16 de diciembre 2016
DEMOCRACIA LIBERAL DE PARTIDO ÚNICO ¿ES ESO POSIBLE?
Estuve esperando los resultados de las elecciones argentinas y, en especial, de las venezolanas, así como el desenlace de la crisis política y económica de Brasil y del estado final de la crisis en el Ecuador antes de lanzar el presente escrito, pues quería saber si se consumaba mi presagio para esos países y se hacía más clara la forma del declive de los partidos progresistas de América Latina. Finalmente, el declive está y avanza rápidamente, hasta poner a Brasil en el primer lugar de las preocupaciones progresistas. Brasil son los BRICS, Brasil es el gigante latinoamericano, Brasil es la UNASUR, la CELAC, el Banco del Sur, etc. Es decir, súbitamente todo el entramado construido se derrumba, y lo hace encima del resto de países progresistas –Ecuador, El Salvador, Nicaragua, Bolivia- amenazando con aplastarlos.
En todos los casos, los principales componentes de las crisis son económicos, relacionados con una época de declive de los mercados de commodities. Y hacen notar lo que considero el segundo gran error de los gobiernos progresistas en América Latina: su repartición de beneficios sin la creación de profundos procesos de acumulación social de capital[1], lo cual siempre fue, evidentemente, una bomba atómica para las economías de la zona.
Sin embargo, pretendo tratar este que he llamado “primer error del gobierno de Correa”, en primer lugar, por considerarlo la matriz fundamental del segundo gran error y porque lo abordaré desde una perspectiva regional, lo que hace que no solo sea una falla del presidente ecuatoriano sino de toda la tendencia regional que lo articula.
Los gobiernos progresistas de la región llegaron al poder, en términos políticos, como producto de la combinación de dos factores: por un lado, como reflujo y respuesta a la desaparición del socialismo real y, por otro lado, como reconocimiento del fracaso democrático del socialismo estatal soviético. Es así que parten del reconocimiento de que no es posible llegar al poder y, por tanto, al cambio social sino se lo hace a través de “elecciones libres”, al más puro estilo de las democracias liberales de occidente[2].
Uno de los más fuertes fracasos del diseño progresista es el que va encarnado en el título de este artículo: se quiso amalgamar una democracia de tinte liberal con el viejo dogma del centralismo democrático leninista con catastróficos resultados.
Para entender esta afirmación, es necesario que, en primer lugar, demos una mirada a la parte de la teoría originada en Lenin que estamos mencionando. El Centralismo Democrático, es el concepto sobre el que se asienta toda la propuesta política de corte marxista y fue durante todo el tiempo de existencia de la URSS, el rival fundamental de la democracia liberal.
Históricamente, el concepto de centralismo democrático se genera en Marx y Trotsky, y es posteriormente depurado por Lenin, como estrategia para la construcción de partidos muy organizados y efectivos, preparados para la toma del poder. Es decir, privilegia la unicidad donde se posibilita la convergencia de todos en pro de la efectividad, y coloca como objetivo máximo de su desarrollo al partido y no necesariamente al Estado. Dicho de otra manera, se forja como solución organizativa y se aplica a la construcción del partido.
Sin embargo, luego de la llegada de la Unión Soviética, a través de la acción del partido bolchevique, esta misma forma de organización se trasplanta a la sociedad entera y en especial al Estado. No se hace ninguna diferenciación, se asume que la sociedad y su representación estatal son lo mismo que el partido y desde ese instante se subsume a la sociedad y al Estado a la decisión política de quienes dirigen la estructura partidista. Si alguien en la sociedad o inclusive en el Estado quiere influir en las decisiones de países enteros se verá, a partir de este momento, obligado a penetrar a la estructura política partidaria para poder hacerlo, de otra manera le resultaría imposible.
¿A qué se parece esto en el fondo? Pues a los gobiernos dictatoriales regidos por estructuras militares, que abundaron en la segunda mitad del siglo XX en nuestro planeta. Los gobiernos de Pinochet, Videla, Velasco Alvarado, Rodríguez Lara y muchos otros, eran gobiernos que imponían las directrices de la institución militar tanto al Estado como a la sociedad. No hay una diferencia básica entre unos y otros: ambos resultan estructuras organizadas, efectivas y centralizadas que pretenden hacerse con el control de sociedad y Estado. Los unos, generalmente, abogan por el interés de grupos económicos o políticos, y los otros por el supuesto interés del proletariado[3]. Pero en los métodos, en sus estructuras políticas y organizativas son casi lo mismo y son profundamente antidemocráticos[4].
