Hace 100 años, en noviembre de 1917, ocurrió un hecho histórico de enorme trascendencia para la humanidad: la Revolución Rusa. Por primera vez en la época moderna, los trabajadores, junto con los campesinos y los soldados, es decir las clases oprimidas, se toman el poder por la vía insurreccional y comienzan a construir una nueva sociedad y un nuevo tipo de Estado, sobre cimientos muy diferentes a los del sistema capitalista.
León Trotsky, uno de los dirigentes y protagonistas más importantes de la gesta revolucionaria, señala en el prólogo a su “Historia de la Revolución Rusa”: “En los dos primeros meses del año 1917 reinaba todavía en Rusia la dinastía de los Romanov. Ocho meses después estaban ya en el timón los bolcheviques, un partido ignorado por casi todo el mundo a principios de año y cuyos jefes, en el momento mismo de subir al poder, se hallaban aún acusados de alta traición” (1).
Una primera cuestión que vale la pena aclarar es el significado de la palabra “revolución” ya que ha sido uno de los términos más manipulados y tergiversados a lo largo de la historia por los políticos de distinto cuño ideológico. El propio Trotsky plantea: “el rasgo característico más indiscutible de las revoluciones es la intervención directa de las masas en los acontecimientos históricos. En tiempos normales, el Estado, sea monárquico o democrático, está por encima de la nación; la historia corre a cargo de los especialistas de este oficio: los monarcas, los ministros, los burócratas, los parlamentarios, los periodistas. Pero en los momentos decisivos, cuando el orden establecido se hace insoportable para las masas, estas rompen las barreras que las separan de la palestra política, derriban a sus representantes tradicionales y, con su intervención, crean un punto de partida para el nuevo régimen… La historia de las revoluciones es para nosotros, por encima de todo, la historia de la irrupción violenta de las masas en el gobierno de sus propios destinos” (Idem).
La revolución no surge, por consiguiente, en la mente preclara de algún caudillo o grupo que se autoproclame como tal, sino de la insurrección de las masas populares. “La revolución significa un cambio del régimen social. Ella transmite el poder de las manos de una clase que ya está agotada a las manos de otra clase en ascenso. La sublevación no puede conducir a la victoria real de la revolución y a la erección de un nuevo régimen más que en el caso de que se apoye sobre una clase progresiva que sea capaz de agrupar en torno suyo a la inmensa mayoría del pueblo” (2)
¿Por qué triunfó la Revolución Rusa?
Esta es una pregunta fundamental, ya que, en la historia contemporánea, han existido muchas luchas y levantamientos de las clases y sectores oprimidos, pero la mayoría de ellas han sido brutalmente reprimidas por quienes detentan el poder. Un ejemplo claro que sirvió de escuela y ejemplo para los revolucionarios marxistas, es lo que aconteció con la Comuna de París, levantamiento ocurrido en Francia en 1871, donde la clase obrera se toma el poder ante el vacío de dirección en la dominación burguesa, pero dicha experiencia dura unas pocas semanas y es ahogada en un baño de sangre (3).
Es compleja la respuesta a dicha pregunta, pero de manera esquemática podemos decir que el triunfo revolucionario en Rusia se debió a dos tipos de factores: los de carácter objetivo y los de índole subjetiva. Entre los primeros podríamos citar la grave crisis económica y el atraso en que se desenvolvía Rusia a comienzos del siglo XX, al punto de ser considerada uno de los países más atrasados de Europa. Mientras la decadente camarilla gobernante presidida por el Zar Nicolás II y la nobleza terrateniente, disfrutaban de enormes fortunas y lujo dispendioso, los trabajadores, especialmente la mayoritaria clase campesina, sobrevivían en medio de una gran miseria. En tercer lugar, la situación de guerra (Primera Guerra Mundial), en la que Rusia intervino junto a los países de la llamada Triple Entente (Francia y Gran Bretaña). Millones de jóvenes, especialmente campesinos, eran reclutados para ir a morir en las fronteras en condiciones inhumanas. Otro factor importante fue el desarrollo industrial en las principales ciudades de la URSS que concentraba a miles de trabajadores que eran objeto de una fuerte explotación por sus patrones capitalistas. [1]
Sin embargo, no son suficientes estas condiciones objetivas para explicar la victoria de la revolución. Son fundamentales y tienen un carácter decisivo las condiciones subjetivas, es decir las que tienen que ver con el campo de la acción revolucionaria consciente, con la actuación y la voluntad de los sujetos políticos, como son las organizaciones de masas, los partidos políticos y los dirigentes que estuvieron a su cabeza. Entre los factores subjetivos destacan: 1) la conformación de los SÓVIETS como organización propia de los trabajadores de las ciudades, adoptada también por los campesinos y los soldados, y 2) la presencia del PARTIDO BOLCHEVIQUE, encabezado por Lenin, armado de una clara teoría, una estrategia y un programa revolucionarios, así como de una organización disciplinada, basada en el principio del centralismo democrático, que le permitió orientar y dar una dirección a la lucha de las masas descontentas y resistir luego el asedio de las fuerzas contrarevolucionarias, tanto internas como externas.
