03 enero 2018
Jonathan Báez, integrante del Centro de Derechos Económicos y Sociales (CDES), un colectivo ecuatoriano parte, como nosotros, de la red latinoamericana Latindadd, acaba de presentar un estudio académico ( VER ABAJO ) para diferenciar dos conceptos, ingresos y riqueza, en principio equiparables pero, claro está, con un peso muy diferente en la estructura económica.
Maestrante de Sociología en FLACSO Ecuador, Báez -autor de interesantes trabajos como “Hilando la desigualdad: Grupos Económicos y paraísos fiscales en Ecuador”, utiliza, incluso, la denominada década ganada argentina, tomando la narrativa kirchnerista, para ilustrar el doble movimiento paradojal que se dio en esos años: concentración de los “activos productivos” y democratización del ingreso. “El índice de Gini de concentración de ingresos disminuyó en Argentina de 0.578 en 2003 a 0.470 en 2014. No obstante, la riqueza pareció tener una vía contraria. Así, en el caso de la propiedad de la tierra se observa un elevado nivel de concentración, con un índice de Gini de 0,83 en el año 2008, seguramente articulado a las necesidades del capital agroexportador relacionado con la soja”, argumenta Báez en diálogo con SES América Latina desde Quito.
-¿Por qué pusiste el ojo en Argentina para diferenciar dos conceptos, ingresos y riqueza, que suelen ser usados erróneamente como categorías semejantes?
-Es muy común escuchar que Latinoamérica es la región más desigual del mundo. Sin embargo, la medición del ingreso presenta subes y bajas, y en eso la coyuntura política es determinante. Durante el extinguido ciclo regional de gobiernos progresistas, incluso, la desigualdad disminuyó significativamente. Sin embargo, durante esos años, los gobiernos no atenuaron la concentración de los activos productivos, básicamente posesión de tierra o empresas, es decir de la riqueza.
Ese déficit genera que hoy, con un ciclo político zonal diferente en Sudamérica, la brecha del ingreso se haya resentido seriamente en contra de los sectores populares. Concretamente, ese doble estándar, continuidad en la distribución de la riqueza con graduales cambios en la democratización del ingreso, se vio con mucha claridad en Argentina durante los gobiernos de Néstor Kichner y Cristina Fernández.
Por ejemplo, a partir del año 2003, el indice de Gini en Argentina disminuye del 0.57 hasta el 0.47 en el año 2014. Es claro, entonces, que se logró una tendencia hacia la disminución de la desigualdad. Ahora, una vez llegado el presidente Mauricio Macri al gobierno, esa tendencia tomó un camino opuesto hacia una menos equitativa distribución de ingresos. En apenas dos años se revierte en Argentina lo logrado durante once años. La conclusión es que el principal escudo para conseguir una sociedad más justa pasa por repartir la producción de la riqueza en más manos.
-A partir del nuevo momento político regional, ¿Observas una reconcentración de los ingresos?
-Sí, es evidente cómo difiere el indice Gini cuando estudias un país gobernado por una administración conservadora en comparación con gestiones donde las políticas de asistencia sociales son más sólidas. Por ejemplo, volviendo al caso argentino, fue muy notorio como la mejora del salario mínimo fortaleció el ingreso de los quintiles más desfavorecidos. Sin embargo, el perfil de inserción económica internacional decidido en ese período dibujó, según mi punto de vista, contornos contradictorios en la disputa por el ingreso.
Es decir, durante el conocido boom de las materias primas, que benefició tanto a la Argentina como a sus vecinos, el decidido arbitraje estatal para tomar parte de las renta de las élites para financiar planes sociales fue fundamental para mejorar los índices sociales ya referidos. Pero, en paralelo, esa matriz productiva extractivista, expulsora de mano de obra y donde los grandes actores económicos dominan toda la escala de la producción, ya sea sojera o en minería, también generó, durante el mismo período estudiado, una mayor concentración de la riqueza.
-¿Una política tributaria más equitativa puede ser un paliativo en la política de ingresos?
-Claro, la estructura impositiva regresiva en Latinoamérica es una constante desde hace décadas. Lamentablemente, los impuestos indirectos sostienen buena parte de nuestros presupuestos públicos. Solo podemos alcanzar un horizonte más democrático si gravamos a las personas con mayores ingresos. No hay distribución si antes no hay una buena política recaudatoria.
