7 de Mayo de 2016
Ahora comprendo en total, este silencio mortal, ángel que pasa, besa y te abraza, ángel para un final. Silvio Rodríguez, Ángel para un final
Foucault en Pedernales: el retorno del control
Dos estrategias. Mientras la sociedad trabaja desde la política de los cuerpos, con el referente en las unidades sociales cercanas, familia, barrio, comunidad; el Estado trabaja desde la política de las poblaciones, con el referente social de estadísticas de daños y mapas del desastre. Desde el sufrimiento de los damnificados y la solidaridad de los ciudadanos el objetivo es aliviar el dolor, el hambre, la sed de los cuerpos. Desde las políticas del Estado el objetivo es restablecer la normalidad de los servicios y la seguridad de la población. Desde la sociedad, las miradas van hacia las periferias; desde el Estado hacia los puntos centrales. Un enfrentamiento-relacionamiento de poder y contrapoder, la multiplicidad ante el orden.
En el nivel inferior del orden está el aseguramiento del territorio, el ejercicio de la soberanía del poder con un control cada vez mayor desde el Estado. En el momento del desastre se presenta un vacío del Estado, la irrupción de la nuda vida, la vida y la muerte queda en manos de los individuos, no como sujetos constituidos, sino como espacios de expresión de las construcciones previas, de núcleos de familia, de vecinos, de comunidad. Y en la forma extrema, en la soledad de los atrapados, como estrategias síquicas y personales de supervivencia; o el llanto desesperado y la impotencia de los familiares desde afuera. Esta vez la ausencia del Estado está reforzada por el vacío carismático de los que deciden, el Vicepresidente sin capacidad para condensar el poder estatal se mueve desorientado esperando la llegada de la voz; el anuncio del Estado de excepción cae en el vacío.
El destiempo de la vida y el poder empezó en el vacío de la información desde los grandes medios oficiales y privados. Entrenados en mirarse en la lucha binaria gobierno-oposición, no contaban con los mecanismos para mirar hacia abajo, hacia el otro. Las noticias iniciales vinieron desde afuera, desde el informe de los organismos de vigilancia de la naturaleza de Estados Unidos; vinieron desde las redes sociales y el grito de las víctimas. Las redes sociales se convirtieron en el medio de relacionamiento por encima del control del poder. El vacío del Estado se mostró en el dimensionamiento del anuncio del día siguiente: 41 muertos y decenas de heridos. Y allí el primer choque, resumido en el grito del Alcalde de Pedernales, ya no autoridad, sino testigo: “No se trata de la caída de algunas casas, sino de la destrucción de toda la ciudad.”
Luego regresa el poder estatal bajo diversas formas. La primera tarea es el restablecimiento de la soberanía estatal. Progresivamente el orden estatal pasa de la soberanía a la disciplina y el control.
En la escena hay un desplazamiento de la labor de la policía y el ejército desde la ayuda al rescate hacia las tareas estatales “normales” del control policial. En el terreno el control de la delincuencia y el patrullaje; y ante la afluencia desde afuera, el disciplinamiento de la solidaridad, para marcar el sello del Estado; la solidaridad convertida en espectáculo y en propaganda. La sociedad se vuelca con iniciativas desordenadas, con acciones de voluntariado, apenas con las manos y el corazón. Iniciativas que no están regidas por la “eficiencia y la eficacia”, sino por el gesto de entrega, en una mezcla de solidaridad gratuita y de expiación de culpa, de deshago existencial o religioso. El Estado empieza a restablecer el orden después de cuarenta y ocho horas, en la multiplicidad coloca normas homogéneas, salvoconductos, direccionalidades.
La decisión vuelve a los circuitos del Estado. Las estrategias parten del sobrevuelo y la contabilización del desastre. Llega el dimensionamiento oficial: el terremoto más fuerte de los últimos años. La voz oficial anuncia el crecimiento del número de muertos y heridos: a las 36 horas, 257 muertos y 2016 heridos; a las 40 horas, 312 muertos y 3.200 heridos; a las 50 horas, 413 muertos y los heridos sin contabilidad; la contabilidad diez días después del terremoto registra 655 muertos, 48 personas desaparecidas, 113 rescatadas de los escombros. Y, sobre todo, la contabilidad de los costos de la reconstrucción, el anuncio de un fondo inicial de 300 millones, y luego el Presidente advierte que se requerirá 3 mil millones de dólares para la reconstrucción.
Empieza la reconstrucción del espacio del poder, con un centro autorizado de anuncios, la visibilidad panóptica y luego el control poblacional, adentro y afuera del terreno del desastre. La restauración de un centro ordenador “está ligado a la idea de una intensidad de circulaciones” (Foucault, 2006): circulación de las ideas, de las informaciones, de las decisiones, de las órdenes, de la economía, de las solidaridades. Primero el centro y luego el control.
La destrucción
Los poblados, las ciudades turísticas a lo largo de la Ruta del Spondyllus y de la Ruta del Sol surgieron del sentido de la urgencia y la oportunidad del mercado, sin normas de construcción. Las antiguas playas de pescadores se convirtieron desordenadamente en centros turísticos. Se extendieron a lo largo de las riberas del mar, un desconocido. Las viejas arquitecturas de caña fueron desechadas, porque parecían endebles; y entró el cemento armado. El Estado se movió en el borde, el Estado central en la construcción de carreteras y en la publicidad del turismo como la economía limpia, el Estado local en la provisión limitada de servicios básicos.
