02 de Abril 2016
Un lustro ha transcurrido, desde el inicio del despertar islámico, proceso político de levantamiento de algunas sociedades árabes que Occidente denomina, con su terminología de impacto mediático, como Primavera Árabe.
El Occidente trataba de asimilarla así a las revoluciones de colores o de Flores impulsadas en países del espacio postsoviético, principalmente. Revoluciones – de las Rosas en Georgia, Tulipanes en Kirguistán, Naranja en Ucrania o Blanca en Bielorrusia – basadas en módulos de intervención inicial no violento, con un marcado discurso pro-occidental, para transformarse posteriormente en mecanismos de injerencia extranjera indirecta – con armas sicológicas, sociales, económicas y políticas – a través de la cual determinadas potencias – Washington y sus aliados europeos– buscan cambiar determinados líderes políticos, considerados poco amistosos, por otros más sumisos a sus dictados. Ello, basado ideológicamente en los postulados del politólogo Gene Sharp, bajo el marco del denominado Golpe Suave, cuya experimentación la viven hoy en día los gobiernos de Brasil y Venezuela en Latinoamérica.
En otras zonas del mundo este Golpe Suave no se materializó en los pasos reseñados por Sharp, sino que de los alzamientos iniciales de la población se transitó a la agresión exterior y la intervención directa y brutal. Cinco años de levantamientos populares en el Magreb y Oriente Medio, que ha tenido actores relevantes: Washington y sus aliados europeos, junto a la triada conformada por Ankara-Riad y Tel Aviv; que han intervenido abiertamente en esos procesos políticos, direccionándolos en función de sus intereses geoestratégicos regionales y que ha tenido como efecto la pretensión de hegemonización occidental, que ha dejado un reguero de muerte y destrucción. Libia es uno de los ejemplos que más ilustranla hipocresía respecto a las motivaciones pata intervenir y luego destruir un Estado que era considerado, por los propios organismos internacionales como el país con los mejores indicadores de desarrollo humano de África.
Las consecuencias catastróficas, para millones de habitantes de esas sociedades, han sido reconocidas por los mismos políticos y líderes de los gobiernos que propiciaron intervenciones en ciertos países, derribo de presidentes en otros, insurrecciones y el comienzo de guerras donde los intereses económicos y políticos tienen sumido a Libia, Siria y Yemen, por mencionar tres de los más recientes ejemplos, en guerras que buscan desintegrar esos Estados, generando focos de inestabilidad y el desarrollo de bandas terroristas. Grupos armados, esencialmente de raíz takfirí, cuyos orígenes los encontramos en las decisiones de los organismos de inteligencia como la CIA estadounidense, el Mossad israelí, el MI6 inglés, la al Mukhabarat al A´amah de Arabia Saudita, la Milli Istihbarat Teskilati de Turquía, que han utilizado a estos movimientos armados para el logro de su objetivos estratégicos.
PRETEXTOS INEXCUSABLES
Barack Obama, Hillary Clinton, David Cameron, François Hollande, Ban Ki-moon, reconocen hoy que los planes originales respecto a Libia han sufrido tales mutaciones, que se teme por un aumento del accionar del terrorismo y la Balcanización total de la nación norafricana. Opinión claramente hipócrita, pues desde el inicio, en los planes del Pentágono, de Bruselas y la poco Santa Alianza entre la Monarquía Saudí y la democracia representativa turca, con la complicidad de la organización d elas Naciones Unidas – ONU – se ha planeado fragmentar, dividir y destruir principalmente a las sociedades árabes que conforman el Magreb y Oriente Medio, de tal forma que sirvan de antesala a botines mayores como es la destrucción de la República Islámica de Irán e impedir la expansión de la Federación Rusa a zonas consideradas estratégicas en su frontera occidental.
