La primera línea del “Diagnóstico del sector laboral” elaborado por la Cámara de Comercio de Guayaquil y la Federación Nacional de Cámaras de Comercio del Ecuador muestra el sesgo con el que se están debatiendo las reformas laborales desde la élite empresarial, en articulación con los lineamientos del Fondo Monetario Internacional (FMI).
En ese sentido, se indica que “según el Reporte de Competitividad Global, del Foro Económico Mundial, Ecuador es el quinto país (de 140) con más obstáculos para contratar” (Cámara de Comercio de Guayaquil y la Federación Nacional de Cámaras de Comercio del Ecuador 2019, 1).
Dicha afirmación se sostiene en una de las secciones sobre el pilar 8: Mercado laboral, específicamente sobre las “Prácticas de contratación y despido” del Índice de Competitividad Global del año 2018 ¿En qué se basa dicho índice? En la opinión de los ejecutivos de empresas. Como menciona el mismo informe:
La edición de 2018 recogió las opiniones de 16.658 ejecutivos de 140 economías entre enero y abril de 2018. Tras el proceso de edición de datos que se describe a continuación, se retuvieron un total de 12.274 respuestas. Este año, la mitad de las encuestas retenidas (50,7%) se completaron en línea. En 52 economías, más del 90% de los encuestados completan la Encuesta en línea, mientras que en otras 21 economías, al menos el 50% de los encuestados completaron la Encuesta en línea (ver Figura 1) (Schwab 2018, 623).
En el caso de Ecuador, las encuestas se realizaron en dos periodos, en el primero se le preguntó a 99 ejecutivos y en el segundo a 100 (Schwab 2018, 628). En otras palabras, son tan solo este reducido número de ejecutivos en los que se basan una serie de indicadores. Por lo tanto, la afirmación de que Ecuador es un país con “obstáculos” para contratar, se fundamenta en la opinión de una élite que ambiciona con flexibilizar, precarizar y despedir sin mayor problemática a los trabajadores y trabajadores del país.
En efecto, la opinión es que los trabajadores tienen demasiadas concesiones y esto dificulta las ganancias de esa clase dirigente empresarial (cuando está élite tuvo una serie de beneplácitos, sobre todo en lo que a impuestos se refiere con la Ley de Fomento Productivo, con una exoneración de aproximadamente USD 987 millones). De existir una encuesta sobre la opinión de miembros de clase trabajadora, la situación seria distinta. No obstante, esta información no está disponible. En ese sentido, se observa una disputa de sentidos, en la que tan solo la opinión de uno de los sectores es la que interesa: la del ámbito de la élite empresarial.
Desde esa perspectiva, en lo referente a las prácticas de contratación, la pregunta de la encuesta aplicada a esta temática es “En su país, ¿hasta qué punto la normativa permite la contratación flexible y el despido de trabajadores? 1 = en absoluto; 7 = en gran medida] | 2017-2018 media ponderada o período más reciente disponible” (Schwab 2018, 638). La respuesta de los ejecutivos implica que el Ecuador tenga un indicador de 25,7 y lo coloca en el lugar 136 de un ranking de 140 países. Lo que hace que el Ecuador esté en el quinto lugar de países en los que la normativa no permite flexibilizar y despedir trabajadores. Por ello es que las Cámaras empresariales tildan de obsoleto el actual código por impedirles precarizar a los trabajadores.
De igual manera, tampoco se menciona que en el ranking de países que menos permiten flexibilizar y despedir con facilidad, se encuentran los países que tuvieron lo que se conoció como gobiernos progresistas. Por consiguiente, el ranking se acompaña de Argentina (puesto 137), Brasil (puesto 138), Bolivia (puesto 139) y Venezuela (puesto 140). Eso implica que los ejecutivos perciben como un mal clima de negocios cuando se realizan reformas en favor del sector de la clase trabajadora. Una muestra de esta situación es el crecimiento sostenido del salario mínimo real en estos países. En resumen, otorgar derechos a la clase trabajadora no es bien acogido entre los ejecutivos, a pesar que eso implica un crecimiento del mercado interno que permite aumentar las ventas de ciertos sectores y es un beneficio para ambos sectores, no como la propuesta de reducción de la demanda con los despidos, la no renovación de contratos, etc.