Adicionalmente, si lo vemos a profundidad, el Estado, en realidad[5], tan solo son los funcionarios que lo administran y siempre son manejados por una elite que proviene de las estructuras de poder vigentes en la sociedad, sean cuales sean estas. Miremos al partido único como lo que realmente es: un componente de una estructura de poder que se enquista en el Estado, es decir en el manejo de este aparato administrativo, y en la sociedad para poder obtener el control y la hegemonía.
Existen matices, dentro de las diferentes lecturas sobre el centralismo democrático. Desde la visión del trotskismo se da el flujo de ideas entre el arriba y el abajo del partido, pero esto se puede y debe hacer permanentemente y se debe leer y releer, analizar y reanalizar, mientras, al mismo tiempo la dirección ejecuta lo decidido. El estalinismo en cambio vuelve preeminente a la decisión normada y limita el flujo de lecturas y relecturas con el afán de obtener una acción efectiva más rápida y fuerte. Pero en general, todos estos esquemas adolecen de lo dicho: extrapolan los mecanismos del partido al Estado y a la sociedad y así los sujetan y controlan.
¿Cuál es la diferencia con la democracia liberal? En ese esquema también se forman partidos y estos también son aparatos que pretenden el control del Estado, es decir del mecanismo de administración y control social, pero al llegar a esto, por el diseño rousseauniano[6], no obtienen el control de todos los espacios del Estado, sino de fragmentos y, por ello, no pueden extrapolar sus estructuras también a la sociedad[7]. Aquí, si uno llega a obtener el control de todos los poderes del Estado transforma al Estado en el partido y por lo tanto se rige a la sociedad desde el partido, a través del Estado.
Conceptualmente, el Centralismo Democrático supone el partido único por lo que es antitético con la confrontación de rivales o contrarios que establece la democracia liberal pura[8]. Si se quiere, el centralismo democrático, por lo tanto, no parte de la libertad y de la cesión de esta para fines comunes, sino que parte de la sujeción con el fin de obtener la efectividad. Fines comunes y efectividad no son exactamente lo mismo. El fin común es en sí mismo el objetivo, mientras que la efectividad es el método hacia la obtención del objetivo. La democracia liberal cede libertad para obtener un objetivo mientras que el centralismo democrático cede libertad para asegurar un método.
Si la cesión de mi libertad, en el centralismo democrático, solo asegura el método, ¿entonces quien está definiendo el objetivo? En el marxismo se trata, como ya lo profetizaba Bakunin, de una elite muy ilustrada que reduce la libertad de todos a la suya propia, lo cual es previsible que no pueda llegar a durar demasiado: Nadie cede su libertad por los objetivos de otros a menos que estos sean plenamente compartidos y eso, en los esquemas sujetos al centralismo democrático, siempre se da precariamente.
- El eclecticismo del Socialismo del Siglo XXI en el Ecuador
El socialismo del siglo XXI es, en general, un intento de hibridación de Democracia Liberal y Centralismo Democrático pues crea un control de los diferentes poderes del Estado a través de un partido único, que avanza hacia el objetivo de trasladar al Estado y a la sociedad hacia sus estructuras políticas y partidarias. Con diferentes métodos, con diferentes estrategias, con diferentes modalidades, esto sucede en todos los países donde el Socialismo del Siglo XXI se ha desarrollado[9].
Sin embargo, en el caso ecuatoriano esto resulta extremo, pues se ideó una estrategia muy sofisticada para consolidar este fin: se creó un poder entero del Estado, encargado de manipular a los otros existentes, bajo la justificación de una representación normada pero directa de la sociedad y sus estructuras naturales[10]. En Ecuador, el Consejo de Participación Ciudadana y Control Social (CPCCS), que preside la Función de Transparencia y Control Social, se asume a sí mismo como una modalidad de relación directa entre el Estado y la sociedad. Es como si, partiendo de la admisión de que toda representación es siempre inexacta, se viera la necesidad de incorporar al ciudadano concreto y real dentro de la administración del Estado, pero al no poder hacerlo con 15 millones de individuos, se diseñara otra representación (representación sobre representación) pensando, de manera extraña, que esta sí iba a ser real y efectiva.
