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El XVIII Congreso del PC de China fue realizado entre los días 8 y 14 de noviembre del año pasado y, como habíamos afirmado, no trajo novedades. Fue aprobado el informe de balance del período de 5 años, desde el congreso anterior, presentado por el secretario general que deja el poder, Hu Jintao, y se eligió el nuevo Comité Central.
El Buró Político (o Comité Ejecutivo) y el Comité Permanente del Buró Político (o Secretariado) son escogidos por el Comité Central. El Comité Permanente es la dirección, de hecho, del partido y de China. En marzo se realizará una sesión del Congreso Nacional del Pueblo, para refrendar al ya escogido nuevo presidente del país -el secretario general del PCCh, Xi Jinping, “electo” por el nuevo Comité Central-, y el primer ministro -Li Keqiang, miembro del Comité Permanente.
Participaron del congreso 2.305 delegados, que eligieron a 205 miembros titulares del Comité Central y a 171 suplentes. Todos los nombres de candidatos son presentados por la dirección nacional, no hay candidatos independientes. Los cuadros y funcionarios del partido, también indicados por la dirección, representaban a más del 60% de los delegados. La participación de las mujeres es irrelevante. En el nuevo Comité Central hay 10 mujeres, 3 menos que en el último. Pero, en el Comité Político, de 25 miembros, la participación de las mujeres mejoró: de una pasan a ser… dos. Liu Yandong, la única mujer señalada para ser incluida al Comité Permanente, quedó fuera. Por eso se dice que más mujeres chinas ya fueron al espacio que al Comité Permanente.
El propio congreso fue testigo de las transformaciones por las cuales China y el PCCh pasaron en los últimos 35 años. En 10 años de Hu Jintao en el gobierno, surgieron cerca de 250 billonarios en el país (millonarios ya existían a montones), de los cuales 7 fueron “electos” delegados. Uno de ellos, Liang Wengen, el hombre más rico de China, trató de ser uno de los ungidos al Comité Político. En el actual Congreso Nacional del Pueblo, los 70 miembros más ricos poseen cerca de US$ 90 mil millones, según Bloomberg News. Esto es, cerca del 35% de los billonarios de China son miembros del Congreso Nacional, que “de pueblo” no tiene más nada.
La lucha interna entre las fracciones deja al “rey desnudo”
Fue intensamente explotada por la prensa la disputa interna por el poder, al interior del PCCh, desde que el escándalo de Bo Xilai (dirigente corrupto, abusador del poder, que encubrió el asesinato del empresario británico Neil Heywood, encerrado en la prisión de Qincheng, Xiaotangshan) explotó. Fracciones internas, líderes hipotéticamente jubilados, con mucha influencia, movimientos entre militares, todo fue mostrado, destruyendo el mito de la unanimidad al interior del partido. Y mostrando, principalmente, que esta superestructura dictatorial no es inmune al avance de la lucha de clases en el país.
Surgieron, al primer plano, dos fracciones en esta disputa: la “gangue de Shanghai”, o “fracción de los príncipes”, jefaturada por Jiang Zemin, ex primer ministro en la era de Deng Xiaoping, a la cual pertenece Xi Jinping; y la fracción Tuanpai, o de la Juventud Comunista, de Hu Jintao, el secretario general que deja el cargo, muy golpeada por el escándalo que envolvió a Bo Xilai[1]. De los 7 miembros del nuevo Comité Permanente, apenas Li Keqiang es miembro de la fracción Tuanpai. Además, Hu Jintao renunció al cargo de presidente de la Comisión Militar Central, asumido por Xi, propiciando mayor concentración de poderes en las manos de la “gangue de Shanghai”.
Sin embargo, a pesar de la victoria de la “gangue de Shanghai”[2] en el congreso, hay una clara unidad en torno a la política de concesiones al imperialismo. Li Keqiang, por ejemplo, fue el principal representante del gobierno chino en la elaboración de un informe conjunto con el Banco Mundial, que propone la apertura del sistema financiero, cuyo contenido ya fue aprobado por el nuevo secretario general, Xi Jinping (lea abajo).
