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IMPERIALISMO EN LA ACTUALIDAD Y PAPEL DE LA CHINA. Por Miguel Merino Serrano

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05 marzo 2015

Aunque muchos defensores de los intereses de los países poderosos que dominan la política mundial, e inclusive autores que se dicen marxistas como Toni Negri, se han empeñado en negar la existencia del imperialismo, con el argumento de que el mundo ya no está gobernado por estados nacionales, sino por una estructura descentralizada y desterritorializada a la que denomina imperio, es evidente que la categoría marxista de imperialismo, magistralmente desarrollada por Lenin en su obra “El Imperialismo fase superior del capitalismo”, se mantiene vigente en su esencia, aunque haya variado en algunos aspectos circunstanciales y formales.

El imperialismo, como expresión de la etapa monopólica del capitalismo, tiene su expresión más brutal en las agresiones militares perpetradas sobre todo por Estados Unidos, con apoyo de la OTAN, en varias zonas del planeta, principalmente en Oriente Medio, a las que se agrega la acción genocida de Israel en Palestina. Sin embargo, sus raíces más hondas están ancladas en el funcionamiento y los intereses económicos de la burguesía y del sistema capitalista internacional globalizado.

Lenin, en la obra citada señalaba que el imperialismo presenta los siguientes rasgos fundamentales: 1) Concentración de la producción y del capital hasta un grado tan elevado de desarrollo que crea los monopolios, cuyo papel es decisivo en la vida económica; 2) Aparición y desarrollo del capital financiero como resultado de la fusión entre el capital bancario y del capital industrial, y la creación de una oligarquía financiera sobre la base de ese capital financiero; 3) la exportación de capitales, a diferencia de la de mercancías, adquiere una importancia particularmente grande; 4) el reparto del mundo entre las asociaciones capitalistas (cárteles, consorcios y trusts),y 5) el reparto del mundo entre las grandes potencias capitalistas.

Luego de la Segunda Guerra Mundial, se profundiza la concentración y centralización del capital y la integración del sistema capitalista mundial en la estructura de las gigantescas empresas multinacionales, con base en los Estados Unidos, las potencias europeas y el Japón. Se abandona el mercado internacional “libre” y se lo sustituye por precios administrados en el comercio de bienes y de inversiones bajo control de las empresas multinacionales. El capital estatal participa activamente en la inversión internacional, proporcionando subsidios y garantías a la inversión privada y se profundizan los procesos de asociación internacional entre monopolios capitalistas, las cuales se reparten el mundo; continúa la repartición del reparto comercial del mundo entre las potencias capitalistas más importantes (James O´Connor, 1971)

Cambios en la geopolítica mundial. Irrupción de la China

En los últimos años la situación geopolítica mundial ha experimentado importantes variaciones. Luego del fin de la Guerra Fría con la caída del Muro de Berlín y la desintegración de la URSS, Estados Unidos se había consolidado como potencia hegemónica del capitalismo mundial, gracias a su poder económico financiero basado en el dólar, en los avances científico-tecnológicos, pero fundamentalmente en su poderío político-militar. El imperialismo norteamericano impone sus políticas y emprende numerosas agresiones bélicas en el mundo, especialmente en Oriente Medio. Sin embargo, su influencia económica y política se han visto disminuidas en los últimos años debido a la crisis financiera del 2007 al 2009, y a que sus aventuras guerreristas en Irak, Afganistán y otros países árabes no alcanzaron los objetivos esperados, ocasionándole mas bien descrédito y rechazo a nivel mundial.

Además han surgido nuevas potencias económicas en el mundo como los llamados BRICS (Brasil, Rusia, India, Sudáfrica) y principalmente la China, que en el año 2014 pasó a ser la primera potencia mundial en términos de PIB.