Túnez, Libia, Egipto, Yemen, Bahréin, Palestina, Siria e Irak han sido el escenario donde la sangre, las víctimas mortales y la ruina son la constante en estos cinco años – haciendo especial mención a los acontecimientos de noviembre del año 2010 en Gdeim Izik, en las inmediaciones de El Aaium en el Sahara Occidental ocupado ilegalmente por Marruecos y que se considera, por algunos analistas como Noam Chomsky, como el verdadero inicio del despertar islámico. Un pueblo como el Saharaui traicionado por su antigua metrópolis, España, olvidado en el desierto argelino donde radican su campamentos de refugiados y sometidos a una brutal represión en su tierra, tras el muro construido por Marruecos en los territorios ocupados. Cuando el caso refiere a Irak nos encontramos allí con la representación de un continuum de agresiones, que se remontan al año 2003 al ser invadido por una Coalición de países liderados por Estados Unidos, bajo el falso argumento de tener armas de destrucción masiva.
Sea en tierras saharauis, en el Magreb, en el Levante Mediterráneo o en Irak las cifras son tan elocuentes como vergonzosa para nuestras sociedades que hace oídos sordos al clamor de terminar con las guerras de agresión contra esas sociedades. Desde inicios del año 2011 hasta hoy, los organismos internacionales constatan, por lo bajo, 500 mil muertes, dos millones de heridos, 12 millones de desplazados internos y 10 millones de refugiados, gran parte de ellos concentrados en países como Turquía, El Líbano, Egipto y Jordania. Con parte de esos de esos expatriados, tratando de ingresar a Europa ya sea desde las costas libias o cruzando a Grecia desde suelo turco bajo la amenaza de ser devueltos, tras la firma del convenio migratorio entre la Unión Europea y Turquía.
Con ese acuerdo la Unión Europea ha comprado la posibilidad de detener la irrupción de miles de hombres y mujeres que tratan de llegar a la fortaleza Europea, dejando en manos del gobierno turco el trabajo sucio de contención. Seis mil millones de Euros es el primer pago de Bruselas al gobierno de Erdogan, que gustoso está cumpliendo el papel de gendarme de los seres humanos que desean escapar de la guerra en la región. Un acuerdo que representa un desprecio al derecho internacional respecto a los derechos de los refugiados, cuyo objetivo no es proteger a la población siria que huye de la guerra, sino que contener flujos migratorios hacia Europa, violando con ello el estatuto internacional sobre refugiados. Para la Organización Amnistía Internacional – AI – “lo firmado por Europa con Turquía es un golpe histórico contra los derechos humanos… Las promesas de respeto al Derecho Europeo y al Derecho Internacional han quedado en un edulcorante para la pastilla de cianuro que la protección a los refugiados en Europa se ha tenido que tragar” señaló el Director de AI para Europa y Asia Central, John Dalhuisen.
EL NUEVO REPARTO DE ÁFRICA
Libia en la zona magrebí y Siria en Oriente Medio, son el ejemplo patente de esa conducta intervencionista. Esta directriz política se concreta bajo los más disímiles argumentos, entre esos llevar la democracia representativa a esos países, terminar con períodos de gobiernos definidos por occidente como dictatoriales. En el caso libio se expresaba esta idea, repetida tozudamente por los medios de comunicación, a pesar que el ex Líder Libio Muamar Gadafi fue considerado los últimos años de su vida un aliado cercano de los gobiernos de Italia, Inglaterra y Francia, presididos en ese entonces por Silvio Berlusconi, David Cameron y Nicolás Sarkozy respectivamente. Sin olvidar la estrecha amistad con Tony Blair o el español José María Aznar quien consideraba al ex Coronel libio como “un amigo extravagante”. Políticos europeos que veían con buenos ojos comerciar con la Libia que proporcionaba petróleo y protección frente a los afanes de miles de inmigrantes que deseaban cruzar el Mar Mediterráneo.