Por ese motivo, un buen prisma para leer a los gobiernos pasa por ver su política impositiva. (Donald) Trump viene haciendo hincapié, por ejemplo, en suavizar el gravamen público a los multimillonarios y también a los grandes players del mercado. Y, precisamente, en Estados Unidos, el presidente Roosevelt en su momento subió del 25% hasta el 80% el impuesto federal a la renta, una tasa que sigue siendo resistida a los actores concentrados de la economía porque es un gran antídoto público contra la elusión fiscal privada. Y, al contrario de lo que se pregona, ese impuesto promovido por Roosevelt no enfrió la economía y, por supuesto, ayudo a mejorar el reparto del ingreso. La conclusión es clara: los impuestos progresivos y directos contribuyen a disminuir la desigualdad.
-¿El actual momento de la economía global tiende a hacer más ricos a los ricos?
-La investigación de Thomas Piketty es reveladora cuando demuestra que el crecimiento económico no genera por sí mismo una mejor distribución, como afirman desde otras escuelas de la economía. Sus estudios de larga data demuestran que el mercado global acentúa unas estructuras económicas favorables a los deciles más ricos y una centralización muy aguda del capital. Además, Piketty resalta que una mejor distribución, durante un ciclo de crecimiento, solo puede darse por la intervención de actores políticos. Que el mercado por sí sólo no puede, ni quiere, alimentar las dos variables: crecimiento e inclusión.
-¿Qué otras medidas graduales aconseja el CDES, aparte de la ya mencionada agenda tributaria, para democratizar el ingreso?
-Nuestra propuesta es generar una fuerte articulación civil en torno a un eje: no podemos depender de los ciclos económicos favorables para mejorar el ingreso. Durante la era progresista regional fue evidente que el Estado intervino en pos de ayudar a los sectores más relegados pero no fue tan activo para alterar las cuotas de poder de las élites.
Entonces, esa ambivalencia dejó un campo vacío que hoy es aprovechado por los gobiernos conservadores en favor de los deciles más ricos. Recapitulando, la afectación democrática de los activos productivos es clave para distribuir riqueza de forma constante y así no ser vulnerable a los momentos recesivos de la economía, y a la actuación de los gobiernos con un sesgo neoliberal.
Fuente: https://www.sesamericalatina.com/single-post/2018/01/03/%E2%80%9CCristina-distribuy%C3%B3-el-ingreso-pero-no-la-riqueza%E2%80%9D
INVESTIGACION
DISTRIBUCIÓN DE INGRESOS Y RIQUEZA EN ARGENTINA
Por Jonathan Báez[1]
Un rasgo de los últimos gobiernos en América Latina es disminuir la desigualdad de ingresos en sus países. Sin embargo, no ocurre lo mismo con la riqueza. De esta manera, esto puede incidir en una nueva ola de desigualdad. Este es el actual caso de Argentina.
Introducción
La desigualdad en América Latina es un tema persistente. La trillada frase “la región más desigual del mundo”[2] todavía es una característica, pero que se ha modificado en el transcurso del tiempo.[3] En consecuencia, todos los países de América Latina en el año 2000 muestran elevados índices de concentración del ingreso, superiores a 0,40. Así, la concentración de ingresos en Argentina es de 0,52. Esto sitúa a este país en el sexto lugar de un ranking de concentración de ingresos en países de América Latina (Solimano 2015, 199).[4] No obstante, existen momentos en los que esta tendencia se transforma y, al mismo tiempo, se mantiene. Es decir, la desigualdad de ingresos disminuye pero la concentración de la riqueza persiste. Este es el caso de Argentina.
Distribución del ingreso en Argentina: el tiempo de Perón
El rasgo característico del gobierno de Perón en Argentina (1946-1955) fue su relación con la clase trabajadora, lo que se tradujo en la implementación de políticas orientadas a mejorar las condiciones de vida de este conjunto de personas. Específicamente se creó una amplia red orientada al bienestar social. Uno de los puntos clave fue el aumento del salario real: “entre 1946 y 1949 los salarios reales de los trabajadores industriales aumentaron un 53 por ciento [lo que implicó a su vez el aumento del peso de los salarios en la renta nacional] que subió del 40,1 por ciento al 49 por ciento.” (James 2010, 24). A pesar de estos avances sociales para la clase trabajadora, parece ser que el programa de Perón no estaba dirigida a trastocar la estructura de la propiedad privada o la concentración de riqueza (entendida como la posesión de activos productivos. Entre ellos se encuentran la tierra, “la propiedad del capital físico de las empresas, la banca y activos financieros” (Solimano 2009, 11). Esto se expresó en su aversión a exacerbar la lucha de clases, buscando en su lugar la conciliación entre capital y trabajo, convirtiéndose el Estado en aquel conciliador.[5]
La historia del peronismo exhibió un rasgo particular: la posibilidad de que los gobiernos mejoren la condición de vida de las masas (en el caso argentino, de los trabajadores) sin afectar los beneficios de las clases dominantes. Es decir, sin alterar la apropiación de la riqueza apropiada por parte de estas últimas.[6] En este sentido, el presente ensayo pretende responder a la siguiente pregunta: ¿Es posible observar una disminución de la desigualdad de ingresos, sin que esto trastoque la concentración de la riqueza en Argentina? ¿Cómo ocurre este proceso?
