Recientemente se presentó el informe de una investigación cuyo título es Sexualidad y embarazo adolescente en el Ecuador. De la ENIPLA al Plan Familia (Burneo et al., 2015). En este texto hago algunos comentarios a propósito del recorrido que nos lleva a este Plan con el que se pretende abordar el embarazo temprano y, en términos generales, la sexualidad de adolescentes y jóvenes. De él poco sabemos ya que apenas contamos con algunas decisiones, declaraciones públicas y un documento no oficial. La presentación de la investigación se produce además pocos días antes de la visita del Papa Francisco al Ecuador. Esta autoridad despierta una enorme expectación; por un lado parece imprimir un nuevo rumbo a la política de la jerarquía católica para acercarla a la justicia social, por otro, y como bien señalan algunas feministas y se deja ver en los discursos del propio pontífice, la emancipación de las mujeres sigue siendo la gran ausente del giro discursivo vaticano.
Me gustaría entonces plantear tres puntos para la reflexión. El primero se refiere a los datos sobre sexualidad adolescente con los que contamos y cómo podemos interpretarlos. El segundo aborda algunas dinámicas sociales contemporáneas que están en juego en la sexualidad de jóvenes y adolescentes. Finalmente haré un apunte general sobre lo que podemos y debemos hacer con todo ello, lo que algunos nos instan a hacer y lo que yo considero al respecto tras leer el informe aludido. Adviértase que en esto, como en todo, además del papel crucial que puede jugar la política pública es importante pensar en lo que se puede hacer desde la iniciativa ciudadana.
Algunos datos sobre embarazo adolescente[2]
En el presente informe y recogiendo fuentes oficiales se dan varios datos preocupantes. A mí me gustaría llamar la atención sobre tres.
Según el INEC (2013), el 44,1% de las madres tuvieron su primer hijo entre los 15 y los 19 años y el 2,4% entre los 12 y los 14 (INEC 2010). ¿Qué nos dice esto? Pues que nuestras jóvenes se embarazan cuando están aún en la escuela, incluso lanzándose por la resbaladera. En este dato hay embarazos productos de la violación, que como revelan los estudios tiene una alta incidencia al interior de las familias (98% de los embarazos en esta franja) donde los perpetradores son parientes varones; otros resultan de la desinformación, habitualmente en los embarazos entre pares, y finalmente otros son “estratégicos”, tienen que ver con una forma de salir de hogares y condiciones precarias y a veces también opresivas. Otro dato: el 67,9% de los matrimonios y uniones se producen de forma obligada o voluntaria entre niñas de 10 a 15 años (INEC 1011). En todos estos casos se juega la desigualdad: desigualdad de género y desigualdad de clase y etnicidad.
Un segundo dato se refiere a la pobreza. Ser mujer madre temprana es situarse en una posición de vulnerabilidad. Muchas dejan los estudios (el 17,9% de las adolescentes embarazadas abandonan la escuela), hecho que disminuye sus oportunidades. Pasan a asumir como parte del mandato de género que comparten con sus mayores la nueva responsabilidad de cuidado haciéndose, por tanto, “dependientes” de ingresos ajenos en un esquema jerárquico. El 72% de las adolescentes embarazadas son “económicamente inactivas” y muchas, cuando son “activas”, están desocupadas. Es claro que la maternidad temprana incide en la pobreza y la precariedad en femenino.
Por último un dato sobre prevención. El uso de métodos anticonceptivos en Ecuador es muy bajo, 59 de cada 100.000 mujeres (indiscutibles responsables de este tema) los utilizaron (Jaramillo 2014, citado por Burneo et al. 2015); imaginemos este dato para las menores. El embarazo de niñas y adolescentes es sin duda un problema de salud: hace difícil el parto, eleva la mortalidad materna (del total de las muertes maternas, el 14% es de adolescentes) y afecta a la salud de estas futuras adultas.
Coincidirán conmigo que la situación merece que pensemos en cómo está armada nuestra sociedad, que hace que las más jóvenes y las más pobres entre ellas afronten esta situación.