De esa manera, casi todos los referentes en los que se basa cierta parte del diagnóstico laboral, es la opinión de los ejecutivos. En ese sentido, el tema de flexibilización y despidos es solo una de las secciones sobre el pilar laboral para la construcción del Índice de Competitividad Global 2018. Este índice se conforma por otros once indicadores, de los cuales ocho son las opiniones de los ejecutivos y tan solo cuatro se basan en análisis un poco más objetivos. Esto compone el índice para que Ecuador se sitúe en un ranking de competitividad en el mercado laboral en el lugar 113, muy lejano a Chile (puesto 45), Perú (puesto 72) y Colombia (puesto 80). Estos tres países le generan condiciones adecuadas a los ejecutivos en su opinión y, al parecer, en detrimento de las condiciones laborales adecuadas. A continuación se muestran las preguntas y las fuentes de los componentes de la opinión del clima laboral de los ejecutivos:
En resumen, es la opinión de los ejecutivos es la que marca la supuesta condición en que se encuentra el mercado laboral. Una opinión sesgada y carente de un fundamento empírico riguroso. De esa forma es interesante observar que:
Por lo tanto, es importante contrastar los resultados del Índice de Competitividad Global 2018 en el que se basa el diagnóstico laboral de la Cámara de Comercio de Guayaquil y la Federación Nacional de Cámaras de Comercio del Ecuador con otros análisis empíricos. En efecto, es importante cuestionarse ¿Qué relación tiene la desigualdad y la competitividad? El mismo informe de este índice destaca que:
Como se muestra en la Figura 13, parece existir una relación entre el coeficiente de Gini de los ingresos y la competitividad. Sin embargo, es extremadamente débil. De hecho, los países más iguales y desiguales, Azerbaiyán y Sudáfrica, respectivamente, obtuvieron una puntuación general similar en el ICB (60,0 y 60,8), mientras que los países más y menos competitivos, Estados Unidos y Chad, tienen un coeficiente de Gini similar (42 y 43). Por lo tanto, sería inexacto concluir que los países más competitivos son confiablemente más inclusivo (Schwab 2018, 16).
Estos resultados indican que una mayor competitividad no implica una reducción de la desigualdad. Desde luego, esta nunca fue la intención de las élites empresariales nacionales e internacionales con el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional –FMI- que tiene como objetivo “mejorar el clima de inversión” en palabras de Anna Ivanova, jefa de misión en el FMI para Ecuador.[1] Es decir, deteriorar las condiciones de vida de la clase trabajadora para mejorar las ganancias empresariales.
Como conclusión, la evidencia en que se sustenta el diagnóstico de la reforma laboral tiene un sesgo hacia el sector de las élites empresariales para alcanzar la flexibilización al contratar y despedir, garantizando así las altas tasas de ganancias. La evidencia empírica no basada en la opinión de los ejecutivos de negocios muestra que es posible mantener o mejorar las condiciones laborales y esto genera bienestar común y, sobre todo, empleo.
*Isip
Bibliografía
Cámara de Comercio de Guayaquil y la Federación Nacional de Cámaras de Comercio del Ecuador. «Comercio propone: 40 reformas al Código del Trabajo para la creación de empleos e impulso de la competitividad» Guayaquil, 2019.
Schwab, Klaus. The Global Competitiveness Report 2018. World Economic Forum, 2018.
[1] https://bit.ly/2IizTAw
Hacer el análisis solamente comparando este índice de competitividad (que desde luego es sesgado y subjetivo) con el índice de Gini de los ingresos que solo mide la desigualdad no permite sustentar sus conclusiones.
Al contrario, el artículo: “In Depth: Are prosperity, people and planet compatible?” que se puede ver en
reports.weforum.org/global-competitiveness-report-2018/in-depth-are-prosperity-people-and-planet-compatible/
Y donde también se exhibe el siguiente gráfico:
http://reports.weforum.org/global-competitiveness-report-2018/files/2018/10/Chapter-1-f11-768×806.png
permiten llegar a la siguiente conclusión:
“Performance results on the GCI 4.0 add to ample empirical evidence that more competitive economies on average do in fact perform better on various measures of economic progress—including poverty, inequality and well-being; however, the evidence is more mixed in the case of environmental sustainability.” que se puede traducir así:
“Los resultados de desempeño en el GCI 4.0 se suman a la amplia evidencia empírica de que, en promedio, las economías más competitivas se desempeñan mejor en varias medidas del progreso económico, incluida la pobreza, la desigualdad y el bienestar; sin embargo, la evidencia es más variada en el caso de sostenibilidad del medio ambiente.”