Ninguna representación es real y efectiva, siempre mantiene una debilidad estructural: que nunca un representante es totalmente fidedigno con lo que representa y que, con frecuencia, se crea, a sí mismo, un camino para asumir que su propio interés es la versión más fidedigna del interés de todos los otros. ¿Por qué entonces se crea y se asume a este nuevo aparato como la esencia de la ciudadanía misma? Pues porque conviene para estructurar un engaño, en el que la democracia de matriz liberal mantiene la apariencia de sus poderes divididos, pero en lo efectivo y concreto ellos están sujetos a uno solo de los cinco y al gobierno que lo sostiene y custodia.
De aquí a la manipulación desde un grupo de interés político por fuera del estado y del gobierno, siempre hubo solo un paso. En el primer periodo de ejercicio del CPCCS este fue más independiente de ese grupo en el poder, en el segundo esto decreció y en el tercero y actual todos los “representantes directos y fidedignos de la ciudadanía” tienen carnet de afiliación al poder constituido por Alianza País. Puede Alianza País ser el portador de los mejores fines del universo, puede ser el portador de los deseos divinos, puede ser el portador de todo el amor del mundo, pero, claramente, no es el portador del interés de los 15 millones de ciudadanos del Ecuador, esto solo es una falacia y el mecanismo utilizado un engaño cruel.
El problema está en la base misma de la democracia representativa. Esta nunca va a lograr representar total y objetivamente, siempre van a existir distorsiones. Es cierto que el mundo pide a gritos una salida de la representación y un avance hacia la participación directa, pero esto no se va a lograr hacer con más entes de representación, eso no tiene más salida que la acción directa, viable a través de las formas masivas de comunicación actual y supone tan solo más información y más educación, porque sí es cierto, adicionalmente, que los actuales dueños, privados y púbicos, de la información también se representan prioritariamente a ellos mismos.
Este es el diseño de la democracia de PAIS: un espacio de absoluto control del gobierno en el Estado, que responde a la consigna de sus jerarcas antes que a la fluctuación de la opinión general. Magistralmente, los aparentes perdedores de la guerra fría han vuelto por la revancha. Con nuevo armamento: La Democracia Liberal de Partido Único.
- ¿Es necesaria la Democracia Liberal de Partido Único para la construcción del socialismo?
Partamos de un engaño previo al del Socialismo del Siglo XXI para dar respuesta a esta pregunta: el engaño estructurado por los sistemas bipartidistas en varios países de diferentes sectores del mundo generalmente relacionados fuertemente con los mecanismos del imperio norteamericano creados para el control social[11], y en el mismo imperio norteamericano, generador primordial del bipartidismo.
El bipartidismo es, con claridad, una degeneración de los postulados y de la estructura de la democracia liberal que ha optado por otro camino de manipulación de la sociedad y el estado. En su caso, no manipula la democracia desde un partido único a través de mecanismos como los creados por el Socialismo del Siglo XXI, lo hace desde dos partidos ligados íntimamente a la misma estructura económica existente en la base de la sociedad. Una democracia liberal no supone necesariamente la opción por el mercado, por ejemplo, más bien supone la posibilidad de optar por diferentes mecanismos económicos si la sociedad así lo decide. De hecho, teóricamente, no debería ser imposible pensar en una sociedad regida por los mecanismos democráticos Rousseaunianos que mantenga una estructura económica no basada en los mercados y ni siquiera en la propiedad privada, que podría estar más ligada a formas de propiedad social y comunitaria, que adicionalmente podría variar en su estructura económica cíclicamente, ya en el extremo de sus posibilidades de movilidad y versatilidad.
