Crónica Popular
09 febrero, 2015
El libro El capital en el siglo XXI del economista francés Thomas Piketty (en adelante TP) se ha convertido es un éxito de ventas formidable, logrando impulsar una serie de debates que han trascendido los muros de la academia. Es de justicia reconocerle este indudable mérito al autor de un libro de más de 600 páginas. Publicado inicialmente en francés con Seuil, acaba de aterrizar en España de la mano de Fondo de Cultura Económica.
Resulta curiosa la diferencia entre la recepción del libro en el país del autor, Francia, y en el mundo anglosajón. Cuando fue publicado en su versión original, no tuvo un gran impacto, ni en el ámbito académico ni entre el público. Fue un libro más, porque al fin y al cabo abordaba un tema ya muy presente en Francia, no ofrecía un análisis novedoso, tenía debilidades teóricas, y las propuestas coincidían con las tradicionales en la izquierda (véase Tyler Cowen y Veronique de Rugy, 2014). Es interesante, en este sentido, preguntarse por las razones del éxito mediático logrado por esta obra tan extensa de TP. Como bien han apuntado otros (Nadal, 2014; Palley, 2014), al fin y al cabo el tema de la desigualdad ha sido analizado empíricamente por otros muchos autores. ¿Por qué entonces TP logra el reconocimiento que no han tenido otros? Una revisión de su planteamiento permite confirmar lo que muy bien expresan otros colegas. La economía ortodoxa hace tiempo que no se rebaja a discutir de tú a tú con economistas heterodoxos. Ello supondría reconocerles como economistas serios y contribuir a legitimarlos.
“Piketty es quizás esa persona. Su libro encuentra perturbadoras tendencias en materia de desigualdad creciente, pero sus herramientas analíticas y sus recomendaciones de política económica dejan mucho que desear. Los conceptos utilizados son los que convencionalmente utiliza la teoría económica neoclásica y han sido desacreditados en debates teóricos bien conocidos. La ignorancia de Piketty sobre estos debates es sorprendente porque tienen que ver precisamente con la definición de capital, palabra clave en el título de su obra.” (Nadal, 2014)
Roberts (2014) señala que el propósito de TP era “corregir el marxismo y reemplazarlo con sus propias ‘leyes fundamentales’, que implican que el capitalismo pueda funcionar con una adecuada política económica que reduzca las desigualdades. Por ello es recibido con aplausos entre los economistas ortodoxos anglosajones cuando se tradujo al inglés y la razón de que, probablemente, no lograra los mismos elogios en francés”. Si la economía dominante no tiene argumentos para una discusión en la que se demuestra su falta de rigor, directamente se suprime de los libros (la famosa controversia de Cambridge), y si se topa con realidades que no puede explicar, las bautiza como paradojas seguidas del apellido del autor. Y ancha es Castilla. Como en tantas otras ocasiones, parece que el sistema elige el interlocutor que va a hacer las veces de contrincante y lo eleva a la fama. Décadas atrás, entre los años cincuenta y setenta del pasado siglo, se produjo un intenso debate que TP prácticamente pasa por alto, y que se conoce como la controversia de Cambridge. Intervinieron los Cambridge de ambos lados del Atlántico sobre las inconsistencias del concepto neoclásico de capital. La parte norteamericana, neoliberal, salió derrotada, reconociendo la imposibilidad de evitar contradicciones, como reconoció el propio P. Samuelson. Pero ello no supuso problema alguno. Simplemente, el tema desapareció de los libros de texto, y TP lo despacha como una breve trifulca en la que faltaban datos. Deben ser los mismos de los que, según él, carece El Capital de Marx (un breve análisis sobre el tema para no economistas, en Astarita, Rolando (2010). “Dificultades neoclásicas debajo de la alfombra”, 20 de octubre. http://rolandoastarita.wordpress.com/2010/10/20/dificultades-neoclasicas-debajo-de-la-alfombra/)
¿Y quién es Piketty? TP es un economista francés especializado en el estudio de la distribución del ingreso y la riqueza, profesor de la École des Hautes Études en Sciences Sociales (EHESS) y de la Paris School of Economics. Políticamente se vincula a la ‘socialdemocracia’, a la sazón consejero de Ségolène Royale, candidata socialista a la presidencia en 2007. La mezcla es ilustrativa de lo que nos encontramos en el libro: un análisis de un economista que asume el marco analítico de la ortodoxia neoclásica pero que tiene algo más de conciencia social, por lo que señala ciertas críticas y realiza algunas propuestas de política económica. El éxito logrado por esta publicación y el tipo de debate generado resulta revelador de muchas cuestiones sobre la ciencia económica, y más en general por la izquierda que tenemos. En concreto, el estado lamentable que esta ciencia social tiene, y que se ve reflejado en los planes de estudio en las universidades, por los economistas más importantes y las argumentaciones que se lanzan al ruedo. Por extensión, resulta un logro que muchos le presenten como izquierdista, contribuyendo así a marcar, una vez más, los límites del terreno de juego en el que interesa que se lleve a cabo el debate. A pesar de todo, solo por haber contribuido al debate sobre la desigualdad, supone algo positivo.