Se suma a lo señalado, como excusas para la intervención en Libia, el supuesto y publicitado apoyo a demandas políticas, sociales y económicas, como también a aquellos grupos alzados en armas con el respectivo suministro de armamento y financiamiento, sobre todo por parte de la Casa al Saud, las Monarquías feudales ribereñas del Golfo Pérsico, Turquía y la entidad sionista, que han jugado sus cartas en función de sus propios intereses regionales. Esto, con el norte definido de derrocar el gobierno de Damasco, y l meta mencionada de arremeter contra la revolución Iraní y en apoyo de la estrategia global de Estados Unidos y la OTAN de impedir la expansión de la Federación Rusa en su ámbito geoestratégico occidental.
A medida que transcurren los años, queda claro que ninguno de los objetivos planteados para el país norafricano se cumplió y con mayor certeza, nunca se trabajó en aras de lograr concretar la idea vendida al mundo, que la intervención en Libia era por razones humanitarias. Destinada a librar de gobiernos totalitarios a poblaciones que aspiraban a un cambio de régimen. Repetido en manifestaciones corales por los gobiernos de Estados Unidos, la Unión Europea y avalados por la ONU y la Liga árabe. Esta última ha cumplido lo largo de la historia labores de más de coordinación económica que de influencia política pero, en este tipo de situaciones suele servir de tapadera para planes de intervención. Libia es un mentís a la idea que el colonialismo en la mente de políticos occidentales ha pasado.
En el análisis del politólogo italiano Manlio Dinucci ese pensamiento colonialista ha abierto el apetito de la casta política italiana, casi sin excepción que aprovechando la destrucción del Estado Libio atacado desde afuera por la OTAN y desde dentro con grupos terroristas y fuerzas especiales “ha abierto la puerta a la reconquista y la partición de Libia, donde ahora vuelve a desembarcar una Italia que pisoteando su propia constitución reactiva su pasado colonial”. En el nuevo reparto de África el Pentágono le ha asignado a la Italia de Mateo Renzi – su Primer Ministro – el papel de guía mientras se consolida el denominado Gobierno de Unión Nacional dirigido por Sayez Farraj, que permita intervenir “con todas las de la ley en suelo libio sin que parezca una invasión. Simple teatralización pero que la Unión Europea ha exigido para actuar como agentes colonizadores”.
Patrick Haimzadeh, analista de OrientXXI, ante la proximidad de una nueva intervención en Libia, sugiere que esta fortalecería a Daesh “Sugerida desde hace dos años por los dirigentes franceses, británicos e italianos, por sus Estados Mayores y por los discípulos de la ideología neoconservadora estadounidense de la época de George W. Bush, la perspectiva de una segunda intervención militar en Libia vuelve al orden del día. El objetivo declarado sería la erradicación de Daesh en Libia, cuya capacidad de implantación sin embargo es limitada, creando más problemas que una solución e incapaces de resolverlos. Esta vez el objetivo declarado ya no sería «la protección de la población civil», sino la erradicación de Daesh de Libia en el marco de la «guerra contra el terrorismo» relanzada tras los atentados de París del 13 de noviembre de 2015” Haiunzadeh señala que el escenario ideal de la intervención en el que trabajan los Estados Mayores británico, francés, italiano y estadounidense sería el de una petición de ayuda del Gobierno de concertación nacional, prevista en el acuerdo firmado el 17 de diciembre en Skhirat bajo presión de las potencias occidentales y las Naciones Unidas.
Para Haiumzadeh, si esa posibilidad no pudiera llevarse a cabo en el primer semestre del año 2016 occidente aplicaría el ya clásico Plan B: intervenir sin apoyo de gobierno local legítimo. A estas alturas ciertas confesiones respecto a los “errores cometidos en Libia” o que la “situación no es óptima” parecen una perogrullada, pero no por ello se les debe dejar pasar como si esas palabras no reflejaran la profunda doble moral de políticos que hablan de paz, democracia y derechos humanos y en verdad son activos belicistas, irredentos totalitarios y violadores de esos derechos humanos. Así ha sido con George W. Bush, así se constata con Barack Hussein Obama y se descubre que la aspirante presidencial demócrata Hillary Clinton camina bajo la misma cornisa.
