El blockbuster millonario y el documental de bajo presupuesto comparten más de lo que se ve a primera vista
Si durante la proyección de Leviathan (Lucien Castaing-Taylor y Verena Paravel, 2012) fue para mí extremadamente difícil sacar la vista de la pantalla para tomar apuntes, con Gravedad (Alfonso Cuarón, 2013) fue absolutamente imposible. Las dos películas representaron experiencias visuales y sonoras de alto poder; ambas me hicieron sentir que estaba dentro de ellas, completamente absorbida por la imagen y el sonido, emocionada por la historia narrada y más aún por la tecnología detrás de su construcción.
Leviathan, un documental sin diálogo, retrata la vida abordo de un barco de pesca masiva. El impacto visual se crea a través del uso experimental de la cámara Go Pro (una cámara de bajo presupuesto, usualmente utilizada en videos deportivos) y el movimiento anónimo y libre que esta cámara permite. Las cámaras se mueven de acuerdo al objeto o sujeto a las que están amarradas. No hay “perspectiva autoral” en su encuadre ni en su movimiento. Este anonimato, y el constante movimiento, crean un reto para el espectador. Tenemos que ver para saber dónde estamos y qué está pasando. Como resultado de ello el espectador se siente parte de la película, como si la cámara fuera su ojo, mirando a través de las rejas de una jaula. Cuando la cámara nos muestra un poco más (por ejemplo las gaviotas en el cielo), nos sentimos agradecidos, libres, vivos. De repente, nos damos cuenta que estamos en medio del océano, a la deriva, sin que nadie nos sostenga. Sentimos el peligro que nos rodea, olemos la sangre de los peces, el movimiento de la cámara crea una sensación de náusea similar a la de navegar en barco.
Con Gravedad, un film de ciencia ficción sobre una astronauta perdida en el espacio, también tenemos esa sensación angustiante y, al mismo tiempo, totalmente satisfactoria de estar ahí. Como en Leviathan, esta impresión se crea a través del uso de la cámara. Alfonso Cuarón, conocido por sus secuencias largas y fluidas -hechas en cámara- por primera vez transporta su estilo cinematográfico al espacio y, gracias al uso innovador de la tecnología 3-D, logra una de las películas cinematográficamente más emocionantes de la historia del cine.
En Leviathan, los protagonistas son irrelevantes. Si hay algún protagonista este sería el barco o la misma cámara. El espectador se siente dentro de la cámara, como si el mismo fuera la cámara. El elenco de actores – Sandra Bullock y George Clooney- pareciera sugerir que Gravedad tendría un trato totalmente distinto de los protagonistas, pero no fue así. A pesar de tener personajes protagonizados por dos de los actores más reconocidos del cine actual, la película jamás deja que los personajes se apoderen del contexto en el que están.
Richard Brody dice que en ambas películas las personas son “environmental furniture” (muebles ambientales). Mi lectura del tratamiento de los personajes no es tan fría. Para mí, aparte de las tomas largas, el estilo cinematográfico de Cuarón se caracteriza por construir personajes que jamás están separados del contexto o entorno en donde se mueven. No son meros “muebles”; pero tampoco son individuos superiores a su ambiente, o desconectados de este.
Tomemos como ejemplo a Y tu mamá también. En esta película los personajes principales (protagonizados por Gael García Bernal y Diego Luna) son excelentes; tal vez de los más memorables en el cine latinoamericano de ficción. Sin embargo, a través de la película hay varias secuencias donde la cámara –actuando con “voluntad propia”- se aparta de los personajes para mostrarnos el contexto en el que habitan. Al principio, este movimiento de cámara es acompañado por una voz omnisciente, un narrador que, en un tono sereno, habla sobre los personajes, sin juzgarlos. Al moverse libremente –sin motivación narrativa- la cámara se vuelve un personaje más dentro de la película, tomando la perspectiva del director. Poco a poco, la cámara sigue su movimiento autónomo con cada vez menos acompañamiento de la voz del narrador. La cámara se acerca o se aleja, sin estar regida por la voz del director. Es decir, la cámara deja de ser la perspectiva del director y en un momento dado –tal vez cuando ya estamos totalmente sumergidos emocionalmente en la historia – la cámara toma la perspectiva del espectador.
Dándole la espalda a la cámara, Luisa (Maribel Verdú) selecciona una canción en la rocola, y luego se da la vuelta y baila hacia la cámara, mirando directamente al espectador con una mirada seductora, mientras la cámara se mueve hacia atrás en un tracking al ritmo de sus pasos. Esta inolvidable escena reafirma el pacto entre película, director y espectador donde Cuarón invita o interpela al espectador a participar en su creación.
En Gravedad, ahora armado con la tecnología 3D y usando nuevas herramientas, que tuvieron que inventar para hacer la película con un presupuesto limitado, juega y experimenta con este cambio de perspectiva de manera mucho más controlada y sutil. En el Festival de Morelia, Cuarón explicó muy detalladamente su técnica cinematográfica y el pensamiento detrás de su proceso:
Empezamos la película de una manera objetiva. Como si estuvieras viendo un documental, casi banal. Hasta que todo este desastre sucede y el astronauta empieza a girar. Lo seguimos objetivamente. Pero eventualmente la cámara se amarra al personaje, entonces ahora la cámara está girando con el personaje. Eventualmente la cámara entra al casco del personaje y se convierte en el punto de vista del personaje. Entonces cambia de tercera persona a segunda persona. Pero la intención era que cuando la cámara salga del caso, la cámara ya no es un punto de vista (primera persona) o tercera persona (objetivo) sino la cámara se convirtió ya en el punto de vista del público. La cámara empieza a ser regida por las mismas leyes de física que los astronautas que está siguiendo. La cámara empieza a flotar, a girar, dando más la impresión que estás en el espacio.
