Trabajo colaborativo entre La Línea de Fuego, Acapana, Radio Periférik y mutantia.ch
El silencio en las calles, debido a la pandemia que atraviesa el planeta, no necesariamente significa que haya silencio en las casas. De hecho, gobiernos de diferentes países se están preparando para aumentar las plazas de acogida para víctimas de violencia doméstica. En Ecuador, desde que tiene efecto el actual estado de excepción, la Fiscalía ha registrado 500 denuncias. Sin embargo, expertas de casas de acogida entre Quito, Cuenca y Guayaquil advierten: muchas mujeres no llaman, porque tienen a sus agresores cerca.
“Eres una zorra, te voy a quitar a los niños, te voy a matar, ya vas a ver lo que te hago”: Estos son algunos ejemplos de las frases que Pilar Rassa ha escuchado de mujeres, a quienes brinda atención en estas semanas de cuarentena como abogada del Centro de Apoyo y Protección de los Derechos Humanos Surkuna. Precisamente el lugar donde el gobierno pide a la ciudadanía permanecer debido a la pandemia del covid-19 —la propia casa—, es donde más violencia existe. Es una violencia en torno al círculo más cercano, como explica Pilar Rassa: las parejas, padres, hermanos, padrastros, tíos, abuelos, familiares en general o amigos de la familia.
Por esta razón, desde que se decretó el estado de excepción en el Ecuador, el pasado 16 de marzo, Surkuna habilitó una línea telefónica de asesoría legal para orientar a las víctimas de violencia de género y criminalización del aborto. En las primeras dos semanas, esta línea ha recibido veinte llamadas. La mayoría de ellas por violencia psicológica, pero también por violencia sexual y violencia doméstica. “En estos días, las ex parejas han tenido tiempo de sentarse a discutir los problemas desde el teléfono y la forma de hacerlo es pidiéndoles que regresen (con ellos), mientras que otros abiertamente amenazan a las mujeres”, dice Rassa. “Eso hace que la relación se vuelva insostenible”, pero las mujeres no solo se han comunicado ahora por los llamados de sus ex-parejas, sino también las mujeres llaman a preguntar a dónde acudir en caso de que algo pasara. Las mujeres quieren saber a dónde acudir, tener un número listo y un sitio seguro para resguardar su integridad; y “eso preocupa aún más”, precisa la jurista, porque demuestra que hay un proceso de violencia previa. “Pero no puedo saber ni cómo ni cuándo, porque ellas no quieren dar su nombre, ni dónde están; pero tal vez no es que no quieran, tal vez no puedan”.
China: después de la cuarentena aumentaron los divorcios
En el Ecuador, el 64.9% de mujeres han sido víctimas de algún tipo de violencia; es decir, seis de cada diez mujeres han sido violentadas. Así lo reportó el Instituto Nacional de Estadística y Censo (INEC) en diciembre de 2019. De ese numero, el 56,9% de mujeres han sufrido violencia psicológica; el 47.5% ha sido víctima de violencia obstétrica; el 35,4% de violencia física; el 32,7%, de violencia sexual; y el 16,4% ha sufrido violencia económica y patrimonial.
La realidad actual, de encierro por días y semanas, no sólo salpica al Ecuador, sino a miles de mujeres alrededor del mundo. Así, la Organización de Naciones Unidas (ONU-Mujeres) emitió su alerta sobre Respuesta al COVID-19: los impactos e implicaciones son diferentes para mujeres y hombres porque en el contexto de emergencia, enfatiza la ONU, aumenta los riesgos de violencia contra las mujeres y las niñas, especialmente violencia doméstica, debido al incremento de las tensiones en el hogar. También, las expertas dijeron, que las mujeres siguen siendo las más afectadas por el trabajo de cuidados no remunerados y porque la tarea de cuidado a niños, personas de la tercera edad o enfermos recae mayoritariamente en ellas.
“Son cinco días de cuarentena y ella conjuga el teletrabajo de la universidad y las actividades de la casa, mientras los dos hombres, que también están en cuarentena, están en la cama: leyendo, estudiando, chateando, riendo”.
