19-09-2017
La semana pasada una nueva masacre de indígenas aislados tomó lugar dentro de la selva amazónica del Brasil. De acuerdo a las informaciones provistas por medios de comunicación y entes oficiales, mineros ilegales habrían atacado a un grupo de indígenas aislados en el Valle de Javarí cerca de la zona fronteriza entre Brasil y Colombia. El incidente habría provocado un número aún indeterminado de víctimas entre los indígenas aislados.
Tal como describen los reportes del New York Times, la masacre habría sido develado por conversaciones sostenidas por los propios mineros en un bar de Sao Paulo de Olivencalos, donde relataron con detalle la manera en que terminaron la vida de los indígenas aislados; “O les matábamos o nos mataban” habrían señalado de acuerdo a lo recogido por la nota de prensa.
Por su parte, la fiscalía brasileña ha confirmado los hechos e iniciado una investigación para determinar si las pruebas recabadas corresponden a un genocidio efectivamente consumado. .
De vuelta a Ecuador, los ataques de marzo de 2013 donde murieron varios indígenas Taromenane, uno de los grupos que vive en aislamiento dentro de las fronteras del Yasuní, recuerda la vulnerabilidad de estos grupos y la posibilidad cierta de su extinción. Las muertes de aislados en Ecuador, son consecuencia de una serie de ataques que se originaron hace más de tres décadas, cuando los grupos pertenecientes al pueblo Waorani fueron obligados a dejar sus territorios e iniciar contacto con la sociedad nacional. Las dinámicas culturales y territoriales cambiaron aceleradamente, agravando conflictos y rivalidades étnicas preexistentes.
Las nuevas lógicas de utilización del territorio y los bosques por parte de la sociedad nacional, reflejada en la apertura de carreteras, la creación de comunidades altamente pobladas, la colonización, la llegada de enfermedades nuevas, el contacto forzado de las poblaciones, han sido dinámicas orquestadas desde los Estados y empresas de distinto signo – petroleras, principalmente – para explotar recursos en territorios que habían permanecido bajo protección de los indígenas.
Este factor de presión, desvirtuó las viejas disputas territoriales y las lógicas de control del territorio en base a alianzas matrimoniales transformando los patrones tradicionales de uso y ocupación del territorio. En varios casos, dichos patrones se transformaron para responder a las necesidades económicas de los nuevos actores que llegaron hasta los lugares más apartados de la selva.
Me pregunto, ¿hasta cuándo seremos testigos de atrocidades como las ocurridas en Brasil o en Ecuador en contra de los grupos humanos más vulnerables del planeta? Luego de revisar varias notas de prensa sobre lo ocurrido recientemente en Brasil, y comparando con la situación de violencia que envuelve a los grupos Taromenane y Waorani en el Ecuador, me llama la atención encontrar varias similitudes que se repiten en ambos sucesos.
En primer lugar, la existencia de actividades ilegales dentro de sus territorios – la cacería y tala ilegal, la extracción de recursos minerales – y las presiones derivadas de ocupaciones que, aunque revistan algún tipo de formalidad legal, pero violentan las condiciones de protección de dichos pueblos asumidas en varios protocolos y pactos internacionales de los que son signatarios los estados; actividades tales como la actividad petrolera o el incremento de las fronteras agrícolas y pecuarias.
Una segunda coincidencia, es que los actores irregulares e ilegales se encuentran armados dentro de los territorios indígenas; una tercera coincidencia es la dificultad de los sistemas de justicia de procesar estas muertes; tanto en Brasil como en Ecuador, las respectivas oficinas de Fiscalía General de la Nación han confirmado la muerte de varias personas en los ataques, pero no han logrado identificar el número de víctimas o esclarecer las circunstancias en las que fueron asesinados. En ambas masacres, y esto constituye un dato preocupante, la mayoría de víctimas podrían haber sido mujeres y niños.
Otra similitud resulta de comparar las presiones generadas por los sistemas viales; en Ecuador, el trazado y operación de nuevas vías de acceso, motivadas por la explotación de los Bloques 31 y 43 dentro del Parque Nacional Yasuní – el complejo ITT –, se han extendido hasta la zona Sur del Parque a escasos kilómetros del límite de la Zona Intangible reservada a estos pueblos.
El escenario es poco alentador; la presencia de actividades petroleras y madereros ilegales en los contornos del este y sur de la ZITT produce el mismo escenario de conflicto y amenaza que existe en la zona occidental del Yasuní en donde se han registrado la mayoría de ataques violentos.
En Brasil, la llegada de nuevos asentamientos de colonización o la irrupción de campamentos de minería ilegal cercanos a los indígenas en Brasil, resultan el detonante de respuestas violentas por parte de los aislados con fechas y lanzas, que constituye su única forma de defensa de un territorio amenazado y asolado por los invasores.
Los esfuerzos de los Estados en la región resultan insuficientes para lograr el propósito de protección de la vida y territorios de los indígenas isolados[1]. Las reservas territoriales, parques nacionales o áreas de protección, establecidas para su protección de indígenas aislados no logran cumplir sus objetivos de mantener estos espacios debidamente reconocidos y protegidos como zonas intangibles.