Pero esto significaría contar con la posibilidad de deconstrucción de todo el poder económico constituido. Obviamente, este es un defecto en el diseño liberal, que habría significado, desde el inicio, una historia diferente para el desarrollo del liberalismo en el mundo pues lo habría colocado como modo de organización social con posibilidad de opción variada en lo económico. La enorme mayoría de liberales actuales, y más aun de neoliberales, suponen a la libertad de la democracia como íntimamente ligada a una conocida estructura económica basada en los mercados y en la propiedad privada, a la que dan el carácter de libertaria, aunque la verdad es que no existe nada más anti libertario que la propiedad privada y en especial que el mercado.
Toda propiedad supone un despojo previo, o de los que llegaron y se apropiaron de la tierra, o de los que se apropiaron del agua, o de los que se apropiaron del conocimiento, o de los que se apropiaron de la tecnología, o de los que se apropiaron del dinero, etc. Por diversos mecanismos: por compra, por despojo violento, por manipulación, etc. El liberalismo dentro de uno de sus más profundos triunfos ha instituido el supuesto, totalmente ideológico, de que el despojo no es tal y es más bien virtuoso el momento en que es dado por competencia.
Es decir, si uno compite y acaba con el contrario, le gana y con eso lo destruye, el quedarse con todo lo que estaba en disputa es totalmente lícito. Pues esta es una posición ideológica que podría, perfectamente, no ser aceptada por todos aquellos que en vez de competir quisieran colaborar y repartir los productos finales de la colaboración. Todo aquel que cree que aunando esfuerzos y no compitiendo se puede lograr mejores y más equilibrados productos, hoy está condenado de inicio a ser uno de los perdedores y a ser condenado al Averno.
Podrían también negarse a la competencia todos aquellos que nacieron baldados de una u otra manera: o no están completos físicamente, o no están completos intelectualmente, o no están completos históricamente, o no están completos económicamente, o no están completos competitivamente, o todo a la vez. Podrían negarse a la competencia y cuestionarla como lo que en realidad es: un artilugio para dar rienda suelta a la conquista, pues el concepto de competencia es claramente un producto de la mente de conquistadores, acostumbrados a aplastar y/o masacrar para poder reinar.
¿Que la competencia impulsa el desarrollo humano? Si tal vez, ¿pero a costa de qué? de un enorme dolor, de mares de injusticia, de continentes de inequidad. La verdad, en lo personal preferiría un desarrollo más pausado, pero, también, más justo y equilibrado. Después de todo, las guerras son, con toda probabilidad, los eventos que más han impulsado cierto desarrollo humano[12], al empujar con urgencia el avance de todo tipo de tecnologías, y no por eso son buenas ni virtuosas.
Por todas estas razones, ni la democracia liberal de partido único, ni la democracia bipartidista son necesarias para la construcción del socialismo. El socialismo en la actualidad solo es viable si se construye una democracia multipartidista radical que evada los dos mecanismos de control y manipulación del poder que vienen con lo descrito. No se necesita mantener una democracia que le otorgue todo el control a un solo grupo y estructure mecanismos extraños de manejo del poder y de disimulo de lo mismo. Tampoco se necesita de bipartidismos que mantengan una disputa aparente, mientras mantienen acuerdos estructurales en el control de lo económico, del poder y de las instituciones administrativas y armadas.
Claro que el segundo mecanismo es más sutil y versátil si se lo compara con el primero, que resulta bastante grotesco y poco afinado [13]. El error básico del correismo y del progresismo latinoamericano, si alguna vez quisieron ser socialismo, es su intento de manipulación del poder como mecanismo de control del mismo, despreciando y expresando su profunda desconfianza en la facultad libertaria del pueblo, de la masa tan despreciada y agredida cuando, en realidad, solo ella es capaz de no mantener falsificaciones por su misma tendencia a no mirar y a no privilegiar. Darle al pueblo el poder total, evadir la representación del estado sobre el pueblo y mantener una actitud de transparencia, participación y libertad a ultranza es en realidad el único camino hacia el socialismo, al menos de lo que hoy se puede ver.
Pero esta extrema democratización y libertad en lo político, supone también un arrastre de la economía hacia lo mismo o hacia algo parecido. Mantener una democracia radical y al mismo tiempo mantener la concentración de los recursos económicos y de la propiedad, me suena incongruente e inviable. No va a haber otra opción que una forma de democratización radical de la propiedad también, como engranaje necesario de la democracia política radical. Pero eso ya es parte del segundo gran error de Correa y de sus aliados progresistas, del cual hablaré en el siguiente capítulo de esta serie.
