El cuñado estaba vacacionando en los Yuneites Esteites, y mientras saboreaba ricos manjares en la piscina de un hotel cinco estrellas, tuvo el presentimiento que, ese día, algo bueno le iba a ocurrir. Sonrió como sólo lo hacen los galanes de Hollywood, y no lo pensó más. Pidió a las dos señoritas que lo acompañaban que se retiren, y se dirigió, semidesnudo, a su habitación. Una vez ahí, se vistió con el traje que había comprado en su última visita a París a un precio de 12.000 USD. Pidió que lo bañen, que lo afeiten, que lo perfumen, que lo dejen peinado y planchado.
Decenas de personas junto a sus pequeños hijos fuera del hospital Baca Ortiz. Madrugaron, aguantaron lluvia, frío, hambre. Y luego soportaron un sol inclemente. ¡Qué horror! Sentados en las frías aceras, comiéndose un pan, unas galletas, esperaban noticias de sus pequeños. Eran las tres de la tarde, y seguían ahí, esperando, esperando. ¿Cómo carajos nos tragamos que la gente pobre sea humillada de esta manera? ¿Cómo permitimos, otra vez, que miles de personas huyan del país a buscar otro destino? ¿Cómo diablos hicieron para regresarnos a los años 90?
Luego de una oscura primera vuelta electoral, ensombrecida por el fantasma del fraude, –recordemos la negación para el reconteo de actas solicitado por Yaku Pérez (PK)–, Guillermo Lasso (CREO) modificó su estrategia de campaña. Reemplazó su estilo de banquero conservador por un informal look de zapatos rojos y por una serie de propuestas democráticas, vendidas demagógicamente, que le permitieron vencer a UNES.