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MARCHA Y HUELGA NACIONAL- LA ENCRUCIJADA DEL CORREISMO. Por Francisco Muñoz Jaramillo

 04 de agosto 2015

El presente artículo aplica algunas categorías e interpretaciones -contenidas en la ponencia ‘Balance crítico del gobierno de Rafael Correa’[1] y tiene por objetivo analizar las condiciones de conflicto social- político que se han manifestado en los meses de mayo, junio y julio de 2015, y que tienen su inicio tanto en la evidente crisis económica[2] como las medidas asumidas por el gobierno de Correa[3]  para enfrentarla.

La situación ha provocado niveles importantes de conflicto entre los distintos  intereses de fracciones de clase y grupos económicos del bloque en el poder, tensionando la unidad dominante, y desatando al mismo tiempo el descontento popular: la movilización social y sindical y de ciudadanos y ciudadanas sobre los que se pretende cargar el peso de la crisis y sectores sociales que se oponen al gobierno de Correa y demandan rectificaciones políticas y económicas. Se prevea una situación de grave conflicto en los próximos días que puede devenir en un cuadro de creciente inestabilidad y  aguda situación política. La crisis económica circunstancial que vive el Ecuador, de otro lado que ha limitado el desarrollo del modelo económico  y ha generado tensiones en torno al dominio político,

Cuestionando la fortaleza y autoridad política del liderazgo de Correa.

La dialéctica formulada por Gramsci para comprender el Estado y el Régimen: entre hegemonía y coerción de un lado, y de otro entre la tendencia regresiva y progresiva en la definición y decisión de política pública de estos regímenes bonapartistas, como el de Correa. Estos elementos constituyen claves interpretativas para examinar la coyuntura ecuatoriana de mayo y julio de 2015. Mencionadas proposiciones comprenden la conducción del régimen bonapartista y/o cesarista, y al respecto dice Gramsci: “…el ‘cesarismo’ o ‘bonapartismo’ es progresivo cuando su intervención ayuda a las fuerzas progresivas a triunfar aunque sea con ciertos compromisos y temperamentos limitativos de la victoria. Es ‘regresivo’ cuando su intervención ayuda a triunfar a las fuerzas retrógradas…”. [4] En la interpretación que se ha ensayado en la ponencia, se ha concluido que, si bien el régimen de Correa en su política pública ha combinado estos dos aspectos, ha puesto énfasis de manera predominante en las posiciones  regresivas. Dentro de ellas se puede destacar:  la ausencia de cambios estructurales prometidos; la mantención de la modalidad de acumulación capitalista a la que apenas pretende modernizar; la vinculación comercial con la Unión Europea a través del tratado de libre comercio; la profundización de la monopolización y oligopolización de la economía; la exclusión permanente de las organizaciones sociales y sindicales; la coacción y represión a dirigentes sociales  y periodistas, entre las principales. Así dejó en la sombra o limitó las posiciones progresivas como la modernización capitalista del estado y la economía – las referidas al impulso y desarrollo de obras de infraestructura-carreteras y cambio de matriz energética -,  la inversión social, así como su política exterior en el cambiante contexto internacional de disputa hegemónica en la región y el mundo.

Simultáneamente ha marginado, o reprimido, las posiciones progresistas vinculadas con los movimientos sociales y las izquierdas que originaron el gobierno de Correa en el 2006, las mismas que podían dar paso a un cambio estructural objetivo al cumplir con los mandatos constitucionales que prohíben el acaparamiento de la tierra y el agua y limitan el extractivismo minero.

Esta manifiesta dinámica política del régimen, que se sustenta en la mantención del tradicional patrón de acumulación, ha conducido a coincidencias entre las tendencias oligárquicas y las burguesas emergentes en el contexto de un nuevo ciclo de estructuración y modernización capitalista mundial. La lucha política en los años del correismo, en consecuencia, da cuenta precisamente del desenvolvimiento principal donde se impone la tendencia regresiva. En la interpretación de la coyuntura, que requiere adicionalmente examinar la tesis relacionada con “la hegemonía acorazada de coerción”,[5] se puede observar el déficit de capacidad hegemónica del correismo, que ha llevado a implementar de manera principal mecanismos de coerción, poniendo el énfasis en el aspecto autoritario del régimen.

Algunos elementos son necesarios destacar.

El conflicto de la escena política examinado hasta julio del presente año ha puesto  de manifiesto la correlación y  tensión de fuerzas entre fracciones dominantes que se han discrepado y opuesto a las medidas anti crisis. Se evidencia, por una lado,  el conflicto entre el correismo, los intereses de facto y las fuerzas de derecha, es decir de aquellos intereses que efectiva y concretamente se han beneficiado de la gestión de Correa, (sectores importadores, banqueros, exportadores, industriales, agrícolas y aquellos relacionados con el extractivismo: minería y petróleo) y  han contribuido en el periodo al  fortalecimiento de  las tendencias regresivas del régimen.