Según un reporte del canal BBC, la organización de derechos de las mujeres, Weiping con sede en Pekín, recibió tres veces más solicitudes de información de víctimas. Similar situación se vive en países europeos, aunque se ha impuesto toque de queda en menos lugares, por lo cual varias organizaciones y gobiernos como Italia, Austria, Suiza e Inglaterra están aumentando sus camas en las casas de acogida para las víctimas de violencia doméstica. Unas de las problemáticas principales que se vio en China es que por el toque de queda las mujeres ni siquiera podían viajar a donde sus amigos o familiares para refugiarse. Así cuando terminó el estado de excepción aumentó el número de divorcios, según la plataforma Global Times.
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“Me despierto, hago pipí, me lavo la cara y preparo el desayuno para todos. Desayunamos, recojo los platos, los lavo y los seco. Ordeno meticulosamente la cocina, lavo los baños, barro todo rincón posible, trapeo, doblo las ropas y, finalmente, me ducho”. Así lo describe Carola, de 46 años, que vive con su hijo adolescente y su pareja en Cuenca. Son cinco días de cuarentena y ella conjuga el teletrabajo de la universidad y las actividades de la casa, mientras los dos hombres, que también están en cuarentena, están en la cama: leyendo, estudiando, chateando, riendo.
Pero para Carola, la rutina de la mañana se repite en la tarde. “Me levanto, preparo una cena sencilla y comemos. Recojan los platos, por favor, les digo a los hombres. Yo lo hago, dice mi pareja. Se levanta, se sienta y se queda en un rincón chateando. No recojas nada que ya lo hago, me dice. ¿Ya lo hago? No, no lo hace”. Cansada de esta situación, un día Carola explota: “¿Acaso soy la única que vive en esta casa? ¿Por qué no colaboran en los quehaceres domésticos? ¡Todos vivimos aquí! ‘Tienes razón’, dicen los hombres, ‘pero tú eres exagerada con los temas de limpieza y no podemos vivir para limpiar, eso no es vida’”. Y Carola, desde años militando en contra del patriarcado se pregunta: ¿Qué sentido tiene haber salido a las calles y expresarme por los derechos de las mujeres si en mi vida cotidiana no he sido capaz de romper con un esquema patriarcal que es visto como una simple exageración?
El miedo a que la familia no lo tome en serio
Para Blanca Pacheco, directora de la casa de acogida Fundación María Amor de Cuenca la sobrecarga de actividades del hogar, los problemas educativos con los niños que están en casa y la situación de riesgo, puede concluir en agresión. Así lo identifica en las ocho a diez llamadas diarias que recibe en su línea amiga de asesoramiento legal y contención emocional. María Amor es una de las cinco casas de acogida, que ahora aloja a 14 familias y a 38 niñas y adolescentes en la ciudad de Cuenca. Ellos ahora brindan talleres para las mujeres y ejecutan actividades para que los menores de edad puedan convivir en el encierro. Hasta el momento, la casa no han recibido solicitud de nuevos casos, sin embargo, alertan que incluso antes de la pandemia su capacidad ya estaba ocupada por completo.
Del 13 al 29 de marzo de 2020, la Fiscalía registró 494 denuncias de violencia de género: 61 delitos flagrantes y 433 no flagrantes. Para Juana Fernández, responsable del equipo técnico especializado de violencia de género de la Fiscalía General del Estado, esto se debe a que en el encierro, “el agresor va aprovechar este espacio para violentar a la víctima”. Así, en esta emergencia sanitaria, 225 mujeres han sido víctimas de violencia psicológica, 117 de abuso sexual, 97 de violación y 55 fueron víctimas de agresiones físicas.
No obstante, no todas las mujeres presentan una denuncia. Y ahora probablemente este número sea aún menos —lo declaran las expertas—, porque las mujeres violentadas tienen cerca al agresor y no tienen lugar o momento para realizar la denuncia. Según la Encuesta Nacional sobre Relaciones Familiares y Violencia de Género contra las Mujeres, el 80% de las mujeres consultadas el año anterior señalaron que nunca denunciaron ningún tipo de violencia.
Para la abogada de Surkuna, Pilar Rassa, existen varios motivos, por las cuales las mujeres no denuncian al agresor. El principal es el miedo al qué dirán, por dependencia económica o emocional o por la influencia familiar, ya que muchas mujeres viven con la familia ampliada del agresor o su propia familia. “Su familia les dice, él es tu esposo, es tu pareja y el papá de tus hijos, así mismo son las cosas. Yo aguanté a tu padre 30 años, nos toca aguantar”. El otro motivo principal, es el sistema judicial porque existen trabas al receptar la denuncia. “No hay una justicia con perspectiva de género —dice Rassa— si nosotras indagamos un poquito más allá, vemos cual es la violencia que esta mujer está sintiendo; pero mientras no haya una justicia con enfoque de género, no vamos a poder ver estas cosas”.