Dilemas actuales en la sexualidad adolescente
Corresponde reflexionar a partir algunos elementos sociales contemporáneos que atañen a la sexualidad de jóvenes y adolescentes. Brevemente tres: la polarización entre placer y peligro en los mensajes públicos, el papel de la sexualización de niñas y jóvenes en el consumo y el mandato de la maternidad, especialmente para las mujeres de sectores populares.
Los jóvenes, y todos aquí lo hemos sido, no hay más que retrotraerse un poco a cuando sentimos nuestros primeros deseos, reciben un mensaje sobre la sexualidad profundamente reaccionario. La sexualidad es algo malo, peligroso e inmoral. Hay que hacerlo a escondidas y por tanto se hace mal, de manera clandestina y esto suscita sentimientos de culpa. Cuando hay malos resultados, el mensaje es: ¡asume!, ¡te aguantas!, ¡no haberlo hecho! Así que el círculo se cierra sobre sí mismo precarizando el acceso a la información e invisibilizando el problema. Se establece el silencio y luego la culpa. En esto no hemos cambiado tanto.
Esta experiencia se vive de forma diferente en el caso de chicos y chicas, siendo ellas las que acaban siendo las “putas”, las incitadoras, las responsables en todo sentido y las que cargan con las consecuencias. Si en las relaciones heterosexuales esto incide entre otras cosas en embarazos no queridos con las consecuencias que veíamos antes, en las lesbianas y homosexuales implica discriminación, estigmatización, extrañamiento de sí y del propio deseo, y sufrimiento, mucho sufrimiento, que precisa de enormes dotes de valentía para superarse una vez una o uno ha sido marcada como “rara” en la familia y en la escuela. No olvidemos que las clínicas de deshomosexualización han sido y por desgracia siguen siendo una realidad en Ecuador.
Pero el sentido peligroso y culposo no es el único que se transmite a niñas y jóvenes. Este convive con los mensajes mediáticos en los que se acelera la conversión de los más pequeños en potenciales consumidores a través de su sexualización, especialmente la de las niñas. Para ser aceptadas, éstas tienen que presentarse, cada vez más, como objetos apetecibles y disponibles que se complacen complaciendo a otros. Esta sexualización para el consumo nada tiene que ver con la responsabilidad informada y mucho menos con la igualdad entre mujeres y hombres. Es el producto de una sociedad capitalista donde el sexo simboliza el poder, la violencia y el prestigio para unos y el sometimiento autocomplaciente para otras. La combinación sexo, poder y juventud se ha tornado en algo tremendamente rentable. En los próximos años tendremos que producir recursos y reflexiones al respecto.
En realidad, estos dos tipos de mensajes, diferenciados según el sexo: quítate la ropa para ser aceptada y tener éxito es disponer de dinero, carros y chicas, de una parte, y no tengas sexo porque es peligroso y si lo tienes arréglatelas como puedas, de otra, son complementarios. Ambos están dirigidos a socializar varones individualistas, irresponsables y machistas y mujeres temerosas y sumisas que desconocen su propio deseo y sus posibilidades de actuación. Tal y como advirtiera Foucault, más que a una historia represiva nos enfrentamos a una sexualidad “productiva”. La sexualidad está hoy modulada por una compleja combinación de culpa y mercado. El despliegue de los saberes expertos, en el campo de la salud, la educación, la terapia, etc., aparecen aún desplazados respecto al peso de la religión y los medios.
Por otro lado, y esto también se señala en el informe, al tiempo que cambia el destino de las niñas, las adolescentes y las jóvenes al buscar mayores oportunidades educativas y laborales en un terreno difícil, la maternidad sigue siendo celebrada como lugar de realización. Sin duda, el marianismo ha tenido una fuerte influencia. Para muchas adolescentes, tener relaciones sexuales tempranas, casarse o unirse a un varón y convertirse en madres es una forma estratégica de afirmar una suerte de independencia respecto a la familia de origen; se trata de una forma de lograr reconocimiento en una sociedad adultocéntrica y machista. Ser madre temprana implica alcanzar un lugar propio, pero acaba por volverse en contra de una al contribuir a la propia vulnerabilidad económica, social y afectiva. A veces es un modo de huir de la violencia, porque la tan celebrada “familia ecuatoriana”, según muestran los datos, no es ese lugar de armonía y protección que nos gusta imaginar. Esta es la situación para muchas jóvenes de sectores populares. Quienes tienen medios pueden esperar, pero quienes no los tienen y se encuentran en dificultades adelantan en todo sentido la vida adulta para poder sobrevivir. Desligar la sexualidad de un destino de reproducción vulnerable sigue siendo un reto para las mujeres.