La actual configuración del Comité Permanente fue definida por la victoria del proyecto político de enfrentar el ascenso del movimiento de masas con negociaciones y concesiones parciales, contra el defendido por la fracción Tuanpai, de estabilidad a cualquier costo, y que tenía en Bo Xilai un candidato a “Bonaparte”. Una confirmación de eso es el cambio de posición del responsable de la Secretaría de Seguridad Interna: del Comité Permanente hacia un escalón inferior, el Buró Político.
Es verdad que dos de los más señalados defensores de las reformas políticas[3], Wang Yang, jefe del partido en la provincia de Guangdong, y Li Yuanchao, jefe del Departamento de Organización, no fueron señalados para el Comité Permanente, como parte de las negociaciones entre las fracciones. Wang Yang ganó proyección por adoptar una solución negociada con los habitantes rebeldes de la Villa de Wukan, después que ellos derrotaron a la represión policial y expulsaron a la dirección local del PCCh. Pero, se especula su nominación a uno de los puestos de vice-primer ministro, en el Congreso del Pueblo, en marzo, lo que le daría la posibilidad de ser portavoz de los “reformistas”, como fue Wen Jiabao.
Un gobierno más débil
El ambiente en que se da la sucesión en la cúpula del PCCh, nos lleva a la conclusión de que el próximo gobierno -que asumirá en marzo- será más débil que el actual.
En primer lugar, es fruto de la peor crisis desde 1989 y de negociaciones intensas para mantener una fachada de unidad en el partido, siendo obligado a hacer concesiones, como la no inclusión de Wang Yang al Comité Permanente. Si en 1989 la crisis fue cerrada con la masacre en la Plaza de Tiananmen y la derrota del proceso revolucionario, fortaleciendo la dictadura, ahora no hay derrota del movimiento y sin fortalecimiento, por haberse dejado brechas visibles en la principal base de la dictadura, el PCCh.
Xi Jinping y Li Keqiang tienen menor influencia que sus antecesores, en el aparato estatal. Antes de asumir el puesto de secretario general, Hu Jintao, ya había sido jefe del partido en dos provincias y Wen Jiabao tenía mucha experiencia administrativa y gran popularidad. Xi, por su parte, fue jefe del partido en Shanghai por apenas 8 meses, antes de su promoción al Comité Permanente y Li es conocido por su inacción, al frente de la provincia de Henan, contra la falsificación de productos, las explosiones en minas de carbón y las epidemias de Sida.
El nuevo Comité Permanente es de transición. En el próximo congreso, en el 2017, 5 de los 7 miembros serán sustituidos, si el sistema de jubilaciones de la vida política, a los 68 años, fuera aplicado. Sólo Xi y Li quedarán y, entre los futuros candidatos del Buró Político, la mayoría es de la fracción Tuanpai, manteniendo una “soga al cuello” de Xi, que podrá ser jalada si éste no consolida su poder.
Por último, y el más importante, será un gobierno que tendrá que enfrentar a un movimiento de masas ascendente, con los trabajadores migrantes a la vanguardia y nuevos sectores sumándose a las movilizaciones, como las llamadas nuevas clases medias. Además, la lucha por la independencia de las nacionalidades oprimidas, principalmente en el Tíbet, que encuentra en la autoinmolación de monjes su principal manifestación, no da señal de tregua.
Democracia a cuentagotas
La presión por reformas políticas de los sectores burgueses más liberales, ligados o no al PCCh, fueron fuertes en el período previo al Congreso. No cuestionaban al régimen de partido único, ni exigían libertad de organización política y sindical. Tampoco elecciones generales. Lo que quieren es, solamente, el relajamiento de la mordaza, con la creación de formas de presión externas al partido, para que puedan influir en las decisiones económicas y políticas, y que la división de las ganancias sea hecha de forma más “democrática”.
En la población, sin embargo, los sentimientos son bien diferentes. Según el periódico inglés The Guardian, millones de mensajes diarios, con críticas al Congreso, fueron colocados en internet. Algunos de ellos afirman: “La búsqueda de democracia no puede ser impedida, ellos no pueden impedirnos” o “Nuestro sistema político excluye la participación civil, la dirección central no tiene legitimidad”.