Y sin embargo sabíamos. Sabíamos que estamos en la frontera de la Placa de Nazca y de la Placa Continental, y que periódicamente hay deslizamientos, subducciones. Aunque también aquí el saber y el poder tienen límites. No se puede predecir terremotos, pero se puede prever tendencias. Sabíamos que se requería un sentido de armonía con la naturaleza, con el poder de la naturaleza. Sabíamos que teníamos que aplicar normas antisísmicas. La ruptura entre la armonía tradicional y la irrupción de la lógica del mercado no fue llenada con una nueva cultura abajo y una dirección desde el Estado. Un doble vacío: desde abajo el abandono y la incapacidad de procesar-innovar las tecnologías propias para un diálogo intercultural con las tecnologías modernas; y desde arriba una política liberal del interés individual por encima del bien común.
Se destruyeron sobre todo los edificios “modernos”, las “modernas” carreteras. La muerte y la vida encuentran fronteras en el sentido del espacio. Ahora aparecen las razones de la destrucción desde la razón oficial: el incumplimiento de normas, la falta de expertos. El problema va más allá, el modelo de construcción, que abandona las sabidurías locales e introduce tecnologías nuevas sin procesarlas; el modelo de urbanismo orientado al consumo turístico inmediato; el modelo de la acumulación del capital. Y ahora el riesgo es que el Estado intente el control absoluto para encontrar la salida en un salto adelante en la modernización.
El Presidente señaló que el costo de la afectación del terremoto puede estar en 2 o 3 mil millones de dólares y que se requeriría varios años para la reconstrucción. Cifras lanzadas al aire.
De acuerdo a cálculos basados en las metodologías del BID, el costo llegaría a 600 o 700 millones de dólares.[3] Esta metodología se centra en el problema de la infraestructura y en el impacto sobre todo en la obra pública. Pero es un referente del cual se puede partir, para ubicar también los “flujos” posteriores al desastre, los impactos en la población y los “costos” sociales, pérdida de empleo, los problemas sicológicos, costos “simbólicos”. Y, sobre todo, este análisis debe proyectarse al presupuesto necesario para la reconstrucción.
El análisis de John Cajas y Alberto Acosta aborda las pérdidas de stock (infraestructura) y las pérdidas de flujo (producción que se deja de obtener). Estima que las pérdidas de stock ascenderían a 1 mil millones y las de flujo, a 2.2 mil millones de dólares en un año, con un total de 3.2 mil millones de dólares en un año (3.2% del PIB). Luego hace una proyección a 3 años, con lo cual el costo llegaría a 7.5 mil millones de dólares. “Aparte de las víctimas, una estimación oficial preliminar del 23 de abril indicó que existieron 4.430 edificaciones destruidas y 2.740 edificaciones afectadas.” (Cajas & Acosta, 2016)
En esta valoración hay que diferenciar lo que le corresponde al Estado-Gobierno y lo que le corresponde a la población. En términos globales, en referencia al stock el costo de la reconstrucción de la obra pública puede a llegar a 500 millones de dólares. En la destrucción de algunos servicios públicos y, sobre todo carreteras y edificios públicos recientemente construidos, se debería reclamar los costos a los constructores respecto al cumplimiento de normas antisísmicas. Y en referencia a flujos, el costo recae sobre todo en la empresa privada y en la población. El terremoto no afectó mayormente a la industria manufacturera manabita que aporta el 31,3% del PIB provincial; el problema más bien es de movilidad de los productos. En la contabilidad hay que tomar en cuenta que entre el 16 y el 20% de las pérdidas están aseguradas y, por tanto, corresponde a las aseguradoras afrontarlas.
En la valoración de los costos del terremoto se produce una inversión: antes del desastre el Gobierno se empeñó en negar la existencia de una crisis, pues podía crearse la imagen de un fracaso; ahora extrema el daño, para poder justificar la amplitud de las medidas.
Con el terremoto se destruye un modelo de acumulación local basado en el emprendimiento medio a partir de la acumulación de la renta agrícola y pecuaria. La ofensiva del capital apuntará a una modernización bajo formas trasnacionales, la entrada de cadenas hoteleras, turísticas, rentísticas, con los “empresarios” locales como brókeres o aliados subordinados. Esta disputa no sólo se da en el territorio afectado por el sismo, sino que ya ha tenido sus primeros capítulos en los nuevos derroteros del turismo en Galápagos, trazados por la nueva Ley de Galápagos. La resistencia de los capitales medios locales ha sufrido derrotas y persecuciones.
La reconstrucción
Cada ciudad tiene su forma de espacio-poder-economía. Se derruye, sobre todo en Pedernales, un tipo de ciudad construida ante la expectativa del turismo. En Manta se destruye el Barrio Tarqui, un espacio urbano más popular forzado a una modernización turística acelerada y a la influencia de la Base de Manta con el “american way of life”. El capital privado medio levanta hoteles, más allá de la norma. El gobierno local apenas puede atender los servicios. El Estado central está en la construcción de las carreteras y publicidad. El saber de las universidades y los investigadores, de los urbanistas, está ausente. El idilio de la economía limpia del turismo termina en la pesadilla del desastre tectónico. El documental turístico del Presidente cae en el vacío.