En declaraciones efectuadas a la cadena estadounidense CBS la Sra. Clinton defendió la agresión y bombardeo de Libia sosteniendo que “Sin nuestra participación en los bombardeos que condujeron a la caída de Gadafi o la ausencia de acción por parte de la OTAN o de miembros de la Liga árabe, probablemente habría convertido a Libia en algo como Siria lo que habría sido una situación aún más peligrosa”. Particular visión de la realidad de la aspirante presidencial demócrata, pues coincidentemente, tanto en Libia como en Siria el plan es destruir estos Estados. Es la hipocresía de gobiernos que se creen llamados a establecer su visión de mundo al costo de la muerte de millones de seres humanos, la destrucción de sus sociedades y la desintegración de sus Estados.
Hillary Clinton, los correos dados a conocer por medios de comunicación estadounidenses donde se muestra su papel político e influencia sobre las decisiones en política exterior de Washington.
Esto, en los inicios del despertar islámico – cuando su labor como Secretaria de Estado se encontraba en su cenit – y sobre todo un artículo publicado en dos partes en el New York Times los días 27 y 28 de febrero del 2016, permiten formarse una idea muy clara del peligro que representa para el mundo la posibilidad de tener a esta mujer dirigiendo los destinos de Estados Unidos. Si Donald Trump representa la imagen viva del payaso político republicano con posibilidades de ocupar la Casa Blanca y la posibilidad latente de seguir con una política exterior agresiva, Hillary Clinton representa la amenaza evidente, palpable, cuantificable y crónica del establishment político-militar estadounidense
CÓMPLICE DE CRÍMENES DE LESA HUMANIDAD
El artículo del New Yor Times titulado Hillary Clinton, “Smart Power´and a Dictadors´s Fall en su primera parte y A New Libya, With ‘Very Little Time Left’ en su Parte II escrito por los periodistas Jo Becker y Scott Shane a fines del mes de febrero del 2016 , dimensionan en toda su magnitud el papel de primera línea que desempeñó la ex Secretaria de Estado en fomentar el derrocamiento de Gadafi, la destrucción de Libia y la apropiación de sus riquezas naturales. Afirma el artículo que Hillary Clinton se empeñó en convencer a Obama de la necesidad de atacar Libia “Her conviction would be critical in persuading Mr. Obama to join allies in bombing Colonel Qaddafi’s forces. In fact, Mr. Obama’s defense secretary, Robert M. Gates, would later say that in a “51-49” decision, it was Mrs. Clinton’s support that put the ambivalent president over the line”. Hillary Clinton muestra al mundo una cara de diplomacia activa, llamados al entendimiento pero, por otra parte alienta el bombardeo de Libia. Ese doble rasero tan característico de los políticos estadounidenses, sin distinción.
El análisis de esta aspirante a ocupar la primera magistratura revela, no sólo esa doble moral al que hago referencia, sino también un profundo enajenamiento en materia de sostener falsedades como si ello fuese la realidad sobre un país agredido. En Libia se financió la actividad separatista en aras de fragmentar al país en función de lo que la propia Clinton, en miles de correos dados a conocer por el Departamento de Estado que reveló el rostro real, sin maquillajes políticos y el real desempeño de Clinton en la agresión a Libia, que visualizan el fondo de la intervención, el derrocamiento de Gadafi y su posterior ejecución.
Entre los documentos desclasificados resalta uno enviado en el mes de febrero del año 2011 – cuando comenzó la campaña de desestabilización contra Gadafi – enviado por el Oficial de la Secretaria de Estado John Godfrey donde se detalla la forma en que debe intervenir Estados Unidos en el proceso de cambio y apoyar a las fuerzas aliadas tras la caída del gobernante libio. Armas, fortalecer el accionar de grupos separatistas y comenzar un proceso de fragmentación del país en áreas de interés entre Washington y sus aliados. Y esbozando lo que se conoce en la actualidad como el Plan B: intervenir directamente si un eventual Gobierno de Unión Nacional hace un llamado a fuerzas internacionales para estabilizar el país.
