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jueves, noviembre 21, 2024

¿Por qué perdió Arauz? Réplica a Pablo Ospina

Por Javier Rodríguez S.

El pasado 28 de abril, Pablo Ospina Peralta publicó en la Línea de Fuego una crítica a mi artículo del 15 de abril, publicado en GK, sobre las consecuencias del masivo voto nulo para los resultados de la segunda vuelta electoral. El tema es de interés público y es saludable debatir y contrastar interpretaciones sobre las recientes elecciones. Agradezco la atención recibida y la crítica, y a continuación presento mi réplica.

Para comenzar, el autor dirige su crítica contra el argumento que describe en el primer párrafo de su artículo. En palabras del autor, el argumento es el siguiente:

“Si las personas adicionales que votaron nulo en la segunda vuelta (740 mil votos), no hubieran votado nulo, esos respaldos se hubieran dirigido a favor de Arauz. Como Guillermo Lasso ganó por una diferencia de 440 mil votos, el voto nulo habría bastado para darle la victoria al correísmo.”

Lamentablemente, ese no es mi argumento, ni se le parece. En ninguna parte de mi artículo se plantea eso ni nada parecido y, de hecho, en toda la crítica del autor no hay ninguna referencia directa al artículo original. El artículo original ni siquiera aparece en las referencias, y toda la artillería argumentativa del autor se dirige a criticar a un adversario ficticio creado por él mismo.[1]

Para decirlo con toda claridad desde el principio: yo no sostengo que si los 740 mil electores adicionales que votaron nulo en la segunda vuelta no hubieran anulado su voto, habrían votado por Andrés Arauz (UNES). Si alguien sostuviera eso, yo también le criticaría. 

La consecuencia de esta caracterización tan inadecuada del argumento original es que replicar a esta crítica implica necesariamente un triple esfuerzo. Primero, es necesario describir adecuadamente el argumento original*. Segundo, es necesario extraer la crítica sustantiva en el argumento del autor **. Y tercero, es necesario evaluar el mérito explicativo de esta crítica, comparada con el argumento del artículo original. A continuación procedo en ese orden.

El argumento original era el siguiente. Antes de la segunda vuelta del 11 de abril, lo que sabíamos era cómo votaron los ecuatorianos en la primera vuelta de febrero, y teníamos intuiciones informadas sobre cómo iban a votar quienes en la primera vuelta dieron su voto a los demás candidatos que quedaron fuera del balotaje. Por ejemplo, intuíamos que la gran mayoría de los electores de Pedro José Freile (Amigo) o César Montúfar (PS-Concertación) iban a apoyar a Guillermo Lasso (CREO), o que lo más probable era que la ligera mayoría de los votantes de Isidro Romero iban a votar por Andrés Arauz (subrayo “ligera”). Estas intuiciones no eran adivinanzas, sino que estaban basadas en la distribución de los votos observada en la primera vuelta, la tendencia histórica de los territorios donde estaban distribuidos esos votos, y varios otros elementos de carácter cualitativo como, por ejemplo, las declaraciones de los propios candidatos, etc.

De todos los candidatos, los votos de Yaku Pérez eran determinantes por su volumen, y presentaban un enigma. Estimar la dirección que tomarían los votantes de Yaku Pérez en la segunda vuelta no era un ejercicio fácil porque la mayoría de la votación del candidato de Pachakutik estaba distribuida en una combinación de territorios de inercia indiscutiblemente correísta (como Azuay o Guayas) y territorios de inercia anticorreísta (como Tungurahua, Chimborazo o Cotopaxi). 

Recuerde que estamos hablando de votos absolutos. Guayas, por ejemplo, no se puede considerar en ningún sentido un territorio en donde a Yaku Pérez le fue “bien” en la primera vuelta. En Guayas, el candidato de Pachakutik obtuvo menos del 9% de la votación de la provincia. Sin embargo, en Guayas, Pérez sacó 195 mil votos, es decir, más que los 192 mil votos que sacó en Azuay, la provincia donde tuvo su “mejor” desempeño porque alcanzó el 42% de la votación. En la aritmética electoral, los números absolutos importan, pero se deben usar con cautela en el análisis.

Adicionalmente, el candidato de Pachakutik hizo activamente campaña por el voto nulo en segunda vuelta en señal de rechazo. Era muy difícil anticipar cuántos de los votos que fueron a Pérez en primera vuelta se convertirían en votos nulos en segunda, y el artículo original proponía el siguiente modelo conceptual. En aquellos territorios de inercia correísta —piense en Azuay—, la mayoría de los votantes de Yaku Pérez se debatían entre anular el voto o votar por Andrés Arauz (subrayo “mayoría”). Así, en estos territorios, cada voto que fue a Pérez en primera y se convertía en nulo en segunda, era un voto que perjudicaba a Arauz y favorecía a Lasso porque era un voto que Arauz no recibía (una especie de “déficit”) y que ayudaba a Lasso en la conversión a votos válidos (en el sistema electoral ecuatoriano, los votos nulos no son considerados para calcular el porcentaje que constituye el resultado oficial). 