Al respecto Trotsky plantea la siguiente metáfora: “sin una organización dirigente, la energía de las masas se disiparía, como se disiparía el motor no contenido en una caldera. Pero sea como fuere, lo que impulsa el movimiento no es la caldera ni el pistón, sino el vapor” (Idem) . Se genera una relación dialéctica entre lo objetivo y lo subjetivo: “los procesos que se desarrollan en la conciencia de las masas no son nunca autónomos ni independientes. Pese a los idealistas y a los eclécticos, la conciencia se halla determinada por la existencia. Los supuestos sobre los que surgen la revolución de febrero y su suplantación por la de Octubre tienen necesariamente que estar enmarcados por las condiciones históricas en las que se formó Rusia, por su economía, sus clases, su Estado, por las influencias ejercidas sobre ella por otros países” (4).
La Tesis de Abril: eje del programa revolucionario
Cuando se desata la Revolución en febrero de 1917 (marzo en el calendario gregoriano), especialmente en San Petersburgo, que desemboca en la caída del Zar Nicolás II y el nombramiento de un gobierno provisional, nadie, ni siquiera los bolcheviques, suponían que estaban a las puertas de acabar con el régimen burgués e iniciar la construcción de un Estado socialista. Es Lenin, con su claridad revolucionaria, quien llega de su exilio en Suiza y plantea sus conocidas “Tesis de Abril” (5) que cambiarán la estrategia defensista de apoyar al gobierno burgués de Kerensky, planteada hasta entonces por los partidos políticos de izquierda, hacia una estrategia revolucionaria para avanzar al socialismo. En la Tesis 1 se pronuncia abiertamente contra la participación de Rusia en la guerra y rechaza la posición de los mencheviques y socialistas revolucionarios que apoyaban la continuidad de la conflagración mundial. En la Tesis 2 plantea que el poder pase a manos del proletariado, apoyado por los campesinos pobres; en la Tesis 3 ningún apoyo al gobierno provisorio, al cual denuncia por su carácter burgués; en la Tesis 4, la necesidad de explicar pacientemente a las masas la consigna de que “todo el poder pase a los sóviets”. En la Tesis 5, la necesidad de que la república parlamentaria burguesa sea sustituida por una república de los sóviets, lo cual implicaba la disolución de las fuerzas represivas y su remplazo por un ejército del proletariado armado, así como la elegibilidad y revocabilidad de todos los funcionarios. Tesis 6: la confiscación de todas las grandes propiedades agrarias y nacionalización de las tierras, bajo control de los sóviets. Tesis 7: fusión de todos los bancos en un único banco nacional bajo control de los sóviets; Tesis 8: control de la producción y de la distribución por los sóviets; Tesis 9: convocatoria a Congreso del Partido para cambiar el programa y el nombre del partido por Partido Comunista. Tesis 10: creación de una nueva internacional revolucionaria que rompa con los reformistas y las posiciones centristas de Kautsky (5)
Las Tesis de Abril fueron aprobadas por el Partido Bolchevique luego de una ardua discusión, constituyéndose en la base del programa revolucionario que implementaron los revolucionarios y los sóviets cuando alcanzaron el poder, hasta la muerte de Lenin en 1924, cuando fue sustituido por Stalin.
¿Está vigente la Revolución Rusa?
