Nace el concepto de nuevo HOSPITAL desde un conjunto de prácticas discursivas que alientan la verdad de la promesa y lo falso del pasado. Se estructura simbólicamente lo posible real sobre una pobre cultura sanitaria que soporta mínimas comprensiones explicativas porque las necesidades son muchas y el dolor pulula. Un discurso hospitalario circunda catapultando al imaginario social objetos de pensamiento como reflexión moral: el nosocomio que aproxima la fe a la ciencia y la ciencia a la fe, templo donde el amor a Dios y el agradecimiento al sistema son un target consistente, aunque insostenible, de formalidades de un cambio estructural que prorroga su llegada.
El mejor hospital es el que no hace falta. Viejo y grande enunciado de la salud pública no es para nada considerado, porque el enfoque constructivista de la salud se lo promueve desde la versión enfermedad. Surge entonces el «problema» y el proceso de problematización. La coyuntura se llena de contradicciones: hospitales que mejoran la estética, (situación simpática porque la estética es un recurso positivo y saludable) pero atiborrados de enfermos, amputados y dolientes clamorosos. Asoma la verdad lacerante y cierta: la enfermedad está presente y se multiplica…también los hospitales diversificados que se multiplican como indispensables para una sociedad enferma.
Así, eventualización y problematización, dos categorías de biopolítica y gobernabilidad, hacen parte de un constructo teórico poco elaborado. Los principios de APS no se presentan o se advierten en paralelo a la gestión hospitalaria en sus decisiones. La promoción de la salud carente de efectos potenciadores por su rezago, no genera el efecto positivo deseado – reducción del segundo y tercer nivel de complejidad – y al no hacerlo empuja el crecimiento hipertrófico del mundo hospitalario. Los hospitales aun bonitos sufren una desagradable metamorfosis que la cosmética no puede ocultar. En su colapso no solo refuerzan su rol panóptico sino que sus procedimientos para vigilar y controlar son sus propios mecanismos de defensa ante la avalancha en diáspora del primer nivel en crisis. El hospital de referencia implosiona.
La crisis se traslada de lo estructural a los procesos cuando la lógica capitalista pretende resolver la problemática por el camino de “mejorar la producción y la calidad”. Es cuando los hospitales asumen un rol político militar al imponer la disciplina laboral y la formación en fila tipo gueto a los usuarios con los peores términos de la dirección por tareas DPT. Paradigma anacrónico y represivo de atrasados gerentes (la excepción será justicia) que en la cúspide piramidal se recluyen, omitiendo el dialogo o la mirada personal o que frente a monitores de seguimiento controlan , vigilan y castigan, acompañados por un circulo de torturadores llamados para sorpresa ‘talento humano’.
Modernización hospitalaria, decisión o propuesta política, mira problemas sin enfoque sistémico. En corresponsabilidad técnica, teóricos de la macro gestión, o se comprometen con las decisiones sin argumentación, o no son tomados en cuenta en sus disensos. El resultado, al separar el marco teórico APS-modernización hospitalaria, no se evidencia el repensar de la reforma estructural del sistema como un todo integrado que demandaría primero la urgente modernización formal y tecnológica de la APS en todos sus componentes, para que el desarrollo del sector sea posible y las clases subalternas asuman el derecho a la salud y no a la enfermedad.
La problematización resolutiva del conflicto de gestión hospitalaria impone una crítica comprensión del método ideológico hoy imperante que simplifica la respuesta a la unicidad medico paciente y tratamiento individualizado, donde el ejercicio del poder y su reproducción orgánica se facilitan. Desde la crítica creativa urgente, es encontrar alternativas a ensayar: procesos sociales versus individualismo terapéutico, formación de grupos clínicos de atención dinámica en las líneas de respuesta por GRD (grupos relacionados de diagnostico), aplicación pedagógica y ruptura de los silencios, y otros inventos que fomenten la solidaridad, acortando los tiempo de atención y que no sean solo depositarios de dolor y llanto. Sí, porque no, hospitales promotores de la salud.
También la fractura del individualismo en la gestión clínica exige operativizar las verdades colectivas y la discusión científica; asumiendo que la resolución de dudas por la vía del diálogo y el coloquio académico va mas allá del concepto interconsulta para dirigirse a construir procesos participativos también en la toma de decisiones clínicas y quirúrgicas que reducirán el error (con menor margen para el ejercicio de los poderes personales) y, con el uso metodológico del consenso científico, fomentar el ejercicio de concertación plural que suma valores agregados y colectivos. Medicina basada en evidencia en formato didáctico de socialización y mancomunidad de aprendizaje en ciencia e investigación.
Cuando el enfoque preventivo no es materia de análisis en la gestión hospitalaria, es un error y un defecto que surge de la arcaica idea de que el nosocomio es centro de reclusión y preparación para la muerte. La prevención y la promoción de la salud pueden y deben ser parte de la estructura hospitalaria. Para que esto suceda es un imperativo posicionar la vigilancia epidemiológica no como hasta ahora se lo ha planteado: reporte y notificación de eventos sino, observancia predictiva de eventos desde una plataforma de identificación de riesgos y potenciación de factores de protección. Un ejemplo es la prevención de infecciones asociadas al cuidado de la salud que consume recursos, al tiempo que genera una grave contradicción moral porque el hospital, en vez de curar, enferma y mata.