El caso de los territorios de inercia anticorreísta era complejo —piense en Chimborazo o Tungurahua. En principio, la hipótesis decía que la mayoría de los votantes de Yaku Pérez en estos territorios se inclinarían por el nulo o por Lasso (otra vez, subrayo “mayoría”). Es decir, para los territorios anticorreístas la hipótesis era la inversa. Por lo tanto, cada voto que fue a Pérez en primera vuelta y se convertía en nulo en segunda en estos territorios específicos, perjudicaba a Lasso y favorecía a Arauz porque era un voto que Lasso no recibía (un “déficit”) y que ayudaba a Arauz en la conversión a votos válidos. Este principio aplicaba para la Sierra centro porque, después de todo, Guillermo Lasso gozó de apoyo considerable en la Sierra centro en las elecciones de 2013 y, especialmente, 2017. El caso de Pichincha, en cambio, era discutible. 

A pesar de que Pichincha es un territorio de tendencia anticorreísta, difícilmente se podía especular que los votantes de Yaku Pérez de Quito dividirían sus votos mayoritariamente entre Lasso y el nulo. Esto era lo que decía el artículo original sobre Quito (y Cuenca):

“Los electores de Yaku Pérez en Quito y Cuenca son similares: electores urbanos con buena parte de sus necesidades materiales satisfechas, de inclinación progresista en temas de género y ambiente, y favorables a la inversión en política social.”

Lo que el modelo decía era que lo razonable no era esperar que, en ausencia de Pérez en la papeleta, la mayoría de los votos se vayan con Lasso o se conviertan en nulos. Al contrario, la expectativa era que la mayoría de electores se decidan entre Arauz o el nulo. En el caso de Cuenca, bastión histórico del correísmo, esta expectativa parecía muy razonable, y en el caso de Quito, aunque más discutible, se podía defender la hipótesis de que la ligera mayoría de aquellos electores que en primera vuelta votaron por el candidato de Pachakutik, consideraban que las opciones más viables en segunda vuelta eran Andrés Arauz o el voto nulo.

Por último, considerada toda la votación de Yaku Pérez en su conjunto, la mayoría numérica de esos votos estaba sujeta a la expectativa razonable favorable al correísmo. Es decir, en conclusión, la tendencia general (léase, mayoritaria) era que cada voto que fue a Pérez en primera y que se convertía en nulo en segunda, era un voto que perjudicaba a Arauz y favorecía a Lasso. Luego, al analizar en detalle lo que efectivamente ocurrió en la segunda vuelta, el argumento del artículo original fue que la distribución del masivo voto nulo sugiere que el mayor perjudicado fue Andrés Arauz, y que si una proporción menor de votantes por Yaku Pérez hubieran anulado su voto en territorios específicos (Azuay, Pichincha e Imbabura, principalmente), Andrés Arauz habría resultado electo presidente. Como se entenderá, este argumento es específico, no concierne a la totalidad de los votos nulos adicionales observados en segunda vuelta, sino que simplemente se refiere a las expectativas razonables de los votos que en primera vuelta fueron a Yaku Pérez. Sobre todo, este argumento dista mucho del que Ospina dirige su crítica.

Ahora, examinemos la crítica de Ospina. A pesar de que el autor no caracteriza adecuadamente el argumento del artículo original, la intención aquí es valorar lo sustantivo de su punto de vista para evaluar si su perspectiva tiene mérito explicativo y/o si invalida la interpretación de los resultados electorales presentada en el artículo original. El autor sostiene que el masivo voto nulo no perjudicó a Andrés Arauz sino a Guillermo Lasso. Comencemos.

Dice el autor con respecto a mi análisis: 

“El análisis (…) es equivocado porque, de manera incomprensible para mí, elude la comparación más obvia y directa entre los resultados de la segunda vuelta de 2017 y de la segunda vuelta de 2021. En efecto, los paralelos entre ambas elecciones son bastante notorios y permiten hacer suposiciones mejor informadas sobre dónde perdieron votos tanto Arauz como Lasso, y por quién probablemente votaron en elecciones muy parecidas hace 4 años quienes en 2021 votaron nulo.”

Fijarse en las elecciones anteriores para informar las intuiciones sobre las elecciones actuales es definitivamente lo que hay que hacer. Así mismo es como yo calibro mis expectativas para los diferentes territorios, no solo mirando las elecciones de 2017, sino incluso elecciones anteriores. De hecho, he escrito específicamente sobre el retroceso diferenciado del correísmo en los distintos territorios a nivel nacional.[2] Pero esta generalidad es insuficiente. Para el análisis detallado hay que ir más allá, y la clave está en el usar correctamente las comparaciones con las elecciones anteriores. Veamos.

Dice el autor:

“Recordemos estos paralelos: en 2017 se enfrentaron, igual que en 2021, Guillermo Lasso y el correísmo; la votación de ambas elecciones para ambos candidatos tiene consistencia regional y local (parroquias, cantones y provincias siguen un mismo patrón de voto, incluso desde primera vuelta, hay que decir) y el voto nulo fue en 2017 significativamente menor al de 2021: 6,3% contra 16,3%.”