Todos estos fenómenos ponen de manifiesto que la sexualidad no es inmutable, sino un hecho social complejo anclado a otros procesos demográficos, migratorios, económicos, comunicativos y psicosociales. No hay una sexualidad “natural”, como no hay una feminidad y una masculinidad “esencial” y perpetua, sino formas sociales de vivirla en contextos específicos que están atravesados por relaciones de poder. Antes de precipitarnos a juzgarlas es preciso entenderlas mejor y saber lo que implican según las articulaciones de género, clase y raza.
Por fortuna, los jóvenes, especialmente las jóvenes, se muestran mucho más dispuestas a reflexionar sobre estas cuestiones de lo que nos creemos. Cada vez es más común el sentimiento de querer avanzar, también en este terreno, buscando información y alternativas que den un sentido positivo al placer y la vida. Claro que a veces la actitud no basta y hacen falta iniciativas públicas y ciudadanas que respalden estas búsquedas. No vamos a dejar de experimentar con la sexualidad, lo que necesitamos son recursos para hacerlo de manera libre y justa.
Entonces toca pensar qué hacer.
Del ENIPLA al Plan Familia. ¿Qué está en juego?
En Ecuador, la política pública en el ámbito de los derechos sexuales y reproductivos y la prevención del embarazo adolescente encontró en los últimos años un camino en Ecuador a través de la ENIPLA, que en sus siglas enuncia sus rasgos claves: es una estrategia nacional, es intersectorial, busca que las personas planeen la reproducción y lo hace desde una perspectiva que toma en cuenta las desigualdades de género y las diversidades sexuales, todo ello dentro y fuera de la familia.
Esta política sigue el enfoque de derechos que se ha ido generalizando en la región y a nivel internacional. Y lo sigue, como explica el informe, porque ha dado buenos resultados. Este es el caso de los Países Bajos, donde una combinación de educación sexual, acceso a los servicios de salud y a métodos anticonceptivos y ley de plazos que regula el derecho al aborto en condiciones seguras, ha dado forma a una política pública consistente con varios efectos a medio y largo plazo: se ha reducido el embarazo adolescente, se han limitado las enfermedades de transmisión sexual, ha disminuido la tasa de embarazos no deseados y de abortos (8,43) y se ha roto el silencio y el acoso sobre quienes se muestran sexualmente diversos. De modo que, como sucede en otros países (el informe recoge avances rápidos como el de Rumanía), los resultados en términos educativos, de salud y bienestar están sobre la mesa (Nogueira 2014, citada en Burneo et al., 2015).
El tránsito al Plan de Fortalecimiento de la Familia, del que aún sabemos poco al margen de declaraciones, implica una propuesta radicalmente distinta en un aspecto importante: los datos que veíamos arriba se interpretan como el resultado de un factor fundamental, a saber, el debilitamiento de la familia “biológica” “normal”, es decir patriarcal, donde el papel de mujeres y hombres resulta “diferente y complementario”. La igualdad, como sugiere el propio pontífice, se entiende en términos de “dignidad”, pero resulta perfectamente compatible con una diferencia de atribuciones que es la que entraña desigualdad social, económica, política y sexual. Según esta lectura, es la desestabilización de esta familia, la normal, lo que desencadena violencia, embarazos adolescentes, enfermedades e identificaciones sexuales y de género poco claras. Son las “familias disfuncionales” (en su composición) y la pérdida de “funcionalidad” de la familia (adecuadamente compuesta) lo que implica una amenaza a combatir. Como explican algunos estudios, la defensa de la misma en las teorías funcionalistas permitió su naturalización y con ella la del papel de mujeres y hombres, así como su exportación como modelo civilizatorio colonial (Vega 2014). El funcionalismo naturalista se une a la misión moralizadora. En la actualidad, la constante apelación a la “familia ecuatoriana” de parte del gobierno de la Revolución Ciudadana esconde la entronización de un modelo social que poco o nada tiene que ver las familias ecuatorianas reales, ni en su composición ni posiblemente en sus ideas.
