Zygmunt Bauman, uno de los más interesantes teóricos de la posmodernidad, sostenía que no es cierta la desaparición de los Estados nacionales al calor de la globalización. Muy al contrario, estos han proliferado en los últimos años, sobre todo como consecuencia de la disolución de varias repúblicas.
Tomando únicamente los ejemplos de la ex Unión Soviética y de la ex Yugoeslavia podemos contabilizar más de una decena de nuevos Estados nacionales surgidos luego de la implosión de esas entidades supranacionales.
Lo que sí ha variado –según Bauman– es el rol de estas construcciones jurídicas, que en su tiempo aseguraron el desarrollo del capitalismo moderno. Hoy, frente a las necesidades del capital trasnacional (ese sí globalizado), se requiere de aparatos que aseguren el control interno de las sociedades. Los Estados nacionales se convierten, por obra y gracia de esta nueva estructuración de la economía mundial, en simples policías del capitalismo.
Su función queda reducida a la de garantes de la estabilidad en sus respectivos países. Únicamente así el capitalismo tiene condiciones inmejorables para su expansión y reproducción.
La reciente visita del presidente Moreno a Estados Unidos calza a la perfección con esta lógica de las relaciones internacionales. Al margen de la grandilocuencia con la que el gobierno quiere promocionarla es inocultable que sirvió para redefinir el papel complementario y secundario del Ecuador en la estrategia geopolítica gringa. Comercio y seguridad regional son las palabras mágicas que resumen los acuerdos conseguidos. En otras palabras, se busca neutralizar a los potenciales opositores a la aplicación de un Tratado de Libre Comercio.
El paro de octubre no fue, como algunos lo definen, una recuperación de la capacidad de movilización de una sociedad adormecida por diez años de consumismo. Más bien se trató de un pico importante en esa larga e interminable onda de luchas y resistencias sociales. Como en la representación gráfica de un electrocardiograma, fue ese punto culminante que sobresale en medio de una actividad que, aunque menor, jamás cesa. En el caso del movimiento indígena, esa actividad permanente ha sido la defensa de los territorios ancestrales y comunitarios.
La resistencia social, especialmente la de los pueblos y nacionalidades indígenas, se convierte en el mayor obstáculo para la expansión del comercio. Y no porque se restrinja el acceso a nuevos consumidores, que en términos económicos no son representativos, sino porque se limita el saqueo de recursos naturales indispensables para la producción.
Por eso, justamente, el tema de la seguridad tuvo tanto peso en las conversaciones de Lenín Moreno con Donald Trump. Narcotráfico, crimen organizado, inseguridad en las fronteras, capacitación a policías, equipamiento. Todo un catálogo de asuntos relacionados con el control social y político. Pero el telón de fondo es el TLC.
“La resistencia social, especialmente la de los pueblos y nacionalidades indígenas, se convierte en el mayor obstáculo para la expansión del comercio. Y no porque se restrinja el acceso a nuevos consumidores, que en términos económicos no son representativos, sino porque se limita el saqueo de recursos naturales indispensables para la producción”.
*Máster en Desarrollo Local. Director de la Fundación Donum – Cuenca. Ex dirigente de Alfaro Vive Carajo.