Esto es sencillamente incorrecto. Ciertamente el paralelismo es que Lasso se enfrentó a un candidato correísta en ambas elecciones, pero ¿de qué consistencia regional (y peor, local) estamos hablando?


Entre 2017 y 2021, el voto correísta retrocedió en todas las provincias con 3 excepciones (Los Ríos, Guayas y Esmeraldas). Algunos retrocesos fueron moderados, y otros fueron muy estrepitosos. Lugares donde Lenín Moreno recibió apoyo moderado en 2017 se convirtieron en lugares donde Arauz recibió bajísimo respaldo. Bastiones correístas vieron el apoyo a su candidato considerablemente mermado en 2021. Pero además —y esto es importante— estos retrocesos ocurrieron de forma diferenciada. Afirmar que “la votación de ambas elecciones para ambos candidatos tiene consistencia regional y local” significa que por lo menos habríamos visto distribuciones parecidas en términos relativos entre 2017 y 2021. Es decir, entendiendo que Arauz recibió mucho menos votación que Moreno, “consistencia regional” significaría que en todas partes el apoyo al correísmo se hubiera producido en menor magnitud pero fuera más o menos similar en términos relativos. Eso simplemente no corresponde con la realidad: la distribución de votos de 2017 no se parece a la de 2021 ni en magnitud ni en términos relativos. 

¿Hubo consistencia regional y local en la votación de Lasso? Menos aún.


Con la única excepción de Guayas, Lasso recibió menos apoyo en 2021 que en 2017 en todas partes (de hecho, en casi todas partes, Lasso recibió menos apoyo en 2021 que en 2013). Las diferencias son bastante significativas y no existe, en ningún sentido, consistencia regional ni local en la votación de Lasso en la primera vuelta. Sobra decir que en la segunda vuelta de 2021 tampoco hubo ninguna consistencia regional ni local con respecto a 2017: la distribución territorial del apoyo de Lasso y Arauz en ambas elecciones es bastante diferente.

La razón de esto es obvia. En la primera vuelta de 2021, buena parte del apoyo que en las elecciones anteriores se había dirigido a Lasso o al candidato correísta, esta vez se dirigió a Yaku Pérez y, en menor medida, Xavier Hervas. Las características de la votación de Yaku Pérez (y Xavier Hervas) eran parámetros cruciales para anticipar lo que podía pasar en la segunda vuelta electoral. Pasado el 11 de abril, para responder a la pregunta de a quién perjudicó el masivo voto nulo, era necesario tomar en cuenta la votación de Yaku Pérez en primera vuelta, y, sobretodo, considerar las expectativas con respecto a aquellos votos que fueron a Yaku Pérez en primera vuelta (es decir, el modelo conceptual presentado en el artículo original). 

Nada de esto está presente en el razonamiento del autor. La crítica de Ospina no menciona ni una sola vez nada con respecto a lo ocurrido en la primera vuelta de 2021. Su análisis es indiferente a lo ocurrido el 7 de febrero, y su método consiste simplemente en comparar los resultados de segunda vuelta 2017 con los resultados de segunda vuelta 2021 en términos de diferencias absolutas. Esto es un grave error de contabilidad.  

El error de contabilidad consiste, por supuesto, en que no se pueden comparar los resultados de dos elecciones diferentes en términos de números absolutos por varias razones. Por ejemplo: el total de los electores en cada elección es distinto, y el número de votos nulos en 2017 y 2021 es significativamente diferente. En 2021 hubo casi 200 mil electores más que en 2017, y además —esto es clave— esos 200 mil electores adicionales no están distribuidos equitativamente en todas las provincias, simplemente debido a la estructura de la población de votantes. En la segunda vuelta de 2017 hubo 670 mil votos nulos, mientras que en la segunda vuelta de 2021 hubo 1.76 millones. Las diferencias absolutas son poco informativas y, en los peores casos, conducen a confusiones argumentativas. Eso es precisamente lo que ocurre en el caso de esta crítica.  

Específicamente, el autor observa que: 

“en comparación con 2017, ambos candidatos perdieron en 2021: Lasso, esta vez, tuvo 156 mil votos menos y Arauz perdió 821 mil votos. Por término medio, Arauz mantuvo su votación en la Costa y prácticamente todas sus pérdidas se concentraron en la Sierra y la Amazonía, justamente donde el voto nulo creció más”

Lo primero es obvio. Si en 2021 hubo casi el triple de votos nulos que en 2017 (670 mil vs 1.76 millones), es obvio que ambos candidatos en 2021 recibieron menos votos que sus contrapartes en 2017. Pero lo que sigue me desconcierta. No me queda claro cómo esto es siquiera evidencia en favor del argumento del autor: si Arauz perdió más donde el nulo creció más, ¿no es eso evidencia circunstancial precisamente de que el aumento del nulo perjudicó más a Arauz que a Lasso? Este, por cierto, no es mi razonamiento. Simplemente señalo aquí lo que considero es un uso inconsistente de la evidencia del autor con respecto a su propio argumento. 