El libro de TP aborda el funcionamiento del capitalismo desde la esfera de la distribución del ingreso, con una perspectiva de largo plazo. Constituye un extraordinario esfuerzo de trabajo empírico, que culmina una labor desarrollada durante años. TP demuestra que la distribución, del ingreso y la riqueza, se ha vuelto más inequitativa en las últimas décadas, y parece que la tendencia puede continuar. El planteamiento básico del libro es expuesto por TP en la primera página: cuando la tasa de ganancia del capital supera a la tasa de crecimiento económico, el capitalismo genera desigualdades arbitrarias e insostenibles. En consecuencia, según su autor, los valores democráticos y meritocráticos que sostienen estas sociedades se ven minados. Para ello desarrolla lo que denomina como leyes fundamentales del capitalismo.
Son varios los méritos que reconozco en este libro. En primer lugar, rescata el estudio de la distribución del ingreso conjugando análisis teórico y empírico. El autor alude a pautas o tendencias de comportamiento global de la economía, presentando una recopilación de datos que, en un ejercicio de honestidad y generosidad que no son comunes, pone a disposición del público en su web (http://piketty.pse.ens.fr/en/capital21c2) . Finalmente, se atreve a realizar predicciones futuras, poco alentadoras, llevando a cabo una serie de propuestas concretas para remediarlas.
Hay que valorar una cuestión que pareciera baladí en TP, pero no lo es, pues utiliza la palabra capitalismo. Sí, es cierto que debiera ser la norma, y es indicativo del estado de este campo del saber, pero un libro tan vendido en el que se habla de distribución, con la palabra capitalismo por doquier, y en el que se recomienda aumentar los impuestos a los más ricos, ya constituye un elemento positivo.
TP afirma y demuestra empíricamente que la desigualdad en términos de riqueza es superior a la que se deriva de los ingresos, lo que tiene implicaciones decisivas para las propuestas de política económica. La desigualdad descendió a partir del periodo de entreguerras, hasta el giro hacia el neoliberalismo desde los años setenta-ochenta del siglo pasado. Pese al incremento de la desigualdad en las últimas décadas, todavía es inferior a la existente un siglo atrás, antes de las convulsiones iniciadas por la I Guerra Mundial. En la actualidad, el 10% más rico posee el 60-65% de toda la riqueza.
El autor encuentra una relación entre la introducción de las políticas neoliberales y la acentuación de la desigualdad. Destaca un elemento concreto: los países que más han reducido los impuestos a los más ricos son aquellos en los cuales los ingresos de este grupo se ha incrementado en mayor medida. El análisis de TP ofrece a su vez sustento a quienes han levantado la bandera del 99% frente a una poderosa minoría del 1%, ya que el grueso del incremento de la desigualdad ha procedido de este pequeño grupo.
Critica, además, la ausencia de información estadística sobre la distribución del ingreso elaborada por instituciones oficiales. Es una cuestión muy importante porque contrasta la cantidad de indicadores financieros con la ausencia y falta de fiabilidad de datos sobre este tema, por ejemplo, información del poder adquisitivo de diferentes tipos de ingresos y de desigualdad que incorporen a los grupos más poderosos. No parece ser una omisión debida al azar. Resulta lamentable que sean organizaciones privadas las que elaboren este tipo de indicadores, demasiado sensibles e importantes como para dejarlos a estas instituciones.
Al analizar un libro de economía, es preciso revelar la perspectiva teórica del autor. Ello es importante para que el lector no economista sepa lo que tiene entre manos, y porque el marco teórico determina qué categorías se utilizan y cómo se llevan a cabo las relaciones de causalidad.
Aunque el autor no lo explicita como debiera, el fundamento teórico de TP es la teoría marginalista, axioma de la economía neoclásica. Para entendernos, la corriente del pensamiento económico dominante desde la década de los setenta del siglo XIX (de ahí el termino ortodoxia), la que se estudia en las facultades de Economía y el soporte ideológico de los libros que uno encuentra en las estanterías de las librerías en cuyo título aparece la palabra economía sin adjetivo después. Se identifica ciencia económica con el enfoque dominante, naturalizándolo.
Salvo las correspondientes críticas por parte de los más ortodoxos neoliberales, las valoraciones que ha recibido el libro por parte de algunos de los más importantes economistas del establishment han sido excepcionalmente elogiosas, tales como R.M. Solow, B. Milanovic, P. Krugman o M. Wolf. Ello, por supuesto, no puede ser casual.
