LA DEMOCRACIA CENTRAL, EL CENTRALISMO DEMOCRATICO Y EL ESTATISMO
El centralismo, el poder central o el centro estatismo son realidades latentes en nuestras formas de gobierno. La quiebra del estado burgués clásico y de su forma neoliberal, para los socialistas de última generación, es la base para repensar el estado desde una perspectiva que lejos de negarlo, promueve su consolidación en los mismo marcos del estado burgués tradicional, labor fatídica a la que se da la categoría de revolución (sic). Unos cuantos revisionistas sin responsabilidad ni respaldo teórico avalan la mala práctica de los antojadizos. Respecto a la naturaleza del estado, será necesario recordar a quienes `pretenden consolidando el estado burgués hacer revolución’ que Engels en carta a Bernsteim recordaba que Marx proclamaba la abolición del estado incluso antes de que existiese el anarquismo. El carácter libertario del marxismo no admite la definición de estado revolucionario, y está claro que para el marxismo el estado debería solo existir para extinguirse es decir para su auto inmolación. También Lenin en el estado y la revolución diseñó alternativas de poder que no se dirigen a consolidar el estado sino a extinguirlo multiplicando el poder, en lo que hoy se llamaría sociedad civil desde la organización soviética de la sociedad; soviets obreros, campesinos de soldados etc. Para Lenin el decrecimiento del estado comienza al día siguiente de la revolución y los soviets son un modelo de ejercicio democrático y revolucionario que se oponía al poder estatal burgués.
Las contradicciones en el socialismo real y la revolución soviética acosada provoco una realidad inversamente proporcional al ideal y al desarrollo de la democracia interior, que fue creando las premisas históricas de la sustitución del poder de las masas, la democracia soviética o dictadura del proletariado fue absorbida por la falta de democracia y la dictadura del partido. El leninismo fue reducido al Que hacer y de él sus, concepciones centralistas. Aun Trotski aparentemente el menos allegado a los principios del centralismo democrático reconoce “el régimen del partido bolchevique se caracterizo por los métodos de centralización democrática la concordancia de estas dos nociones no implica contradicción alguna….la libertad critica y la lucha de ideas, formaba el contendido intangible de la democracia del partido” .
A la muerte de Lenin la realidad fue otra porque una cosa es hacer el triunfo de la revolución con él “Que hacer” y otra construir el socialismo con el mismo texto. En el primer caso el Que hacer consolida al partido revolucionario ya para el segundo momento; pretender construir el socialismo con el partido puede significar omitir a la clase. “Estado y la revolución” podría considerarse el texto inicial de la revolución y no el Que hacer, porque ceñirse al catecismo organizacional del partido adherido al estado con sus vicios deformantes, sirvió de base para el ejercicio de poder que eliminó formas de oposición democrática y toda dialéctica interior (es bueno recordar que Lenin justamente cuando escribe Que hacer, lo prologa con el enunciado de Fernando Lasalle “…la lucha al interior del partido la fuerza y vitalidad…”).
El Lenin duro y democrático es reducido al teórico de la autocracia, el generador de una basta concepción organizacional, insurreccional, filosófica, política, ideológica es reconocido por el evangélicamente solo por el Que hacer en una visión falsa de la organización centralista.
El marxismo desestima el estado y la nación, ni los proletarios ni el capital tienen patria y es inmanente su propuesta de revolución mundial. La revolución nacional “socialismo en un solo país” fue una consecuencia no deseada de la realidad.
La organización centralista de la sociedad dio pie a una híbrida concepción política y practica que sometía el sueño a la realidad o a una realidad especifica que sacrificaba elementos esenciales del socialismo científico y dicho pragmatismo no fue tan solo de carácter político, sus implicaciones en la construcción de la economía dieron al traste con la aspiración democrática del socialismo marxista cuyo objetivo máximo era la libre asociación de productores y con la misma justificación pragmática de lo posible, la prevista transitoria presencia histórica del estado en la teoría socialista dio paso al monopolio centralista del estado en la gestión económica (socialismo real o ¿capitalismo de estado?) . Lenin pudo transitoriamente sostener dialécticamente la dualidad centralismo y democracia, dialéctica posible pero no realista para una sociedad en formación en donde la concepción y visión del poder son expresiones no abstractas de la teoría sino situaciones concretas y humanas.
En oposición al centralismo se han esgrimido los argumentos de la descentralización, como también el de las autonomías y los gobiernos locales que han pasado a ocupar un importante papel en la discusión. La llamada descentralización esta ya damnificada por la recentralización y el estatismo supuestas alternativas a una tendencia neoliberal que manejo una descentralización irresponsable por la desatención estatal. La izquierda en sus exigencias democráticas debe aportar a construir democracia alternativa desde la realidad local y más precisamente desde la realidad cotidiana e intima en el sindicato, la comuna, el barrio, la escuela que es posible cuestionando la funcionalidad democrática desde arriba. El discurso de la izquierda debe ser construir la democracia con el pueblo y sus organizaciones y enfrentar al estado y sus responsabilidades o irresponsabilidades.
La descentralización popular cuestiona el `poder económico explotador y el poder estatal represor y tiene como sustento la distribución social de la interlocución y la participación continua en la toma de decisiones. no es solo una reubicación espacial o humana, es también la determinación de las mayorías que deben disputar o arrebatar el estilo de representación individual y la mediatización de los grupos dominantes locales o nacionales. Descentralización que debe revisar con urgencia las relaciones entre estado y sociedad para que el desarrollo armónico y equitativo regional no sea la distribución geográfica de los explotadores sino la posibilidad de auto gobernación de los pueblos.
La propuesta de descentralización popular no se restringe a la visión municipal pero no la desestima, la descentralización asi pensada debe cuestionar la practica centralista de los municipios de las ciudades grandes, cuando excluyen y se olvidan de los habitantes de la periferia. Los municipios no son realidades diferentes ni del estado ni del esquema centralista ni son ejemplo de participación o democracia por lo que es necesario aun, trabajar desde la corriente popular y de izquierda una propuesta alternativa que tiene que empezar situándose en la agenda inmediata a lado de sus aspiraciones sentidas y emergentes. La toma de los gobiernos locales es una buena alternativa pero no es el fin sino el comienzo en la tarea de construir otra democracia