De todas maneras no se puede afirmar que Estados Unidos y la China tengan contradicciones irreconciliables entre sí; mas bien se observa que existe una relación de dependencia entre las dos potencias y que ambas se necesitan mutuamente en la lógica de las corporaciones y de la acumulación de capital. “El primero coloca en China sus industrias por la mano de obra barata; el segundo aprovecha la industria financiera estadounidense y coloca allí sus inversiones. En este escenario las corporaciones comparten con los gobiernos la toma de decisiones geopolíticas porque tienen alcances supraterritoriales” (Estrella, 2015).

Caracterización del Estado Chino

Hace poco más de tres décadas se inició la restauración del capitalismo en el hasta entonces Estado obrero que había surgido luego de la revolución socialista de 1949, con características específicas y propias de la China. La burocracia representada por Deng Shiao Ping abrió espacio al capitalismo a través de “la apertura del capital extranjero, la privatización de las empresas estatales y la introducción de mecanismos de mercado en la economía… Lo que que no cambió fue la manutención férrea de la dictadura, ahora burguesa, basada en el Ejército del Pueblo y en el partido único, el Partido Comunista de China. Fue así que en 1989, cuando un proceso revolucionario que exigía libertades democráticas, el fin de la corrupción y sindicatos libres, terminó en un baño de sangre en la plaza de Tiananmen. Para vergüenza de todos los revolucionarios, esta dictadura al servicio del capital, aún se denomina ‘comunista’, dirigiendo un ‘socialismo de mercado’, manchando nuestra bandera socialista…Este modelo transformó a la China en la fábrica del mundo en los años 90 y fue crucial para la expansión económica del capitalismo en los años 2000. La dictadura garantizó altas tasas de lucro a la burguesía a partir de la superexplotación de la clase obrera y la explotación de las multinacionales para la producción de productos destinados a la exportación” (LIT-CI, 2014).

China ha desempeñado un papel fundamental frente a la crisis económica que se inició en el 2007 en Estados Unidos con la explosión de la burbuja inmobiliaria, al inyectar USD 586 mil millones en el 2008/09 y 1,5 billones a través de créditos de bancos estatales, con el objetivo de evitar el colapso mundial y mantener el empleo de millones de trabajadores al interior de su propia economía, evitando que las rebeliones lleguen a su propio país.

Sin embargo, atemperar la crisis no significa eliminarla. “Al contrario ella se mantuvo en los Estados Unidos con un débil crecimiento económico y se profundizó en Europa, el principal mercado importador de productos chinos. Eso hace que el modelo exportador financiado por el gobierno comience a dar señales de agotamiento”. Las altas tasas de crecimiento del PIB en la China se han venido reduciendo desde el 2012 (de un 9% en el 2011 al 7% en el 2015). Es el llamado “aterrizaje suave” de la economía, lo que daría tiempo suficiente para realizar la transición de un modelo de exportación a un modelo basado en el consumo interno, aunque hasta ahora sin éxito, debido a las contradicciones interburguesas y al importante ascenso de las luchas obreras y democráticas al interior de la China (Idem).

La tesis que se plantea en el presente trabajo es que la China busca afanosamente invertir en otras regiones del mundo, exportar capitales para dar salida a su enorme sobreproducción industrial y mantener la rentabilidad de sus capitales financieros, es decir la política económica propia del imperialismo, que Lenin describiera para la fase del capitalismo monopólico.

Incursión china en América Latina

China requiere de materias primas para alimentar su enorme desarrollo industrial. Hace más de tres décadas comenzó a incursionar en el Asia y luego, al despuntar el nuevo siglo, en América Latina, aprovechando que algunos gobiernos de nuevo tipo intentan un modelo posneoliberal y muestran ciertas contradicciones políticas frente a los Estados Unidos, al menos en el discurso.

Entre el 2007 y el 2012 China invirtió cerca de USD 240 mil millones en América Latina y ahora anuncia un nuevo paquete de USD 250 mil para los próximos años en varios países de la región. “China apostó a Brasil, Venezuela, Ecuador y Bolivia en inversiones que trata de garantizarles recursos naturales y alimentos. Últimamente ha dado un salto cualitativo en la geopolítica: pasar de las relaciones bilaterales a los bloque regionales. Eso se evidenció recientemente en la reunión con todos los Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) que vio en esta cita una esperanza para conseguir recursos en el 2015” (Estrella, 2015).