De esta adscripción a la ortodoxia económica se derivarán unas determinadas categorías económicas, que se definen de una forma diametralmente opuesta a otras corrientes del pensamiento económico. Nos limitamos a mencionar dos elementos teóricos del análisis de TP que resultan indispensables para su desarrollo argumentativo en forma de lo que denomina ‘leyes fundamentales del capitalismo’: el stock de capital y la distribución del ingreso.
El primer elemento a tener en cuenta es el concepto de capital, que da título a la obra de TP. Marx (1857-58, I:273) comentaba que “es necesario desarrollar con exactitud el concepto de capital, ya que el mismo es el concepto básico de la economía moderna (…), de la concepción certera del supuesto fundamental de la relación, tienen que derivar todas las contradicciones de la producción burguesa, así como el límite ante el cual ella misma tiende a superarse.” En efecto, del concepto de capital de TP, y el uso que le da, se derivarán sus ‘leyes’ del capitalismo y las propuestas para su mejora.
Para TP, el capital es la suma de todos los activos que pueden ser apropiados e intercambiados en mercados: de carácter inmobiliario (residencial -viviendas), financiero, y lo que denomina como ‘profesional’ (planta, infraestructura, maquinaria, patentes…). TP asume el concepto ortodoxo del capital, y utiliza los términos capital y riqueza como sinónimos. Es un ejemplo evidente de lo que para Marx era una concepción fetichizada de las categorías económicas.
TP, como buen ortodoxo, confunde las características sociales de las categorías económicas con las particularidades propias del valor de uso de las cosas portadoras de tales relaciones sociales. Lo cual significa identificar el capital, en tanto que relación social de producción propia del capitalismo, con una serie de cosas (valores de uso), por lo que vale para cualquier época histórica, es decir, definiendo un concepto económico, que refleja un proceso social, con la forma material (de cosas como las máquinas, etc.) que adopta en la producción. Por eso TP señala que el capital en todas las civilizaciones proporciona servicios de vivienda y actúa como factor productivo.
Esta elección tiene importantes repercusiones para el análisis empírico de TP. Baste el ejemplo de la inclusión de la tierra y las viviendas en el stock de capital, que en el siglo XIX representaban una gran parte del ‘capital’. Maito (2014) demuestra la incidencia en el cálculo de la tasa de beneficio, que relaciona el beneficio empresarial con el stock de capital. Utilizando la misma base de datos que TP, deduce las partidas que no se pueden considerar como capital desde el marxismo (por ejemplo, las viviendas), y demuestra que la rentabilidad muestra una tendencia descendente en el período estudiado por TP.
Las carencias teóricas en la exposición de TP se manifiestan claramente en su análisis de los determinantes de los ingresos. Se aprecia una ausencia de solidez en la utilización de un marco teórico para el análisis de lo que, no olvidemos, constituye el objeto de su libro. Y conste que no lo señalo por mi desacuerdo con el enfoque neoclásico. Lo que sucede es que TP no expone claramente la teoría de la productividad marginal, su opinión y las posibles limitaciones, procedan de sus fundamentos o de la necesidad de completarla.
Muy al contrario de lo que sería honesto y deseable, TP la menciona como algo que se da por hecho mientras expone los datos, y ante paradojas que no logra explicar coherentemente, señala una aparente crítica que, en puridad, se limita a que resulta, para este autor, muy simplificadora de una realidad muy compleja. Pero insistamos, TP es un autor que analiza la distribución del ingreso desde la perspectiva neoclásica de la productividad marginal. Así, la distribución factorial del ingreso (trabajo, capital y renta) se corresponde con lo que cada uno produce o aporta. Como el precio de las mercancías resulta de la agregación de lo que cada individuo o factor productivo ha aportado a su producción, se puede afirmar que la distribución del ingreso es un caso especial de la teoría de los precios (véase Astarita, 2006). En este esquema no puede haber lugar para una concepción de la explotación, porque existe una equivalencia entre lo que cada uno aporta al producto y lo que recibe en forma de ingreso. Es la justificación de la armonía social, la ausencia de contradicciones, en definitiva, fiel reflejo de lo que Marx denominaba como economía vulgar, que encuentra en TP uno de sus más claros publicitadores.