Es, en el medio de esas dos formas de presión que el PCCh trata de mantenerse en el comando, por un lado, con medidas inocuas, destinadas a aplacar la ira popular, como la reducción de gastos en viajes oficiales y apariciones públicas, de dirigentes, pródigos en utilizar alfombras rojas y otras pompas.
Por otro lado, medidas concretas para evitar explosiones populares, que puedan colocar al régimen contra la pared. Concesiones económicas parciales a huelguistas; cierre de fábricas contaminantes o aplazamiento de la construcción de nuevas fábricas, cuando hay movilización, muchas veces sin represión en masa; la política de la Federación Sindical de China, para canalizar las demandas laborales a los tribunales, para desviar las movilizaciones y la anunciada elección de delegados sindicales de base en Foxconn (ensambladora de iPhon e iPad), sin la interferencia de los gerentes. Todas esas tímidas decisiones son tomadas, como conviene a una dictadura, sin la participación popular, pero responden a la enorme presión ejercida por las masas en su búsqueda por mejores condiciones de trabajo y de vida.
El combate a la corrupción es prioritario
En la primera reunión del nuevo Comité Político, en el último día del congreso, Xi Jinping afirmó que la corrupción “sería fatal para el partido y el Estado”. Y, en la reunión de la Secretaría de Disciplina, él dijo que iría a “coger el poder a la cárcel y enfrentar tanto a los tigres como a las abejas”. En lenguaje más occidental, él diría que los corruptos irán presos, duela a quien le duela.
La web oficial del partido estampó: “La temporada de caza a la corrupción comenzó”.
Por otro lado, un bloguer respondió prontamente: “¡Ruego a tí, Xi, para no coger el poder a la cárcel ya! ¡Estamos todos aquí, en la cárcel! Si usted los deja entrar sin dejarnos salir antes, ellos van a golpearnos hasta la muerte”. El mensaje fue retirado por la censura…
En otro post, una caricatura llamada “cortando la corrupción”, muestra a un hombre en ropas medievales, que llora con un cuchillo en la mano, sangrando en la zona de sus propios genitales, que fue cortada. La censura también actuó.
En su viaje a Guangdong, Xi también envistió contra la corrupción reinante entre los oficiales del ejército. Un oficial reformado, miembro de la élite del partido, afirmó: “No será una gran campaña contra la corrupción. No se puede hacer mucho, sino el partido queda muy expuesto, y a los líderes no les va a gustar”.
En otras palabras, nadie cree en el éxito de esa empresa, que ya fue intentada por varios secretarios generales, incluso el anterior, Hu Jintao. La corrupción es tan vieja como el capitalismo, y eso es particularmente verdad en el caso de China. Una de las principales reivindicaciones de la revolución democrática, derrotada en 1989, era el fin de la corrupción. El capitalismo había sido restaurado hace poco más de diez años.
Y, 35 años después, la situación es aún peor. El Consejo de Relaciones Externas de EE.UU. estima que US$ 3,7 trillones salieron de China en forma de corrupción, crimen y evasión fiscal, en la última década.
No es que nada se hará, pues candidatos no faltan. La corrupción sale por todos los poros del régimen. Uno de los primeros blancos del alto escalafón es Li Chuncheng, uno de los 171 suplentes del Comité Central recién electo, acusado de tráfico de influencias. Otro de ellos, Wang Baolin, un funcionario de bajo escalafón, que acumuló una pequeña fortuna de US$ 3,3 millones, explicó: “Si yo no aceptase (las propinas), ofendería a mucha gente”.
Sin embargo, la alta cúpula civil y militar y los grandes empresarios no serán tocados. En los meses previos al congreso, varios reportajes de la prensa mostraron la construcción de imperios económicos por las familias de los dueños del poder, desde Bo Xilai, hasta Wen Jiabao y el propio Xi Jinping, sin que nada fuera hecho. Es por eso que la dictadura necesita decidir si cortará a su propia carne para salvar al resto del cuerpo, lo que parece bien improbable.