En efecto, en el siguiente párrafo el autor se encarga de contradecirse a sí mismo:

“Recordemos que Lasso ganó abrumadoramente en casi toda la Sierra y la Amazonía tanto en 2017 como en 2021: el mayor voto nulo en 2021, más alto en las provincias donde Lasso ganó con más diferencia, muy probablemente le restó más votos.”

En resumen, en estos dos párrafos el autor afirma que (1) el nulo creció más en la Sierra y en la Amazonía; (2) en esos territorios Arauz perdió más votación y Lasso ganó abrumadoramente; y la conclusión a la que el autor llega es que (3) el voto nulo “muy probablemente le restó más votos a Lasso” porque ahí fue donde “ganó con mayor diferencia”. Esto es lo que me desconcierta. No me queda claro cómo es que la afirmación (3) es la conclusión lógica de las premisas (1) y (2). ¿Acaso no sugieren las premisas (1) y (2) la conclusión contraria? En otras palabras, si el nulo creció más ahí donde Arauz perdió más votos y Lasso ganó, ¿no es eso evidencia de que, más bien, el nulo le perjudicó a Arauz?

Lo que hago aquí es mostrar estas inconsistencias en la lógica argumentativa del autor. Sin embargo, lo irónico es que su conclusión con respecto a la Sierra centro es correcta (pero no por méritos de su argumento porque este carece de supuestos explícitos para inferir que Lasso fue el mayor afectado). En la Sierra centro, los votos nulos adicionales que salieron del caudal de Yaku Pérez fueron nulos que muy probablemente perjudicaron a Lasso. Lo expliqué en detalle más arriba cuando describía el modelo conceptual del artículo original. El artículo original ya admitía este supuesto. En la crítica de Ospina no hay un modelo conceptual equivalente sino, más bien, un uso de la evidencia inconsistente con el argumento.    

La razón de la inconsistencia argumentativa está en el uso de la evidencia por parte del autor: las diferencias absolutas entre 2017 y 2021 crean confusión. En el siguiente renglón, el autor nos invita a que “veamos el asunto más de cerca recurriendo a las provincias más grandes”. Veámoslo.

Dice el autor:

“La debacle del correísmo fue abrumadora en dos provincias serranas: en Pichincha, Arauz obtuvo 290 mil votos menos que Moreno en 2017 y en Azuay 102 mil votos menos (…) Pero, en Pichincha, el aumento de votos nulos entre primera y segunda vuelta en 2021 fue de tan solo 150 mil votos. ¿Es razonable pensar que todo ese voto nulo de Pichincha hubiera derivado hacia Arauz? Es absurdo.”

No puedo estar más de acuerdo con el autor. Esto es absurdo. No sé a quién se le ocurriría plantear semejante cosa, sobretodo cuando un error tan ingenuo de contabilidad aquí es tan evidente. La comparación que el autor propone es artificial, poco informativa, y, siendo menos generosos, simplemente no tiene ningún sentido. Vamos despacio para entenderlo.

El autor toma a Pichincha como ejemplo y, primero, obtiene la diferencia entre Arauz 2021 y Moreno 2017 en esa provincia: 290 mil votos, resultado de restar los votos de dos candidatos correístas en dos elecciones diferentes. Luego, el autor obtiene la diferencia entre nulo primera vuelta 2021 y nulo segunda vuelta 2021: 150 mil votos, resultado de restar los votos nulos de ambas vueltas en la misma elección de 2021. Por último, el autor compara estas dos diferencias y concluye que todos los votos nulos adicionales observados en segunda vuelta (los 150 mil) no habrían alcanzado para cubrir lo que le faltó a Arauz para alcanzar lo que consiguió Moreno 4 años antes (los 290 mil). En sus propias palabras: “incluso si todos ellos hubieran ido hacia Arauz, se trata apenas de la mitad del voto perdido por el correísmo en la provincia más grande de la Sierra.”

¿Qué tiene que ver el retroceso del voto correísta entre 2017-2021 con el volumen de los nulos adicionales en la segunda vuelta de 2021? ¡Absolutamente nada! ¿Acaso el argumento original era “si todos los que votaron nulo en segunda vuelta hubieran votado por Andrés Arauz, entonces Andrés Arauz habría alcanzado la votación que alcanzó Lenín Moreno cuatro años antes en esa provincia”? ¡De ninguna manera! Eso sería, para usar las palabras del autor, absurdo. Lo dice él y yo estoy totalmente de acuerdo. Esta comparación solo tiene sentido en el marco del argumento ficticio, creado por el autor, contra el que dirige su crítica.