Estos intereses y tendencias abren el escenario y la posibilidad de resolver la crisis inmediata a través de posiciones retrogradas de la sociedad ecuatoriana, desde posturas y relaciones geopolíticas regionales de carácter neoliberal. En el posible desenlace de la coyuntura se puede prever la configuración de un escenario electoral donde se confrontarían especialmente las representaciones de derecha y el correismo, o un panorama de franca inestabilidad política  resultado del “empate estático” y la emergente falta de sustento social y político del régimen. Este último llevaría al Ecuador a una situación crítica de manifiesta tensión entre dominantes y dominados a través de una eventual salida de hecho. Son posibles escenarios que dependen de la fuerza y tensión que se avizora como resultado de la marcha y paro nacional, así como de la conducta del gobierno y de las fuerzas de derecha que aspiran a tener réditos electorales del enfrentamiento social-político anunciado.

Nudo principal del conflicto agudizado es el manifiesto déficit de hegemonía del oficialismo, que se ha visto confrontado por la acción autónoma, organizada, espontánea y movilizada de las fuerzas sociales, sindicales e indígenas, lideradas por la CONAIE y el FUT y ligadas a las agrupaciones políticas de las izquierdas; han convocado una serie de acciones de lucha en este mes de agosto: marcha, levantamiento indígena, paro nacional.

Se da pues en la coyuntura una disputa política estratégica fundamental entre las representaciones políticas de la derecha cuyo propósito es dar continuidad a la modernización conservadora gestada en este periodo,  y   las expresiones sociales contra hegemónicas, que tienen como propósito dar un giro a la conducción política desde los intereses de estos sectores.

En esta disputa radica la encrucijada política de un régimen que busca implementar en lo inmediato acciones estratégicas que combinen la fuerza del estatismo recuperada a través de la forma intervencionista del estado, y la del régimen bonapartista a través del liderazgo carismático populista y el autoritarismo. De tal manera pretende enfrentar y superar la situación conflictiva de la coyuntura. Aquí es donde se pone en juego el estado (su autonomía relativa y capacidades institucionales) y la sociedad expresada a través de los movimientos sociales y sindicales y los ciudadanos auto convocados y movilizados.

Conflicto y contradicción entre la sociedad y el estado – generado en esta fase de modernización – donde  el correismo arbitra medidas para acumular fuerzas usando recursos de distinto tipo, como por caso movilizando el aparato institucional creado y consolidado en estos ocho años, entre los que se cuentan, principalmente, los gobernadores y tenientes políticos, los alcaldes y prefectos, así como las juntas parroquiales oficialistas, y los mecanismos y dispositivos organizativos de los ministerios y secretarias del ejecutivo que han sido convocados en estos últimos días para compartir y aplicar la mencionada estrategia .

Estrategia sustentada en la modernización y disciplinamiento de la sociedad, que subestima, por otro lado, a la debilitada agrupación oficialista, Alianza País, y sus organizaciones sociales y sindicales paralelas, buscando así mismo recobrar el vigor político cuando se ha generado una situación de déficit de  hegemonía, es decir, de  capacidad de conducción ideológico cultural,   evidenciándose ya  una crisis de lealtad con el caudillo. Al mismo tiempo que la manifiesta imposibilidad de estructurar un partido o movimiento político hegemónico o predominante, que se pretendió hacerlo en el 2013, le conduce  a contar con una representación débil, amorfa y gelatinosa – como dice Eduardo Gudynas – proveniente de los sectores sociales que no tienen capacidad de “auto representarse”, y que  constituyen la base principal del bonapartismo populista de correa.

Es en este contexto que se da el llamado al dialogo, por parte del gobierno, como una coartada para ganar tiempo,  tratar de dividir a las agrupaciones sociales que enfrentan al oficialismo, e implementar una  estrategia de carácter estatista y autoritaria,  propia de la  dinámica del régimen político construido en estos años, que tiene por objetivo imponer y derrotar al movimiento social; al mismo tiempo que saldar, sobre todo saldar, la unidad del bloque dominante, resquebrajado por la crisis económica, donde así mismo se manifiestan posiciones anti estatales pero neoliberales, que  expresan y representan a sectores  oligárquicos tradicionales ecuatorianos como a posiciones retrogradas, en el contexto de disputa política de la región por parte de la derecha; mencionadas posiciones que  evidencian coincidencias con el tipo de modernización capitalista generado en este periodo.