Un siglo después de realizada la Revolución Rusa continúa la discusión sobre su vigencia y, sobre todo, las enseñanzas que podemos sacar de tal acontecimiento quienes consideramos que el sistema imperante en el mundo actual es caduco y debe ser reemplazado por uno nuevo basado en la igualdad, la justicia, la libertad y la fraternidad entre los seres humanos de todos los continentes.
El debate es muy controvertido si se considera que la poderosa ex-URSS se desintegró en los años 90 del siglo pasado, produciéndose el abandono del proyecto socialista y la restauración del capitalismo, lo cual ocurrió no solamente en Rusia sino en los países del Este europeo que se hallaban bajo su influencia. Este hecho y la caída del Muro de Berlín que permitió la reunificación de Alemania, provocaron una ofensiva ideológica de la burguesía que se apresuró a decretar la “muerte del socialismo” y la “superioridad del capitalismo”. También provocó mucha confusión e incertidumbre al interior de la izquierda que se proclamaba marxista y revolucionaria. Pero no pasó mucho tiempo para que la realidad desmintiera a los sepultureros del socialismo y mostrara la irracionalidad del capitalismo contemporáneo atravesado por guerras, revoluciones y crisis sistémica. Nuevamente las clases y grupos oprimidos retomaron el camino de la lucha y la búsqueda de una nueva alternativa social.
Para no caer en una discusión puramente ideológica sobre la vigencia de la Revolución Rusa es necesario partir de los hechos.
Lo primero que salta a la vista es que luego de la Revolución, y pese al enorme costo humano y económico que significó sostener el proceso revolucionario (guerra civil e invasión de catorce ejércitos europeos), la URSS logró en muy pocos años avances formidables en lo económico, lo social, lo político y lo cultural. Para citar algunos ejemplos: en lo económico la Unión Soviética alcanzó una amplia industrialización que la convirtió en una potencia mundial. Entre 1925 y 1935 su producción industrial avanzó en 3, 5 veces, lo que significó un aumento del 250%. Entre 1932 y 1935 la producción metalúrgica aumentó dos veces, la del acero 2,5 veces, la de nafta, hulla y hierro aumentó entre 3 y 3,5 veces. Su potencia eléctrica se incrementó hasta ocupar el tercer lugar en el mundo después de Alemania y Estados Unidos; en la producción de tractores llegó a ocupar el tercer lugar en el mundo (6).
En el aspecto educativo se erradicó prácticamente el analfabetismo que antes de la Revolución afectaba a más del 70 % de la población, tomando en cuenta que en el territorio de la URSS se hablaban 146 dialectos. Se logró el pleno empleo, algo impensable en el capitalismo. Los derechos de las mujeres avanzaron en una forma impresionante: no solamente se consiguió la igualdad jurídica, los derechos al divorcio y al aborto, pero sobre todo se liberó a la mujer de la esclavitud doméstica al construirse miles de guarderías y centros escolares donde podían dejar a sus hijos, miles de comedores populares donde podía comer toda la familia a precios módicos, miles de lavanderías públicas, entre otros servicios. En lo cultural se democratizó la cultura para que toda la población pudiera acceder a bibliotecas, centros de arte y recreación. Igual ocurrió con el deporte que se masificó y fue estimulado.
Otro aspecto relevante fue la integración de las diversas nacionalidades que existían en un país tan extenso como la URSS, las cuales alcanzaron su autonomía y el derecho a auto-determinarse en la época de Lenin, aunque posteriormente estos derechos fueron suprimidos y sufrieron una dura represión con Stalin.
En segundo lugar, la Revolución Rusa convirtió en realidad el postulado marxista de que el proletariado estaba en capacidad de tomarse el poder a través de los sóviets (Consejos de representantes de obreros, campesinos y soldados), destruyendo al Estado burgués e iniciando la construcción de una sociedad sin explotación de clase y un nuevo tipo de Estado que responda a los intereses fundamentales de los trabajadores y no de la burguesía. Surge de esta manera el primer Estado obrero de la historia, el cual realiza profundas transformaciones sociales sobre la base de una economía de transición al socialismo. Es decir, el socialismo dejó de ser una utopía para convertirse en una realidad.
