UNA EXPLICACIÓN TERRITORIAL DEL VOTO EN LAS ELECCIONES PRESIDENCIALES 2017
Marzo 29 de 2017
Varios son los análisis que se han generado a lo largo de este proceso electoral en Ecuador. Hemos visto que existen diversos enfoques a través los cuales se ha intentado explicar los resultados, las estrategias de los candidatos y las percepciones e intenciones de voto de la población ecuatoriana a partir de las famosas encuestas. Sin embargo muy poco se habla del factor “Territorio” o del análisis “territorial” para dar luces y entender los resultados de los comicios electorales del 2017.
Al analizar los resultados de la primera vuelta electoral notamos que por un lado Moreno Pierde en casi toda la amazonia y la sierra centro y por otro lado Lasso pierde la totalidad de la costa, la sierra norte y el Azuay. Muchos analistas no darán mayor importancia a este nuevo mapeo electoral que marca nuevamente un ecuador dividido en términos de intención de voto después de casi una década transcurrida. Otros explicaran el hecho buscando responsabilidades en los mecanismos de estrategia y comunicación política. Sin embargo, es necesario también entender que existen dinámicas diferentes en cada territorio, ya sean estas económicas, socio–políticas y culturales, que no fueron pensadas en el momento de estructuración de la campana electoral y que terminan siendo factores explicativos de los resultados de febrero, los cuales mantendrán un tendencia similar el próximo domingo 2 de abril.
El análisis territorial fue el gran ausente y estuvo escondiendo varios de los ejes potenciales de la rearticulación de discursos de los candidatos y estrategias que hubiesen sido claves durante la campaña electoral en primera y segunda vuelta. Estas mismas dinámicas territoriales específicas son también las que han sido más o menos tomadas en cuenta, favorecidas y desfavorecidas por el actual gobierno en la ejecución de las distintas políticas públicas, programas y proyectos nacionales. La amazonia es una región fuertemente golpeada por el extractivismo y por la represión a la protesta social. Por su parte la sierra central es la cuna de la pobreza y pobreza extrema debido a la alta concentración de campesinos indígenas altamente afectados por la desnutrición crónica infantil y los planes de desarrollo rural integral no llevados a cabo por este gobierno.
En efecto, el territorio constituye un factor poco entendido en el país. Regularmente es visto y analizado únicamente como un soporte físico con límites geográficos en donde se deben aplicar políticas de manera unilateral y homogénea para combatir problemas generales como la pobreza, la desnutrición, la producción y el desempleo. En épocas de campana, el objetivo primordial es llegar a recorrer el país anunciando un plan homogéneo, y donde se piensa que las problemáticas son idénticas en la totalidad del país dejando pasar a segundo plano la problemática local. Es así que pocos llegan a entender que un territorio va mucho más allá, tratándose de una construcción social donde los actores locales a través de sus dinámicas internas propias y diferenciadas tratan dar solución a problemáticas complejas y específicas en los diferentes territorios del país.
En esta campaña se puede afirmar que ninguna candidatura partió de la idea que el Ecuador es un país altamente heterogéneo, con diversos tipos de territorios y problemáticas únicas no replicables ni en otros países ni en otras regiones del mismo país. Los problemas sociales y económicos fueron “estandarizados”, lo que produjo un escenario que todos conocemos, el del “baratillo de ofertas” a lo largo y ancho del país, incluso en zonas en donde se presentan demandas que estarían absolutamente fuera del libreto de los candidatos. Poco o nada se tomaron en cuenta los diálogos con las autoridades locales, gobiernos locales y colectivos civiles locales, quienes conocen de cerca las problemáticas propias a cada territorio y quienes han sido excluidos de los discursos y promesas de campaña. Esto en vez de haber favorecido una propuesta articuladora capaz de unir fuerzas en favor de un sistema compuesto por diversos tipos de gobernanza territorial.
Si bien estamos de acuerdo en que es indiscutible la necesidad de promover y exponer un discurso basado en la unión nacional, ya sea este anunciando políticas de empleo o de bienestar social, al pisar cada territorio, este discurso debe ser adaptado, moldeado y reformulado a partir de los diversos factores de diferenciación que cada territorio “impone” en la arena electoral. En numerosas ocasiones hemos sostenido que al no existir una estrategia política que integre la participación y voz de los territorios y las problemáticas locales en el discurso político de autoridades – en este caso de candidatos presidenciales – poco seria el éxito que se llegue a tener en una campaña política. Estamos hablando de un factor no comprendido ni integrado tanto a nivel de los planes de gobierno, ni mucho menos en las estrategias de campaña política.