Por cierto, en esta comparación ficticia y carente de sentido, el autor también menciona a Azuay (mire la cita textual). Azuay, por supuesto, no vuelve a aparecer en el resto del párrafo. ¿Por qué? Porque en Azuay, Moreno en 2017 sacó 102 mil votos más que Arauz en 2021 (tal como apunta el autor), pero el nulo en segunda vuelta de 2021 creció en 111 mil votos. Debemos entender, seguramente, siguiendo la lógica del autor, que en este caso los nulos sí habrían alcanzado para cubrir esa diferencia. Igualmente, ¡absurdo!  

Reiteremos. El argumento original era que si una proporción menor de votos de Yaku Pérez se hubieran convertido en nulos, entonces tanto Andrés Arauz como Guillermo Lasso habrían recibido más votos de los que recibieron, pero Arauz habría recibido más dado que Azuay es un bastión correísta, y lo más razonable era esperar que la mayoría de los votos que fueron a Pérez en primera vuelta “regresen a la senda correísta” en segunda vuelta.

Concretamente, para poner números tangibles, en Azuay por ejemplo Yaku Pérez sacó 192 mil votos. Mi especulación de línea base para la segunda vuelta era que, de esos 192 mil votos, 10% se iban a convertir en nulos, 65% iban a ir a Arauz, y 25% iban a ir a Lasso. Evidentemente no acerté ni de cerca, pero lo que estamos juzgando aquí es el modelo conceptual, y el modelo conceptual decía que, en Azuay, cada voto de Yaku que se convertía en nulo (entiéndase por encima de ese 10% admitido en la línea de base) era un voto que perjudicaba a Arauz porque era un voto que Arauz no recibía en un territorio indiscutiblemente correísta, donde la expectativa razonable era que la mayor parte de los votos que fueron al candidato de Pachakutik se dirijan (algunos a regañadientes) a Arauz y no a Guillermo Lasso.

Mi expectativa para Pichincha con respecto a los votos de Yaku Pérez era la misma, y lo más informativo (en lugar de comparar absurdamente con los votos de Moreno 2017) sería considerar que en Pichincha y Azuay Pérez sacó 282 mil y 192 mil, respectivamente en primera vuelta, y el nulo creció en 152 mil y 111 mil votos, respectivamente en segunda vuelta. Si asumimos —en el extremo y sólo para ilustrar este punto— que todo ese excedente de nulos vino de la votación de Yaku Pérez, entonces tenemos que el 54% y el 58%, respectivamente, de los votos de Pérez se convirtieron en nulos. Y en ese punto sí, la pregunta de fondo tal como planteaba el modelo del artículo original es, ¿a quién perjudicó ese excedente masivo e inesperado de votos nulos?

Si este modelo conceptual era incorrecto, o si los supuestos eran correctos pero las proporciones o la conclusión eran equivocadas, la crítica debía dirigirse al modelo o sus supuestos como tales. Pero nada de esto es objeto de la crítica de Ospina. Recuerde que el método del autor consiste simplemente en comparar las diferencias absolutas en segunda vuelta entre 2017 y 2021, y contrastar eso con el aumento del voto nulo en ambas vueltas en 2021. Sigo sin entender esa lógica.  

Peor aún. Para el autor es indiferente lo que ocurrió en la votación de primera vuelta de 2021. No importa si Yaku Pérez obtuvo 50 mil, 250 mil ó 1 millón 500 mil votos. Al autor le da lo mismo. La comparación de las diferencias entre segundas vueltas del autor es indistinta a la distribución del voto de Yaku Pérez, las preferencias de sus electores, o la campaña por el voto nulo. El autor no considera absolutamente nada sobre el voto de los demás candidatos como parámetro informativo para su análisis, porque en su razonamiento todo se reduce a mirar la votación en segunda vuelta de 2017 como único elemento predictivo de lo que debía ocurrir en la segunda vuelta de 2021.

En sus propias palabras:

“[En Pichincha] Lo más razonable, en realidad, es suponer una distribución del voto nulo similar a la que prevaleció en 2017: Lasso 52%; Arauz 48%. Recordemos: el voto de 2017, una elección muy parecida a la de 2021, es la mejor medida disponible de cómo se distribuyeron los votos de quienes sufragaron nulo. Si esta suposición es cierta, el voto nulo en Pichincha en la segunda vuelta de 2021 probablemente hizo perder más votos a Lasso.”

Consideremos esta extrapolación con detenimiento. El autor sugiere que si quienes votaron nulo en Pichincha en la segunda vuelta no hubieran anulado su voto, esos votos se hubieran repartido en las mismas proporciones que las observadas en la segunda vuelta de 2017: 52% para Lasso, 48% para Arauz. ¿Es eso una expectativa razonable? 

Más específicamente, entendiendo que esos votos nulos adicionales en segunda vuelta en Pichincha fueron mayoritariamente personas que en primera vuelta votaron por Yaku Pérez, ¿es razonable pensar que, si no votaban nulo, votaban, en mayoría, por Lasso? El autor sugiere que la mayoría de esos votantes progresistas, ambientalistas, pro despenalización del aborto, favorables al feminismo y a la agenda de derechos, y de preferencias por una mayor inversión social, habrían votado por Lasso si es que no anulaban su voto. ¿Es eso razonable? Claro que es posible (“después de todo, el anticorreísmo es muy fuerte”, diría el autor), pero hagamos antes un experimento mental. 

