era para mí el juego de verdad. Era un plan para quedarse en el euro y gestionarlo para sobrevivir dentro del mismo, con los bancos cerrados, mientras las negociaciones rendían el resultado adecuado. Siempre supe que hasta que no demostráramos, y a menos que lo demostráramos, la capacidad de no rendirnos después de tener cerrados los bancos una semana o dos, nos dejarían sin nada.

-¿Y usted cree que un pequeño país en bancarrota sin aliados en la eurozona podría haber logrado eso?

-Sí, totalmente. Fíjese cómo Mario Draghi mantiene unido el euro. Sin expansión cuantitativa no habría euro. La expansión cuantitativa tiene legalmente un precario equilibrio, porque Draghi se enfrenta a desafíos de envergadura frente al Bundesbank, y el principal desafío es que está comprando activos que pueden verse sometidos a recortes, y la respuesta habitual del Banco Central es que no tolerarán un recorte. Pero el Banco ya tenía 27.000 millones en deuda griega de 2010 que había comprado. Si yo anuncio un recorte como respuesta a una maniobra muy agresiva de cerrar nuestros bancos, entonces de repente todo el programa de expansión cuantitativa corre peligro. Weidmann y el Bundesbank dirían, “Miren, están comprando activos que están siendo sometidos a un recorte”. Así que teníamos un arma, pero me impidieron utilizarla.

-En openDemocracy nos obsesiona el TTIP. Un ministro de Syriza con el que hablé recientemente declaró que creía que un gobierno de Syriza nunca aprobaría el TTIP. ¿Hubo algún debate sobre el TTIP mientras se encontraba usted en el gobierno?

No, nunca. Estoy seguro de que se trata de un sentimiento genuino. Pero déjeme recordarle de nuevo, Alex, lo que estuvimos diciendo durante años y durante los meses de negociación, todos los días, que no firmaríamos un tercer memorándum.

-Así que… ¿cree usted que la presión sería demasiado fuerte si se llegara a ese punto?

-Ya le he respondido a usted.

-Mi última pregunta se refiere a los medios y a cómo van a reaccionar. ¿Cómo se enfrentará a los medios en lo que respecta a su nuevo movimiento? Es posible que no sea bonito…

-Oh, no se preocupe, he tenido mucho entrenamiento.

-Así que ha aprendido alguna que otra lección…

-La lección más importante que he aprendido es que no importa. Porque si el mensaje es sólido, dada la necesidad de un movimiento que exprese este ansia de un mínimo de control democrático sobre las fuentes de poder en Europa, creo que la corriente de gente, como pasó en Grecia, nos ayudará a llevarlo a cabo. Conseguimos el 61.3% del voto en el referéndum contra todas las televisiones, radios y periódicos. Todos hacían campaña por el sí. Pudimos conseguirlo en Grecia, podríamos conseguirlo en Europa.

Al fin y a la postre, es lo que nos enseñó Homero. Es el viaje lo que importa, y no tanto el destino. Es una buena batalla y tenemos que librarla.

Yanis Varoufakis exministro de finanzas del gobierno griego de Syriza, es un reconocido economista greco-australiano de reputación científica internacional. Es profesor de política económica en la Universidad de Atenas y consejero del programa económico del partido griego de la izquierda, Syriza. Fue recientemente profesor invitado en los EEUU, en la Universidad de Texas. Su libro El Minotauro Global, para muchos críticos la mejor explicación teórico-económica de la evolución del capitalismo en las últimas 6 décadas, fue publicado en castellano por la editorial española Capitán Swing, a partir de la 2ª edición inglesa revisada. Una extensa y profunda reseña del Minotauro, en SinPermiso Nº 11, Verano-Otoño 2012.

Fuente: http://www.sinpermiso.info/textos/una-idea-muy-sencilla-pero-radical-democratizar-europa-entrevista

Foto: abc.net.au

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