En tercer lugar, la Revolución Rusa demostró que el socialismo no sólo es posible sino viable, tal como ocurrió no solamente en la Unión Soviética, sino en otros países como China y Cuba que “dieron grandes saltos en su desarrollo y superaron lacras capitalistas como el hambre, las enfermedades crónicas, el desempleo, la miseria y pobreza extremas, y tuvieron gigantescos avances en educación y salud públicas, muy superiores a los de los países capitalistas equivalentes en su punto de desarrollo inicial” (7) . Aunque existen importantes diferencias entre los procesos revolucionarios indicados, en los tres se produce una expropiación de la burguesía y el funcionamiento de un Plan centralizado desde el Estado.
En cuarto lugar, el capitalismo global enfrenta en la actualidad graves contradicciones y una crisis no solamente económica, sino política, cultural, ética y ambiental, una verdadera crisis civilizatoria. El capitalismo que “nació chorreando lodo y sangre por todos sus poros” continúa generando desigualdad, pobreza, desempleo, explotación, violencia y contaminación ambiental. “Lejos de mostrar que es un sistema mejor, el capitalismo imperialista lleva al mundo y a humanidad a una degradación que parece no tener fin. La propiedad privada y la búsqueda de la ganancia hacen que sea un sistema cada vez más especulativo y parasitario. En él, los grandes avances de la ciencia y la tecnología no permiten un salto en la creación de riqueza, sino, que se transforman en lo opuesto; unos pocos se enriquecen cada vez más, mientras la inmensa mayoría es cada vez más pobre y miserable. En su sed de ganancia el capitalismo imperialista está destruyendo a la humanidad y también a la naturaleza” (Idem).
“Millones de seres humanos viven en condiciones de hambruna profunda, a pesar de existir todos los medios necesarios para abastecer plenamente de alimentos a la población mundial. Millones también sobreviven con salarios miserables y condiciones laborales de esclavitud, otros en una lucha despiadada y desigual por obtener los ingresos diarios para ellos y su familia; a través de trabajos precarios, en el rebusque o en el autoempleo. Cada vez más personas ven constantemente amenazadas las condiciones laborales relativamente favorables que obtuvieron gracias a luchas de generaciones pasadas de trabajadores o de ellos mismo” (8).
Ante este panorama sombrío que amenaza con la barbarie e inclusive la desaparición de la especie humana, es urgente e imprescindible reemplazar el sistema capitalista imperialista que soportamos por un sistema económico social superior.
En quinto lugar, la democracia burguesa o democracia representativa que se ha impuesto en la mayor parte del mundo también atraviesa por una fuerte crisis. Los electores están cada vez más desilusionados con los gobernantes que eligen y se dan cuenta que los representantes elegidos por voto popular no hacen lo que ellos esperaban, o lo que ofrecieron en las campañas, sino lo que los que tienen el poder económico les dicen que deben hacer. Los partidos políticos, lejos de ser la expresión de una determinada tendencia ideológica responden a los intereses de sus líderes y carecen de prácticas democráticas. En varios países han llegado al poder caudillos de corte populista que hacen de la demagogia su forma de ejercitar el poder, e inclusive llegan con propuestas atentatorias contra los derechos humanos que ponen en grave riesgo la paz mundial. Éste es el caso, nada menos, del país que se ha jactado de ser el paradigma de la democracia, Estados Unidos, con Trump a la cabeza. También los países europeos viven una crisis que afecta el proceso de unidad, luego del Brexit en Inglaterra y frente a las demandas separatistas de las nacionalidades de varios países, como lo que ocurre actualmente España, con la declaración de independencia de Cataluña. También el repunte de partidos filofascistas, como el Frente Nacional de Francia, constituyen una amenaza a la convivencia civilizada entre pueblos de diverso origen. En los países periféricos, como los latinoamericanos, la democracia occidental nunca ha funcionado según los cánones establecidos en la racionalidad occidental y a lo largo de su historia han experimentado una serie de gobiernos dictatoriales, autoritarios, populistas donde campea la corrupción, el desorden y la discriminación de los más débiles.
