Allá en su juventud, Jaime Guevara estudió artes en la Universidad Central. No alcanzó a terminar la carrera: se le atravesaron una guitarra, el rock y las luchas sociales, y detrás de su influjo inició una maestría informal en canto popular que aun hoy lo cuenta como aplicado estudiante. “Desde el 73 para acá, han pasado 47 años en los que de alguna manera hice un cierto aporte para que la gente no solo piense, sino que cante, diga y haga lo suyo... o intente hacerlo”, sostiene con humildad el trovarockero, que estrenó nuevo disco para su cumpleaños.
La larga tradición del muralismo latinoamericano renueva su fuerza en distintos rincones de Quito. Y lo hace, como tantas otras veces, en momentos en que la agitación social y las injusticias reclaman una expresión directa y accesible. Según ha escrito Jacques Rancière, en tales circunstancias las imágenes del arte contribuyen “a diseñar configuraciones nuevas de lo visible, de lo decible y de lo pensable y, por eso mismo, un paisaje nuevo de lo posible”.
La puerta está abierta en espera de los visitantes. A simple vista, el ordenado espacio interior no parece la vivienda de un músico de rock: cada libro en su lugar, posters con bastidores y colgados prolijamente… La delgada figura de Jaime Guevara asoma de pronto, como para confirmar que sí es su casa. Detrás de la obligada mascarilla, su boina negra y su cabello larguísimo saludan con una reverencia a distancia prudencial, como marcan estos tiempos pandémicos.
A un año de Octubre de 2019, la conmemoración artístico-social es un permanente y palpitante mosaico de nuevas perspectivas y abordajes diversos. De la imagen fija al video, del fresco documental a la denuncia rapeada, del collage sonoro a la intervención urbana, La Línea de Fuego recorre la memoria artística del Paro Nacional en los testimonios de varios de sus autores. “Hay muchos artistas cuya producción, antes de octubre, no necesariamente profundiza en las problemáticas sociales; pero lo interesante es que en octubre decidieron movilizarse, sumar el hombro y decir ‘hay que hacerlo ahora’”, reflexiona la crítica e historiadora del arte Ana Rosa Valdez, curadora del proyecto Primera Línea.
Gabriel Páez Hernández se apasiona al hablar y ríe con frecuencia. Tiene muy buenos motivos para hacerlo: el filme Sacachún (2018), proyecto que abarcó ocho años de su vida y la de su compañera Isabel Rodas, acaba de ser distinguido como el Mejor Largometraje Documental en el Festival Internacional de Cine de América en Hidalgo, México (FICAH). Un logro que, tomando en cuenta la actualidad de la industria cinematográfica ecuatoriana, cayó como una lluvia fresca en medio de una cruda sequía.
Las radios comunitarias y el derecho a la comunicación se puede leer con más detalle en Politizar la tecnología. Radios comunitarias y derecho a la comunicación en los territorios digitales. “En el libro, repasamos los argumentos de los medios comunitarios en defensa de su derecho a acceder a las frecuencias de radio y televisión para expresar libremente su palabra”, enfatiza García Gago.
Por Jorge Basilago*
La imagen estremece. Un rostro tumefacto. Los labios, hinchados y deformes, apenas se repliegan hacia dentro de la boca desdentada. Una cicatriz...
Todos los eventos artísticos y culturales de cierta relevancia han sufrido las consecuencias de la pandemia: algunos fueron postergados sin fecha definida, otros se reprogramaron en modo virtual y unos pocos enfrentaron la difícil decisión de cancelar la cita. La pandemia, al igual que otras actividades, solo desnudó las enormes dificultades del sector y el frágil entramado que “abre la puerta” del arte y la cultura para la sociedad ecuatoriana.