1.- Porque no vas a encontrar sosiego, ni calma.
2.- Hablar de una madre es un tema delicado.
3.- La muerte no es fácil de entender.
“Esto no es una biografía ni una novela, naturalmente, quizá algo entre la literatura, la sociología y la historia”, dice la autora pero en realidad te enfrentas como en una novela a un personaje con todas sus facetas de existencia. Ernaux te deja ver por una ventana cómo se atraviesa en las vidas la condición de clase, sus aspiraciones, límites y complejidades.
Solo se puede hablar con tanta precisión de quien se conoce pero de quien te has alejado lo suficiente, Ernaux en esa distancia recupera el sentido de la ruptura, alimentada de una tensión arrulladora, del lazo, de los sentimientos que la unen y la separan de su madre. En ese trayecto hace la literatura más íntima y por eso universal.
Hay un filo y un hilo aunque no nos deja intuir su estructura, es la forma del recuerdo, con los desgastes y tonos escritos con precisión quirúrgica, así es Ernaux; no vale la pena leerla sin las condiciones precisas, es decir no esperar nada. Solo sabiéndote abandonado a la frialdad apasionada de su escritura, encuentras en la cercanía de su experiencia, transformada en relato, un pedazo de humanidad.
“Me avergonzaba su manera brusca de hablar y de comportarse, sobre todo porque me daba cuenta de cuánto me parecía a ella”.
–Annie Ernaux
Tapa y contratapa: Annie Ernaux (Normandía 1940, ha publicado: La mujer helada (1981), Una mujer (1987), No he salido de mi noche (1997), Perderse (2001), El uso de la foto (2005), Los años (2008), entre otros. Ha sido Premio de la Lengua Francesa 2008 y en España, Premio Fomentor de las Letras 2019.
*Natalia Enríquez es comunicadora social, máster en Estudios de la Cultura – Políticas Culturales. Es madre de un niño de 6 años, tiene un gato negro y ama la literatura, tanto que piensa que su vida es una ficción.