Los correos de la Sra. Clinton daban a conocer también, según lo señala la Revista Foreign Policy Journal y numerosos medios internacionales que se han hecho eco de estos correos, los intereses cruzados entre Washington y sus aliados europeos, entre ellos la Francia de Sarkozy. En esos correos y en especial uno que bajo el asunto titulado “El cliente de Francia y el oro de Gadafi” salen a la luz los objetivos del gobierno galo para intervenir en Libia y derrocar al que hasta entonces parecía ser “un buen amigo de Francia”: Obtener presencia para la explotación hidrocarburífera libia, reafirmar el debilitado poder militar francés en la zona evitando de esa forma que Gadafi ejerciera algún tipo de predominio en las antiguas colonias francesas del Magreb y el Sahel.
Igualmente se daba a conocer “la preocupación por las 150 toneladas de oro y plata que se supone Gadafi estaba dispuesto a utilizar para respaldar así una nueva moneda africana, que permitiría tener caminos de independencia económica, sobre todo en el Magreb”. Difícil aceptar un argumento de ese calibre cuando el continente africano, en general representa tan sólo el 1% del comercio internacional y donde países como Marruecos, Libia, Túnez y Egipto, principalmente, en el norte africano tenían y poseen altísimos grados de dependencia con capitales trasnacionales.
La Sra. Clinton jugó un papel relevante en la agresión a Libia y es responsable de la actual situación, por más que Obama sostenga que los gobiernos de Francia e Inglaterra no hicieron bien su labor. Una guerra de agresión contra Libia, que ha significado la muerte hasta hoy de 140 mil personas. Una cifra enorme para una población total de 7 millones de habitantes representando el 2 % de muertos sobre esa cifra. Proporcionalmente, si el Estado agredido fuese el país de la Sra. Clinton ese 2% representaría 6 millones de víctimas estadounidenses. Sin embargo, la Sra. candidata ha evitado, cada vez que se le encara respecto a su papel contra Libia cuando ocupaba la cartera de Secretaria de Estado en el 2011, responsabilizarse de sus actos y asumir su papel como impulsora de esta masacre.
No existe juez en Estados Unidos o alguna Corte internacional, que llame a declarar a esta candidata por la responsabilidad que le cabe en crímenes de lesa humanidad o sobre las mentiras vertidas para intervenir como fue el pretexto que las fuerza leales a Gadafi estaban a punto de cometer una masacre en Bengazi y era necesario establecer una Zona de Protección Aérea, como preludio del fin. La participación de HRC – Hillary Rodman Clinton – expresa la soberbia, la arrogancia, la mentalidad imperial y el carácter bélico de los políticos estadounidenses, con una política exterior inseparable de la práctica militarista. Hablar de Clinton es hacer presente la existencia del Complejo Militar-Industrial estadounidense y su tremenda influencia. Sumemos a ello el descaro y la desvergüenza de presentar “los logros en Libia” como parte de su acervo político internacional en materia de su aspiración a ser mandataria estadounidense”
Clinton señala que “aún es demasiado pronto para saber cómo evolucionará la situación en Libia”. Eso mientras las bombas siguen cayendo sobre Trípoli, Bengazi, Tobruk, sobre las regiones de la Cirenaica, Tripolitana o Fezzam. Eso, mientras el país se desangra internamente y vive bajo la amenaza de una intervención directa internacional, bajo el pretexto de combatir uno de los efectos de la guerra: la consolidación en suelo libio de grupos terroristas de raíz takfirí. Muchos de ellos con armas suministradas por el gobierno estadounidense y gobiernos europeos a las milicias que se alzaron contra Gadafi y que son la base de las bandas ligadas a Al Qaeda y Deash. Cuestión conocida por los políticos occidentales enceguecidos por apoderarse del país norafricano. Clinton presionó a Obama para intervenir militarmente y en forma directa, bajo razones de adelantarse a la posibilidad que los gobiernos de Francia e Inglaterra siguieran adelante con su campaña y dejaran atrás a Washington en la carrera por esquilmar a Libia y controlar su riqueza hidrocarburífera y el propio territorio enclavado en medio del Magreb.