Asuma, por un minuto, el siguiente escenario hipotético. Olvide por un momento las magnitudes y asuma que tuviéramos la absoluta certeza de que todo el excedente de voto nulo en realidad se debió enteramente al voto que en primera vuelta fue a César Montúfar. Repito, olvide por un minuto las magnitudes, este es un ejercicio analítico para pensar en los supuestos. ¿Podemos aplicar la misma lógica en este caso? Es decir, ¿podemos afirmar que si los votantes de Montúfar que votaron nulo no hubieran anulado su voto, habrían votado en una partición 52% Lasso/48% Arauz? Me parece poco creíble. La composición de los votantes de Montúfar es decididamente anticorreísta, de modo que una partición razonable de sus preferencias me parece que, más bien, sería 95% Lasso y 5% Arauz, o algo así. El 52/48 me parece muy bajo para Lasso y muy alto para Arauz.

Hagamos ahora el mismo experimento con Pedro José Freile. La lógica sería parecida: la composición de los votantes de Freile es marcadamente anticorreísta, de modo que la partición 52/48 me parece muy bajo para Lasso y muy alto para Arauz.

Ahora volvamos a Yaku. Los votantes de Yaku en Pichincha ciertamente tienen una dosis considerable de anticorreísmo, pero afirmar que sus preferencias corresponden a la partición 52/48 en favor de Lasso me parece demasiado generosa para Lasso. Tampoco creo que sean 90/10 en favor de Arauz, pero me parece sensato suponer que el componente progresista de los votantes de Yaku Pérez en Pichincha implica que la partición de sus preferencias es favorable, al menos por una ligerísima mayoría, a Andrés Arauz.

¿Puedo estar equivocado en estos supuestos? ¡Por supuesto que sí! Puedo estar muy equivocado. Pero el punto de este experimento mental es mostrar que la lógica de aplicar la misma partición de hace 4 años para todos los votos nulos excedentes del 2021 es incorrecta. Si los votos nulos excedentes hubieran salido de candidato X, la intuición sería una; pero si hubieran salido de candidato Y, la intuición sería otra. Este es, precisamente, el problema de ser indiferente con respecto a lo que pasó en la primera vuelta de 2021. No se puede pasar por alto la primera vuelta, pero Ospina lo hace.

Ahora bien. Es momento de valorar con apertura la crítica en su conjunto. Hasta ahora me he encargado de señalar los errores empíricos de la crítica de Ospina (como aquel de afirmar que hay consistencia regional y local en la votación de 2017 y 2021), los errores de contabilidad (como comparar el crecimiento del nulo en 2021 con la diferencia entre Arauz y Moreno), y los errores de lógica argumentativa (como suponer que si los votos nulos no hubieran sido tan altos, habríamos visto la misma partición de votos de hace 4 años). Dicho todo lo anterior, es necesario contrastar la lógica del autor con el argumento del artículo original.

Comencemos apuntando que la única forma de saber a ciencia cierta a quién efectivamente perjudicó el nulo sería entrevistando a cada individuo que votó nulo en segunda vuelta (y no en primera), y preguntándole, “si usted no hubiera anulado su voto, ¿por quién habría votado?”. Evidentemente, eso no es posible. En vista de que no tenemos el superpoder de mirar en la conciencia individual de cada elector y saber cómo voto y cómo habría votado, lo que nos queda es la evidencia circunstancial (léase, no conclusiva) de los datos agregados observados. El mérito explicativo de un modelo debe evaluarse en la medida de cuánto se ajusta a la realidad de lo que efectivamente ocurrió.

El argumento original decía que si una proporción menor de los votantes de Yaku Pérez anulaban su voto, entonces Andrés Arauz y Guillermo Lasso —ambos— habrían recibido más votos de los que recibieron. Pero la hipótesis era que Arauz habría recibido más, dado que la mayor parte de los votos de Pérez vinieron de votantes de “inercia” correísta, y lo más razonable era esperar que la mayoría de ellos, en ausencia de Pérez, “regresen a la senda correísta” en segunda vuelta.

¿Cuál fue la distribución de los votos de Yaku Pérez dependiendo de la tendencia del territorio? Sin incluir a Pichincha, Yaku Pérez sacó 782 mil votos en territorios correístas, y 720 mil votos en territorios anticorreístas. Los territorios correístas son toda la Costa, Azuay, Imbabura, Santo Domingo, Carchi y Sucumbíos. Los territorios anticorreístas son todos los demás (Sierra centro, Loja, Galápagos, y toda la Amazonía a excepción de Sucumbíos). Apunto que Ospina coincide con esta clasificación de provincias correístas vs provincias anticorreístas. Ahí no hay discusión. La pregunta es, por supuesto, ¿en dónde colocamos a Pichincha?