Lo que se busca es sacrificar a algunos chivos expiatorios para cortar los excesos e impedir que la corrupción sea desenmascarada a los ojos de la población. El pretexto de combate a la corrupción, también, será un arma importante en la guerra entre las fracciones del partido, como ocurrió en el caso de Bo Xilai, comprometido en un escándalo y expulsado del partido.
Aperturas cada vez mayores al imperialismo
El año 2012 asistió a la caída del crecimiento del PBI en China, de 9,2%, en el 2011, al 7,8%, según el FMI. Desde el año 2000, cuando el crecimiento del PBI fue del 8,3%, no se registra valor tan bajo. Además, el PBI chino cayó a una tasa mayor que el promedio mundial y que el promedio de los “países en desarrollo”. Sólo no cayó a una velocidad mayor que en los países desarrollados, debido a la debacle de Europa.
Pero, para alcanzar el 7,8%, el gobierno invirtió en trabajo no productivo: sobreproducción en diversos sectores industriales, que sólo servirán para aumentar las contradicciones internas de su economía. Algunos números hablan por sí: la capacidad ociosa de la industria pasó del 10%, en el 2000, al 40%, en el 2011; la sobreproducción de acero alcanzó a 200 millones de toneladas, en el 2012, más que la producción total de acero en el 2000 (128 millones de toneladas), generando, según la agencia Reuters, deudas del orden de los US$ 400 mil millones; se estima que apenas en Beijing hay cerca de 3,8 millones de inmuebles vacíos, un millón más que el número de casas desocupadas en todo EE.UU. Todo eso fue realizado con la ayuda de préstamos bancarios, que llegaron a US$ 14 billones, en los últimos 5 años, causando una deuda total, de las empresas, que puede llegar al 122% del PBI, en el último año, gran parte ya considerada irrecuperable, y a una caída del 11,4%, en promedio, en la ganancia de las empresas estatales, en el 2012. Para tener una idea, Italia tiene una deuda del 117% del PBI y enfrenta una crisis monstruosa.
La salida del gobierno chino es la misma que la de cualquier país capitalista semicolonial: pretende profundizar, aún más, las medidas favorables al imperialismo, ávido por un mercado donde pueda aplicar una cantidad incalculable de capital-dinero, sin posibilidad de inversiones en Europa y en EE.UU. Ahora, China propone hacer una reforma del sistema financiero, abriéndolo a los bancos extranjeros.
Se pretende permitir la liberación de las tasas de interés, la fluctuación de la tasa de cambio y la convertibilidad del yuan, garantizada por el gobierno chino. El flujo de capital por la frontera china será totalmente liberado, lo que llevará a una inundación de capital en exceso en EE.UU. y en Europa. Si es aplicada, esta será la mayor concesión hecha al imperialismo desde la propia restauración capitalista.
Pero, este cambio señaliza otro: la privatización de las empresas estatales, que tuvieron un gran desarrollo en el último período, para ofrecer oportunidades de ganancia al capital internacional. Este es el sentido político de la visita hecha por Xi Jinping a Shenzen, la ciudad que fue designada Zona Económica Especial -una zona franca para el capital internacional-, por Deng Xiaoping en 1979, al inicio de la restauración capitalista. Xi depositó una corona de flores en la estatua de Deng y afirmó que “reforma y apertura es una guía política la cual, el Partido Comunista, debe fijarse”.
Todas esas tareas no son nada fáciles, pues el gobierno encontrará una resistencia feroz entre los dirigentes de las empresas estatales y del sistema financiero, que no aceptarán ver la reducción de sus negocios -y de sus fabulosas ganancias- de buen grado. Pero, la mayor resistencia vendrá, ciertamente, de la clase trabajadora, pues las reformas implicarán una profundización aún mayor de su explotación como, por ejemplo, una nueva ola de despidos en las industrias y bancos estatales.
Perspectivas de luchas de los trabajadores
La clase obrera china viene acumulando victorias parciales económicas, y algunas políticas, desde el período anterior al inicio de la crisis económica mundial, en el 2007, cuando vivía un período de intensas luchas, huelgas y manifestaciones, principalmente entre los migrantes, que trabajaban en las miles de fábricas de productos baratos para la exportación, bajo condiciones inhumanas.