¿Será posible pensar en una ciudad desde el imaginario de una nueva forma de urbanización, desde la solidaridad y el compartir? Aplicar las teorías del barroco, en donde se combinen las formas ecológicas y comunitarias, con las formas más avanzadas y creativas de las ciencias del espacio, de las tecnologías del diseño y la construcción. ¿Será posible pensar en una Universidad diferente, con arquitectos, urbanistas, planificadores políticos que creen, inventen un nuevo espacio desde la originalidad de nuestro territorio y nuestro tiempo?
O entraremos en el poder de la serie, la contabilidad de los circuitos de cosas y personas, para imponer la norma aprendida por el Estado y la academia desde afuera, desde la lógica “racional” de una modernidad tardía, la lógica del “capitalismo del desastre”.
El gran capital ve en las crisis una oportunidad de reordenamiento, un nuevo comienzo, para un control mayor. Friedman, el gurú neoliberal dice: “sólo una crisis —real o percibida— da lugar a un cambio verdadero. Cuando esa crisis tiene lugar, las acciones que se llevan a cabo dependen de las ideas que flotan en el ambiente. Creo que ésa ha de ser nuestra función básica: desarrollar alternativas a las políticas existentes, para mantenerlas vivas y activas hasta que lo políticamente imposible se vuelve políticamente inevitable.” (Friedman & Friedman, 1998, pág. 592) (Klein, 2008)
El recurso del método se repite: Pearl Harbor, Las Torres Gemelas, el Huracán Catrina. No se trata de ver el complot, sino la orientación de los hechos, tener lista la alternativa en el ambiente, para guiar la salida. “Los creyentes de la doctrina del shock están convencidos de que solamente una gran ruptura —como una inundación, una guerra o un ataque terrorista— puede generar el tipo de tapiz en blanco, limpio y amplio que ansían. En esos períodos maleables, cuando no tenemos un norte psicológico y estamos físicamente exiliados de nuestros hogares, los artistas de lo real sumergen sus manos en la materia dócil y dan principio a su labor de remodelación del mundo.” (Klein, 2008)
Cuando todavía no se ha secado el llanto y no se han enterrado a los muertos, el gran capital encuentra su oportunidad; aunque para ello necesita la operación de los brókeres locales. Las ideas que están en el ambiente hacen posible lo que hasta allí era imposible.
Después del tiempo corto de la solidaridad de supervivencia, la disputa se concentra en las orientaciones de los planes de reconstrucción. El Presidente Correa anuncia la activación de líneas de contingencia de los organismos multilaterales por 600 millones de dólares (BID 300 millones, BM 150 millones, CAF 100 millones); a lo que hay sumar los apoyos solidarios directos que llegarían a 100 millones.
El paquete económico para enfrentar el terremoto se centra en el alza del IVA del 10 al 12% (se esperaría que genere 720 millones de dólares), aportes graduales de los sueldos (86 millones), aporte por una vez del 0.9% de quienes tienen un patrimonio superior al millón de dólares (70 millones); aporte extra de las utilidades (160 millones).
Para el gobierno es la oportunidad para vincular la reconstrucción al plan ante la crisis de liquidez fiscal y posponerla después del período electoral. “El 18 de abril del 2016, a través del Ministerio de Finanzas y Petroecuador, suscribió una nueva línea de crédito por USD 2000 millones, con el Banco de Desarrollo de China (CDB) y un contrato de provisión de petróleo con Petrochina, (… que asciende a) 181 millones de barriles de petróleo, por un período de 8 años, hasta el 2016. El crédito está dividido en dos partes: el primero de libre disponibilidad (es decir destinado a gasto corriente) por USD 1500 millones, a un plazo de 8 años, con un interés del 7,25% y el segundo desembolso por USD 500 millones a plazo similar, con un interés del 6,8%, atado a la ejecución de proyectos de inversión.” (Villavicencio, 2016) Con ello la deuda con China sube a 8.395 millones de dólares, que representa el 8% del PIB. Está pendiente la subscripción de un crédito de de 970 millones de dólares con el ICDB de China, que también vendría en dos tramos, 820 millones de libre disponibilidad (para gasto corriente) y más tarde 150 millones.
La clave del nuevo endeudamiento está en que “la entrega de los cargamentos de crudo a Petrochina se iniciará el año 2018, los años 2016 y 2017, el país no cuenta con saldo exportable, pues tiene destinado el remanente de petróleo, para cubrir otras líneas de crédito y preventas con el CDB, Petrochina, Unipec, PetroThailandia.” (Villavicencio, 2016) Este nuevo endeudamiento llega hasta el 2026, les toca pagar a los dos próximos gobiernos.
“A este nuevo crédito se sumará un desembolso de USD 1500 millones, acordado con la multinacional Halliburton, como parte del contrato del bloque petrolero 60 (Campo Sacha), el cual será suscrito por la empresa pública Petroamazonas.” (Villavicencio, 2016)
Los voceros de la derecha critican la gradualidad de las medidas, exigen acciones radicales. Guillermo Lasso señala: “Hay que ser mucho más específico en la promesa de venta de activos del Estado, definiendo qué, cuáles, cuánto y cómo”. No pierde la oportunidad de vincular las donaciones empresariales a la condonación del impuesto a la renta.
