En Pimampiro, al norte de Ecuador, miles de personas se reúnen antes de Pascua para intercambiar alimentos. El trueque se mantiene desde hace siglos.
Aquí presentamos un fotoreportaje del único mercado ecuatoriano que funciona completamente sin dinero. Al menos este día.
Pimampiro, Ecuador.- Nadie viene ni va con las manos vacías. Así es la costumbre en Pimampiro. Al Trueque del Sol del 12 y 13 de abril asistieron campesinos e intermediarios del sector, de otras provincias y del sur de Colombia. Inclusive estudiantes de la Universidad Central trajeron desde Quito algo para trocar, sabiendo que, en esos días, el dinero no tiene valor: lo que cuenta es el intercambio de plátanos con papas, de arvejas con aguacates, de piñas con zanahorias, de mangos con frijoles o de lichis con cebollas.
El cambeo, como le dicen los moradores más antiguos, se viene realizando en Pimampiro desde antes de la llegada de los españoles, es decir, ha sobrevivido a todos los intentos de conquista: las burbujas financieras, las crisis bursátiles, las crisis económicas y las guerras mundiales. El dinero -digital, en billetes o en monedas- está tan ausente como lo están los temores al hambre, a la corrupción o a los robos. Los banqueros tendrían una crisis aquí.
El siguiente fotoreportaje muestra a afroecuatorianos, indígenas, mestizos y gringos manteniendo una tradición que documenta cuánta riqueza hay en El trueque del Sol, riqueza que no proviene de los mercados financieros, de las bolsas de especulación o del crecimiento económico: proviene de nuestra tierra.
El exministro de Energía y expresidente de la Asamblea Constituyente, Alberto Acosta, explica la necesidad no sólo de salir de los combustibles fósiles, al ser uno de los principales factores de la carbonización de la atmósfera. Él señala que es una trampa pensar que la alternativa sea la movilidad eléctrica enfocada en los vehículos particulares. “No se trata sólo de cambiar unas fuentes de energía por otras para seguir haciendo más de lo mismo”, afirma Acosta, al contrario de lo que propone la transición energética corporativa.
El crecimiento de la denominada “movilidad liviana” eléctrica en el Ecuador empezó en el transcurso de las restricciones impuestas durante la pandemia por Covid-19 y se incrementó en los años posteriores gracias a la desregulación del sector: son vehículos accesibles económicamente, no se deben matricular anualmente (no tienen placa) y tampoco pagan IVA; sus conductores no necesitan licencia para conducir ni están obligados a usar casco homologado. Estos “detalles” los vuelven apetecibles en cuanto a requisitos y abaratan sus costos, aunque tanta libertad ha afectado en la calidad de motonetas y scooters que se importan. Y ensombrece su potencial como alternativa de movilidad ecoamigable.
La movilidad eléctrica sostenible propone reemplazar el auto a combustión por el de batería de ion litio, pero el cambio no es tan sencillo. La electromovilidad no es una autopista por la que un país pueda transitar sin una estrategia definida, de manera frenética, errática y desordenada: en el caso de Ecuador, hay muchas banderas amarillas en la pista. Las iniciativas para disminuir las emisiones de carbono en la movilidad necesitan de políticas de Estado; el mercado no se autorregula, sólo da espacio para que los más fuertes se impongan. Sin una causa común, un horizonte general, la movilidad eléctrica no llegará a ser sostenible y corre el riesgo de convertirse en una “transición energética corporativa”, sin impacto real a nivel masivo e intrascendente en la protección ambiental.