Tal como mencioné antes, si bien Pichincha es un territorio de inercia anticorreísta, me cuesta imaginar que los votantes de Yaku Pérez son de composición mayoritaria anticorreísta. Pero incluso siendo generosos y concediendo la partición que propone Ospina (52% anticorreístas, 48% correístas), veamos qué pasa. Yaku Pérez sacó 282 mil votos en esa provincia, por tanto 135 mil de esos van a la canasta correísta, y 147 mil van a la cuenta anticorreísta. ¿El resultado final? 917 mil de los votos que fueron a Yaku Pérez en primera vuelta se produjeron en territorios correístas, y 867 mil se produjeron en territorios anticorreístas. 

Por tanto, la mayoría de los votos de Yaku Pérez se depositaron en provincias donde la expectativa del modelo decía que, en segunda vuelta, las opciones más viables para esos electores eran el voto nulo o Andrés Arauz. Así, cada voto nulo adicional, en la tendencia general, era un voto que Arauz no recibía. Al ser esta la mayoría numérica de los casos, el mayor perjudicado por un aumento del voto nulo era Andrés Arauz.

Al ser absolutamente indiferente con respecto a lo que pasó en la primera vuelta de 2021 y, sobre todo, al carecer de un modelo conceptual comparable, la crítica del autor basada simplemente en los porcentajes de segunda vuelta 2017 es insuficiente para contradecir el modelo del artículo original. Por ejemplo, veamos las consecuencias numéricas del razonamiento del autor para la interpretación del nulo.

Dice el autor en su crítica:

“Un cálculo grueso (…) es que, de los 740 mil votos nulos adicionales de la segunda vuelta, Arauz debería haber recibido 342 mil votos y el resto debió recibirlo Lasso”

Recuerde: este cálculo grueso consiste en obtener el excedente de votos nulos de cada provincia en 2021 y suponer que si esos nulos no fueran nulos, se hubieran distribuido según los porcentajes de Lasso y Moreno en 2017. El razonamiento no tiene sentido porque, así como los porcentajes de Lasso y Correa en 2013 no fueron predictivos para la magnitud de la votación de Lasso y Moreno en 2017, la votación de Lasso y Moreno 2017 no es predictiva de la votación de Lasso y Arauz 2021. Y, por cierto, en cuatro años, en el caso hipotético de que Lasso se vuelva a enfrentar a un candidato correísta, espero que el autor no use como predictivos los porcentajes de Arauz y Lasso en 2021 en segunda vuelta. Si lo hace, estará obligado a asignar, por ejemplo, 56% a Lasso y 44% al candidato correísta en Azuay, provincia donde Lasso obtuvo el 54% efectivo de los votos totales y Arauz tan solo el 29%, debido (obviamente) al crecimiento masivo de los votos nulos.

¿Qué fue lo que efectivamente ocurrió?


Lo que efectivamente ocurrió fue que en Pichincha, el nulo aumentó en 152 mil votos, en Azuay en 111 mil, en Guayas en 16 mil, etc, etc., etc. (ver figura arriba). Aplicando la lógica del modelo del artículo original de los votos de Yaku Pérez a los votos nulos excedentes en segunda vuelta —es decir, clasificando nulos excedentes por territorios correístas vs. anticorreístas, y concediendo la partición del autor en su crítica para Pichincha— el resultado es que (redondeando) 420 mil votos nulos se produjeron en territorios de tendencia anticorreísta, y 320 mil se produjeron en territorios correístas. ¿Cómo es que este resultado es incluso más generoso para Lasso que la propia estimación del autor en su crítica? O sea, ¿cómo es que cuando ponemos atención al origen territorial de los votos nulos excedentes, el resultado incluso supera el propio pronóstico del autor con respecto a los votos que Lasso y Arauz debieron haber recibido?

La razón es que el razonamiento del autor es sencillamente incompatible con el modelo de mi artículo. El autor se conforma con decir que los nulos excedentes de cada provincia debían seguir el patrón de la segunda vuelta de 2017 sin contemplar absolutamente nada sobre el origen o la distribución numérica de esos votos nulos, ni su relación con los votos por los demás candidatos en la primera vuelta. En ese patrón que el autor sugiere no cabe la posibilidad de votos nulos adicionales no-correlacionados con la distribución de preferencias de hace cuatro años. 

Evidentemente, las elecciones no funcionan así. El autor dice que el patrón de 2021 debía ser parecido a 2017, pero no especifica, en ninguna parte, qué exactamente implica eso para las expectativas que debíamos tener para la votación de 2021. ¿Debíamos, entonces, esperar la misma votación que hace 4 años? ¿Una votación ligeramente diferente? ¿En qué proporción y en qué dirección debía producirse esa diferencia? ¿Y en qué provincias o cantones? Nada de esto está especificado en la crítica del autor, pero sí en el modelo del artículo original. 