“No todas las mujeres presentan una denuncia. Y ahora probablemente (debido al confinamiento pandémico) este número sea aún menos —lo declaran las expertas—, porque las mujeres violentadas tienen cerca al agresor y no tienen lugar o momento para realizar la denuncia”.
Frente a este vacío, la fiscal Juana Fernández explica que las y los operadores de justicia están en la obligación de receptar todas las denuncias. Y si no lo hacen, advierte la funcionaria, la Dirección Nacional de Control Jurídico y Evaluación de Actuación Fiscal puede iniciar una investigación.
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Ella no puede salir de casa, su pareja la tiene aislada. Sólo sale cuando va el médico. Ese día de su cita, ella le contó al doctor que es agredida en su hogar y vive con el agresor. Su caso está en la lista de espera de la Casa Hogar de Nazareno, en la ciudad de Guayaquil. Así lo relata Mayra Aguilar, administradora de la casa que funciona desde hace once años y que ahora labora con turnos rotativos de 48 horas y teletrabajo para reducir el nivel de contagio.
Mayra Aguilar es una de las diez personas que trabajan actualmente en la casa hogar que aloja a doce mujeres víctimas de violencia de género, que no tienen una casa o que salieron de su hogar huyendo de la violencia. “Las casas hogar son los sitios de último recurso, cuando la vida de la persona está en riesgo” – dice Aguilar-. “Aquí tienen un techo y comida, además reciben acompañamiento psicológico, legal, educación y talleres de emprendimiento para subsistir”, agrega. En la casa hogar pueden habitar hasta un plazo de seis meses, pero si la persona carece de una red de apoyo el plazo se extiende tres meses más.
La anterior semana, la casa hogar recibió dos solicitudes de mujeres víctimas de violencia, pero antes de permitir su ingreso pidió la prueba de covid-19. La primera, es una joven extranjera que posiblemente fue víctima de trata de personas en la ciudad de Guayaquil y la segunda es una mujer que se encuentra aislada por su pareja. El resultado de la prueba dio positivo para la joven, entonces no pudo ingresar a la casa. Actualmente se encuentra en tratamiento en una casa de salud. Mientras tanto, la mujer adulta espera que le realicen el examen de Covid-19 y obtener un resultado negativo para poder salir de su casa.
Guayas es la provincia con mayor índice de violencia contra la mujer; en lo que va de la declaratoria de emergencia, ha registrado 89 casos. Le sigue en la lista, Pichincha (76), Azuay (28), Esmeraldas (27) y Tungurahua (26). Para enfrentar esta situación, el Estado activó los 16 Centros de Atención Integral y 5 casas de acogida que brindan acompañamiento psicológico y legal. En las cinco casas hay alojamiento para mujeres e hijas que se encuentran en riesgo.
Violencia doméstica durante la cuarentena: el procedimiento
Si la violencia está sucediendo en estos momentos o no han pasado más de 24 horas, las mujeres pueden presentar la denuncia en la Unidad de Flagrancia donde recibirán atención médica. Además se les realizará peritajes psicológicos y se les emitirá medidas de protección emergente, como una boleta de auxilio, prohibición de acercamiento o activación del botón del pánico, a través de la Policía Nacional, para alertar a los agentes policiales, quienes deberán visitar el lugar inmediatamente.
En el caso de que la víctima no pueda denunciar este hecho, un familiar o un vecino puede alertar llamando al 911 o al 1800 Delito, opción 4. La Policía acude al lugar, realiza el parte policial y acompaña a la víctima a la Unidad de Flagrancia más cercana. Según la fiscal, no hay restricción por el toque de queda. Si ya pasaron más de 24 horas, la mujer debe acudir a Unidad Judicial a poner la denuncia.
Debido al aislamiento en casa y con todos los riegos que implican para las niñas, niños y mujeres, varias organizaciones e instituciones han emprendido jornadas de acompañamiento a las mujeres que se encuentran en riesgo. Así, por ejemplo, la Secretaría de Derechos Humanos impulsa la campaña #MujerEcuadorTeAcompaña brindando atención psicológica y social a los casos de violencia familiar mediante sus coordinaciones zonales. Con el hashtag #NoEstásSola organizaciones de la sociedad civil como Surkuna brindan asesoría legal a las mujeres y acompañamiento emocional mediante un equipo de psicólogas.