“La tierra se convierte, así, en fuente de la renta, el capital en fuente de la ganancia y el trabajo en fuente del salario. Y la forma invertida en que se manifiesta la inversión real se encuentra naturalmente reproducida en las ideas de los agentes de este modo de producción. Es un tipo de ficción sin fantasía, una religión de lo vulgar. Los economistas vulgares –muy distintos de los investigadores económicos por nosotros criticados- traducen en realidad las ideas, los motivos, etc., de los exponentes de la producción capitalista cautivos en ella y en los que sólo se refleja en su apariencia superficial.” (Marx, 1861-63, III:403)
Por si existiera alguna duda, el economista francés B. Guerrien, experto en teoría económica y crítico de los fundamentos del enfoque neoclásico, analizaba la teoría de la distribución de TP en un libro de 2008 de la colección Repères, con el título de “L’économie des inégalités” (La economía de las desigualdades). En esa obra, TP defiende la teoría neoclásica de la distribución. Guerrien (2010) señalaba el discurso vago de TP, en el cual la teoría neoclásica de la distribución del ingreso nunca fue verdaderamente expuesta. ¡En un libro sobre las desigualdades! Sin embargo, continúa Guerrien, TP sustenta la principal conclusión: la eficiencia de la remuneración con la productividad marginal, lo que le permitía justificar su tesis central sobre la fiscalidad. Por tanto, no hay que luchar por mayores salarios ni por un Estado del bienestar, bastará con la fiscalidad. Debe ser la teorización económica de la Tercera Vía. Vistas las carencias de TP en ese libro, el análisis de este éxito de ventas sólo puede calificarse como una reincidencia manifiesta.
Como no es posible enfrentarse a esta ley tecnológica de raíz neoclásica que vincula dicha teoría al uso más eficaz de los recursos productivos, ¿qué puede quedar a la conciencia social de TP? Pues lo que mencionará otra vez en el libro que nos ocupa, la apuesta por una fiscalidad progresiva. Porque es cierto que TP es un economista con conciencia social. En verdad, los economistas serios, los que defienden el neoliberalismo, pero también los no menos serios que consideran que la intervención estatal puede lograr el equilibrio, tienen mucha conciencia social, del tipo idealista que complementa un análisis superficial justificativo del sistema capitalista. La contradicción entre su análisis económico y algunas de sus proclamas las señalaba B. Guerrien, y TP las vuelve a repetir: TP denunciaba en entrevistas las excesivas remuneraciones en el ámbito de las finanzas, pero ello contradice su marco teórico. ¿Es una excepción a la regla? ¿Por qué no habrá otras? ¿Sólo ocurre en las finanzas?
Así pues, pese a que TP se muestra extremadamente crítico con la teoría de la productividad marginal, no justifica que sea una teoría errónea, sino que existen casos que no puede explicar cuando no existen las condiciones ideales de libre mercado. Al introducir la hipótesis de ‘información imperfecta’, el concepto de ‘producto marginal individual’ resulta, entonces y sólo entonces, difícil de definir. La consecuencia de que no exista un capitalismo puro con competencia imperfecta es que ciertos grupos sociales podrán fijar su ingreso por encima de su productividad marginal. Así es como explica las elevadas remuneraciones de ciertos ejecutivos, ya que al estar en posición de fijar sus salarios, tendrán un incentivo natural para que sea generosamente superior a su productividad marginal. El alejamiento parcial de esa teoría por parte de TP no se deriva de sus fundamentos. Aboga simplemente por un modelo más complejo en el que se reconozca que la tasa de beneficio del capital también dependa del poder de negociación de las partes implicadas, por lo que el beneficio puede ser en ocasiones mayor o menor que la productividad marginal. Un extraordinario ejemplo de heterodoxia. ¡Tal es la explicación que nos da un economista de la talla de TP en su libro superventas!
TP altera no obstante algunos cimientos del enfoque neoclásico: se ocupa de analizar la distribución del ingreso como un fenómeno en sí, considera que el ingreso del grupo social que en mayor medida se ha beneficiado del neoliberalismo no se justifica con su productividad marginal, así como se opone a la meritocracia implícita en la ortodoxia al hablar de herencia. TP abre grietas, pero no para derribar, sino para reformar, aunque permite que entre el Sol y algunas miserias teóricas queden al descubierto. Sin embargo, de su análisis se colige que, en circunstancias normales y como generalidad, el beneficio depende de lo que aporte el capital en tanto que cosas. Esta productividad marginal en última instancia depende de su escasez. Si hay poco capital, el beneficio será mayor.
Un ejemplo de las inconsistencias teóricas de este autor se puede ver en una entrevista de la que reproducimos un extracto (http://potemkinreview.com/pikettyinterview/ ):
- Piketty: Yo no creo en el modelo básico neoclásico. Pero considero que es un lenguaje a utilizar para responder a aquellos que creen que si el mundo funcionara de esa forma, todo estaría bien. Y uno de los mensajes de mi libro es, primero, que no funciona así, y segundo, incluso si así fuera, las cosas serían todavía casi tan malas.
- Entrevistador: ¿Estás diciendo que a pesar de tu retórica estratégica para comunicarte con economistas neoclásicos sobre un marco en la que ellos se sienten cómodos, tu visión no es sólo que rechazas las explicaciones de la productividad marginal del ingreso para los que más tienen, sino también de forma general?
