Si sortea todos los escollos, aquel “hijo doctor” que soñaba Florencio Sánchez consigue graduarse del tercer nivel educativo y puede lanzarse a realizar estudios de postgrado como becario. Claro que el Programa de Fortalecimiento del Talento Humano, vigente desde 2007 bajo la órbita de la Senescyt, también atraviesa momentos confusos de la mano de la pandemia y el relevo presidencial. De hecho, durante su campaña, Guillermo Lasso propuso reformar la Ley Orgánica de Educación Superior (LOES), cerrar la Senescyt y reemplazar el sistema de becas por otro modelo cuando asumiera su cargo: el alboroto que causaron esas declaraciones entre los propios beneficiarios –13 mil internacionales, 25 mil nacionales- lo obligó luego a desmentirse, aunque no por completo.
“Cuando el programa de fortalecimiento comenzó, según datos del Banco Mundial, Ecuador tenía 65 investigadores por millón de habitantes, mientras que en Colombia había más del doble; luego de diez años, alcanzamos los 692 investigadores, un número representativo que está por encima del promedio de América Latina”, relata María Teresa Galarza, exbecaria e integrante de la Asociación de Becarios del Ecuador (Abrec), entidad que cuenta con cerca de 500 miembros.
Galarza puntualiza que este no es solo “un programa de becas”, sino que está pensado para conjugar varios horizontes como “relevo generacional”, “cambio de la matriz productiva” y “transferencia del conocimiento”, entre otros. Los problemas aparecen una vez completados los estudios, ya que los becarios internacionales deben regresar al país para cumplir su período de compensación por el doble del tiempo que duró su posgrado o maestría. “La satisfacción laboral del becario es muy baja. Cuando una retorna lo hace con muchos contactos, llena de proyectos e ideas, pero si en el país no existen las condiciones para desarrollar lo que quieres, es frustrante”, aclara Karla Rodríguez, presidenta de Abrec.
Pero tampoco se trata solo de “querer”, ya que si los becarios no trabajan ni compensan al estado, la Senescyt puede decidir la terminación unilateral del contrato y el cobro de la totalidad de la beca por vías legales. “Para no correr ese riesgo, detectamos que había gente que facturaba algo mínimo cada mes, con tal de registrar que estaba trabajando”, afirma Rodríguez. “Cuando revisamos los registros de la Senescyt, figuraba que casi la totalidad de nosotros tenía empleo, pero la realidad es muy diferente”, agrega.
Aquel descubrimiento fue el punto de partida de Abrec y de la realización de varias encuestas, que no solo evidenciaron las paradojas e inconsistencias del programa, sino que motivaron acciones de corrección. La investigación de 2020 –elaborada por Karla Rodríguez y Pablo Velasco, otro miembro de la organización-, por ejemplo, señala que solo el 51% de los becarios tiene empleo pleno, con un 27% de desempleo y un 22% de subempleo. A esto se agrega el hecho de que la situación laboral del Ecuador, siempre compleja pero hoy agravada por la presencia de la covid y la desidia oficial, no les presenta muchas alternativas estimulantes de inserción: solo el 10% de los becarios manifiesta su voluntad de permanecer en el país, luego de completar el tiempo de compensación.
“Este programa tuvo como pata floja el retorno: falta una política de inserción laboral de los becarios, en sectores estratégicos pertinentes a su formación, idealmente descentralizados, para evitar que la inversión realizada se convierta en un gasto”, analiza Galarza. Pero solo los esfuerzos individuales o colectivos –Abrec ha desarrollado varios proyectos de investigación y capacitación- particulares logran, actualmente, que algo de todo eso llegue a materializarse: el Estado, hasta el momento, no ha sabido capitalizar los recursos humanos que ayudó a formar en distintos puntos del globo, ni generar las condiciones para que su aporte resulte significativo en los sectores productivos del país.
De los privilegios a los menosprecios
De otra parte, la percepción de este grupo de profesionales como “privilegiados”, es un estigma con efectos contradictorios sobre la realidad que enfrentan, que a menudo roza el menosprecio. Rodríguez, de hecho, elogia el “tremendo impacto social” que tienen en sus lugares de origen los becarios de zonas rurales, o egresados de la educación fiscal y fiscomisional: “Hay entre ellos una movilidad intergeneracional muy alta, que permite cambiar poblaciones muy grandes. Si se quitan las becas se aumenta la brecha social, porque solo la gente de clase alta podrá pagarse estudios en el exterior”, advierte.
Por el contrario, la entrevistada percibe como “algo grave” el hecho de que “en los concursos públicos se observa una tendencia o direccionamiento hacia ciertos perfiles, sin dar posibilidades a nuevos profesionales”. “Espero que el nuevo gobierno, que tiene becarios en su gabinete (NdeR: Se refiere al ministro de Turismo, Niels Olsen), pueda corregir esto”, dice Rodríguez, cuya organización ya tomó contacto con las nuevas autoridades nacionales para coordinar posibles acciones conjuntas.
También, una presunta intención de “acabar con los privilegios” –cuáles y de quiénes, es tema para otra discusión- es lo que parece guiar las expresiones públicas de Guillermo Lasso acerca de este tema. “Está claro que la Senescyt ha tenido muchos errores, no se trata de defenderla como institución, sino de proteger lo que representa: la educación superior, la ciencia, la tecnología… Hoy, la I+D+i (Investigación+Desarrollo+innovación) es un eje fundamental para el desarrollo de todos los países”, remarca Rodríguez.
“La percepción de este grupo de profesionales como “privilegiados”, es un estigma con efectos contradictorios sobre la realidad que enfrentan, que a menudo roza el menosprecio. Rodríguez, de hecho, elogia el “tremendo impacto social” que tienen en sus lugares de origen los becarios de zonas rurales, o egresados de la educación fiscal y fiscomisional”
–Karla Rodríguez, Abrec
*Jorge Basilago, periodista y escritor. Ha publicado en varios medios del Ecuador y la región. Coautor de los libros “A la orilla del silencio (Vida y obra de Osiris Rodríguez Castillos-2015)” y “Grillo constante (Historia y vigencia de la poesía musicalizada de Mario Benedetti-2018)”.