Barack Obama, en una entrevista concedida a la revista The Atlantic trata de desligarse de su responsabilidad en los hechos de Libia, calificando a David Cameron y Nicolás Sarkozy como políticos poco comprometidos con llevar a buen puerto la campaña militar en el país norafricano y haber actuado con desidia “Cameron dejó de prestar atención, poco después de la operación militar pues se distrajo en otras cosas mientras que Sarkozy sólo estaba interesado en darse importancia y quería tocar la trompeta de los vuelos que enviaba a la campaña aérea a pesar que nosotros habíamos acabado con las defensas aéreas y esencialmente establecimos toda la infraestructura”
DAESH COMO PRETEXTO
Tras cinco años de intervención en suelo Libio el resultado de ese actuar de Estados Unidos, Francia e Inglaterra, fundamentalmente, de esa desidia, de esa visión imperial es desastroso: dos gobiernos, cada uno apoyado por fuerzas diametralmente opuestas: Uno en la región de la Cirenaica con sede en Tobruk –con la denominada Cámara de Representantes de Libia. Reconocido por la ONU y respaldado política y económicamente por Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos y Egipto- Y el gobierno de la región de la Tripolitana con sede en Trípoli y denominado Congreso General Nacional, sostenido fundamentalmente por los gobiernos de Turquía y Qatar. A ellos se une un gobierno fantasma – Gobierno de Unión Nacional – presidido por Fayez Sarraj – criatura surgida en las oficinas de Washington y Bruselas, que aspira a agrupar en un solo ejecutivo el desgobierno libio.
Para organizaciones como Amnistía internacional, tras este lustro de intervención de Estados Unidos y la OTAN en Libia “hay que pedirles cuenta a los miembros de esta Coalición por los horrores que se desarrollaron en Libia. La restauración del imperio de la ley debe ir acompañada de la justicia por los crímenes y la ayuda humanitaria” señaló Said Boumedouha alto ejecutivo de esta organización que constata los efectos crónicos que suelen acompañar el juego de intereses políticos y económicos de las grandes potencias cuando al amparo de frases altisonantes como: democracia, fin de las dictaduras, defensa de los derechos humanos, suelen convertir a los países que están en su mira en un remedo de Estados, destruidos, aniquilados, fragmentados y a años luz de lo que alguna vez fueron. Tal es el caso libio, otrora considerado uno de los países con los mejores indicadores de desarrollo humano de África.
En este primer trimestre del año 2016, las líneas de trabajo de los gobiernos de las potencias occidentales parecen estar encaminadas a llevar adelante la propuesta del gobierno francés ante sus homólogos de la Unión Europea: establecer sanciones a dirigentes libios que están obstaculizando el proceso de formar el impotente gobierno de unidad nacional presidido por Sarraj. Se une a ello las especulaciones sobre la pronta puesta en marcha de una operación militar destinada a combatir a las fuerzas de EIIL – Daesh en árabe – en Libia, que es ya una realidad evidente y amenazante, en un número de combatientes que crece día a día y que ha aprovechado el vacío de poder para ampliar su base de operaciones más allá de Sirte.
Es la nueva excusa que se está ofreciendo al mundo a través de los medios de comunicación afines, que suelen repetir como borregos estas ideas-fuerza elaboradas en los laboratorios de comunicaciones de Washington y Bruselas, bajo la premisa que la sociedad internacional puede digerir cualquier cosa que se le presente pues difícilmente podrá oponerse. Y en ese plano, Martín Kobler, Representante Especial de la ONU en la nación norafricana sostuvo ante el Consejo de Seguridad de la ONU que “Libia no tiene instituciones efectivas y este vacío político y militar está permitiendo que grupos terroristas y redes criminales – dedicadas al tráfico de inmigrantes – establezcan raíces profundas. Daesh se ha aprovechado de esto y está extendiendo su campo de acción hacia el occidente, el oriente y el sur del país constituyéndose en una amenaza urgente y creciente para el país”
El secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, dijo que la intervención militar en Libia será inútil y pidió a todos los países encontrar soluciones políticas para resolver la crisis de ese país. “La solución militar es inútil y poco concluyente en muchas de las crisis internacionales, y la comunidad mundial debe encontrar una solución para la crisis libia lo más pronto posible”, manifestó el titular de la ONU quien manifestó, igualmente, su profunda preocupación por la situación que vive Libia, advirtiendo que actualmente los países africanos se enfrentan al peligro del terrorismo organizado.