NOTAS
[1] Entendiendo a esto como la acumulación en el seno de la sociedad de conocimiento, infraestructura, capacidad productiva, tecnología.
[2] Este reconocimiento es producto claro de la perdida de la “guerra fría”, pero también es claro que es usado aun como simple estrategia de posicionamiento político en el camino hacia el poder. Obtenido este, el concepto tiende a relajarse y aligerarse en los gobiernos progresistas. Se continúa admitiendo la pertinencia de la democracia, pero se crea un mecanismo para desarrollar su control y la anulación de la lógica de confrontación de contrarios. Por esto, se falsifican procesos y se llega al control total de la institucionalidad. Es, sin embargo, previsible una posible evolución hacia una construcción real al estilo de la democracia radical de Boaventura da Soussa. (Democratizar la democracia: Los caminos de la democracia participativa; Reinventar la democracia, reinventar el estado.)
[3] Aquí existe un fuerte problema: ¿el partido realmente representa al proletariado, o no pasa de representar a la elite que cree poder interpretar sus intereses? La representación absoluta y 100 % fidedigna al representado, es una imposibilidad teórica. Siempre los representantes terminan malversando el interés de sus representados. Para esto no hace falta ser bueno o malo, honesto o deshonesto, hace falta solo representar.
[4] Claro, dentro de la concepción liberal de la democracia.
[5] Más allá de la teoría sobre el estado, que presume a este como estructura política que representa el interés de la sociedad de manera normada.
[6] Que parte del Contrato Social y de la sesión de libertad a cambio de beneficios en común, y esto plasma en la división de poderes del estado (más explícitamente en Montesquieu). Clásicamente en tres y recientemente, en el socialismo del siglo XXI, en cinco.
[7] En el liberalismo, en realidad este poder de control y manipulación no lo ejercen las elites políticas sino las económicas, que casi siempre permanecen por detrás y ocultas para no interrumpir el mecanismo de confrontación de contrarios y de creación de consensos y de síntesis, aunque a veces, en pocos casos y en tiempos limitados se funden con las elites políticas. Muchos teóricos de la conspiración creen notar esta mano oculta, pero nunca logran pruebas plenas de su efecto y ejercicio. En realidad, para las elites económicas este tipo de control es más efectivo, por sutil, que el grosero mecanismo del centralismo democrático y de la dictadura del proletariado.
[8] La versión estadounidense no tiene esta factura pues ella crea rivalidad entre similares estructurales, crea una apariencia de divergencia en temas subsidiarios, que no cuestionan estructuralmente al sistema.
[9] Con la sola excepción del Brasil, donde la adopción de un sistema de alianzas con terceros le crea una singularidad que habría que mirar hacia donde conduce. Hoy esta estrategia le ha acarreado conocidos problemas al PT y a Dilma Rousseff, pero a paso seguido esto tiende a rebotarles a sus detractores, y antiguos aliados, del PMDB, quienes empiezan a verse como los verdaderos poseedores de una estructura que pretende manipular y maniatar a la sociedad brasilera.
[10] Primeramente, de los ciudadanos individuales y a continuación de todo tipo de organizaciones sociales (campesinas, gremiales, poblacionales, etc.)
[11] Este término suele usarse en dos formas, uno para denominar a los mecanismos utilizados por la sociedad para controlar al aparato estatal y de gobierno en su ejercicio del poder, y el otro para denominar a los mecanismos utilizados por el estado y un gobierno para controlar a la estructura social. En nuestro caso la acepción correcta es la segunda.
[12] Basta recordar el desarrollo de la abominable bomba atómica, arrancada desde la bella idea de la relatividad.
[13] Al momento actual, sin embargo, el Alianza Pais trata de evolucionar de partido único a partido inscrito dentro de un mecanismo de control bipartidista. Por esto es que mantienen como objetivo el adueñarse de todo el espectro de izquierda. Quedar como la única izquierda existente en el Ecuador, anulando toda disidencia y toda forma de concepción distinta a la suya y, finalmente, jugando al control del poder con un único partido de derecha que los contradiga al mismo tiempo que los refleja, CREO.
Foto: La Hora