- Piketty: Sí, creo que el poder de negociación es muy importante para la determinación de las participaciones relativas del capital y el trabajo en el ingreso nacional.
Por tanto, TP muestra un esquema de valores cuando menos curioso, y además, el problema sigue sin resolverse. ¿De dónde surge la diferente capacidad de negociación? Constituye una descripción, pero no una explicación. Los que ganan más son los que pueden lograr ganar más. Perfecto. No producen más, pero pueden engañar y lograr ganar más. ¿Entonces hay o no explotación? De todas formas, creo que no cambia mucho lo expresado en el libro que analizamos. TP dice que el poder de negociación es muy importante, lo cual significa que puede alterar algo la determinación por la productividad marginal, no necesariamente que ésta no tenga relevancia.
Una parte esencial del libro expone lo que TP denomina como ‘leyes de funcionamiento del capitalismo’. No obstante, se muestra crítico de lo que denomina como determinismo económico en el análisis de las pautas de la distribución del ingreso, ya que entiende que la historia de la distribución de la riqueza se explica más bien por elementos como las guerras mundiales o la política económica (el neoliberalismo desde los años ochenta). Resulta sorprendente la carencia de una reflexión rigurosa sobre el concepto de leyes del movimiento y causalidad. ¿Qué entiende por determinismo económico? ¿Cuál es la relación entre la economía y la política? ¿Por qué no argumenta en torno a los diferentes tipos de factores que explican la distribución del ingreso?
El primer problema es que TP parte de una concepción de la economía según el enfoque neoclásico de la Economics, como si fuera una ciencia técnica, en lugar de una perspectiva de Economía política. Eso le lleva a ubicar categóricamente ambas dimensiones en compartimentos estancos, y como si fueran fuerzas de orden técnico. De ahí una tensión entre lo que para TP constituyen leyes cerradas y determinismo económico, frente a la indeterminación del ámbito de lo político.
A su vez, resulta increíble la falta de rigor de TP cuando pretende desmarcarse del determinismo económico mientras sustenta la teoría de la productividad marginal del ingreso. En puridad, se le podría achacar a él un enfoque puramente tecnológico de lo que constituyen relaciones sociales. Pero como quiere huir de lo que percibe como determinismo, y parece ser consciente de las implicaciones de su marco teórico, acaba en un eclecticismo voluntarista. Por ello, para TP la cuestión de la distribución de la riqueza acaba siendo una cuestión cuasi-política. No cabe extraer, pues, elemento alguno en el capitalismo hacia la convergencia, divergencia o mantenimiento de la desigualdad. El fundamento tiene un carácter subjetivo, en función de una negociación o pugna política entre individuos. En otras palabras, TP utiliza el enfoque neoclásico para abordar la economía pura, y luego le añade una dosis de realismo político para ver la resultante, pero sin explicar el lugar analítico que le correspondería a cada instancia. Por ello, serían sectores o ámbitos de la sociedad cuya apropiada gestión de su equilibrio permitiría que el sistema avance de la forma que se desee. Más que leyes del funcionamiento del capitalismo, lo que existe en verdad a juicio de TP son dos tipos de fuerzas que operan en el mismo plano, pero en dos sentidos opuestos. Veamos:
i) Hacia la convergencia:
Por una parte, existen fuerzas que impulsan el sistema económico hacia una reducción de las desigualdades. TP menciona la difusión del conocimiento y la inversión en formación y habilidades, así como la mayor demanda de trabajo cualificado procedente de las tecnologías productivas, junto al crecimiento demográfico. Resulta increíble juntar en tan poco espacio tan bajo nivel de argumentación, como si no fuera el proceso productivo el que estableciera la necesidad de mayo o menor nivel de conocimiento de la mano de obra. Según TP, no importa que haya empresarios y trabajadores, el conocimiento no solo nos hará libres, sino menos desiguales en términos de ingreso.
Por otra parte, la alusión al crecimiento demográfico resulta muy incompleta, a la par que cómica, pues habría que aclarar si se refiere a que un aumento de la clase de los más ricos reduciría su participación en la riqueza total, el tipo de relación entre la acumulación de capital y la demografía, y la experiencia histórica. Lo menos que puedo decir es que TP debería demostrar algo sobre lo que no ofrece argumentos.
ii) Hacia la divergencia
La primera fuerza polarizante que menciona carece de argumentación alguna. Se trata más bien de constatar que un grupo social (ejecutivos) que gana mucho dinero puede disponer de la capacidad de lograr incrementar sus emolumentos de una forma significativamente superior al promedio. La idea fundamental es que puede lograr más ingresos, no que sus ingresos tengan una naturaleza cualitativamente diferente a la de otros grupos, tampoco su relación con los medios de producción y, así, el lugar que ocupan en el proceso productivo. El problema es que esto es contradictorio con la teoría neoclásica de la distribución, por lo que debe ser una simple excepción.
