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EUROPA Y MEDIO ORIENTE: DESOLACIÓN Y DESAFÍOS. Por Miriam Lang

16 de febrero 2016

La Unión Europea tal como existe se está desintegrando. La llegada continua de cientos de miles de refugiados sobre todo desde Siria, Irak y Afghanistán hace crujir el sistema de integración. El éxodo tiene dimensiones históricas: la guerra en Siria ha generado más de siete millones y medio de desplazados, de los cuales cuatro millones se encuentran todavía en países vecinos, como Jordania, Líbano y Turquia. Allí, sobreviven en campamentos de organismos internacionales como ACNUR. Estos, sin embargo, afirman no recibir contribuciones suficientes para garantizarles siquiera una atención humanitaria básica. A esto se agregan 3,2 millones de iraquíes que han tenido que dejar sus casas desde inicios del 2014, y las personas que huyen las terribles secuelas de décadas de intervencionismo militar en Afganistán. En 2015, miles de personas se ahogaron al cruzar el mediterráneo en embarcaciones precarias.

Mientras se configura esta inmensa crisis humanitaria, agravada por el invierno, la Unión Europea busca blindarse. Incluso recurre a la alianza militar de la OTAN para que le ayude a “proteger las fronteras exteriores” de Europa – es decir, impedir el paso de más refugiados por el mar hacia Europa, sobre todo entre Turquía y Grecia, bajo pretexto de combatir el tráfico de personas. El año pasado, se amenazaba con la salida de Grecia de la UE por no cumplir con las medidas de austeridad que exigía la llamada Troika; ahora se discute expulsar al país de la zona Schengen, que permite la libre circulación de personas y bienes en su interior, por no cerrar sus fronteras ni registrar debidamente en el sistema de datos común a las miles de personas que llegan diariamente a islas griegas como Lesbos. Cuando se trata de acoger tan masivamente a personas en desesperación, los particularismos dominan rápidamente en la Unión: Mientras las autoridades europeas exhortan a una repartición justa de refugiados por contingentes-país, los unos comienzan a cercar sus fronteras físicamente, los otros fijan límites máximos, otros más simplemente declaran que no a acogen a nadie. Cada vez son más los estados europeos que reintroducen los controles de migración en sus fronteras nacionales: Suecia, Dinamarca, Francia, Alemania. Lo que conlleva a tiempos de espera inusitados para transportes de carga y genera pérdidas económicas que lleva a algunos analistas a dudar de si el Euro, en estas condiciones, todavía tiene sentido.

El cortejo a Turquía

Otro país que se ha vuelto clave en esta constelación es Turquía, que afirma ya haber recibido tres millones de desplazados. Últimamente, organizaciones de derechos humanos reportan el cierre de la frontera turca ante cientos de miles de refugiados que huyen de la ciudad siria de Aleppo. El estado turco además estaría deportando masivamente a desplazados sirios, enviándolos de vuelta a su país. Se le imputa también de tener posturas cuando menos ambigüas frente al Estado Islámico, el ejército yihadista que controla partes de Siria e Irak. Al mismo tiempo, después de algunos años de avances en el proceso de paz entre el estado turco y las organizaciones kurdas, se ha recrudecido la guerra en los territorios kurdos a partir del buen resultado electoral del partido pro-kurdo HDP en las parlamentarias de junio de 2015.

No obstante, Recep Tayyip Erdogan es el hombre más cortejado por Europa – a pesar de sus sistemáticos atropellos contra las libertades y su estrategia vertiginosa de concentración de poder: La estrategia de la UE, liderada por Alemania en estos días, es pagar compensaciones de miles de millones de Euros a Turquía y acelerar su integracion a la UE – que estaba estancada por la situación de derechos humanos, especialmente de la población kurda – a cambio de que Turquía se quede con la gran mayoría de refugiados.

Derechas en auge

Al mismo tiempo, en la Unión Europea, los movimientos políticos xenófobos, nacionalistas, anti-europeos y de extrema derecha se hacen cada vez más fuertes. Estas fuerzas en Hungría ya son gobierno. En Francia, el Front Nacional cuenta con una tercera parte del electorado – aunque esto no se refleja directamente en los espacios de representación formales. En Polonia, el gobierno nacionalista de derecha del PIS está metiendo mano al sistema de justicia y a los medios, desmantelando las bases de la democracia liberal. Alemania está dividida, entre una parte de la población que busca dar una acogida cálida a los refugiados, intuyendo que su propio bienestar podría estar relacionado con el calvario que éstos viven; y los movimientos islamófobos de Pegida y sus aliados de derecha de la Alianza por Alemania (AfD), que recientemente propusieron incluso disparar a refugiados que pasen la frontera ilegalmente. Desde hace meses, el debate gira alrededor de si la negativa de Angela Merkel a fijar un número máximo de refugiados a recibir es legítima – como si la desesperación de gente que huye a la guerra y las masacres del Estado Islámico pudiera contenerse por medidas burocráticas.