Las elecciones seccionales del 2014 llegaron a mostrarnos con certeza que el centralismo pasaba factura al correismo. Eran más bien los viejos caudillos locales quienes integraron en sus discursos políticos algunos elementos específicos al territorio, llegando nuevamente a recuperar espacios antes dominados por el correismo, que se vio imposibilitado para dar respuesta a varios problemas tratados desde los escritorios ministeriales ubicados en la capital.
Los resultados de la primera vuelta nos acaban de mostrar que no es lo mismo hacer campaña política en ciertos territorios de la sierra centro que en otros territorios de la costa o específicamente de Manabí. De igual manera, no debería ser lo mismo construir un discurso político o una estrategia de comunicación política en zonas rurales de la provincia de Chimborazo que en zonas rurales de la provincia de pichincha.
¿Cuáles son las diferencias? Tratar de responder a esta pregunta requiere repensar la estrategia empezando por el mismo discurso del candidato pasando por la imagen del mismo, las posturas y los “habitus” corporales, al igual que el plan de acción en el donde se deberá integrar fuertemente lineamientos locales en respuesta a demandas únicas en un territorio dado. Sabemos que actualmente no nos enfrentamos a un proceso de elecciones seccionales, empero, la estrategia territorial de campana política no debe ser escatimada para evitar que un discurso centralista y estándar termine pasando factura a uno u otro candidato.
Para propósitos del artículo tomaremos como ejemplo ciertas acciones del candidato oficialista así como la intención de voto de la población con respecto a esta misma candidatura.
Ciertamente en varias provincias del país, el correismo gana ampliamente. Por ejemplo en las provincias de la costa ecuatoriana la población se mostró agradecida con la RC en temas de vialidad y empleo. No olvidemos que por aquí pasan proyectos estratégicos agro-industriales que generan “estabilidad”. Sin embargo, había efectos negativos para los mismos territorios y gobiernos locales que quedaron sin ninguna voz ni posibilidad de poder articular sus dinámicas endógenas. Se considera igualmente a esta región como zona de desastres naturales más o menos bien atendidos con la modernización del ECU 911 y un sistema de gestión de riesgos ágil aunque aun deficiente en ciertos aspectos burocráticos.
Igualmente la sierra norte es una de las zonas que más ha sido beneficiada en términos de vialidad y de acciones afirmativas tributarias. Aquí también varios proyectos educativos iniciaron con y/o sin éxito generando expectativas que actualmente se vieron truncadas con la recesión petrolera.
Pero justamente en otras zonas y provincias, donde las problemáticas locales no fueron entendidas por el candidato oficialista, el voto se convirtió en una herramienta dura de castigo a la revolución ciudadana.
Analizando algunas de las acciones de la estrategia oficialista, encontramos varios errores en los discursos elaborados de manera homogénea para la mayoría de áreas pobladas del país. Por ejemplo, un grave error cometido por el candidato oficialista fue homogenizar el discurso a través del cual pretendía ofrecer 40 universidades técnicas y no haberlo modificado en provincias como Loja, Azuay o Tungurahua, zonas de tradición académica, con elevados niveles de capital cultural y en donde ya existe una demanda “relativamente” satisfecha por la oferta académica existente. En esa misma línea, se movilizó esta misma oferta de campana y mismo discurso hacia provincias caracterizadas por el cierre de institutos técnicos producido durante el régimen de la RC, sin duda el caso de Cotopaxi y Santo Domingo sin dar opción a las peticiones ciudadanas de repotenciación de dichos establecimientos. En este contexto el ofrecimiento de apertura de nuevos centros académicos fue visto por la gente como una típica estrategia desesperada con el afán de ganar votos.
Bajo esta misma perspectiva, en lo que se refiere al tema de derechos humanos, el candidato oficialista construyo un libreto aprendido de memoria, el cual nunca debió haber sido ni siquiera pronunciado en ciertas provincias de la amazonia donde este régimen ya tenía rabo de paja (haciendo referencia a la represión de la protesta social generada en los últimos 4 años de RC) y donde este tipo de discursos fueron más bien considerados como una burla por gente perteneciente a pueblos y nacionalidades indígenas de la región amazónica.
“Sumak Kawsay” y pueblos indígenas, los grandes facturadores del proceso electoral.
Tanto se llenaron la boca hablando de Sumak Kawsay, tanto hablaron de aquella filosofía o paradigma de desarrollo post neoliberal que supuestamente encontraba sus orígenes en los saberes ancestrales indígenas. (Según Jose Sanchez Parga se trataba de un discurso nada revolucionario sino más bien “retro-evolucionario” similar a la coca, es decir estimulante….)