En Gravedad, como en Y tu mamá también, después de esta secuencia magistral la protagonista (Sandra Bullock) mira seductivamente a la cámara, invitándole al espectador a participar activamente en lo que está viendo. Como si nos estuviera diciendo: “Sí, estás viendo esto”. Te recuerda que estás en una sala de cine y que estás viendo una película, y al mismo tiempo, como en broma, te das cuenta de lo hipnotizado o manipulado que estuviste hace 10 segundos. Es como en “Psycho” de Hitchcock donde, después de la famosa escena en la ducha, mientras Norman Bates limpia la sangre del piso del baño, la cámara se aleja del protagonista y se mueve hacia el dinero sobre la mesa de luz. Más que una clara demostración de “la mano” del director (que también lo es), lo que estamos viendo es –en las palabras de la historiadora de cine Jeanine Basinger- el saludo de parte del director hacia el aplauso del público después de una gran secuencia. Un recordatorio del acto de estar viendo una película que no te quita la emoción de estar ahí, al contrario, solo la intensifica.
A diferencia de sus películas anteriores donde el contexto, ya sea político, social o económico, de los personajes es demostrado con movimientos de cámara que –normalmente van acompañados con música o una voz en off- crean una suerte de pausa en el diegesis de la película (Y tu mamá también) o están en el fondo (Children of Men), en Gravedad el contexto no existe dentro de una pausa ni en el background sino que está intrínsicamente entretejido con la emoción del argumento de la película. En Gravedad el contexto no es ni un país (México) ni una crisis mundial (que no se pueda tener hijos). No sabemos bien que está pasando en la Tierra (me imagino que las cosas no están mejores que en Children of Men) y tampoco importa. El contexto es el espacio, o la falta de contexto. Es el abismo mismo. Y los personajes están íntimamente atados a este espacio infinito, al silencio que en un momento calma y en otro, desespera.
La cámara fluida se mueve constantemente entre los personajes y el espacio, entre tomas subjetivas y objetivas, entrando dentro del casco de los astronautas para mostrar su perspectiva y en la misma toma, mostrando al personaje pequeño y solitario, perdido en la enormidad del espacio. El efecto es impactante. Quizás por primera vez vemos la tecnología 3-D utilizada con una intención original: para hacernos sentir que estamos ahí, viviendo lo que viven los personajes (y más). Como ellos, estamos incómodamente atados a un cordón umbilical que flota violentamente por el espacio. Como ellos, esquivamos escombros navales. Sentimos sus lágrimas, compartimos su náusea. Y jamás olvidamos donde estamos. El contexto – el espacio- no es una pausa ni un backdrop para el diégesis. El espacio es el diégesis.
En esta última película – más que en las anteriores- Cuarón logra encontrar una narrativa que le permite desplegar mejor la forma (la técnica) con la que ha experimentado a lo largo de su carrera cinematográfica y que ahora es complementada por la tecnología 3-D. Este perfecto encuentro entre contenido y forma eleva Gravedad al nivel de obra maestra.
Se podría argumentar que esta unión de contenido-forma que vemos en Gravedad también la tiene Leviathan, y con un presupuesto menor (el presupuesto de Gravedad se estima en $100 millones de dólares; no conozco el presupuesto de Leviathan pero considerando que se filmó con cinco cámaras Go Pro -que cuestan aproximadamente $300 cada una- y en un contexto académico –los directores forman parte del programa Sensory Ethnography Lab de Harvard University) no creo que sea equiparable).
Leviathan logra crear el mismo impacto netamente físico en el espectador –náuseas, hipnotización, fascinación, el no poder sacar los ojos de la pantalla porque sientes que jamás has visto estas imágenes antes y jamás las volverás a ver – todo esto y sin el recurso de 3-D ni de 100 millones de dólares. La(s) cámara(s) te acercan y te alejan en la misma toma, cambiando constantemente de perspectiva (como hace Gravedad), con la diferencia que en esta percibimos que estamos viendo algo “real”. El impacto –el asombro- es tal vez más grande en Leviathan que en Gravedad por el hecho de ser un documental.
A pesar del excelente manejo de la cámara y las secuencias largas (que son reales, es decir, hechas-en-cámara), el espectador jamás olvida que las imágenes de Gravedad son construidas en un estudio. La larga lista de créditos al final de la película dan testimonio de esta gran labor de equipo y tecnología. En Leviathan, no es así. Claro que hay una cámara a través de la cual percibimos, pero no dejan de ser imágenes que vienen desde la “realidad”. No es mi intención ni interés valorar las imágenes de una película sobre las imágenes de la otra; ambas películas son bellas y terroríficas, innegablemente innovadoras y pioneras en su forma. Estoy segura que algún día ambas películas serán estudiadas por su forma como Psycho. Sin embargo, es interesante observar como dos películas tan distintas –en su producción, presupuestos, tamaño de equipo, etc.—tienen tanto en común con respecto al impacto que causan en el espectador. Que una sea vista por millones de personas en salas comerciales e internacionales y que la otra solo se proyecte en festivales y espacios de cine-arte es otra cuestión…