La lista de privatizaciones no se detiene allí. Con el argumento de que se requiere fondos para la reconstrucción, en la sabatina del 26 de abril Rafael Correa contestó a la pregunta de Guillermo Lasso; anunció que “el Banco del Pacífico está siendo valorado y se pondrá a la venta próximamente. En otros casos, como Flopec, CNT son empresas de sectores estratégicos “de miles de millones de dólares”, que no se pueden vender, pero se pueden abrir al capital privado hasta en un 49%, para hacer una alianza público privada. En el caso de Tame no precisó si habrá venta o apertura al capital privado, pero mencionó que, al no pertenecer a un sector estratégico, podría venderse. Además, anunció que se venderá Sopladora, una hidroeléctrica que según Correa está prácticamente lista y es la tercera más grande después de Coca Codo Sinclair y Paute-Molino. Esta tiene una inversión de alrededor de USD 900 millones, entre la infraestructura y la carretera. Correa afirmó que no es verdad que los medios incautados no estén a la venta. (…) Gama tiene un valor de patrimonio de USD 25 millones y TC de 50 millones, pero es necesario verificar el valor de mercado.” (Carvajal, 2016)
La prospectiva depende del modelo. De acuerdo a las experiencias internacionales, los desastres son una oportunidad para la entrada virulenta del capital financiero-rentista, formas agresivas de acumulación por desposesión. (Klein, 2008) Y desde allí hay una visión y, por tanto un costo de la reconstrucción. El espacio es construido social y políticamente. La zona afectada en la división geográfica del trabajo es vista como un territorio orientado sobre todo al turismo, la pesca y la agricultura.
El acuerdo arriba funciona. La pregunta regresa abajo. Otra vez, el reto de descubrir, recrear desde las semillas originarias, la posibilidad de ciudades para la vida. También de nuestro lado, hay que ver la crisis como una oportunidad, no de empezar de nuevo, la tabla rasa que requiere el poder, sino de construir sobre las semillas de las experiencias de solidaridad. La gente busca recuperar algo de sus casas para reconstruir, cuida el pequeño espacio para sembrar nueva vida.
El desprecio a la lata de atún
En tiempos de crisis se agolpan y superponen todas las estrategias de poder, en su forma extrema, porque está a flor de piel la cuestión de la vida y la muerte. El Estado muestra su carácter supraestructural al actuar tardíamente ante la urgencia y luego buscar el control totalitario, el ejercicio de la soberanía, el control territorial. Todavía por un tiempo tiene dificultades para establecer el control de las multitudes, pero actúa lentamente desde el accionar sobre las cosas. Al comienzo aparece el intento burdo de apropiarse de la solidaridad con pegatinas y stikers, el movimiento de la propaganda. Pero paulatinamente logra el control por el anuncio de la llegada de recursos, donaciones y el poder sobre su distribución, diversas formas de control autoritario.
El mensaje del Presidente desprecia la solidaridad. Desprecia lo que ha causado la admiración internacional; la solidaridad de diez y seis millones de ecuatorianos. “Las carreteras no se van a arreglar con donaciones de latas de atún, suministros y ropa. Son necesarias, bienvenidas, pero con eso no vamos a superar (la catástrofe). Esto lo vamos a superar con acción colectiva organizada, institucionalizada… Esto recién empieza, va a tomar meses, años, va a costar miles de millones de dólares”, dijo el mandatario en el enlace ciudadano 472, del 23 de abril.
Con ello confirmó lo que expresó doctrinariamente en su visita a Roma, la víspera del terremoto. Llamó a “tener mucho cuidado” con la definición de la sociedad civil porque podría ser ‘peligrosa’ en democracia. “Aquí se ha hablado de la importancia de la sociedad civil en la sociedad, yo les digo: hay que tener mucho cuidado con aquello”. Expresó su preocupación por la pretensión de algunos de que exista “política sin políticos. (…) no hay nada más peligroso para la democracia que actores políticos sin responsabilidad política”.
Dos lógicas: la solidaridad, que tiene como condición la gratuidad, al margen del espectáculo, la recuperación por un momento de la fraternidad universal, todos somos hermanos cuando compartimos el riesgo de la vida y la muerte. Y el control desde el poder, el encausamiento del deseo para restablecer el orden estatal; la primera condición es alejar la mirada social de la inminencia de la vida y la muerte y restablecer el orden del biopoder.
“La tradición de los oprimidos nos enseña que el “estado de excepción” en que ahora vivimos es en verdad la regla. El concepto de historia al que lleguemos debe resultar coherente con ello. Promover el verdadero estado de excepción se nos presentará entonces como tarea nuestra, lo que mejorará nuestra posición en la lucha contra el fascismo. La oportunidad que éste tiene está, en parte no insignificante, en que sus adversarios lo enfrentan en nombre del progreso como norma histórica.” (Benjamin, Tesis VIII)
La posibilidad de la alternativa es ver la naturaleza del poder que se expresa en estos momentos límites. Se repite ritualmente en la conducta del gobernante: el informe de que todo está en orden, la respuesta autoritaria al grito del damnificado, el desprecio de la microsolidaridad sin permiso, de la formación de redes de contrapoder. Pero no se trata de un hecho coyuntural o un exabrupto, sino de la naturaleza del funcionamiento del Estado, con un doble rostro: la capacidad desde arriba de imponer un “estado de excepción” que libere la decisión del poder, y de administrar el “estado de derecho”, para normar a la sociedad. El “estado de excepción es la regla”, allí está la disputa: “promover el verdadero estado de excepción”.