Volvamos a Azuay otra vez porque es el ejemplo más cristalino. El pronóstico original era que de los votos de Pérez, 10% se hacían nulos en segunda vuelta, 65% iban a Arauz y 25% iban a Lasso. Lo que efectivamente ocurrió parece ser que más del 50% de los votos de Yaku se hicieron nulos, y los datos sugieren que la partición restante fue 20-25% Lasso y 25-30% Arauz. Lasso resultó perjudicado en un 5% o menos, y el perjuicio para Arauz fue del 35-40%. La comparación es con el “contrafactual” —el universo paralelo que nunca conoceremos donde una proporción menor de votantes de Yaku optaban por el nulo en segunda vuelta. La comparación no es con la partición de votos de hace 4 años.  Ciertamente el perjuicio porcentual para Lasso era mayor en otras provincias pero, como hemos dicho, es necesario, al mismo tiempo, considerar el volumen absoluto de votos en los diferentes territorios. Entre Azuay y la mitad de Pichincha, por ejemplo, hay más votos nulos excedentes que en toda la Sierra centro en su conjunto.


Admito que el argumento es complejo y que esta réplica fue detallada y, en ocasiones, difícil de seguir. Así que para cerrar, dejemos la matemática a un lado y apelemos a una intuición más elemental. Decir que el nulo perjudicó a Lasso significa, en palabras del autor, que “el voto nulo evitó que la derrota de Andrés Arauz fuera todavía mayor.” ¿Es eso sensato? 

Rumbo a la segunda vuelta, Arauz tenía 13 puntos porcentuales de ventaja sobre los votos válidos (que se traducen a 1.2 millones de votos). Más del 70% de los votos en el Ecuador están concentrados en apenas siete provincias: Guayas, Pichincha, Manabí, Los Ríos, Azuay, El Oro y Tungurahua (en ese orden). Arauz tenía el apoyo mayoritario en cuatro de ellas (Guayas, Manabí, Los Ríos y El Oro), se esperaba que Azuay le otorgue su apoyo mayoritario conforme a la tendencia histórica, y lo más probable es que iba a perder Pichincha y Tungurahua. 

Decir que el nulo le quitó más votos a Lasso que a Arauz significaría decir que Lasso fue capaz de remontar toda esa desventaja y encima superar a Arauz con un buen excedente, que no se materializó tan sólo por efecto del voto nulo que no le dejó crecer más. Me cuesta creerlo. 

Comencemos apuntando que la única forma de saber a ciencia cierta a quién efectivamente perjudicó el nulo sería entrevistando a cada individuo que votó nulo en segunda vuelta (y no en primera), y preguntándole, “si usted no hubiera anulado su voto, ¿por quién habría votado?”. Evidentemente, eso no es posible. 


Referencias:

[1] La crítica del autor, en realidad, está dirigida a mi artículo y al artículo de Ricardo Viteri, publicado también en GK el 15 de abril, lo cual es confuso porque los dos artículos criticados no dicen lo mismo, y ninguno de ellos plantea el argumento contra el que el autor dirige su crítica. Para el lector interesado, el link al artículo de Ricardo Viteri aparece en las referencias. 

[2] Tres formas de ver el retroceso del correísmo. https://gk.city/2021/02/11/voto-correista-2021/


*Javier Rodríguez Sandoval, ¿A quién favoreció el voto nulo? Publicado el 15 de abril de 2021: https://gk.city/2021/04/15/a-quien-favorecio-el-voto-nulo/

**Pablo Ospina Peralta, ¿Por qué perdió Arauz? Publicado el 28 de abril de 2021: http://xmb.ujz.mybluehost.me/2021/04/28/por-que-perdio-arauz/

***Ricardo Viteri, El triunfo de Lasso: de dónde vinieron sus votos en la segunda vuelta. Publicado el 15 de abril de 2021: https://gk.city/2021/04/15/votos-segunda-vuelta-ecuador-transferencia-yaku-hervas/

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PENSAMIENTO CRÍTICO
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1 COMENTARIO

  1. El autor dice:
    “Comencemos apuntando que la única forma de saber a ciencia cierta a quién efectivamente perjudicó el nulo sería entrevistando a cada individuo que votó nulo en segunda vuelta (y no en primera), y preguntándole, “si usted no hubiera anulado su voto, ¿por quién habría votado?”. Evidentemente, eso no es posible. ”
    Yo considero que ni asi, porque es una una pregunta hipotetica que no tiene una respuesta dicotomica “Arauz” o “Lasso”. Obviamente se podria hacer un muestreo y preguntar en forma probabilistica.
    Pero la pregunta fundamental esta mal planteada, las que deberian usarse son:
    “¿Usted voto nulo por influencia de Pachacutek o de Yaku Perez?” y la siguiente pregunta deberia ser:
    “Si usted no hubiera anulado su voto, ¿por quién habría votado?”.
    Y las respuestas deben ser no dicotomicas sino probabilisticas.
    Por tanto, el tema fundamental no es si el voto nulo perjudico o beneficio a alguno de los candidatos sino si la actuacion de Pachacutek y Yaku Perez al promover el voto nulo perjudico a Arauz y yo creo que la respuesta es si pero es meramente especulativa como los articulos mencionados pero desde luego es una especulacion basada en informacion y no vale la pena polemizar.

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