Abril 13 de 2017
El triunfo del Brexit en Gran Bretaña, el avance de las ultraderechas xenófobas en varios países de Europa y el triunfo de Trump, con sus ideas antiglobalizadoras y de fronteras cerradas en Estados Unidos, entre otros fenómenos, plantean profundos interrogantes en el mundo académico. David Harvey, profesor de la City University of New York (CUNY), sostuvo en el libro Una breve historia del neoliberalismo (2005) que el programa económico neoliberal era “inestable” y que el Estado tendría que “volverse más autoritario” para poder manejar las crisis que el modelo enfrentaría. Lo que ahora estamos viendo, explica, es “un movimiento hacia estructuras más autoritarias y un poder político sin la noción clásica del Estado-Nación”. Algo que ocurre porque “las desigualdades del neoliberalismo alcanzaron a mucha gente” y entonces se intenta ahora “ejercer control”.
Para Harvey, en Estados Unidos “el estado autoritario se expresa tratando de crear pánico, creando la figura de un enemigo amenazante. Así se creó el Islam como un enemigo y luego con la globalización se apeló a la inmigración”.
–¿El liberalismo está en crisis, ha muerto?
–Quiero señalar primero las diferencias entre liberalismo y neoliberalismo. El proyecto neoliberal sentó sus bases en 1970, con una versión particular del liberalismo para consolidar el poder de la clase dominante. Este proyecto se consolidó en el mundo bajo la promesa de que el libre mercado iba a beneficiar a todos. Pero lo que finalmente sucedió es que el proyecto neoliberal sólo benefició al uno por ciento y todo el resto fue dejado atrás. Así empezó a crecer la desilusión con el neoliberalismo. Lo que sienten es que el mercado de capitales ya no funciona para sus vidas y esto logró la alienación de muchas poblaciones en el sentido político. Yo creo que la gente está votando de manera muy loca porque está enojada. Lo manifiestan con un gran enojo.
–¿La gente cree que el sistema neoliberal ha fallado?
–Para ellos ha fallado, sienten que les han fallado.
–¿Cómo contribuyó la crisis del 2008 a este sentimiento de frustración?
–La ruta para llegar a esa situación fue la dificultad de encontrar lugares productivos para invertir capital. Así fue como desde 1990 se invirtió en el mercado de la propiedad y se comenzó a crear la burbuja inmobiliaria que inevitablemente explotó. Y no sólo pasó en EE.UU. sino también en Holanda y España, que sufrieron una crisis del mercado de la propiedad y el sistema financiero estuvo detrás. Pero acá existió un momento crucial en el cual el gobierno tenía dos posibilidades: apoyar y solventar a las personas que habían perdido sus propiedades o solventar a los bancos. Y eligieron los bancos. La gente perdió sus casas mientras al mismo tiempo veían cómo se ayudaba a los bancos y así fue cómo se generó un gran nivel de resentimiento. Hubo mucha furia. Y ocurre que el Partido Demócrata no es muy bueno articulando los deseos y necesidades de la mayoría de la población. Las personas quedaron alienadas en el medio de este proceso, porque ellos no supieron cubrirles sus necesidades y deseos.
–¿Por qué cree que el Partido Demócrata, que no es precisamente el más neoliberal en EE.UU., falló en no escuchar a estas personas que estaban frustradas, sobre todo en el “Estados Unidos profundo”?
–La base del Partido Demócrata originalmente fue el sindicato abierto, pero desde los 70 comenzó a perderla. El gran cambio fue en 1990. Cuando Bill Clinton asumió el poder, prometía asistencia sanitaria universal y todo tipo de reformas. Pero lo que en realidad nos dio fue el NAFTA, la reforma de salud se volvió más costosa y afectó especialmente a los grupos de bajos ingresos. También flexibilizó y desreguló las instituciones financieras. Clinton implementó en su administración una agenda neoliberal y abandonó a aquellos sindicatos que eran la base de su partido para trabajar con lo que se llaman las clases medias urbanas, que eran radicales en algunos temas sociales pero no en lo económico. Entonces, el Partido Demócrata viró hacia la centroderecha y abandonó las clases trabajadoras que antes eran la base de su partido. Lo que vemos ahora es que la clase trabajadora se ha rebelado nuevamente contra la versión Clinton del Partido Demócrata. El ascenso de Bernie Sanders sorprendió a todo el mundo rescatando las bases socialdemócratas y la gente que votó a Bernie Sanders finalmente no votó por Hillary Clinton.
–¿Parte de lo que vemos hoy es una especie de movimiento antiélite?
–Es una combinación de varias cosas. Vimos recientemente en EE.UU. una fuerte tendencia anti Wall Street. Una de las estrategias de Trump fue acusar a Hillary Clinton de estar muy cerca de Wall Street. Pero si uno mira a la administración Trump, todo su equipo económico es de Wall Street. El secretario del Tesoro y muchas personas de este gobierno están dejando al gobierno en manos de Goldman Sachs como en 1990.
–Trump ha dicho que la gran culpable de lo que está ocurriendo es la globalización. ¿Usted concuerda con esto?
–Una de las principales causas por la pérdida de trabajos para la clase media y trabajadora es el cambio tecnológico. Entonces gran parte de la clase política en vez de plantear este problema le atribuye la causa a los inmigrantes, una larga tradición en la política estadounidense. El miedo al extranjero se convierte en un modelo de pánico, sustentado en el miedo al inmigrante, al extranjero.
