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EL PODER POLÍTICO PRETENDE DIRIGIR EL CONTENIDO Y EL RUMBO DE LAS ARTES… Entrevista a Fernando Balseca*.

 Ivonne Guzmán y Santiago Zeas B.  El Comercio <www.elcomercio.com>

 12 mayo 2013

 

¿Cuál es su lectura del nombramiento de Paco Velasco como ministro de Cultura? En términos de política general, el Gobierno no sabe todavía qué hacer con el Ministerio y tampoco con la cultura. Creo que hay que esperar cómo se desarrollará su gestión, pero en principio no creo que su perfil sea el más adecuado.

  ¿Qué objeciones tiene? El Ministerio de Cultura es una estructura tan compleja, que todavía no se sabe qué rumbo darle. Por eso creo que una persona que haya estado presente en los debates vinculados con la cultura pudiera tener una mejor actuación, aunque se debe esperar.

 ¿Con Velasco aterriza en el área cultural la visión más radical de Alianza País? Indudablemente, pero el trabajo cultural demanda de una persona que tenga una visión crítica frente a las actuaciones del poder.

 ¿Por qué? No hay testimonio cultural en el mundo que no esté ligado a la idea de disidencia, desobediencia y desistimiento de ciertas formas del poder. Aquí hay una estructura del Estado que hace que los funcionarios que ocupan sus carteras respondan a un solo perfil. Pero la cultura necesita absoluta autonomía porque es el espacio ideal para dudar de lo que se hace, incluso para burlarse del poder.

 ¿El Gobierno ha tenido el afán de controlar esa esencia disidente de la cultura? Sí, por eso creo que no es un buen momento para juzgar a Velasco. Hay otras cosas que decir sobre la forma en que el Estado ha venido organizando a la cultura.

  ¿Qué ejemplos? El hecho que la Universidad de las Artes haya sido fundada desde el Gobierno hace pensar que la cultura es vista al igual que las empresas o las universidades. Es decir, que tienen que aportar de alguna manera en este proyecto del cambio de la matriz productiva. Por eso, me temo que la concepción del Gobierno sobre la cultura crea una serie de instituciones como mecanismos de control.

 Con esos indicios de afán de control, ¿Qué tipo de industria cultural le interesa impulsar al oficialismo? En la institucionalidad del país hay muchas dosis de fantasía. El tema de las industrias culturales aparece en el modelo de Alianza País, como si fuera cuestión de la voluntad decretar que la industria cinematográfica crezca. Por eso todas estas acciones tomadas desde arriba, sin un diálogo concertado crea expectativas problemáticas.

 ¿El Ministerio ha logrado crear lazos con los gestores culturales del país? El Ministerio tiene una existencia institucional innegable. Lo cuestionable es el modo en que estas instituciones consideran a los productores de cultura.

 ¿Cómo los considera? Como parte de un sistema que tiene que reproducir los intereses y la ideología del Gobierno. En medio del desbarajuste institucional del Ministerio se hacen cosas que no sé si son risibles o penosas.

 ¿Cuáles? Convocar a un concurso de cuento y caricatura con la temática del 30-S. Lo hacen como si el arte pudiera ser dirigido y sometido a ese cambio de matriz productiva.

 ¿El Plan de la Revolución Cultural contiene las políticas culturales del país? Ahí están, pero me preocupan temas como las inconsistencias sobre el papel del Estado. Las experiencias más importantes en el mundo han demostrado que el papel del Estado es crear condiciones para el desarrollo de las artes. Pero da la impresión que se pretende dirigir su rumbo y contenido.

 El Plan señala textualmente que su propósito es direccionar intelectual y moralmente desde la cultura para lograr la cohesión social del país.Esa es una declaración que preocupa. No es la primera vez que en el desarrollo de los Estados se proponen hacer de la cultura y las artes el lugar de la nueva moral pública de la transformación. Experiencias como la de la revolución cultural china -violenta y penosa- resuenan en nuestros oídos.

  ¿La asignación de fondos estatales afecta la independencia de la producción artística?  Las mejores expresiones culturales, teatrales, literarias, cinematográficas de los últimos cinco años no muestran aún un direccionamiento. Una de las funciones del Estado es proveer los fondos necesarios para el desarrollo de la creatividad. Así ha venido funcionando con los fondos concursables.

 ¿Es el mecanismo correcto? En principio sí, pero por el estado de la cultura política del Ecuador queda la sospecha de que los proyectos más independientes no siempre consiguen esos fondos. Debe existir una completa autonomía, que no parece posible.

 ¿Por qué?El Presidente no ha creado las condiciones para un adecuado clima de debate y discusión política, cultural e ideológica. Entonces, es difícil que un Ministerio que dependa de una gran voluntad entienda que no hay nada sagrado en la producción cultural popular, así como en las artes. Si desde la estructura más alta hay una cultura de subordinación, ¿por qué pensar que un Ministro con buenas intenciones va a poder salir de esa matriz de pensamiento? En esas circunstancias,  ¿es poco probable que un proyecto cultural ajeno a la visión del Gobierno sea financiado? Definitivamente. La principal pauta de concepción de la cultura en su sentido más amplio la da el Presidente, que es el principal educador del país.