Con la crisis del 2008, se perdieron de 25 millones de puestos de trabajo. Las luchas disminuirán, pero no hubo derrota, y adquirirán características distintas. La juventud obrera pasa a la ofensiva, realizando huelgas por aumento salarial que se extienden a las multinacionales, como Honda, Wal-Mart y Coca-Cola. Muchas de estas luchas son coordinadas entre varias fábricas, por internet, mostrando una tendencia de organización sindical no vista en el período anterior. Una nueva y numerosa clase media urbana comienza a movilizarse, por democracia y por el medio ambiente. En varias ciudades, la población impide que se instalen fábricas, por ser consideradas contaminantes.
Según la Academia China de Ciencias Sociales (ACCS), el 30% de los incidentes de masas -huelgas, manifestaciones, rebeliones- se dieron por luchas anti-contaminación y demandas laborales, el 50% contra la expropiación de tierras de campesinos, por el gobierno y el 20% restante por causas no establecidas. Podemos computar, en ese 20%, las rebeliones contra gobiernos locales, luchas de las minorías étnicas, etc.
Las luchas no fueron en vano y abren, poco a poco, fisuras en el gobierno, obligado a hacer concesiones para no ver una explosión del régimen. Las huelgas resultaron en un aumento promedio del 12,5% de los salarios urbanos, superando al PBI y generando un aumento del ingreso familiar del 9,6%, después de descontar la inflación, dando más ánimo a la lucha.
Pero, la situación está lejos de ser satisfactoria. En el 2012, el 20% de las familias urbanas más ricas, consumían 5,1 veces más que el 20% más pobres, una expansión de 3,8 veces, en una década. Para las familias campesinas, los números oficiales son aún peores. En promedio, su ingreso, en el 2010, era 3,23 veces menor que el de las familias urbanas, con cerca de 100 millones de campesinos por debajo de la línea de pobreza.
La respuesta del movimiento es de más lucha. En enero del 2013 se asistió a una nueva oleada de huelgas de profesores, choferes de ómnibus y de taxis, empleados públicos y obreros, por aumento salarial, como dos huelgas de Foxconn, en Jiangxi y Beijing. En Jiangxi se obtuvo el 30% de aumento, elevándose el salario a US$ 350 mensuales. Esta victoria llevó, inmediatamente, a una fábrica de componentes electrónicos a la huelga y al anuncio de aumento del salario mínimo en algunas provincias.
Y, en el 2013, el escenario se pone más complejo. Se combinan el mantenimiento del ascenso con la profundización de la crisis económica en China y un gobierno más débil. La dictadura abrirá el país al imperialismo, con la privatización del sistema financiero y de las empresas estatales, que resultará en más ataques a la clase obrera, en especial a los trabajadores estatales.
La resistencia obrera y popular, con la posible entrada en escena de los trabajadores estatales, la lucha permanente de los migrantes contra la superexplotación y la lucha popular contra las fábricas contaminantes y contra la corrupción, colocan a la orden del día la profundización y una nueva ola de luchas y apunta a la necesidad de unificarla y politizarla, en la perspectiva del derrumbe de la dictadura.
Traducción: Laura Sánchez
[1] Para entender el contexto de las disputas internas en el PCCh, anteriores al congreso, remito al lector a los materiales sobre el asunto, publicados en la web de la LIT (www.litci.org): El congreso del PC de China es un juego de cartas marcadas, pero… y El modelo chino amenazado por la crisis y el ascenso obrero.
[2] Aunque la “banda de Shanghai” también sea llamada fracción de los príncipes –en alusión al origen “noble” de algunos de sus miembros, hijos de los viejos revolucionarios de 1949- no hay una división clara entre las fracciones. El propio Bo Xilai, y Li Keqiang de la fracción Tuanpai, son príncipes.
[3] El mayor exponente “reformista” es el primer ministro que deja el cargo, Wen Jiabao.
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