Sin  duda esta es una difícil encrucijada para el correismo, expuesta y explicada por las condiciones descritas, como por la situación de  polarización de la escena –tantas veces implementada por Rafael Correa- que  comprende   la política como contienda entre amigos-enemigos,[6] polarización que nos puede llevar a circunstancias de violencia e instrumentación de medidas de carácter facistoide.

La fortaleza de la sociedad, de los  movimientos sociales indígenas y sindicales, ciudadanos y ciudadanas, por otro lado, depende en este contexto de su despliegue autónomo en el enfrentamiento con el régimen,  capaz de deslindar posiciones, clara y explícitamente, con las fuerzas de derecha vinculadas con determinadas posiciones geopolíticas regionales, del mismo signo, que buscan utilizar la movilización social. Es decir depende de su legitimidad credibilidad y autenticidad tanto en la acción como en la propuesta para precisar  las demandas a ser conquistadas en la coyuntura.

Su posibilidad tiene que ver así mismo con los efectos políticos que el desarrollo de la fuerza movilizada de las organizaciones sociales y ciudadanas, – de la fenomenal adhesión que se dará en estos días de la marcha nacional-  y pueda entonces, generar situaciones críticas a distintos niveles, como por caso en la agrupación oficialista,  Alianza País, la misma  que puede tomar cuerpo en el resquebrajamiento político, que exprese  la diferencia con el liderazgo y cúpula de Correa,  y genere situaciones de correlación de fuerzas en la Asamblea Nacional (en la que ya se encuentran signos de desavenencia con determinadas políticas y acciones del régimen), como generar  simpatía y apertura  en distintos sectores institucionales.

Fortaleza que dependerá  a su vez de la sabiduría política  para utilizar el recurso  del  dialogo (el verdadero no el de la coartada correista) y la negociación como necesarios mecanismos para enfrentar al régimen y superar la actual coyuntura. Estamos frente a una batalla y no la guerra. La pertinencia en la acción- léase movilización-  diálogo y negociación, es una clave para el desarrollo  inmediato y mediato del movimiento social  insurrecto y  determinante para el futuro de la democracia en el Ecuador, donde la unidad democrática, el liderazgo y el proyecto de cambio de los movimientos sociales y las izquierdas es una clave.

Referencias bibliográficas

Antonio Gramsci, Cartas de la Cárcel, citado por Balance Critico del Gobierno de Correa, Quito-Ecuador 2014

Notas sobre Maquiavelo y el Estado Moderno, citado en Balance Critico

Gudynas E, citado en Balance Critico, diciembre 2014, Quito Ecuador

Francisco Muñoz Jaramillo, en Balance Critico del Gobierno de Rafael Correa, Universidad Central, Quito-Ecuador, Dic. 2014.

Schmitt Carl: Teología Política, Editorial Trotta, Madrid España, 2009

NOTAS

[1] Balance Critico del Gobierno de Correa, Ponencia presentada  al III Congreso de Sociología, Agosto 26-2728 Agosto, 2015, Quito-Ecuador; síntesis del Libro del mismo nombre, Universidad Central, Dic. 2014, Quito

[2] Nota. donde se encuentran principalmente las siguientes manifestaciones:  déficit del presupuesto del estado,  disminución de los precios de petróleo en el mercado internacional, y   apreciación del dólar

[3] Nota: como por caso la implementación de salvaguardias para limitar la importación de mercancías del exterior, la restricción del gasto presupuestario, que limita  la contratación de servidores públicos, y  la contribución estatal a la seguridad social para financiar las pensiones jubilares, el incremento así mismo del endeudamiento público, entre otras medidas

[4] Gramsci, Cartas de la Cárcel, citado por Balance Critico del Gobierno de Correa, Quito-Ecuador 2014

[5] Gramsci, Cuadernos de  la cárcel 6, 88, Tomo 3, citado en  Balance Critico, pag. 165

[6] Smicht, Teología Política, pág.…

FOTO: Marco Guillen

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1 COMENTARIO

  1. El autor repite el viejo argumento de la vieja izquierda: “el ‘cesarismo’ o ‘bonapartismo’ es progresivo cuando su intervención ayuda a las fuerzas progresivas a triunfar aunque sea con ciertos compromisos y temperamentos limitativos de la victoria. Es ‘regresivo’ cuando su intervención ayuda a triunfar a las fuerzas retrógradas…” Pero ocurre que un gobierno “cesarista” puede empezar siendo “progresivo” y continuar al cabo de algunos meses o años siendo “regresivo”, porque en realidad el “cesarismo”, es decir la concentración de poder es “regresiva” en su origen, ningun cambio democrático es posible con esa clase de regimenes porque siempre resonden a los grupos de poder y su aparente cambio de tendencia es solo una ficción para mantener el poder. Lo único sensato es desmontarlos.

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