 ¿Qué pasa con las expresiones culturales diferentes que sean excluidas por el Estado?  Encuentran otros espacios de reproducción y existencia. Pese a la inmensa maquinaria que posee el Estado, su presencia en las culturas y las artes no es total. Hay expresiones teatrales, escritores que no trabajan en esa lógica estatal

 Una manifestación cultural que no se apegue a la institucionalidad creada por el Gobierno, ¿correría el riesgo de ser tachada de subversión? Espero que no suceda eso. El día en que suceda estaremos llegando a un momento bien preocupante y de que esta nueva cultura política está produciendo un vaciamiento del sentido de las palabras. La palabra democracia deja de significar para ser entendida desde un contenido construido por el poder. La palabra debate tiene otro significado: debatir ahora es reunir a un conjunto de la sociedad, escucharlo y no hacerle caso. Eso pasa en las universidades, en los diálogos con los empresarios. Es como una ficción de democracia. El terrorismo, cuyo significado antes teníamos clarísimo, ha sido vaciado, igual pasa con ‘rebelión’. Esta es una conducta cultural preocupante.

 Hablamos mucho del Gobierno, pero ¿cuál es el papel que están jugando los intelectuales ante el escenario planteado por el poder político? Hay voces que han manifestado su preocupación por el rumbo que está tomando este ‘dirigismo’. Algunas de estas personas tienen una voz pública. Pero como hay ausencia de debate cultural, estas posiciones circulan de modo alternativo. Me parece que el ministro Velasco ha dicho que el Ministerio va a ser “para todos y todas”. Entonces quiero tener esperanza de que va a haber un diálogo, pero al mismo tiempo sé que su gestión va a estar determinada por la concepción que el Presidente tiene del manejo de la cosa pública.

 ¿Faltan voces críticas? Como sucede en los espacios universitarios, en el de ciertas ONG, en los sindicatos o las organizaciones de indígenas o de campesinos, porque hay temor.

 ¿Temor a que les quiten espacios, fondos o a qué? A todo. A ser señalado, a ser silenciado, perder el empleo, ser perseguido. Hay temor ante un poder político que se ha hecho tan grande y omnipresente. Hay, ciertamente, inconsecuencia con la historia, con lo leído.

 ¿En qué se refleja esa inconsecuencia? En que se ha constituido de antemano un equipo de iluminados que propician los cambios en todas las esferas. Se trata de una práctica de la cultura política que no nos hace bien, que no es dialogante, que es una práctica de imposición con látigo e intolerancia.

 ¿Esta actitud del oficialismo viene dada porque la mayoría de gestores culturales ha dejado en manos del Gobierno el financiamiento y lineamiento de las actividades culturales? Sí, el Gobierno tiene el respaldo o cuenta con el silencio para actuar de esta manera. Son temas que en la idea de la masa interesan poco.

 ¿Hay un renacimiento de la expresión cultural tras 6 años de inyectar dinero al sector? Creo que sí. Hay avances importantes y una noción más amplia de lo que es la cultura. Es cierto que antes era vista más como una expresión ilustrada y elitista; también hay una concepción importante del patrimonio tangible e intangible. Supongo que hay productores artísticos que están un poco más aliviados porque reciben fondos del Estado, pero creo que las grandes expresiones culturales solo serán posibles por fuera de estas determinaciones políticas.

 ¿Se sigue en la lógica de que el regalo de libros y la gratuidad en las artes escénicas son suficientes para acercar a la gente a la cultura? Sí. La gratuidad en la cultura es algo que se puede discutir. Con los reparos que se pueda tener respecto del proceso venezolano, el aparato editorial de ese Estado se ha preocupado de difundir lo mejor de la literatura latinoamericana; nosotros no hemos podido ni divulgar la literatura ecuatoriana.

 Aquí hay la campaña Eugenio Espejo. Aunque tiene contactos y alianzas con el Estado, esa campaña es fruto de una iniciativa independiente. Pero en Venezuela todos esos libros de venden a 25 ó 50 centavos de dólar. A mí me parece que eso es importante, porque hace notar que la cultura es un bien que tiene que costarle a uno.

 Después de que Raúl Pérez Torres acordase un nuevo modelo de gestión de la Casa de la Cultura (CCE), ¿hay motivos para preocuparse por la autonomía de la institución? La existencia del Ministerio es incompatible con la CCE, porque ya tenía un sistema, aunque debilitado y clientelar. Pero me parece que una producción cultural y artística viva no tiene que ver con un Ministerio. Hubiera bastado una profunda reestructuración consensuada de la Casa de la Cultura porque pertenece a un proyecto y una tradición histórica.

 ¿Cree que esa autonomía está en peligro ahora? Sí. Pérez Torres es uno de los grandes cuentistas ecuatorianos y sin embargo es capaz de escribir una carta lastimera, en tono de mendicidad, para pedirle al poder que por favor lo atienda.

*Fernando Balseca es poeta, ensayista y catedrático universitario.

Hoja de vida.  Su trayectoria.?Literato guayaquileño nacido en 1959. Coordinador académico del doctorado en literatura de la Universidad Andina. Su punto de vista.?El Gobierno tiene el afán que los gestores culturales reproduzcan su ideología en las diferentes expresiones artísticas. “Pese a la inmensa maquinaria que posee el Estado, su presencia en las culturas y las artes no es total.

 

 

Este contenido ha sido publicado originalmente por Diario EL COMERCIO en la siguiente dirección: http://www.elcomercio.com/politica/entrevista-FernandoBalseca-cultura-politica-PacoVelasco_0_917908233.html#.UY_Jv48rRnY.facebook.

 

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1 COMENTARIO

  1. Ojalá llegásemos a la cultura del incentivo, registro y difusión de aportes y soluciones a los problemas, estilo con el que un país puede ser potencia, potencia en ideas, propuestas, soluciones, etc.

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