Mientras tanto, no hay señales de que la guerra en algunos de los países de origen pudiera llegar a su fin. La entrada de Rusia a la guerra Siria en apoyo al régimen autocrático de Bashar Al-Assad no representa ninguna acción antiimperialista ni protege los intereses del pueblo Sirio. La Rusia de Vladimir Putin es un gigante más que busca asegurar sus intereses geopolíticos y económicos en la región y garantizar a la fuerza su presencia duradera en cualquier solución post-conflicto. El conflicto con Turquía a finales de año pasado, tras el derribo de un avión militar ruso por la fuerza turca, más bien ha complicado más aún el tablero. Estamos ante un conflicto de escala mundial, que tiene dimensiones múltiples: Intereses geopolíticos y petroleros; un floreciente mercado de armamento, en el que también países europeos como Francia, Alemania o Gran Bretaña hacen excelentes negocios; y una pugna religiosa-ideológica por valores sociales fundamentales en el enfrentamiento con el Estado Islámico. Éste, por más que nos horroriza con sus decapitaciones desplegadas en Facebook, su visión patriarcal a ultranza y su exaltación fanática de la crueldad, despliega cierta atractividad entre las juventudes migrantes olvidadas de Europa. No existe en este entramado el lado “bueno”, al que pudiera dirigirse nuestra solidaridad – con excepción de la población desplazada y de las organizaciones kurdas. Estas, con la creación y defensa de la República independiente de Rojava en Kobane al norte de Siria, han dado un ejemplo de esperanza y transformacion social profunda en medio de esta guerra.

Desafíos estratégicos

El panorama es preocupante y desolador, y amenaza con cambiar las coordenadas fundamentales de la política internacional. ¿Y las izquierdas? Una de sus iniciativas más interesantes, el movimiento político DIEM25 (http://diem25.org/es/), fue lanzado la semana pasada en Berlín por el ex-ministro de finanzas griego, Yanis Varoufakis, con una serie de aliados para reconstruir una Europa democrática desde abajo: Participaron los filósofos Slavoj Zizek y Sandro Mezzadra, algunos políticos de las izquierdas y los verdes europeos, y Julian Assange con una intervención a distancia. El movimiento se plantea en primer lugar la democratización transnacional de Europa hasta el año 2025. La solución propuesta: “la UE tiene que ser democratizada, o se desintegrará!” Para ello, se piensa por ejemplo en realizar una Asamblea Constituyente europea desde abajo en un plazo de dos años.

La crisis griega de 2015 mostró claramente que ante la vorágine del capitalismo financiero, el único camino para defender los estándares sociales más básicos en Europa pasa por la creación de fuertes movimientos supranacionales, por fuera de los escenarios electorales que siempre están atados a los calendarios e intereses políticos de su país. Fueron estas lógicas las que hicieron imposible una alianza más fuerte entre Syriza y Podemos, por ejemplo, en los momentos decisivos para Grecia. DIEM25 se plantea ser un movimiento amplio, que abarque desde las izquierdas plurales pasando por las alas críticas de los verdes hasta los liberales. No plantea ni la creación de un buró político, ni aspira – al menos por ahora – a la representación política ni a ocupar puestos institucionales. En España, donde el 19 de febrero arranca una conferencia “por un Plan B para Europa” con objetivos y personajes similares, ha encontrado respaldo sobre todo entre las alcaldías de la red de ciudades rebeldes. Hasta el momento, la iniciativa DIEM25 ha generado todo tipo de comentarios y críticas – por ejemplo su composición es eminentemente masculina -, pero también un gran interés. Ojalá las voces críticas, ante la situación descrita, se decidan a involucrarse y transformar – en lugar de consumir y comentar desde la distancia.

Los desafíos son enormes, y parece obvio que la solución no vendrá de ningún gobierno, y probablemente de ningún partido político tampoco. Las interrogantes abiertas son demasiado profundas y complejas para poder resolverse en escenarios tan atrapados en las reglas del juego vigentes, o delegarse mediante representación. ¿Cómo pensar una transformación democrática en esta Europa donde buena parte de las masas populares tienden cada vez mas a encerrarse en el odio y en la defensa de sus privilegios? ¿Qué hacer donde la xenofobia se transforma en un asunto de mayorías? , si se pretende convencer a los muchos, plantear la cuestión central de que el modo de vida considerado “normal” en Europa occidental, y que se ha vuelto la norma deseable a nivel mundial, es un modo de vida imperial? ¿Un modo de vida que se despliega directamente a costa de la miseria de otros? ¿Que consume aceleradamente los recursos de todo el planeta para unos pocos? ¿Cómo ganar elecciones si es imprescindible decir verdades que espantarán, en el momento en el que incorporan una dimensión Norte-Sur, la justicia ecológica, el neocolonialismo extractivista, la responsabilidad europea en las guerras?

Los desafíos son de naturaleza estratégica, y si de democratizar se trata, incluirán necesariamente inventar otras formas de democracia, mucho más allá de votar cada cuantos años. Y vale decir que no se trata de desafíos europeos únicamente. En esta coyuntura, el viejo mundo tanto como esta América Latina, que vive una crisis de otro tipo, precisan compartir sus reflexiones y aprendizajes.

Foto: http://www.t-online.de

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