Por último, el mundo se halla atravesado por una serie de luchas, de muy diferentes clases, sectores y grupos sociales que buscan un mundo diferente, una alternativa al capitalismo. Las masas han comenzado a luchar no solamente por sus derechos específicos o conquistas sociales y económicas, sino por la construcción de un nuevo mundo, diferente al sistema capitalista. En los últimos años tenemos una amplia gama de movimientos “antiglobalización” formado por activistas provenientes de distintas corrientes políticas que convergieron en la crítica social a las grandes transnacionales y el capitalismo financiero mundial. Destacan movimientos como Occupy que denuncia el sistema del “1% de los más ricos”, “que se vayan todos” en Argentina, el “lo llaman democracia y no lo es de los españoles”, el movimiento de junio del 2013 en Brasil y la reciente quema del Congreso en Paraguay (Iturbe). Se observa una oleada de huelgas y luchas obreras y populares a nivel planetario que configuran una agudización de la lucha de clases y una conciencia más elevada sobre la necesidad de construir alternativas políticas y sociales por fuera del sistema hegemónico capitalista e imperialista.
La Revolución Rusa: su burocratización y degeneración con el estalinismo.
Queda pendiente el tema de explicar por qué, pese a los grandes avances que logró la Revolución Rusa durante sus primeros años, así como la enorme influencia que alcanzó entre la clase trabajadora, muchos intelectuales, artistas, y sectores sociales oprimidos a nivel mundial, todo este proceso termina con el paulatino deterioro de la economía soviética, la disolución de la URSS en 1990 y la restauración del capitalismo.
La explicación está en las políticas que se implementan en la Unión Soviética luego de la muerte de Lenin, ocurrida en 1924, y el ascenso de Stalin al poder.[2] Su extenso periodo de dominio dictatorial significó el desplazamiento de la clase obrera organizada a través de los sóviets, por una casta burocrática que llegó a controlar todos los aparatos del Estado y el monopolio del Partido Comunista, perdiéndose el espíritu de la democracia social planteada por el marxismo. Stalin, a través de sus teorías sobre “el socialismo en un sólo país” y “la coexistencia pacífica con el capitalismo”, justificó el abandono de uno de los principios fundamentales del marxismo: el internacionalismo proletario y su consecuente necesidad de impulsar la revolución mundial. Esto significó en la práctica darles carta blanca al imperialismo norteamericano y europeo para que continúen gobernando al mundo.
“Para los bolcheviques, la Revolución Rusa no era más que una palanca para el desarrollo e impulso de la revolución mundial, como única forma de llegar a la revolución en su propio país. La teoría del “socialismo de un sólo país” defendía la utópica idea de que un país atrasado (la URSS), en el marco de un mundo controlado por el imperialismo, podría llegar a superar a las potencias imperialistas y, por esa vía, llegar al socialismo sin precisar de una revolución internacional. Esa teoría utópica se concretó en una teoría reaccionaria: la coexistencia pacífica con el imperialismo” (9).
Bajo estos supuestos y con el pretexto de combatir el reformismo socialdemócrata, Stalin se negó a llamar a la unidad de la clase obrera alemana, para impedir en las calles la victoria de Hitler. Pero luego en 1939, en plena guerra (Segunda Guerra Mundial) realizó con él un pacto de no agresión y de división de áreas de influencia, que llevó a la invasión de Polonia por parte de ambos ejércitos. Este pacto sólo terminó en 1941, cuando Hitler lo rompió e invadió la URSS, obligándola a entrar en la Segunda Guerra, de la cual salió victoriosa por el heroísmo de las masas”. Finalmente, “al finalizar la Segunda Guerra Mundial, Stalin firmó el Pacto de Yalta y Postdam, con los jefes del imperialismo norteamericano e inglés” (Idem).
Las políticas señaladas provocaron la neutralización de la revolución socialista en Francia, Italia, Grecia y los países de Europa Central, de manera semejante a lo ocurrido antes de la Segunda Guerra Mundial con los procesos revolucionarios de China, Alemania y España, impidiendo así la victoria del socialismo a escala mundial.
Haciendo un balance objetivo de las políticas adoptadas durante el período estalinista, se puede afirmar que el conjunto de la política de la burocracia gobernante, tanto en el plano internacional como en el nacional, sea en el terreno económico, político o social, estaba orientada a fortalecer las tendencias pro-capitalistas que poco a poco fueron minando el proyecto comunista, basado en la democracia de los sóviets. La burocracia gobernante dejó de lado los principios socialistas (aunque mantenía el discurso) y comenzó a diferenciarse del resto de la población gracias al manejo del aparato económico y su control sobre la toma de decisiones.