En el caso brasileño, los recortes de personal y presupuesto generados por el gobierno de Temer, afectaron de manera severa a la entidad responsable de la protección de los aislados, la Fundación Nacional do Indio (FUNAI). La reducción supuso el retiro de la FUNAI de ciertas zonas de vigilancia y el cierre de algunos frentes etno-ambientales. .
En el caso de Ecuador durante el año 2013 el Plan de Medidas Cautelares no llegaba ni los doscientos mil dólares de presupuesto para el monitoreo y control de la Zona Intangible Tagaeiri Taromenane, con casi 700.000 has. Tras el ataque del 29 de marzo de ese año, en el que murieron varios indígenas Waorani y Taromenane, el gobierno de Rafael Correa destinó mayores fondos para asistir esta problemática y dispuso la creación de una Dirección de Protección para los Pueblos Indígenas Aislados adscrita al Ministerio de Justicia. En paralelo, para sostener la nueva institucionalidad, se presentó un proyecto de inversión estatal cuyos fondos se paralizaron. Hasta la actualidad, el proyecto no ha sido ejecutado en su totalidad. La guerra siguió su curso, y los grupos aislados perpetraron un ataque a inicios del 2016, alanceando y victimando a un joven waorani.
En junio de este año, tres organizaciones consorciadas por el tema de aislados, hemos presentado a las autoridades un informe sobre la explotación ilegal de madera dentro de la Zona Intangible Tagaeiri Taromenane en el parque nacional Yasuní. Varios campamentos madereros han sido identificados desde el año 2015 y luego, a través de un recorrido fluvial se constató que también se realizan actividades de cacería intensiva con fines comerciales; tanto la madera como la carne son transportados hacia el Perú a través del río Curaray.
Durante una conversación mantenida con el Ministro del Ambiente de Ecuador se aseguró que van establecer nuevos puntos de control, en acuerdo con las Fuerzas Armadas para detener la tala ilegal y vigilar los puestos de paso de las barcazas ilegales que transportan madera y otros productos, en la frontera ecuatoriana y peruana. Por su parte la ministra de Justicia y Derechos Humanos aseguró que se van adoptar medidas más eficaces para mejorar el monitoreo de presencia de pueblos aislados en el Yasuní y aumentar el presupuesto para la Dirección de Protección que demanda mayor personal y recursos logísticos para el desplazamiento de su personal.
Tanto en Ecuador, Brasil y Perú son varias las actividades ilegales que se concentran en los territorios de los indígenas aislados y que son de los pocos espacios en el planeta que no han sido intervenidos con lógicas de agresivas de colonización y extracción de recursos. Posiblemente son de los lugares más ricos de la Tierra en términos de diversidad biológica y cultural, y de recursos naturales, y allí radica la maldición de la riqueza, que atrae a muchas personas a sortear su vida talando árboles o buscando minerales, en medio de un bosque que es cuidado por sus dueños con lanzas y flechas.
La protección de los pueblos indígenas aislados es un desafío constante para las instituciones estatales encargadas y para las comunidades locales que colindan con los “flecheiros” o los “indios desnudos”. Tanto las Naciones Unidas como la Comisión Interamericana de Derechos Humanos han propuesto directrices y recomendaciones a los gobiernos de la región para proteger a estos grupos. Ecuador y Brasil han adoptado políticas públicas a favor de los aislados, pero como se menciona en esta nota, aún resultan insuficientes para prevenir el genocidio.
Luego de algunos años de ser testigo de varios ataques en la selva, de testimoniar el poco interés o atención que genera el tema en las autoridades, mi optimismo se reduce cada vez más a favor de los indios isolados. Son varios los esfuerzos y propuestas hechas desde la sociedad civil, las organizaciones indígenas, periodistas e investigadores, pero he constatado que los intereses de los Estados y las condiciones de extrema pobreza en términos económicos que rodean los territorios de indígenas, vuelven a los objetivos inalcanzables. Los intereses nacionales priorizan las agendas extractivas y de desarrollo que invisibilizan la territorialidad de estos pueblos. A su vez, los sistemas judiciales han generado dinámicas de impunidad frente a los ataques, que redundan en mayores amenazas para la vida a los pueblos aislados en la región.
La muerte de indígenas aislados es posiblemente el último genocido que ocurre en América – o al menos el más reciente – esto nos obliga a reflexionar como sociedad para no ser cómplices o testigos de estas masacres. Debemos exigir a las autoridades que cumplan sus compromisos de protección y garanticen los derechos humanos de estas poblaciones.
Podemos sensibilizar a la sociedad nacional sobre la existencia de estos pueblos y hacer un llamado para proteger sus territorios que son el último espacio que las sociedades dominantes pretenden conquistar y explotar. Debemos también exigir a las autoridades y fiscales que esclarezcan estos hechos de violencia, se sancionen a los responsables, sean estos madereros ilegales o autoridades nacionales.
[1] Denominación genérica que se emplea para los indígenas aislados derivada del portugués.
*Investigador experto en temas de Pueblos Indígenas en Aislamiento.
Si tan solo dejásemos de ser hipócritas, y en vez de seguirnos mintiendo sobre la existencia de dios, entendieramos y enseñaramos a todos y todas que somos animales, fruto de la evolución, que nuestro antepasado es el mono, posiblemente tendríamos una visión diferente de la selva, de la vida, de nuestros ancestros; y a lo mejor el fin sería, dar el salto para ser humanos, dejar de ser animales, y de ahí recien hacia la espiritualidad…