Recuperar la familia “normal” y con ella el control de la sexualidad juvenil aparentemente pasa cada vez menos por la prohibición, la criminalización y el confesionario y más por otras iniciativas biopolíticas. Se trata sin duda de una estrategia adaptativa del Opus Dei que establece un claro antagonismo ante el avance de los reclamos de las mujeres por una sociedad y unas relaciones más igualitarias. Subiéndose al carro del impulso educativo holístico, el énfasis reside hoy en inculcar una renovada conexión entre sexualidad y afectividad (“un programa de educación de la afectividad y sexualidad con enfoque de familia”, según reza el borrador del PFF, 2015). Las bondades de la misma sería muchas si no fuera porque recuerda demasiado a viejos lugares comunes: una combinación de castidad, amor verdadero y aceptación de atribuciones diferenciadas y desiguales para varones y mujeres, todo ello para el perfeccionamiento de sí y, una vez más, de la familia “normal”. El “enfoque de familia”, enfrentado al “enfoque de género”, disuelve la desigualdad; el objetivo es el afecto duradero y su conversión en unión para la reproducción. Esto ya no está tan asociado a los derechos cuanto a las obligaciones morales; en esto las declaratorias del Papa Francisco no están tan alejadas de las de otros sectores ultraconservadores de la jerarquía católica. La denominada educación en valores con enfoque de familia entraña, además, y como advierte el informe, una profunda desconfianza hacia los jóvenes. En palabras de Hernández, responsable del citado Plan: “no concibo que un adolescente, en esas edades, pueda tomar ese tipo de decisiones porque todavía no tiene o no encontró al amor de su vida para tener una relación monogámica que es la que conviene” (M. Hernández, Enlace Ciudadano, 28 de febrero de 2015).
El hecho de que esta visión sea irreal y desactualizada nos pone en aprietos ya que en su aspiración de “fortalecer a la familia normal”, el efecto acaba siendo el de excluir cuando no disciplinar, pedagógicamente hablando, a los disfuncionales y dejar en la desprotección a todos aquellos que buscan o simplemente hallan “el placer por el placer” (Rafael Correa, Enlace Ciudadano, 28 de febrero de 2015), auténtico demonio para estas aproximaciones. Tal y como señala Ana María Goetschel (2015), esta pedagogía no se queda en una intervención moralizadora, sino que se despliega en la acción punitiva. Como nos recuerda esta profesora, en Ecuador, la persecución del aborto a pie de centro de salud, de hospital ha alcanzado niveles jamás vistos con gobiernos anteriores, aun con códigos penales igualmente restrictivos. Frente al mensaje de ENIPLA, en palabras del presidente Rafael Correa, “goza y si tienes problemas anda al centro de salud”, se quiere implementar la abstinencia a través de la denominada educación en valores familiares. El mensaje no puede ser más claro: si te violan o no te autocontrolas, no vayas al centro, ahí no está la solución, además, y por si acaso, te vamos a caer. No hace falta ser muy perspicaz para darse cuenta de que esta política irresponsable, más que incentivar la abstinencia lo que va es a hacer de la sexualidad un asunto clandestino y a elevar el aborto inseguro y los problemas de salud y muerte que esto ocasiona. Como ven, nuevas palabras para viejas concepciones. Sin duda, las que salen perdiendo son las adolescentes y las jóvenes, especialmente las que cuentan con menores recursos y oportunidades.
Es preciso combatir con fuerza este modo retrógrado de desproteger a las jóvenes. Además de afirmar que el sexo y la reproducción son derechos de todas y todos, que son, evidentemente, un problema de salud y educación, podemos recuperar un sentido irreverente y gozoso que no aliene a las y los jóvenes de la sexualidad para convertirla en algo temerario al tiempo que mediáticamente incentivado. Claro que sí, “el placer por el placer”, para quienes lo busca y para quienes lo hallan; un modo, sin duda, de luchar contra la injusticia y la violencia desde el momento en que propone lenguajes, imaginarios y herramientas justas para arreglárselas en el cuerpo a cuerpo. Es preciso entonces que la operatividad de los derechos se articule con la fuerza de reclamarnos hoy como sujetos deseantes: mujeres hombres, transgéneros, niños, adolescentes, viejas…, deseantes de un deseo que no quede atrapado y codificado en un spot publicitario.