La segunda fuerza divergente es la más decisiva, y a ella se dedica gran parte del libro: el conjunto de fuerzas derivadas del proceso de acumulación cuando el crecimiento económico es débil y la tasa de beneficio es elevada. Para ello exponen dos leyes fundamentales del capitalismo, y que abordamos a continuación.
La primera ley que expone TP es ?= r×?, donde ‘?’ representa la participación del beneficio en el ingreso nacional (B/Y) (beneficio relativo), ‘r’ es la tasa de ganancia o beneficio respecto del stock de capital (B/K), y ‘?’ el ratio capital-producto (K/Y). TP sostiene que es una identidad contable, válida en todos los momentos y lugares. Se puede ver, afirma, como una definición del beneficio relativo más que como una ley.
Resulta impropio de un autor como TP que quiera hacernos pasar por identidad contable neutral lo que en verdad constituye una expresión de teoría económica. Tiene razón Husson (2014) cuando le reclama proporcionar un sentido de causalidad a la expresión. TP trata ‘r’ como una variable dependiente, con entidad propia, y por tanto, como un rasgo o propiedad intrínseca de las cosas. Pero no ofrece explicación alguna sobre los fundamentos de la tasa de beneficio. Deberemos interpretar que ‘r’ responde a la productividad marginal del capital, es decir, a lo que producen las cosas-riqueza. TP se limita a asegurar que históricamente la tasa de beneficio ha tenido un nivel relativamente constante, aunque también afirma que es impredecible y arbitraria. Por tanto, no está sometida a presión alguna, al contrario de los que afirmaban los clásicos Smith y Ricardo, o Marx en el tercer volumen de El Capital. Parece evidente la profundidad de las lagunas teóricas de TP. El enfoque teórico es neoclásico, lo que implica una concepción puramente tecnológica de la rentabilidad del capital, mientras TP se opone al mecanicismo y después afirma lo contrario. Y es que no se puede estar a buenas con Dios y con el diablo.
En TP, el beneficio relativo es la variable dependiente, que se explica por la rentabilidad (r) y un indicador tecnológico de la producción (K/Y). Vemos que los salarios no juegan papel alguno para explicar el monto del beneficio. Es más, a partir de su ecuación, interpretamos que los salarios podrían ser el excedente o residuo una vez el capital se ha apropiado de lo que le corresponde, o que poseen una dinámica absolutamente ajena. ¿pero incluso cuando un grupo social tiene una capacidad de negociación tan importante? Aquí la oposición con la tradición de Ricardo y Marx es absoluta. Y añado: también con la forma en la cual las Cuentas Nacionales calculan el beneficio, como resultado de quitar los salarios al PIB. Curiosamente, que resulta coherente con Marx y en contradicción con la economía neoclásica en la cual basa su metodología. Como bien apunta Boyer (2014), la relación salarial, “la relación de dominación propia a la organización de la producción dentro de una economía capitalista”, está totalmente ausente en el análisis de Piketty.
La segunda ley del capitalismo es ?= s/g. Así, el ratio ?= K/Y depende positivamente de la tasa de ahorro (s) (parte del ingreso total que no se consume improductivamente) y negativamente del crecimiento del PIB (g). No olvidemos que el ratio ? era una de las variables explicativas de la primera ley. Lo que TP pretende explicar es por tanto el ratio K/Y, que es una materialización del proceso de acumulación de capital (incremento anual del stock de capital, es decir, inversión descontando depreciación), a partir de la tasa de ahorro y del crecimiento económico. TP rescata la expresión del modelo base del enfoque ortodoxo, expuesto por Robert Solow en 1956, por lo que se ha de tener en cuenta que esta segunda ley utiliza el instrumental teórico del modelo neoclásico de crecimiento.
Hagamos unos breves apuntes sobre las variables y la causalidad. En primer lugar, una de las categorías explicativas, el ahorro, sugiere una elección de individuos maximizadores de utilidad, por el cual se decide renunciar al consumo presente para posponerlo en el tiempo. Esta abstinencia justifica recibir un ingreso que lo compense, el tipo de interés. Así es como razona la economía dominante.
En segundo lugar, TP no señala nada respecto de la relación entre ahorro e inversión. Implícitamente, da a entender que considera que todo el ahorro se canaliza hacia la inversión, por lo que no puede haber crisis, ni dinero con valor intrínseco y, por tanto, atesoramiento, como señala Marx. No existe en TP una teoría de la inversión más que el flujo automático que fluye automáticamente desde el ahorro. Además, TP considera una tasa de ahorro (s) constante mientras cae el crecimiento económico (g), por lo que ambas variables son independientes. En definitiva, un enfoque microeconómico basado en las preferencias de los individuos y en su dotación de factores, de carácter psicológico y a histórico.
