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jueves, noviembre 21, 2024

TRIBUTO: Darwish, los salmos del éxodo

Por Alejandro Moreano*

 

¡Jerusalén, si yo de ti me olvido, que se seque mi diestra! 

¡Mi lengua se me pegue al paladar si de ti no me acuerdo, 

si no alzo a Jerusalén al colmo de mi gozo! 

Salmo 137 (Antiguo Testamento) Balada del desterrado.

 

Durante el 2004, el poeta palestino Mahmud Darwish dio recitales poéticos masivos en Jordania, Rabat y El Cairo, y obtuvo varios premios, entre los cuales el Príncipe Claus de Holanda, dotado con 100.000 euros, por “su obra poética (…) en la que plasma su experiencia personal de poeta en el exilio con un lenguaje sobrio pero poderoso, y logra crear belleza en unas circunstancias difíciles”. Adonis y Darwish, los dos más grandes poetas árabes contemporáneos, han sido mencionados constantemente entre los candidatos al Premio Nobel. 

Heredero de la antigua poesía árabe, en particular de Al-Mutanabbi, y de la poesía árabe moderna, en especial de Badr Shakir Al Sayyab, y de los salmos bíblicos, Darwish es el poeta de la Nakba palestina. Las fases de su poesía han estado signadas por los tres grandes destierros -el primero de la Palestina histórica, luego de Jordania y Líbano-, y por la ocupación israelí de Gaza y Cisjordania, una vez que pudo regresar a su patria en 1996. 

Lejos de mi lejanía

“Si, al-Sayyab me hace recordar que la poesía es experiencia y destierro, dos hermanos gemelos”: Darwish es uno de los mayores poetas de la historia que ha explorado, en imágenes deslumbrantes, la profundidad existencial, simbólica y metafísica del exilio. 

En uno de sus poemas escribe una de esas imágenes resplandecientes: Lejos de mi lejanía. Si el hombre es un ser de lejanías, lo es a partir de un centro. El exiliado, inmerso en flujos incesantes espacio-temporales, se halla perpetuamente lejos de ese centro desde el cual podría experimentar su lejanía. Después de todo, su patria ha dejado de existir sobre la tierra – Mi patria no es más que una maleta- y él, al ser reducido a un pasaporte, en el que no caben: 

“Todos los pájaros que siguieron mi palmera /(…) Todos los campos de trigo / Todas las prisiones / Todas las fronteras”, ha perdido su nombre y su identidad”. 

Las imágenes del exilio son el camino -“en el camino hay espacio para el éxodo”-, el viaje infinito, las estaciones -“no nos gustan los trenes cuando sus estaciones son nuevos exilios”-. En “Aeropuerto de Atenas”, el viaje infinito, en una extraña alucinación, asume la imagen de haber estado siempre allí en el interminable ir y venir del éxodo. 

El desplazamiento incesante produce extrañas paradojas en las vivencias de espacio y tiempo. A la manera de César Vallejo -“moriré en París con aguacero / un jueves del cual tengo ya el recuerdo”-, Darwish columbra su muerte:

He visto la última despedida.

El poeta recuerda el futuro: Despedida para lo que vendrá. Pero, el futuro -incluso si éste es la muerte- es el comienzo: 

“Estamos / aquí desde hace poco/ y dentro de poco alcanzaremos la flecha del comienzo”. 

Mas, el comienzo no es solo el origen, la patria imposible. Las paradojas del tiempo se transforman en paradojas del adentro y del afuera, del mundo y del alma: Andaré este largo camino, este camino tan largo, hasta el final / hasta el final del corazón. Encerrado en el metro cuadrado de cárcel, y ávido de la vastedad del mundo entero, clama sin embargo: “La puerta no tiene puerta pero yo puedo acceder a mi interior.” 

Y en el más alto estilo de Pessoa nos dice:

“El alma debe hallar al alma en su alma… o morir aquí”. 

Extraña dialéctica del deseo y la memoria. En la poesía de Darwish, el deseo se torna memoria y la memoria deseo. 

Memoria para el olvido 

La expulsión del Líbano, uno de los momentos más trágicos de la vida de los palestinos y de Darwish, estuvo siempre presente en su poesía y fue el tema crucial de un libro en prosa con el título paradójico de Memoria para el olvido. 

El texto no es un relato de los horrores de la masacre sino el desolado lamento -el canto de Job- de una subjetividad que no quiere oír el estruendo sino vivir cincos minutos más para que se haga la mañana y poder oler el aroma del café y tomarlo lentamente como si bebiera la vida. Guerrilla de las pequeñas cosas, estrategia de la escritura, según Edmond Amran El Maleh, escritor judío marroquí, en que se trata “de captar del revés el paisaje del horror”. 