Reclamarnos de este modo en entornos conservadores públicos, religiosos, familiares y de mercado requiere de una enorme agudeza. Esta afirmación, que está en el corazón mismo del feminismo, sigue siendo imprescindible para cualquier visión liberadora.
Y termino con unas palabras pronunciadas por Carole Vance (1989), profesora estadounidense en ciencia sociomédica de la Universidad de Columbia, en plena “guerra anti-sexo” librada durante la administración Reagan:
“La sexualidad es, a la vez un terreno de constreñimiento, de represión y peligro, y un terreno de exploración, placer y actuación. Centrarse sólo en el placer y la gratificación deja a un lado la estructura patriarcal en la que actúan las mujeres; sin embargo hablar solo de la violencia y la opresión sexual deja de lado la experiencia de las mujeres en el terreno de la actuación y la elección sexual y aumenta, sin pretenderlo, el terror, el desamparo sexual con el que viven las mujeres” (Vance, 1989:9).
Referencias
Burneo, C, Córdova, A., Gutiérrez, M.J. y Ordoñez, A. (2015): Embarazo adolescente en el marco de la ENIPLA 2014 – Plan Nacional de Fortalecimiento de la Familia, informe investigaciónn
Goetschel, A. M (2015): “Historia, género y acción punitiva: un marco para pensar las violencias contra las mujeres”. Ponencia presentada en el Seminario Internacional Violencia contra las mujeres: Desafíos y aprendizajes en la Cooperación Sur-Sur en América Latina y el Caribe. SERNAM, AGCI, FLACSO-Chile, 24 y 25 de marzo 2015.
INEC (2010): Infografía embarazo adolescente. Censo de Población y Vivienda 2010 / Nacimientos 2010/ Egresos Hospitalarios 2010 / Defunciones 2010. Dirección Zonal 5 Litoral – Departamento de Estudios Analíticos Estadísticos. 2010. www.inec.ec
INEC (2010) Embarazo adolescente. Censo de Población y Vivienda 2010 / Nacimientos 2010/ Egresos Hospitalarios 2010 / Defunciones 2010. 2010. Obtenido de sitio web de INEC-Infografía: www.inec.ec
INEC (2011): Encuesta nacional de relaciones familiares y violencia de genero contra las mujeres 2011. 2011. Obtenido de sitio web de INEC-Infografía: www.inec.ec
INEC (2013): Anuario de estadísticas nacimientos y defunciones. 2013. Obtenido de sitio web de INEC: www.inec.ec
Jaramillo, G. (2014): Uso de anticonceptivos modernos vs. tradicionales asociados con disminución de muerte materna. Ministerio de Salud Pública del Ecuador.
Nogueira, J. (2014): Análisis de la Legislación Europea y Española sobre Salud Sexual y Reproductiva. Fundación Alternativas.
Vance, C. (1989): “El placer y el peligro: hacia una política de la sexualidad”. En Carole S. Vance (comp.) Placer y peligro. Explorando la sexualidad femenina. Colección Hablan las Mujeres. Madrid: Editorial Revolución.
Vega, C. (2014): “Las mujeres femeninas, la familia convencional y la peligrosa ideología de género”, Línea de Fuego, 27 de enero de 2014. http://xmb.ujz.mybluehost.me/2014/01/27/las-mujeres-femeninas-la-familia-convencional-y-la-peligrosa-ideologia-de-genero-por-cristina-vega/
Yepez, D. (2015): “Mónica Hernández: Plan Familia Ecuador se enfoca en la prevención del embarazo adolescente”. Diario El Comercio. 6 de marzo de 2015. http://www.elcomercio.com.ec/tendencias/entrevista–monica–hernandez–plan–familia.html
* Departamento de Sociología y Estudios de Género. FLACSO-Ecuador
[1] Este texto fue presentado en el foro La sexualidad adolescente y los límites del Plan Familia, Flacso, 1 de julio de 2015.
[2] Los datos referidos aparece en el informe que se comenta.