Se ha abierto una puerta temporal: la fraternidad universal, la solidaridad desde abajo y sin exclusiones. La solidaridad de sentirse partícipes del sufrimiento. Una solidaridad todavía cargada de un sentimiento religioso. Un pequeño momento en que la fuerza de ley “vacía de norma actúa como pura inclusión de la vida”(Agamben, Estado de Excepción, 2004, p. 135).
Aunque en la propia solidaridad hay distinciones: la solidaridad callada, sin flashes, sin redes sociales, la conexión directa entre las comunidades, familias, organizaciones; una solidaridad gratuita. La solidaridad anunciada, orientada a mostrar la presencia, una solidaridad conectada con la salvación propia aquí en la tierra como en el cielo. La ética utilitarista es el nodo que inicia el control.
Todavía vamos a vivir por largo tiempo con el Estado. No se trata simplemente de negarlo en un anarquismo voluntarista, sino de crear las condiciones históricas para su desaparición. El nudo está en la construcción de formas de poder paralelo desde abajo, en una doble dirección: formas de organización y poder con auto-representación, autogobierno y autonomía del conjunto del dominio del capital y del Estado. Por tanto, no se trata de la reducción a la oposición al gobierno de turno, sino de la construcción de nuevos sentidos de vida postcapitalistas y postpatriarcales. Una lucha desde el “poder mesiánico” conferido a cada generación.
Y un reordenamiento de las relaciones entre la sociedad y el Estado. La dirección es la supresión de la distancia y la distinción entre Estado y sociedad civil, para devolverle a la sociedad las funciones que han sido absorbidas por el Estado mediante la constitución de sucesivas capas de burocracias-tecnocracias, normas, reglas, formularios, planes, registros, estadísticas, controles.
En este camino es sorprendente que pueda aparecer una coincidencia discursiva inicial entre las tesis neoliberales y las tesis revolucionarias en la crítica al Estado: “asistimos (…) al resurgimiento de discursos que reniegan del Estado –ese ogro ausente o excesivamente presente- y rescatan e idealizan viejas categorías, por ejemplo, la sociedad civil. (…) Pero el Estado, ¡cómo lo sabe la historia!, siempre encarna al cuco: para neoliberales y ultras de izquierda. Los unos creen que lo privado es todo y allí ensacan a la sociedad civil; y los otros aseguran que desde abajo viene la salvación social, y hoy desde abajo es decir sociedad civil.” (Murillo, 2016)
Hay oposiciones simplistas, sin alternativas; oposiciones al régimen, no al capital. Críticas a la subida al IVA, al día de sueldo. El problema no está allí. Está en el-la orden del Estado y el capital.
Policy: la gramática del poder.
Ante el intento de una pregunta de un rescatista, Rafael Correa, primero averigua si es de algún medio, y luego le niega la posibilidad de la palabra con el argumento “Yo soy el Presidente”.
La “policy” empieza distribuyendo o excluyendo la palabra, designando a quien puede hablar. “La policy es primeramente un orden de los cuerpos que define las divisiones entre los modos del hacer, los modos del ser y los modos del decir, que hace que tales cuerpos sean asignados por su nombre a tal lugar y a tal tarea; es un orden de lo visible y lo decible que hace que tal actividad sea visible y tal otra no lo sea, que tal palabra sea entendida como perteneciente al discurso y tal otra al ruido.” (Ranciére, 1996, pág. 44)
La metafísica de la gramática: El sujeto es YO. Se da por sentado la evidencia, no necesita ser demostrada. El núcleo del predicado es SER: una esencia óntica, que se transforma en los labios del poder en verdad ontológica. El complemento es PRESIDENTE, la fuerza del poder lo constituye. Allí está la fuerza del poder, no puede ser cuestionado, es suficiente enunciarlo. Desde allí no hay tiempo para responder a la pregunta banal de un ciudadano.
Nietzche decía: “¿Es que no está permitido ser ya un poco irónico contra el sujeto, así como contra el predicado y el complemento? ¿No le sería lícito al filósofo elevarse por encima de la gramática?” (Nietzche, 1983, pág. 60)
El discurso del poder: la terapia del shock y la estrategia del orden. Aunque el sujeto es “nadie”, pero es un sujeto dependiente del “me”. El único sujeto es él, pues sólo él decide, “lo mando detenido”. Y luego la tercera persona: “hay que mantener un gran liderazgo, (…) mantener mucho el orden. (…) Hay que ser realistas, eficientes, eficaces en esta crisis.” Nada de solidaridad, comunidad, apoyo. Dos gramáticas diferenciadas.
“Aquí nadie me pierde la calma, nadie grita o lo mando detenido. Sea joven viejo, hombre o mujer. Nadie me empieza a llorar o a quejarse”, grita Rafael Correa ante el reclamo de la gente. Y ante las críticas, en la sabatina, aclaró: “Hay que mantener un gran liderazgo, (…) en zonas de desastre, cuando la gente está en shock, nerviosa, se necesita poner mucha calma, guardar mucho la cabeza fría, mantener mucho el orden o las consecuencias pueden ser terribles”. Reiteró que tiene conocimientos en manejo de situaciones de en zonas de desastre, incluso con cursos internacionales. Habló de ser ” realistas, eficientes, eficaces en esta crisis”.