Lirismo épico y Salmos 

Fue Yannis Ritsos, el gran poeta griego, quien caracterizó a la poesía de Darwish bajo la paradoja de “lirismo épico”. 

Es una épica invertida. Mostrar el horror en negativo. En este punto, Darwish alcanza y sobrepasa a los salmos bíblicos. La épica, la “guerrilla”, de la hogaza de pan y el café, el canto a la vida en su última raíz, en la matriz del lamento, en su puro hueso, es, a la vez, la crítica del horror y de la muerte que están detrás, en los alrededores del poema. 

Darwish, quien redactó la declaración de la independencia palestina, retornó a los 25 años a su patria. Estableció el Centro Cultural Sakakini de Ramallah, asumió la dirección de la revista Al-Karmel y durante algunos años escribió una poesía íntima, en la cual destacan “Lecciones del Kamasutra” y “El lecho de una extraña”. Nostálgico de su nostalgia, escribió empero “Que sería yo sin mi exilio”. 

A los pocos años advino la ruptura de los acuerdos de paz, la segunda Intifada, la nueva ocupación israelí y los crímenes de Sharon estremecieron al mundo. El poeta del exilio se transformó en el poeta del acoso, el poeta del “estado de sitio”, uno de sus grandes poemas. “No hay noche en nuestra noche deslumbrada por el bombardeo”. El acoso produce nuevas paradojas de espacio y tiempo: 

“Durante el estado de sitio el tiempo se torna espacio petrificado /

en su eternidad / 

durante el estado de sitio, el espacio se torna tiempo que ha faltado / 

a su ayer y a su mañana”. 

“Mi patria es solo lenguaje” 

Tal fue una de sus más célebres tesis que le permitió desarrollar uno de los más extraordinarios lenguajes poéticos del siglo y convertirlo en el lugar de los grandes acaeceres de la condición humana. 

Empero, ese refinamiento verbal encuentra su propio límite y cuestión en la muerte y el martirio.

“¿dónde estabas?

Retorna a los diccionarios todas las palabras que me has ofrecido

y a los que duermen alivia del zumbido del eco”, le dice un mártir a la madrugada. 

El poeta y el mártir

Darwish es el poeta de los mártires palestinos. Los admira, les ruega, les increpa:

“No muráis, no muráis así, por favor / no me arranquéis de la manzana-mujer / para lanzarme al libro de las elegías” (…) esperad otro año / un año es suficiente / para que ame a veinte mujeres / y treinta ciudades”. 

Yossi Sarid, el Ministro de Educación de Barak decidió, en cumplimiento de los Acuerdos de Oslo, incorporar a Darwish a la currícula escolar israelí, tal como los palestinos lo hacían con autores israelíes. La derecha palestina armó tal escándalo que estuvo a punto de derrocar al Gobierno. Tiempo después Sharon destruyó con sus aplanadoras la casa del poeta y el Centro Cultural Sakakini. Frente al monstruoso hecho, Juan Goytisolo escribió un doloroso texto “Memoricidio en Ramala” . Poco antes, el 24 de marzo de 2002, Goytisolo junto a Wole Soyinka (Nigeria), José Saramago (Portugal), Russell Banks (EU), Breyten Breytenbach (Suráfrica), Bei Dao (China), Vincenzo Consolo (Italia) llegó a Ramallah a expresar su solidaridad al pueblo palestino. Fueron recibidos por Darwish en el centro Sakakini. 

Darwish es un poeta árabe-palestino y, a la vez, universal. En una entrevista declaró: “En mi escritura, me confieso hijo de varias culturas sucesivas. Hay lugar para las voces judía, griega, cristiana y musulmana”. Tal es la grandeza de los palestinos: defender el carácter plural de Palestina frente al fundamentalismo sionista. 

Para Darwish la poesía es diferente de la religión. “Yo creo que la religión y la poesía nacieron de la misma fuente, pero la poesía no es monoteísta. Tal como lo dijo Heidegger, nombra a los dioses. La poesía está en rebelión permanente contra sí misma. No cesa de modificarse. La religión es estable, fija, permanente. Sin embargo, la búsqueda de lo desconocido es común a ambas. La poesía tiende hacia lo invisible, sin encontrar solución. La religión encuentra una de una vez por todas. ¿Acaso el gran problema del marxismo no fue que en cierto momento se convirtió en religión. 

“Heredero de la antigua poesía árabe, en particular de Al-Mutanabbi, y de la poesía árabe moderna, en especial de Badr Shakir Al Sayyab, y de los salmos bíblicos, Darwish es el poeta de la Nakba palestina”. 

*Alejandro Moreano es uno de los mayores exponentes de la tradición crítica ecuatoriana. Infatigable pensador en torno a la historia política y cultural del país, la emergencia de la modernidad, la idea de emancipación y la crítica al poder, la creación literaria en Ecuador y América Latina.

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