Para TP, esta ley se cumple para el largo plazo. Dado un nivel de ahorro y de crecimiento del PIB, entonces el ratio K/Y es el que se acomoda, tendiendo a converger con el ratio s/g. Resulta fascinante el juego de palabras y conceptos que emplea el autor. Dice que esta ley es el resultado de un proceso dinámico, y representa un estado de equilibrio hacia el que tiende la economía. Por tanto, lo esencial es que el capitalismo tiende hacia el equilibrio. ¿Que implica ello? En coherencia con el enfoque neoclásico, el capitalismo tiende a autorreproducirse, a crecer sin cesar. Las crisis no pueden responder a elementos endógenos al sistema económico, sino a factores exógenos que se introducen en la maquinaria sistémica y ocasionan interrupciones momentáneas del equilibrio. En verdad, lo único dinámico que encontramos en TP es que el equilibrio que menciona es una tendencia al largo plazo, por lo que está sujeto a ciertas alteraciones de corto plazo. En ellas, por tanto, reside el dinamismo de su análisis.
Además, ¿cómo es posible tomar como factor independiente el crecimiento del PIB, en lugar de considerarlo como el fenómeno que queremos explicar? Resulta que el marco explicativo de TP se refiere a las consecuencias del crecimiento del PIB, el cual no queda explicado. Como bien apunta Husson (2014), ¿por qué habría de aumentar el capital (mediante la acumulación) si la tasa de crecimiento del PIB está dada de antemano? ¿Cómo es posible que una elevada tasa de ahorro implique una menor tasa de crecimiento? En este sentido, incluso economistas ortodoxos como Krusell y Smith (2014) critican este supuesto por el que una tasa de crecimiento que se aproxima a cero no impide que la tasa de ahorro se acerque al 100%, ofreciendo evidencia empírica para el caso.
El problema que identifica TP, y que justifica la publicación de este libro, es que atisba en el largo plazo un crecimiento económico que seguirá siendo reducido, así como un menor crecimiento de la población. Esta dinámica, acompañada de una elevada tasa de ahorro, dan lugar a un incremento estructural en el largo plazo de K/Y, corolario de s/g.
Nos detenemos un momento en este ratio K/L. TP no ofrece un análisis pormenorizado de sus fundamentos, pero menciona sus determinantes: demografía, productividad, junto a la política económica. El elevado nivel de K/Y se explica por la ralentización tanto del crecimiento de la población (demografía) como de la productividad, así como por las medidas de política económica. En principio, aspectos, si no externos, sí al menos tangenciales respecto del núcleo del sistema económico. No obstante, el autor no explica los fundamentos de estos factores. Resultan ser elementos exógenos, dados, que uno se encuentra en la investigación empírica. Por tanto, resultan ser hechos prácticos producto del azar coyuntural.
Ahora bien, ¿resulta independiente la productividad del crecimiento del producto y la inversión? Aquí TP cae en el sempiterno error de la circularidad. Explica la distribución del ingreso por la productividad, lo que resulta tautológico en su enfoque teórico, en el que cada factor productivo es remunerado con un ingreso equivalente a su productividad marginal. Tanto argumento parea al final llegar a algo así.
Si K/Y aumenta, según evolucione la tasa de retorno ‘r’, la distribución del ingreso se hará más o menos regresiva (primera ley del capitalismo). Consideremos que ante el incremento relativo del factor capital, la teoría neoclásica de la función de producción predice una caída de ‘r’. La productividad marginal depende de la escasez/abundancia relativa de los factores, por lo que un incremento de relativo de la cantidad de capital presiona a la baja el ingreso del capital, el beneficio respecto de dicho capital ‘r’. En tales condiciones, si ‘?’ aumenta pero es compensado por la caída de ‘r’, el beneficio relativo ‘?’ podría permanecer igual. Es ahí donde interviene la propuesta analítica de TP, ya que señala que la tasa de beneficio ‘r’ no disminuirá lo suficiente como para evitar el incremento de K/Y. En la jerga neoclásica, esto significa que la elasticidad de sustitución entre capital y trabajo es superior a la unidad, porque el incremento de K es mayor que la caída de su ingreso ‘r’, el cual no se funda en un proceso de valorización (extracción de plustrabajo y apropiación de plusvalía, como en Marx), sino en una relación técnica sometida a la ley de los rendimientos marginales decrecientes.