Esa gramática se repite por los otros, en el comentario infinito, en los no me gusta del facebook. Eso es lo que busca, la ubicuidad. Quizás sólo el silencio es la alternativa, “ser un poco irónicos con el sujeto y también con el predicado y el complemento.”
Dos gramáticas: del poder y de la vida. La policy para controlar la inminencia de la política. “La política es la práctica que rompe ese orden de la policy que anticipa las relaciones de poder en la evidencia misma de los datos sensibles. (…) Comienza cuando seres destinados a habitar en el espacio invisible del trabajo, que no deja tiempo para hacer otra cosa, se toman el tiempo que no tienen para declararse copartícipes de un mundo común, para hacer ver en él lo que no se veía, u oír como palabra que discute acerca de lo común aquello que solo era oído como ruido de los cuerpos” (Ranciére, 1996, pág. 62)
Allí empieza la política, en el desacuerdo. Los interlocutores del desacuerdo hablan desde racionalidades distintas, comparten y no comparten un mismo logos. El desacuerdo no es solo sobre qué significa hablar sino también sobre quiénes pueden y tienen derecho a hablar.
La disputa de sentido se concentra en lo inmediato en dos temas: fuentes de financiamiento y plan de reconstrucción. La hegemonía se presenta como la oportunidad de la concreción de los imaginarios en disputa.
El poder dominante va a buscar instrumentalizar el desastre como la oportunidad para ejecutar sus planes. La solidaridad oficial se funcionaliza al plan general. La orientación de las medidas adoptadas por el régimen no tienen como objetivo la solución de los problemas de la zona del desastre, sino la introducción de medidas planteadas con anterioridad para solucionar el tema que le interesa: la escasez fiscal, sobre todo en tiempos electorales. El incremento del IVA ya estuvo planteado con anterioridad, pero el régimen no encontraba la forma de introducirlo sin resistencia; ahora la solidaridad es el argumento.
Algunas perspectivas alternativas
Un cambio profundo tiene como fundamento un cambio cultural. La solidaridad mostrada en el desastre puede ser la palanca para el impulso de un imaginario que tenga como actor principal del cambio a la sociedad, a la comunidad, para enfrentar el fetichismo del Estado y del capital. La primera línea de trabajo es construir el imaginario de que hay otras posibilidades de salidas, más allá del consenso de los de arriba. Que es posible recuperar la sabiduría popular en la construcción de un espacio solidario y ecológico. La solidaridad inmediata, de supervivencia, puede ser el mecanismo para restablecer nexos orgánicos de los actores solidarios y de los damnificados, para procesos posteriores.
La disputa es sobre la visión general. El reto es presentar un Plan de reconstrucción, basado en la comunidad y en la solidaridad, pero enmarcado en un Plan anticrisis con proyección estratégica. Allí se puede acordar una alianza entre los actores sociales y las universidades. Es la oportunidad para presentar y fundamentar modelos alternativos de urbanismo, turismo, política agraria, relación con la naturaleza, educación, salud. Y luego, a partir de esta propuesta, centrar los esfuerzos en la construcción de un plan piloto en sitios concretos, donde sea posible una alianza orgánica de movimientos y actores sociales.
Una segunda línea de trabajo es la lucha por la transparencia. El gobierno utiliza el shock del desastre para imponer un paquete económico ante la crisis de liquidez fiscal. La preocupación oficial no es la reconstrucción, sino afrontar el problema estatal. Habrá que mantener una línea de contraloría social sin permiso. Es posible tomar iniciativas para vigilar la entrega de contratos, para informar sobre costos reales de las obras de reconstrucción in situ, para evitar el aprovechamiento de grupos locales y transnacionales de poder.
En la vinculación oficial con el paquete anticrisis, corresponde levantar la resistencia ante las políticas privatizadoras, de endeudamiento externo, de eliminación de subsidios y de elevación de impuestos que afectan a la población. Las antiguas banderas de lucha contra la privatización del patrimonio nacional y por el no pago de la deuda externa regresan al centro. La consigna es que el costo lo paguen los beneficiarios de los diez años de bonanza; y orientar el proceso de reconstrucción hacia la reactivación de la producción.
Diferentes sectores y personas han presentado algunas medidas alternativas: moratoria de la deuda externa por un año y renegociación bajo principios de solidaridad internacional; incremento de impuestos directos, al patrimonio en forma proporcional y a las ganancias de las empresas monopólicas. Las telefónicas, la banca, las empresas constructoras, importadoras, han sido las principales beneficiarias, ahora deben aportar parte de su ganancia; La propuesta de Pablo Dávalos sobre el tope de salarios a USD 3 mil dólares ante el crecimiento desproporcionado de la alta burocracia que ha generado una red de beneficiarios y de despilfarro, permitiría un ahorro de 600 millones de dólares anuales; renacionalización de las empresas estratégicas, para iniciar un proceso de acumulación interna
La solidaridad
La salida no está únicamente en una disputa de orientaciones económicas. Ante la nuda vida regresa la cultura profunda, el sentido de comunidad y de fraternidad. A nivel internacional se destacó la ejemplar solidaridad del pueblo ecuatoriano. Se trata del primer terremoto trasmito virtualmente.