Por su parte el canciller Ruso Serguei Lavrov en visita efectuada a Argelia a principios del mes de marzo sostuvo que la causa fundamental de la actual crisis de refugiados en Europa ha sido la intervención de la Organización del Tratado del Atlántico norte – OTAN – “las consecuencias de la intervención en libia y los efectos en materia de inmigración es precisamente la disolución del Estado Libio. La intervención de la OTAN a partir del año 2011 es una acción ilegal que desestabilizó a Libia y a la región, particularmente a los países vecinos donde grupos extremistas están operando activamente.” Tanto Lavrov como el Presidente argelino Abdelaziz Buteflika declararon que es fundamental solucionar la actual crisis en Libia donde bandas takfirí están ganando terreno, mismo que han ido perdiendo en Siria y eso requiere que los países tomen en cuenta y actúen conforme a las leyes internacionales y la Carta de las Naciones Unidas.
El peligro actual en Libia lo representa la posibilidad que Estados Unidos aplique sus crónicos Planes B e intervenga en Libia aun si las partes en conflicto llegar a un acuerdo y formar Gobierno. Así fue anunciado por el jefe de Operaciones Especiales del Ejército norteamericano, el General Donald Bolduc que en Dakar, la capital de Senegal aseguró a los medios de comunicación que los responsables políticos y militares del Departamento de Defensa de Estados Unidos están apostando por una intervención directa en Libia y han enviado los planes respectivos a la casa Blanca para su análisis. Las próximas elecciones presidenciales pueden ser el marco adecuado para dar mayores índices de popularidad a quien se enfrasque en esta agresión.
Buldoc no dio detalles del mencionado Plan pero se explayó sobre la necesidad de desplegar en una primera etapa de la intervención a Fuerzas Especiales, que preparen el terreno – operación que según denuncias efectuadas ya estarían realizando comandos de los Ejércitos de Francia y Gran Bretaña en clara violación del Derecho Internacional, tal como sucedió en Siria – para un despliegue posterior de fuerzas aliadas que combatan, en terreno a los grupos terroristas. Decisión surrealista pues, sintomáticamente, esos mismos países ayudaron a crear y desarrollar esos grupos terroristas a partir de la decisión de armas amílicas radicales en aras de derrocar Gadafi.
En febrero pasado, Comandos franceses desembarcaron e Libia para apoyar la ofensiva del general Jalifa Haftar – que cuenta con la nacionalidad estadounidense – dando inició a los planes finales de intervención en Libia y que tendrán, como primera misión tratar de detener la ola de inmigrantes con destino a Europa, a partir de las advertencias de la jefa de la Diplomacia de la Unión Europea – UE – que alertó sobre la existencia de 450 mil potenciales inmigrantes, desplazadas en Libia por la guerra y que podrían encauzar sus pasos hacia la fortaleza europea “El conflicto en marcha en Libia y la falta de ley permite a los traficantes operar con inmunidad. Estabilizar Libia constituye un paso crucial para impedir la pérdida de vida frente a las costas libias y en la ruta del Mediterráneo Central”. La excusa de Daesh ha sido lanzada, el pretexto migratorio ha comenzado a ser citado. Las elecciones presidenciales en Estados Unidos están a la vuelta de la esquina, en noviembre próximo y todo ello en modo alguno es un buen augurio para el cada día más disgregado, mutilado y destruido Estado Libio y una sociedad que malvive.
Fuente: http://hispantv.ir/newsdetail/opinion/220136/libia-intervencion-militar-otan-eeuu-gadafi