“Debido al aislamiento en casa y con todos los riegos que implican para las niñas, niños y mujeres, varias organizaciones e instituciones han emprendido jornadas de acompañamiento a las mujeres que se encuentran en riesgo”.
“Ahora, las mujeres se dan cuenta”
Pilar Rassa es abogada en temas de violencia de género, tiene una especialización en Derechos Humanos de la Universidad Andina Simón Bolívar con sede en Quito y fue directora del Observatorio de Género y Diversidad del Colegio de Abogados de Pichincha. Ahora trabaja en la organización feminista Surkuna.
¿Cómo romper el ciclo de la violencia en momentos de cuarentena?
Pilar Rassa: Es fundamental que la mujer decida si necesita ayuda o no. Ella debe tomar la iniciativa. Creemos que el momento en que nosotras queremos salir del círculo de violencia, lo hacemos, pero si no lo queremos es difícil lograrlo.
¿Cómo ha cambiado la violencia de género desde el encierro ?
Rassa: La violencia siempre ha estado ahí. Lo que cambió es que las mujeres ahora la ubican porque es mucho más fuerte, parece que el señor tiene más tiempo y comienza a torturar a su ex-pareja. Antes las mujeres no lo veían como violencia y decían: él era un poquito agresivo, pero nunca como ahora, entonces en ese momento, yo les pregunto ¿qué decía antes? si no estás conmigo nadie te va a querer, yo te saqué de tu casa donde no eras nadie, ahora tienes todo y dejas todo lo que tienes por nada, simplemente porque yo tengo un mal carácter, tienes que comprenderme. La violencia estaba presente antes y la mujer se separó porque había violencia, pero en realidad no se daba cuenta que la violencia era tal.
En este caso hablamos de violencia psicológica ¿cierto?
Rassa: Sí, la violencia psicológica es tan cruel y tan fuerte como la violencia física, pero hay muchas personas que no la entienden. Incluso los operadores de justicia preguntan ¿Le pegó? o ¿Hay algo una marca o señal? Muchas personas lo minimizan, piensan que mientras no haya una agresión física no hay nada, pero no es así. Y esto se debe a que no hay justicia con enfoque de género, si nosotras indagamos un poquito más allá vemos cual es la violencia que está sintiendo la mujer. Sólo es necesario investigar un poco más e indagar los por qué.
¿Por qué la mujer tiende a ser culpabilizada sobre lo que le sucede?
Rassa: Vivimos y estamos en una sociedad donde a las mujeres nos violan, nos agreden y nos culpan. Los hombres en general deben saber que mantener una relación con una niña menor de 14 años es violación, así ella se pasee desnuda. Los hombres deben de saber que si yo estoy borracha o drogada tirada en el suelo, semidesnuda, y si ellos tiene una relación en ese momento, es una violación; porque el estar en esa situación es una condición de vulnerabilidad que debe obligar a llamar ayuda y no es un letrero que diga: ¡Viólame! No es eso, sino que la sociedad tiene que entender que el cuerpo de las mujeres es sagrado y no se lo puede tocar. Es cuestión de actitudes en todas las etapas de nuestras vidas.
Para erradicar la violencia tendrán que pasar muchos años más, pero esto no va a cambiar si no cambiamos desde la niñez, desde las escuelas, colegios y universidades. No es posible que todavía los hombres hagan chistes machistas, no puede ser que en las universidades todavía existan grupos de hombres para pasarse chistes en contra de las mujeres y que en los lugares donde trabajamos existan violencia y nosotras como mujeres aceptemos ese tipo de violencia como algo normal y digamos: es culpa de ella.
“La sociedad tiene que entender que el cuerpo de las mujeres es sagrado y no se lo puede tocar. Es cuestión de actitudes en todas las etapas de nuestras vidas”.
Pilar Rassa, abogada en temas de violencia de género.
Infografía: Victoria Jaramillo.
Colaboración: Emilio Bermeo, Romano Paganini y Victoria Novillo Rameix.
Fotografía principal: Referencial de Pixabay.
Fotografías en texto: Cortesía de Fundación María Amor (Cuenca) / Archivo familiar Pilar Rassa.