Los créditos chinos están dirigidos principalmente hacia la construcción de infraestructuras antes que a proyectos o emprendimientos sociales. Así por ejemplo, entre el 2005 y el 2011, el 87% de los créditos fueron para proyectos relacionados con la minería, energía, construcción, infraestructura y transporte, mientras que los bancos multilaterales como el BID y el Banco Mundial destinaron a esos rubros el 29% y el 34% respectivamente (Espinosa, 2014).

Los llamados gobiernos “progresistas” de la región como Venezuela, Argentina y Ecuador, apelan a la noción del respeto a la soberanía cuando se trata de las inversiones chinas, pero evitan hablar de los negativos impactos sociales y ambientales y del alto nivel de dependencia que estos préstamos generan para los países acreedores, debido a los condicionamientos impuestos por los bancos y las empresas chinas.

Los mayores impactos ambientales ocurren precisamente en sectores como la minería, el petróleo y las hidroeléctricas. Allí “no se cumplen con las salvaguardias ambientales que anteriormente estaban vigentes y formaban parte de las políticas de los multilaterales para desembolsar o suspender un crédito… La necesidad de recursos para emprender la modernización capitalista de los Estados hizo que las salvaguardias socioambientales sean prácticamente descartadas en las negociaciones con la China… Ni siquiera la propia China cumple en su territorio con normas o regulaciones socioambientales” (Idem)

Además, los créditos chinos vienen condicionados al cumplimiento de ciertos requisitos por parte de los países “beneficiarios”, como la compra de bienes, es decir que los recursos orientados a los sectores estratégicos implican la utilización de equipo y maquinaria proveniente de la China. Además – y esto es lo más grave- el país prestatario contrata a una empresa china para que sea ella quien ejecute la obra en el sector al cual se destinaron los recursos, incluida la contratación de un porcentaje de obreros chinos, de manera que el supuesto beneficio de generar puestos de trabajo en el país donde se invierte, queda relativizado.

Bajo este modus operandi, los gobiernos de la región -sobretodo Ecuador y Venezuela- evaden cualquier proceso de licitación o concurso para los sectores petrolero, minero y la construcción de obras de infraestructura en general, adjudicando directamente los proyectos a las empresas transnacionales chinas (Idem).

Otro factor a considerarse en los créditos concedidos por la China son los altos intereses que superan el 6%, como en el caso del crédito que concedió al Ecuador en el 2010 el Exim-Bank de la China para la construcción del proyecto Coca Codo Sinclair a cargo de la transnacional china Sinohidro. El monto que recibió el país fue de 1682 millones al 6,9% y a un plazo de 15 años (Idem).

Adicionalmente, se debe tomar en cuanta que los préstamos se realizan a cambio de petróleo, bajo la figura que en el Ecuador se le ha denominado “facilidad petrolera”, donde los mismos no aparecen como deuda en las estadísticas oficiales del endeudamiento externo.

Por último, también entra en juego el factor político, ya que es interés oficial de China que los países de la región apoyen su posición de considerar a la isla de Taiwán como parte de su territorio.

El Ecuador ha ingresado a la órbita de China

Los datos que se exponen a continuación están tomados de un artículo de Alberto Araujo publicado en El Comercio. “Desde el 2007, la relación económica y de cooperación entre Ecuador y China se ha fundamentado en los créditos, la explotación petrolera y la venta de servicios del gigante asiático para infraestructura. Esta lógica continuará a futuro de concretarse nuevos proyectos como una siderúrgica, un astillero o una farmacéutica que forman parte del portafolio que el Vicepresidente Glas vendió a Peking. En el 2013, la balanza comercial fue negativa en USD 2701 millones para Ecuador según cifras del Banco Central; la deuda externa con China se encuentra USD 4633 millones, mientras que las ventas de petróleo a ese país superaron el 80% del total exportable… La inversión china se ha concentrado en proyectos de bajo riesgo y alta rentabilidad como el petróleo y la minería, donde ingresó adquiriendo otras compañías que tenían proyectos en marcha o reservas seguras. Fuera de eso la relación ha sido básicamente crediticia. China financia la construcción de obras como las centrales hidroeléctricas, siempre y cuando sus empresas sean contratadas”.