Distribución del ingreso y riqueza en Argentina: el Kirchnerismo
En el análisis clásico de este tipo de gobiernos,[7] la posibilidad de disminuir la desigualdad de ingresos implica que:
(…) se impulsa una política redistributivista, mas que no actúa tanto sobre la relación obrero-patronal directa como sobre la redistribución global del excedente económico capitalista, a través de (…) [la] consiguiente creación de condiciones de acumulación en la industria que permitan elevar los salarios sin afectar la tasa de ganancia de la burguesía y más bien ampliando significativamente el mercado interno. (Cueva 2012, 231).
Los elementos planteados por Cueva indican que la redistribución opera en la esfera del excedente (rentas o ingresos) y no en la esfera que determina la división obrero-capitalista (riqueza). De esta forma, existe una redistribución que no implica modificar la estructura basada en la propiedad privada; a su vez, dicha redistribución permite la ampliación del mercado interno. Una de las principales condiciones para que la mencionada redistribución tenga lugar tiene que ver directamente con el ciclo de la economía. Si bien Cueva menciona a la industria como el sector eje, este puede variar, como lo demostró el aumento de los precios de los bienes primarios en la región durante los últimos 15 años. Este condicionamiento le permite al Estado convertirse en el conciliador de todos los intereses (arbitraje); dicha situación parece repetirse en los procesos políticos contemporáneos, como lo menciona Singer (2013) analizando el caso del lulismo:
(…) durante el ciclo expansivo del capitalismo, el arbitraje se vuelve más fácil, ya que las pérdidas se pueden compensar con los beneficios a distribuir. En el lulismo, se pagan altos intereses a los dueños del dinero y al mismo tiempo se aumenta la transferencia de ingresos a los más pobres. Se remunera el capital especulativo internacional y se subsidian las empresas industriales perjudicadas por el cambio sobrevaluado. Se aumenta el salario mínimo y se contiene el aumento de los precios con productos importados. Se financian simultáneamente los agronegocios y la agricultura familiar. (88).
En el caso del Kirchnerismo[8] se observan las condiciones clásicas que posibilitan una salida populista, un pre-proceso de crisis económica acompañada de una crisis política.[9] Ambas dejaron a Argentina en una complicada situación social, con sus consecuentes deterioros en la población. En este contexto, el PIB real del país mostraba una tendencia declinante, disminuyendo hasta tal punto que parecía alcanzar niveles parecidos a los de inicio de la década del 90. De esa manera, en el año 2002 el PIB real alcanzaba los USD 261 miles de millones. Lo mismo ocurre con el salario mínimo real, que aumenta ligeramente hasta el año 1994 y en años siguientes se estanca, disminuyendo hasta su nivel más bajo en 2002. No obstante, ese año fue un punto de quiebre. A partir de los años siguientes (entre 2002 y 2011) se observa un cambio en la tendencia declinante, tanto el PIB real como el salario mínimo real muestran un rápido crecimiento, con tasas promedio anuales de cerca del 6,39% en el primer caso y, en el segundo, de un 18,14%.
PIB real1 y Salario Mínimo Real2 en Argentina, 1990-2011.
Nota: 1) Producto Interno Bruto (PIB) total anual a precios constantes en dólares, 2010 = 100 y
2) Salario Mínimo anual medio a precios constantes 2000=100
Fuente: CEPAL- Estimaciones propias con base en fuentes oficiales. Elaboración: Jonathan Báez.
Por consiguiente se observa que, por un lado, existe la condición de un ciclo expansivo de acumulación y, por otro, el aumento de los salarios es constante. Esto implica una redistribución del ingreso favorable a los trabajadores. Sin embargo, esta redistribución del ingreso no favorece en mayor medida a la población con menores ingresos. Como lo muestra la distribución del ingreso por quintiles en Argentina. Se observa que el quintil más rico (Quintil 5) disminuye considerablemente su peso en la distribución, pasa de representar el 62% en 2004 al 52% en 2014. Es decir, reduce su participación en 10 puntos porcentuales aproximadamente. En un sentido contrario, los quintiles 2, 3 y 4 aumentan su peso en 3 puntos porcentuales, mientras que el quintil más pobre (Quintil 1) aumenta su participación en tan solo un punto porcentual entre 2004 y 2014. Por lo tanto, durante el periodo de los Kirchner, si bien no se ha redistribuido el ingreso hacia el quintil más pobre, los demás quintiles si han aumentado su participación en el ingreso en detrimento del quintil más rico. [10] Lo que revirtió el aumento de la concentración del ingreso del quintil más rico en Argentina entre 1990-2002, periodo del auge neoliberal.