La pregunta es ¿de dónde brotó esta fuerza colectiva? Podemos evocar el enunciado de José Carlos Mariátegui sobre la originalidad del socialismo latinoamericano, “ni calco ni copia, sino creación heroica” a partir de un comunismo andino, instintivo, consuetudinario. (Mariátegui, 1928)
Pero más allá en este sentido de la fraternidad y la comunidad está la fuente de otra modernidad, barroca, alternativa a la modernidad occidental capitalista. Hay un largo camino recorrido, un camino civilizatorio.
La modernidad produce una identidad individual centrada en el yo. El punto de partida es el “Yo pienso, luego existo” de Descartes. Como señala Heidegger, coloca en el centro el “Yo pienso” y se olvida del “soy”: “la certeza epistémica del cogito como primer principio lo exime a Descartes preguntarse por el ser.” Heidegger averigua por el “soy” como ser en el tiempo, como Dassein, “reemplazando la actitud teórica por una relación de preocupación, asumiéndose como incertidumbre radical, considerando su existencia como posibilidad, como ser-en-el-mundo.” Pero con ello todavía queda atrapado en los restos de la noción del sujeto. (Biset, 2015)
Una y otra vez regresa la pregunta hasta la angustia de un “yo”, ya no como centro, sino como resto de una fuerza inconsciente profunda, asediado por el “super-yo”. Y con ello el pesimismo del “malestar de la cultura” porque el principio de muerte como pulsiones del yo se sobrepone a las pulsiones de la vida, del eros. “El Super-Yo domina entonces como una cultura bajo el instinto de muerte. Podemos representarnos que el Ello se encuentra bajo el dominio del instinto de muerte, mudo, pero poderoso, y que quiere acallar la paz acallando, conforme a las indicaciones del principio de placer, al Eros perturbador.” (Freud, 1968)
Sólo hay momentos en que se puede escapar a este malestar, momentos en que el Eros salta a borbotones, traspasando las distancias de los “Yoes”, los “Super-yoes”, los “Ellos” y fundirse en ser-con-los otros, en la comunidad, en la fraternidad universal, encarnada en la pareja de amantes o en múltiples formas de “muerte” del sujeto en el compartir. Esa transgresión encontró un envite en la “nuda vida” del tiempo evanescente del desastre y la solidaridad desesperada por la vida.
Es un momento gratuito y originario también respecto a la política. No se trata de una “disidencia” (Foucault, 2006, págs. 236-237), sino del momento fundante de la presencia de la comunidad. En un segundo momento, reflexivo, puede dar paso a una forma de disidencia, como militancia en el acontecimiento.
Quizás es lo que anuncia Levinas: “El Desear produce una inversión. En el Desear el ser del Yo (Moi) puede sacrificar a su Desear su felicidad misma. Se encuentra así sobre la situación, en la punta en el apogeo del ser por el gozar (felicidad) y por el deseado (verdad y justicia). Está más allá y sobre el ser. (…) El Deseo ‘metafísico’ tiende (…) hacia lo absolutamente otro, (…) no aspira a ningún retorno. (…) Desear que no puede ser satisfecho. (…) Es como la bondad – el Deseado no lo llena, sino que lo profundiza (…) Desear sin satisfacción que, precisamente, acepta el alejamiento, la alteridad del Otro.” (Levinas, 1977, págs. 3-4, 34)
La seducción de la solidaridad está en la gratuidad, no esperar el retorno, la satisfacción. Ni siquiera es el goce, es la forma extrema del común en que la alteridad del Otro y la identidad del Yo están más allá del ser. Quizás apenas un momento, un tiempo constituyente pleno, en que hay la muerte del ser propio en la esperanza de la vida del otro, en las manos sangrantes por retirar las piedras, levantar las lozas del desastre, sin heroísmo, sin sacrificios, pues no hay renuncias. Y esperar hasta el último momento el rescate desde adentro y desde afuera. “Esta simultaneidad de la necesidad y del desear, de la concupiscencia y de la trascendencia (…) constituye la originalidad de la erótica, es lo equívoco por excelencia.” (Levinas, 1977, pág. 283)
No sólo el eros compartido de la pareja, sino un tiempo intenso de la “vida desnuda” en común, de cara a la violencia y la ternura de la muerte. Paradojalmente es en ese momento de dolor cuando es posible salir del yo, no para entregarse al otro, sino para desear un campo diferente, ser-con-nosotros. “Es el dolor el comienzo de la creación, de lo nuevo, y “sin esta locura en los confines de la razón, el uno se reconstituiría y, en el corazón de su pasión, recomenzaría la esencia. ¡Ambigua adversidad del dolor!” (Levinas, 1987, pág. 64)
Todavía no hay el tiempo, la distancia entre el ser-social y el ser-natural, sino la proximidad tanto del otro como de la naturaleza. “El rostro del próximo (que lo encuentro en la proximidad) me significa una re-sponsabilidad irrecusable, precediendo todo consentimiento libre, todo pacto, todo contrato. Él escapa a toda representación; él es defección misma de toda fenomenalidad (…) El desvelamiento del rostro es desnudez – sin forma – abandono de sí, envejecimiento, morir; más desnudo que la desnudez; piel desgarrada: huellas del sí-mismo.” (Levinas, 1987, pág. 112)
En nuestra América todavía hay una tiempo primitivo, la comunidad no sólo como estar-con el-otro (Nancy, 2000, pág. 8), sino como ser-con-el otro. Aunque en la forma originaria de la comunidad ni siquiera hay espacio para el otro, para la alteridad, sino que todavía persiste el ser-con nosotros. Puede haber un estado ‘metafísico’, en el sentido de Levinas, como excepción, invadida inmediatamente por el poder constituido.