Luego del espectacular crecimiento experimentado por la URSS en las dos primeras décadas posteriores a la Revolución, a mediados de los años 50 ya se sintió la desaceleración económica y un estancamiento industrial y productivo. Cuando muere Stalin en 1953, algunos especialistas debieron reconocer los problemas que se cernían sobre la economía y proponen una serie de reformas para corregirlos. Con Nikita Kruschev (1953-1964) se impulsó una descentralización del aparato económico y se eliminaron muchos ministerios centrales; justificándose en el discurso de combatir la ineficiencia burocrática, una buena parte de la dirección económica fue transferida a los consejos regionales, pero los problemas lejos de solucionarse se agravaron, ya que la burocracia dominante se sintió con mayor libertad para hacer sus propios negocios, multiplicándose los escándalos de corrupción. (10)
Ante el empeoramiento de la situación en la década del 60, los países de Europa del Este, con la RDA a la cabeza, impulsaron una serie de reformas orientadas a mejorar los métodos de gestión en las empresas y hacia la apertura al comercio externo con los países capitalistas, a fin de adquirir bienes de capital y tecnología con la finalidad de mejorar su baja productividad. Sin embargo, este nuevo experimento también terminó en un fracaso, debido a la oposición de la burocracia que temía perder sus privilegios y al intercambio desigual, ya que los productos de exportación de las economías socialistas tenían poca acogida, mientras las importaciones de tecnología les significaban precios y costos muy altos.
En las décadas 70 y 80 la situación económica de la URSS y los países del Este se agravó ya que aparecieron nuevos problemas: “desaceleración de las inversiones, envejecimiento del aparato productivo, disminución de la productividad y surgimiento de problemas inéditos como inflación y desempleo, que provocaron acontecimientos revolucionarios en algunos países (La “Primavera de Praga” en Checoeslovaquia y la caída de Gomulka en Polonia). Para salir de este atolladero, las economías del Este apelaron nuevamente a los países capitalistas en busca de capital. Al principio esta opción les trajo buenos resultados gracias a que les fue fácil conseguir préstamos a bajo costo. Sin embargo, a largo plazo esta política resultó desastrosa, ya que a comienzos de los años 80 se elevaron espectacularmente las tasas de interés, lo cual repercutió en un aumento considerable de la deuda.” (Idem).
En conclusión, la URSS y los países de Europa del Este fueron gravemente afectadas por la competencia capitalista. Su vinculación a las economías de los países occidentales, a través del comercio exterior y el endeudamiento externo, les ocasionó un agravamiento de la crisis interna. La burocracia gobernante, responsable por esta situación, descargó la crisis sobre las espaldas de los trabajadores. Sus niveles de consumo se redujeron fuertemente y la situación de sectores sociales como la educación y la salud se deterioraron considerablemente. La estocada final a la economía socialista en la URSS vino con Gorbachov y su política conocida como la Perestroika (reestructuración), que fue el intento de superar la crisis a través de la restauración del capitalismo, aunque oficialmente se le dio el membrete de “economía socialista de mercado” (Idem). En diciembre de 1991 se anunció oficialmente la disolución de la URSS. Los trabajadores y las masas en general lucharon en condiciones muy desiguales contra este sistema de dominio burocrático, pero finalmente se impusieron los intereses de la burguesía mundial y nacional.
Conclusiones
La Revolución Rusa marcó un hito en la historia de la humanidad, porque fue la primera vez que las clases oprimidas llegan al poder y se inicia la construcción de una sociedad sin explotación de clase, y un Estado obrero que responde a los intereses de los trabajadores y no de la burguesía.
La Revolución Rusa permitió grandes avances para el conjunto de su población en lo económico, lo social, lo político y lo cultural. De manera similar ocurrió en las revoluciones china y cubana que expropiaron a la burguesía y pusieron fin al estado burgués.
El Socialismo demostró no solamente su posibilidad de victoria y su viabilidad, sino que ha demostrado que es una verdadera alternativa frente al sistema capitalista-imperialista que está conduciendo al mundo a una degradación cada vez mayor y se halla atravesado por una crisis sistémica de carácter no solamente económico, sino político, social, cultural, ético y ambiental (crisis civilizatoria).