–¿Trump apeló al miedo para ganar?
–Sí, por supuesto. En 2005 llegué a la conclusión de que el programa económico neoliberal era inestable y en algún sentido el Estado tendría que volverse más autoritario para finalmente poder manejar esta crisis. Lo que vemos es un movimiento hacia estructuras más autoritarias y un poder político sin el Estado Nación. Esto es en parte porque las desigualdades neoliberales alcanzaron a muchas personas y entonces hay que ejercer control. Para ejercer este control se necesita de un poder ideológico que lo legitime. Esto es funcional al control de tiempos difíciles como fue la crisis del 2007 y el 2008, en el cual finalmente el poder neoliberal quedó intacto. Y ahora se necesita todavía más autoritarismo en el Estado.
–¿Cómo se expresaría el estado autoritario en este país?
–Aquí se trata de generar pánico con la figura de un enemigo amenazante. Así se creó el Islam como tal y luego con la globalización se apuntó contra el inmigrante. Hay una especie de fascinación con la idea del enemigo al que se debe resistir a cualquier precio. Es una forma de hacer política en EE.UU. que tiene 150 años de historia. Es la forma con la que EE.UU. genera pánico y la clase política la usa como amenaza. El Islam o el inmigrante son percibidos como aquellos que pueden destruir los valores estadounidenses. Esto forma parte del discurso político y es así como Trump llegó al poder: “Hagamos Estados Unidos grande otra vez”. Es decir, dejemos a los extranjeros afuera.
–Cuando Trump utiliza ese eslogan apela al pasado. ¿A qué momento quiere volver?
–El nunca ha especificado eso. Lo que dice es que hay que reconstruir EE.UU. en torno de la identidad nacional, que va a estar en contra del libre comercio y de quienes para él se opongan a los valores estadounidenses. El apela a esta retórica del pánico contra quienes se vistan o se vean como árabes o musulmanes o cualquier otro que quiera destruir el país.
–¿Es como apelar a la vuelta del “EE.UU. blanco”, sin negros ni inmigrantes, con las mujeres en sus casas?
–Sí, es como una idea sacada de las telenovelas que eran populares en los sesenta. Con la casa en los suburbios y todo lo que implicaba ese modo de vida, la cerca, el auto en el garage y todas personas blancas protagonizando la historia.
–¿Cree que es posible ser un país proteccionista en un mundo tan globalizado o es una idea un poco ingenua?
–Creo que el capitalismo está padeciendo una dificultad a nivel global. El capitalismo es un sistema que requiere expansión y crecimiento. Y por eso se necesita cada vez más y mayores inversiones y estructuras corporativas. Y yo no estoy tan seguro de que esto pueda continuar así. Por ejemplo, China en dos años, entre 2011 y 2013, consumió un 50% más de cemento de lo que consumió EE.UU. en 100 años. Y esto fue un proyecto de crecimiento que está conectado con la urbanización de China que encabezó un papel central reviviendo el capitalismo global. Si recordamos la crisis del 2007-2008, China incrementó el flujo de materiales y muchas industrias se recuperaron con el “boom” chino. Muchos se preguntan por el daño al medio ambiente que provoca tanto cemento; muchas ciudades en el norte de China tuvieron que parar sus actividades por dos semanas porque provocaron un alerta roja por la contaminación. Hoy existen problemas que no eran tales hace 100 años. Ahora el tema es que el beneficio se obtiene a través de los juegos de las finanzas. Si hacés una oferta pública inicial en Wall Street –a un precio menor que el resto–, y todos invierten, podés ser dueño de una compañía sin hacer nada; un grupo de personas puede hacerse inmensamente rico sin hacer nada. Las grandes riquezas se crean a partir de la manipulación financiera, el que apuesta a la producción no gana, entonces no hay oportunidades de trabajo. Si uno mira los índices de desigualdad, verá una clase media olvidada que es la que votó por Trump. Vieron cómo se construyeron fortunas en Wall Street y ellos no recibieron absolutamente nada. Fueron dejados de lado.
–¿El neoliberalismo económico fracasó en resolver el impacto de la automatización en el mercado laboral?
–No. Creo que el proyecto neoliberal precisamente propone el reemplazo de la fuerza del trabajo por el cambio tecnológico. En el área de la manufactura tenemos enormes problemas de industrialización. En Baltimore, en 1969, había 35.000 personas empleadas en la industria del acero y para 1990 sólo quedaban 5.000 produciendo acero bajo el sistema de automatización. Así fue como el trabajo perdió poder bajo el cambio tecnológico. La manufactura colapsó. Lo que pasa es que con la inteligencia artificial y las computadoras no sólo lo vamos a ver en los sectores que decíamos sino también en el sector servicios al igual que pasó en la industria de la manufactura. En EE.UU. ya no hay cajeros en los supermercados para cobrarte, debe hacerlo uno mismo. Tampoco hay empleados para que te hagan el check in en el aeropuerto; lo hacés en una máquina. Entonces todos estos trabajos serán inteligentes. Lo que viene es una mayor pérdida de trabajos en el sector servicios. Esto va a crear un enorme problema político y económico, porque ¿qué pasará con los mercados si la gente no tiene trabajo? Por eso los expertos de Silicon Valley promueven el salario básico universal: saben que la automatización lo que finalmente va a provocar es la suba de la desocupación y esta misma desocupación es la que va a destruir el mercado. De alguna forma tienen que revivir el mercado.
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