Hoy resulta triste y preocupante, y sin llegar a niveles de cinismo incluso cómico, ver que aquellas poblaciones con mayor concentración de indígenas de donde supuestamente provenían las ideas para la construcción de aquella bandera de lucha, terminaron castigando al gobierno del Buen Vivir. Gobierno que hasta tenía un plan del “Sumak Kawsay” del cual poco se llegó a cumplir en su segundo periodo de mandato. El gobierno del gobernante que hablaba quichua todos los sábados sufrió posiblemente uno de los más duros golpes al ser castigado duramente por el voto indígena y el voto rural.
Y es que esto demuestra que el famoso modelo construido en el “saber indígena y de los pueblos ancestrales” no fue nada más que una fachada multicolor que en su momento fue utilizada como cortina útil para cubrir el fracaso de políticas centralistas sin éxito de combate a la pobreza.
Estamos hablando efectivamente de la Sierra central y la Amazonia donde la concentración de poblaciones indígenas es la más elevada del país, e igualmente donde los índices de pobreza y pobreza extrema se encuentran en sus niveles más críticos sin ningún síntoma de evolución positiva, y donde se localizan los más elevados índices de desnutrición crónica infantil y planes de desarrollo rural integral no llevados a cabo por este gobierno.
No hace falta ser especialistas en la materia para ver que la piedra en el zapato del correismo en materia social se ha caracterizado por un plan de alimentación infantil escolar fracasado que no logró combatir la desnutrición crónica infantil en zonas rurales, un plan educativo estándar a nivel nacional que generó rechazo por parte de sectores indígenas, y un sector de la economía popular y solidaria que prometía inclusión y termino generando exclusión funcional al predominante modelo capitalista (negocios inclusivos, y compañía).
Y por otro lado está la Amazonia, una región fuertemente golpeada por el extractivismo y la falta de autonomía en la gestión de recursos locales para el desarrollo. Aquí se suma la severa represión a la protesta social mencionada anteriormente. Sin dudas el símbolo y la peor carta de presentación de la RC ha sido la explotación del Yasuní en donde se marcó fuertemente el clivaje entre los pueblos nativos y el gobierno. Se trata del claro ejemplo en donde la visión desarrollista “top down” nunca llego a ser superada pasando nuevamente factura al correismo en las urnas.
En materia productiva, el discurso oficialista fue el mismo en cada uno de los territorios rurales basándose en ofrecimientos de créditos, de incrementos de productividad, de cambio de matriz productiva y de repartición de tierras para campesinos. Pero no se suponía que el Ecuador ya había dado un giro vertical en materia de política productiva? Aquí se puso en evidencia la existencia de mucho escritorio y poco territorio. Programas estándares y un Plan Tierras elaborado desde los curules de unos cuantos asambleístas que sentían presión por parte de gremios empresariales capitalistas. Planes productivos estratégicos favorables a monocultivos rentistas y lejanos de los principios de seguridad alimentaria articulado al principio de la soberanía alimentaria (Cadenas de lácteos, maíz, biocombustibles, productos de exportación). Dejaron subordinados al sector campesino en los eslabones más débiles de las cadenas y dependientes de las fluctuaciones de los mercados internacionales, sin ningún control sobre el territorio y sin márgenes de acción para el desarrollo de iniciativas endógenas asistidas.
Se trata justamente de algunos de los puntos más críticos del actual régimen que no fueron pensados desde la óptica de análisis territorial, ni tampoco tomados en cuenta al momento de enfrentarse a una nueva contienda electoral.
El centralismo pasó factura
El centralismo a nivel de políticas publicas productivas y sociales les pasó factura al gobierno de la RC. La descentralización ha sido el gran ausente de las campanas de los candidatos (omitiendo la de Moncayo la cual si reflejó a traves de su plan verdaderos deseos en profundizar el tema).
Al final todo el discurso de campaña del candidato oficialista no fue nada más y nada menos que una réplica maquillada y coloreada de varios de los ejes mandatorios de los extintos PNBV’s. Esto nos muestra que se mantendrán los lineamientos de una visión “top down” del desarrollo, donde los mecanismos de acción en territorio eran concebidos y validados desde el escritorio por técnicos sin ningún grado de conocimiento en cuanto a las problemáticas locales y a las dinámicas internas de los actores territoriales.
Durante este proceso electoral fue indispensable pensar en refrescar el discurso expresando un necesario cambio hacia un modelo económico gestionado por los GADS que esté más acorde a las necesidades endógenas de cada territorio.
Ha sido una lástima presenciar que los debates sobre avances en materia de descentralización, desarrollo territorial y construcción de la política pública participativa y local fueron los grandes ausentes de las campañas de los candidatos presidenciales. No solo se trataba de la afinidad hacia un modelo de desarrollo descentralizado sino de un posible factor fundamental para la construcción de estrategias de campaña política que hubiesen marcado diferencias decisivas en la segunda vuelta electoral.
* Phd, Universidad de Paris Saclay – Investigador AFIT Ecuador – Profesor Visitante Flacso – Ecuador