La violencia perpetrada contra las mujeres por su condición de género, ya es una epidemia generalizada en todo el mundo. La Organización Mundial de la Salud la define como un apremiante problema que incide en las tasas de morbi mortalidad femenina.
La prevalencia y la incidencia de la violencia contra la mujer es una preocupación poco abordada con las herramientas de control y erradicación, esto se debe a que en nuestro país Ecuador existe orfandad de la salud mental en la política pública y debido también al enfoque biologista y cuantitativista del sistema de vigilancia epidemiológica. La pertinencia de desarrollar procesos de vigilancia epidemiológica activa ayudara a conocer la verdadera magnitud del problema y a evaluar las políticas y los resultados de las acciones implementadas.
Mucha esta por construirse. No se conoce el perfil socio demográfico de las víctimas, el tipo de violencia experimentada expuesta en indicadores observados y la información que se obtiene de los eventos que sufren las mujeres es direccionada desde los medios o por el flujo de la demanda de denuncias. Como otros problemas de salud pública, la violencia de género debe ser reconocida en su magnitud y diversidad tipo como asesinato, acoso, violencia física y psicológica-emocional y también las amenazas. Todo debe estar sujeto al monitoreo de datos desde los insumos de la acción de vigilancia epidemiológica
Se demanda razonamientos causales, estudio de las situaciones mentales y sociales que aceleran la conducta violenta, el estudio de causas y consecuencias para la salud de las mujeres afectadas requiere de recursos poco usados desde el enfoque centrado en factores de riesgo y los factores de protección donde la violencia es observada no solo como un delito sino como un grave problema de salud pública a ser abordado técnica y profesionalmente con los principios que focalizan acciones preventivas y de intervención sobre las víctimas.
La acción de las organizaciones sociales contra la violencia es plausible y debe continuar, aunque es necesario reconocer que está resultando insuficiente pues sus propuestas se articulan desde la reacción ciudadana, la denuncia pública o el acto judicial que en algunos casos expresan sesgos de un feminismo confrontacional que podría estar agudizando la crisis por falta de opciones humanistas desde las masculinidades que poco se interesan en apoyar un feminismo revolucionario anti sistema y contra el poder
Desarrollar un sistema de vigilancia epidemiológica debe incluir estrategias eficacias de sustento intersectorial donde los ministerios, el sistema judicial y las organizaciones trabajen no solo con la denuncia receptiva que puede ser incluso un determinante de riesgo, sino desde la activación de la respuesta integral e inmediata ante la inminencia de episodios de violencia. El núcleo de la estrategia es comunicación y fomento de la prevención, siempre afectando el riesgo proyectando su reducción y omitiendo las acciones que lo propician. El sistema “Alerta Violencia” debe ser el mismo que se usa ante la inminencia de una catástrofe con mirada de socorro para erradicar las muertes y en el proceso trabajando por la reducción del maltrato diverso
Respeto al empoderamiento hasta el momento difundido, este debe ser evaluado en su efectividad, pues el empoderamiento de las mujeres afectadas no puede seguir siendo una disputa de poder, ello es invertir la propia expresión del patriarcado dominante. La libertad individual y social solo debe ser entendida como acción contra el poder, que en el caso del machismo, traduce la acción de Dios y el Estado en la figura de la autoridad incuestionable.
El carácter delictivo de la violencia contra las mujeres está muy desarrollado, por lo que es emergente implementar la vigilancia epidemiológica comunitaria, capacitando actores y líderes en condición jurídica de realizar acciones de socorro inmediato