Así pues, al final gran parte de la coherencia argumentativa de la explicación neoclásica que ofrece TP, si bien con añadidos eclécticos de carácter institucional o social, se reduce a su supuesto de la tasa de ahorro, junto a su idea respecto de la elasticidad de sustitución entre factores. Será este tipo de cuestiones, y no los fundamentos antes aludidos, lo que condense el tipo de críticas de los autores neoliberales. Por ejemplo, Krusell y Smith (2014) no comparten este supuesto por el que una tasa de crecimiento que se aproxima a cero no impide que la tasa de ahorro se acerque al 100%, ofreciendo evidencia empírica para el caso. En consecuencia, como apuntan estos autores, no se justifica la alarma de Piketty sobre el incremento de la desigualdad en el futuro, pues aunque ‘g’ caiga, se debe suponer, como hace TP, que el ahorro funciona de manera irreal y/o que ‘r’ es relativamente independiente de la cantidad de capital (Krusell y Smith, 2014)
Por otra parte, TP señala que existen dos elementos que pueden influir en el curso de K/Y en función de la composición del stock de capital: los recursos naturales y el precio de los activos. Igualmente, no existe análisis alguno sobre el papel de las finanzas en el capitalismo. TP lo menciona como un elemento externo que puede influir, pero sin precisar más al respecto.
En virtud de lo expuesto, TP alude a la desigualdad entre la rentabilidad del capital y el crecimiento del ingreso total (r-g) como fundamento de una tendencia hacia una creciente regresividad en la distribución de la riqueza. Esta desigualdad implica para TP que la riqueza acumulada en el pasado crece más rápidamente que el producto y los salarios, y por tanto, el empresario se convierte en rentista. Aclara TP que esta fuerza no depende de imperfecciones o fallos del mercado, pero que cuanto más perfecto sea el mercado, más probabilidad habrá de que dicha diferencia sea más amplia. La contradicción fundamental del capitalismo para TP, en definitiva, reside en la posibilidad de que durante un elevado lapso de tiempo r > g, lo que ocasionaría que la desigualdad aumentaría, ya que las fuerzas divergentes serían más poderosas.
La contraposición de ‘r’ y ‘g’, en los términos expuestos por TP, parece implicar que ambas categorías están determinadas de manera independiente. Es otro aspecto en lo que su enfoque se opone al de Marx, para quien la tasa de ganancia era el fundamento objetivo de la inversión, que a su vez condicione el crecimiento económico. Por eso que ‘r’ se coloque en Marx como variable dependiente de fenómenos tecnológicos y distributivos, y no al revés. A diferencia de TP, Marx desarrollara la ‘ley de la tendencia descendente de la tasa de ganancia’. Sin embargo, la desigualdad r-g es para TP una proposición histórica contingente, que es cierta en unos periodos pero no en otros. Al fin y al cabo, señala, todo depende de la tecnología (para que se utiliza el capital) y de las actitudes hacia el ahorro y la propiedad. En tales circunstancias, en su esquema analítico no hay rasgos objetivos del sistema al margen del comportamiento individual (psicología) y la dotación técnico-factorial de cada uno (tecnología). Considero que no cabe hablar de leyes del movimiento en el marco analítico de TP, sino elementos contingentes que dependen de la coyuntura particular. Explícitamente rechaza hablar de necesidad lógica absoluta. Por el contrario, es el resultado de una confluencia de factores en gran parte independientes unos de otros. Una explicación…. Contingente en sí misma.
En estas líneas he expuesto algunos de los elementos del análisis de Piketty. Lo primero ha sido aclarar que este libro es producto de un gran trabajo empírico, que ha permitido construir series de largo plazo sobre una cuestión esencial, la distribución de la riqueza. Pero hasta ahí el mérito que le reconozco al autor.
El marco de análisis tiene amplias lagunas, tanto por su utilización del enfoque neoclásico, como por las carencias que demuestra. Para TP la contradicción fundamental del capitalismo se localiza en la esfera de la distribución del ingreso. Pero no existe explotación, sólo una injusticia derivada de la herencia, que socava la democracia y la meritocracia. Tal es el avance de este autor frente a la apologética neoliberal, que culmina con la pretensión de un impuesto global. Aunque muchos pretenden ver en TP un heterodoxo, como hacen con P. Krugman, debe quedar claro que el fundamento económico es absolutamente coherente con el enfoque dominante que se enseña mayoritariamente en las universidades y es el que vemos en los analistas que aparecen en los medios de comunicación. Su objetivo: la justificación y defensa del capitalismo, soslayando cualquier alusión a la explotación. Con ello no se pretende desincentivar la lectura de este libro, muy al contrario. Simplemente, revelar el marco de análisis que en general estos autores presentan como evidente.
Ha quedado por analizar una cuestión muy importante. El título del libro pareciera recordar la gran obra económica de K. Marx. Pero curiosamente, no sólo TP no se ha tomado la molestia de leer El Capital, sino que muestra muy poco rigor atribuyendo a Marx una serie de planteamientos absolutamente ajenos a su pensamiento. En otro momento abordaremos esta falta de respeto hacia una ciencia social, la Economía política.
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Fuente: http://www.cronicapopular.es/2015/02/el-capital-de-piketty-o-la-justificacion-y-defensa-del-capitalismo/
[…] Fuente: lalineadefuego.info […]