Gráfico 2: Distribución del ingreso por quintiles en Argentina1, 1990-2014.
Nota: 1) Los datos de los que se disponían corresponden al sector urbano. El ingreso de las personas está ordenado por quintiles de ingreso per cápita. El quintil 1 corresponde a las personas más pobres y el quintil 5 a las personas más ricas.
Fuente: CEPAL- Estimaciones propias con base en fuentes oficiales. Elaboración: Jonathan Báez.
La distribución de los ingresos en Argentina posee una tendencia hacia la disminución de su concentración. El índice de Gini de concentración de ingresos disminuye de 0.578 en 2003 a 0.470 en 2014.[11] No obstante, la riqueza parece tener una vía contraria. Así, en el caso de la propiedad de la tierra se observa un elevado nivel de concentración, con un índice de Gini de 0,83[12] en el año 2008 (seguramente articulado a las necesidades del capital agroexportador relacionado con la soja[13]). Respecto a otros activos productivos[14], se observa que en Argentina están concentrados en un nivel muy superior al de los ingresos con un índice de Gini de 0,740 en el año 2000[15]. Mientras que, según el Global Wealth Report, en el año 2016 el índice de Gini era del 0,787. Si bien ambos datos no son comparables en el tiempo por las distintas metodologías empleadas para el cálculo, si indican el elevado nivel de concentración de la riqueza que existe en el país. No obstante, lo que muestran es que la concentración de la riqueza se ha mantenido constante a pesar de la disminución de la concentración del ingreso.
Conclusiones
Es posible observar en el Kirchnerismo una mejora de las condiciones de vida de los trabajadores, expresado en un alza del nivel del salario mínimo real, así como una mejor redistribución del ingreso que beneficia a los quintiles más bajos de la población. No obstante, esta situación es posible o condicionada por el ciclo expansivo del capital, mismo que se observa en toda América Latina a partir del aumento de los precios de las materias primas (en el caso de Argentina se trata de la soja). Por otro lado, se observa que la riqueza está concentrada en niveles superiores a los del ingreso y, al parecer, se mantienen constantes. Por consiguiente, es posible mencionar que la estructura social de Argentina todavía mantiene el rasgo característico de propiedad privada de la riqueza en un limitado número de personas. En este sentido se plantea el siguiente cuestionamiento: si en el ciclo expansivo del capital es posible el arbitraje, durante una fase recesiva la redistribución de la renta se vuelve compleja y, dado que no se redistribuyó los activos productivos, ¿Es posible que exista una regresión en la distribución del ingreso, lo que probablemente se derive en un regreso a la concentración del ingreso que se observó durante el neoliberalismo, periodo en el que el quintil más rico concentraba cada vez una proporción superior?
Bibliografía
Alvaredo, Facundo, y Leonardo Gasparini. Recent Trends in Inequality and Poverty in Developing Countries. Documento de Trabajo Nro. 151, Universidad Nacional de la Plata, 2013.
Credit Suisse. Global Wealth Report 2016. 2016.
Cueva, Agustín. «El populismo como problema teórico-político.» En Ensayos Sociológicos y Políticos, de Agustín Cueva, 221-234. Quito, 2012.
GRAIN. «Hungry for land dataset.» https://www.grain.org/. Mayo de 2014. https://www.grain.org/attachments/3011/download (último acceso: 25 de Mayo de 2016).
James, Daniel. Resistencia e Integración: el peronismo y la clase trabajadora argentina 1946-1976. Buenos Aires: Siglo Veintuno, 2010.
Piketty, Thomas. Capital in the Twenty-First Century. Cambridge: The Belknap Press of Harvard University, 2014.
Singer, André. «Los sentidos del lulismo ¿Será el lulismo un reformismo débil?» Revista de Trabajo, nº 11 (2013): 77-99.
Solimano, Andrés. Concentración Económica, Heterogeneidad productiva, Políticas Públicas y Contrato Social en Chile. Santiago de Chile, 2009.
—. Elites económicas, crisis y el capitalismo del siglo XXI. La alternativa de la democracia económica. Santiago de Chile: Fondo de Cultura Económica Chile S.A., 2015.
Weyland, Kurt. «Clarificando un concepto: “el populismo en el estudio de la política latinoamericana”.» Diálogos, 2004: 9-50.
Los regimenes populistas (“socialistas del Siglo XXI”) no buscan la redistribución de la riqueza a los pobres, les basta los subsidios clientelares; lo que buscan es la redistribución de la riqueza a la nueva cúpula gobernante mediante la corrupción…