Lenin define una nueva estrategia revolucionaria en sus llamadas Tesis de Abril, donde, entre otros temas fundamentales, plantea la necesidad de poner fin a la etapa de la revolución democrática-burguesa, retirar el apoyo al gobierno provisional, e iniciar una nueva etapa socialista con la toma del poder por el proletariado, a través de los sóviets.
Los sóviets surgieron como la forma organizativa que adoptan el proletariado obrero, los pequeños campesinos y los soldados, en el curso de los procesos revolucionarios de 1905 y 1917. Se iniciaron como organizaciones de lucha, pero luego se transformaron en organismos de poder popular y en embrión del nuevo estado proletario.
Los sóviets funcionaban en base a la más amplia democracia obrera. Daban cabida a diferentes corrientes de pensamiento y a su interior no existían privilegios ni distinciones que dieran paso a la corrupción.
El Partido Bolchevique cumplió un papel fundamental en el proceso revolucionario, gracias a que contaba con una teoría revolucionaria, una estrategia de poder independiente de la burguesía, una estrecha vinculación con las organizaciones de trabajadores y otras clases oprimidas y una organización democrática y disciplinada.
La Revolución Rusa se burocratizó y degeneró a causa de la imposición del régimen dictatorial de Stalin, proceso que concluyó con la restauración capitalista en Rusia a comienzos de los 90.
Bibliografía:
(1) TROTSKY, León: “Historia de la Revolución Rusa” (1932), Editorial veinteysiete letras S.L., 2007, Madrid – España.
(2) TROTSKY, LEÓN: “Qué fue la Revolución Rusa” (Conferencia pronunciada el 27 de Noviembre de 1932, en Copenhague, Dinamarca). En: Marxismo Vivo, No 16 – Año 2007
(3) RICCI, Francesco: “La Comuna de París (1871)antecesora de la Comuna de Petrogrado”. (19179”, En: Marxismo Vivo No 16 – Año 2007.
(4) TROTSKY, León: “Qué fue la Revolución Rusa” (ibid).
(5) LENIN, V.I.: “Las tareas del proletariado en nuestra revolución (abril del 2017). En: Obras Escogidas, Tomo II, Editorial Progreso, Moscú, 1978.
(6) TROTSKY, León: La revolución traicionada” (1936), Edit. PATHFINDER, Canadá, 1992.
(7) ITURBE, Alejandro: “100 años de la Revolución Rusa. La vigencia de sus enseñanzas”, En: Marxismo Vivo No 10, Nueva época, Sao Paulo – Brasil, 2017.
(8) PST (Partido Socialista de los Trabajadores de Colombia): “Crisis del capitalismo y tareas de la Revolución Socialista en Colombia, Editorial El Socialista, 2009.
(9) HERNÁNDEZ, Martín: “Estalinismo y trotskysmo frente a los procesos del Este europeo”, En: Marxismo Vivo, No 10, Nueva época, Sao Paulo – Brasil, 2017.
(10) HERNÁNDEZ, Martín: “El Veredicto de la Historia”, 2009, Ediciones Marxismo Vivo, Sao Paulo – Brasil.
[1] Las empresas gigantes con más de mil obreros ocupaban en los Estados Unidos menos del 18% de la totalidad de los obreros industriales, en tanto que en Rusia la proporción era del 41%” En: Trotsky León, “Qué fue la Revolución Rusa”
[2] La dictadura estalinista desató una brutal persecución contra sus opositores políticos, incluyendo a los dirigentes bolcheviques. Según el historiador ruso Víctor Zenskov, uno de los primeros en acceder a los archivos secretos del Ministerio del Interior y de la policía política en 1989, 2,5 millones de personas fueron detenidas con el “gran terror de 1937-38, cerca de 600 mil personas murieron en presidio, los asesinatos políticos ascenderían a 1.4 millones de víctimas y el total de personas acusadas de “contrarevolucionarias” durante todo el período estalinista ascendería a 4 millones.
Entre 1918 y 1921 treinta y un bolchevique fueron miembros del Comité Central. Ocho murieron de causa natural, dieciocho fueron asesinados bajo el terror estalinista, uno fue víctima del terror estalinista pero sobrevivió, uno desapareció y uno se mantuvo con vida y fue miembro del Comité Central en 1961 (A. Sagra: “El terror estalinista: algunos números”, Marxismo Vivo, No 17- Año 2008)