En términos políticos es la angustia de la temporalidad de la transformación. La Comuna de París duró tres meses con su exacerbación de la vida en común, con el paso del poder a las comunas y la disolución del Estado; los de abajo, los “cualquiera”, pudieron por un momento asaltar el cielo con sus manos: el milagro de los mudos que hablan y que obligan a que los sordos oigan. Hasta que caen abatidos por la alianza de los poderes. Y otra vez el milagro del común en la experiencia de los soviets, un tiempo breve que es devorado por el poder real, el dominio del poder del Estado.
Quizás ese es el nuevo malestar: la temporalidad del Eros, la brevedad del común, la seducción de la solidaridad gratuita en el momento extremo de la vida y la muerte, que cae devorada por el poder ordenador del Estado. Y sólo nos queda en la boca un sabor como el que recordamos en la cocina de la madre. No tanto una memoria para añorar la vuelta atrás, al seno materno, sino la anamnesis para destapar el “poder mesiánico” de que estamos imbuidos en el “presente-ahora” (Benjamin, 1942). La señal, en medio de la incertidumbre, de que todavía es posible un mundo diferente, más allá del capital, más allá del Estado, más allá del dominio patriarcal.
Hay un salto a la ética: “Esta re-sponsabilidad que obliga, éticamente por el Otro como víctima, como en el mesianismo de Benjamin. (…) La razón ética nace de la re-sponsabilidad por el otro” (Dussel, 1998, pág. 367), no como mandato externo, sino como constitución ontológica: “Obediencia anterior a escuchar el mandato. (…) Se puede llamar profetismo este retornar en el que la percepción del mandato coincide con la significación del propio mandato realizado por el que lo ha obedecido.” (Levinas, 1987, págs. 190-192) Un paso más allá del “desacuerdo” de los “cualquiera” (Ranciére, 1996), que aún parte de la referencia al otro excluyente.
La política moderna como ciencia de una nueva práctica se constituyó, con Maquiavelo, en la autonomización de la teología y de la ética. En los momentos de retorno a la comunidad, al común, hay un reencuentro de la política con la ética. La incertidumbre prolongada desde el desastre inicial hasta la amenaza de las réplicas coloca a la víctima ante la necesidad de la mirada del otro, ya no como distante, sino como proximidad compartida, y con ello como corresponsabilidad de vivir aún. La solidaridad gratuita no es un movimiento de exterioridad, sino de construcción de un nuevo espacio “interno-incluyente” compartido.
En el “rostro” del otro antes del conocimiento o de la decisión, se establece un lazo de re-sponsabilidad gratuita en la que se presenta el “tercero” como humanidad, como fraternidad universal. “El tercero me mira en los ojos del otro: el lenguaje es justicia. […]. El rostro en su desnudez me presenta la indigencia del pobre y del extranjero. […]. La presencia del rostro […] es indigencia, presencia del tercero (es decir, de toda la humanidad que nos mira)”. (Levinas, 1999, pág. 226) La presencia del tercero, de la humanidad, rebasa la relación dialógica, ya no el “yo” frente al otro, sino el ser-con-los-otros, compartir la vulnerabilidad, la “indigencia” como re-sponsabilidad, como “hospedaje”.
La política es la militancia de una comunidad en el acontecimiento (Badiou, 1990). Lo que modificó el hecho y lo transformó en acontecimiento no es el dolor, la angustia, la incertidumbre, que son comunes a todos los desastres, lo que rompió la serie es la reconstitución por un momento de la comunidad, como señal de la fraternidad universal, el retorno del tercero excluido después de dos siglos de la proclama. La libertad y la igualdad habían encontrado sus cultores, ahora el poder transformador brotó de la fraternidad.
Pero es un poder débil, casi una señal. La seducción empieza porque no puede ser numerada. Cuando el Estado busca institucionalizarla termina por agostarla. Y el esfuerzo desde abajo es prolongarla, evitar que devenga en caridad o en limosna, que sea instrumentalizada por el poder como propaganda y marketing. Quizás el débil contacto para restablecer el tejido social de organizaciones que intentan moverse más allá de la contabilidad.
Por hoy, muchos adioses; aunque en medio de los retazos queda la esperanza de un nuevo amanecer. El primer paso es poder decir adiós en paz, como responsabilidad gratuita y compartida del dolor del otro como dolor común. Y enfrentar el esplendor de los flashes, de la publicidad, de la propaganda, de la paga, como el riesgo de anulación y control del poder del desear compartido, de la presencia evanescente, temporal, abarcadora del común.
BIBLIOGRAFIA CITADA
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NOTAS
[1] El 16 de abril a las 18:58 hora local, se produjo un terremoto de 7.8 en la Escala de Richter; el epicentro se ubicó en las costas entre Pedernales y Cojimíes, a una profundidad de 19,2 Kms, y afectó sobre todo a las Provincias de Manabí y Esmeraldas.
[2] Artículo para Revista Analytica del Sur. Psicoanálisis y Crítica
[3] Ver http://www.facebook.com/l.php?u=http%3A%2F%2Feconomiaenjeep.blogspot.com%2F2016%2F04%2Fel-costo-del-terremoto-el-efecto-de-las.html%3Fm%3D1&h=vAQF5T1kT
Foto: Jose Jacome/EPA