Son 10 sectores en los cuales unas 20 empresas chinas tienen grandes contratos con el gobierno ecuatoriano, financiados por dos bancos del país asiático: el Exinbank y el Banco de Desarrollo Chino. En el sector petrolero, de acuerdo con la información del Ministerio de Recursos No Renovables, las empresas Andes Petroleum y Petro Oriental, ambas subsidiarias de la China Nacional Petroleum Corp (Cnpc) asumieron las operaciones de los bloques petroleros Tarapoa 14 y 17, luego de comprar la participación de esos campos a la Canadiense Encana en el 2006. Pero además de la operación petrolera, China ha promovido cinco ventas anticipadas de crudo en el Ecuador.

En el sector hidroeléctrico el Ecuador ha firmado contratos con empresas chinas para la construcción de siete centrales hidroeléctricas, una eólica y una termoeléctrica que llevarán al país a ser sustentable en materia de energía eléctrica a partir del 2016. La punta de lanza de esos préstamos fue el contrato de la central hidroeléctrica Coca Codo Sinclair en el 2009, pero cuyo préstamo se concretó a mediados del 2010.

En el sector telecomunicaciones, las empresas chinas Huawei y ZTE recibieron la adjudicación de contratos por más de 150 millones, principalmente de sistemas y servicios de comunicación para telefonía fija, telefonía móvil e internet, entre otros productos ofrecidos a la estatal CNT.

En el sector minero, la empresa china Crecc-Tongguan asumió la operación del proyecto de cobre Mirador, ubicado en Zamora Chinchipe en su fase final de exploración, luego de la compra a la empresa canadiense Corriente Resources. Pocos meses después de esta operación en el 2012 el Estado ecuatoriano suscribió el primer contrato de minería a gran escala con dicha empresa. Adicionalmente, la empresa minera china Junefeld adquirió el proyecto de oro Río Blanco en Azuay (Idem).

Lo último en materia de cooperación, luego del viaje del Vicepresidente Glas a la China, es la inversión de empresas de dicho país para levantar una empresa siderúrgica, un astillero y una farmacéutica, entre otros proyectos. “A estos sectores se suman contratos en seguridad ciudadana, vialidad, seguridad pública, seguridad vial y agua. La modalidad de los contratos es por paquete, es decir EPC o llamados llave en mano. Gracias a esta modalidad de financiamiento y contratación donde no existe licitación ni concurso de precios, el país no puede conocer si el costo de los proyectos es caro o está de acuerdo a los precios de mercado que cualquier otra empresa no china ofrecería” (PLAN V, 2014).

Adicionalmente, se anunció el financiamiento del 70% de la Refinería del Pacífico desde un banco del país asiático. Otro anuncio reciente ha sido la importación de 500 mil cocinas de inducción para abastecer el plan del gobierno para sustituir las cocinas de gas.

De esta manera, “China ha tenido en Ecuador una cabeza de puente para ingresar en América Latina, pero también ha tenido fracasos como el escandaloso caso de los radares chinos para las Fuerzas Armadas, un contrato fallido por USD que hasta ahora no ha sido investigado ni sancionado a nivel gubernamental” (Idem).

Otra característica de las inversiones chinas es la alta plusvalía que obtiene gracias a la explotación de los trabajadores, cuyas condiciones de trabajo dejan mucho que desear. No solamente se refiere a los bajos salarios sino a temas como la seguridad, donde no existe un historial ejemplar de las empresas chinas. Como ejemplo, el accidente ocurrido el 13 de diciembre del año pasado en el Proyecto Coca Codo Sinclair, donde murieron 13 trabajadores y 12 quedaron heridos, por negligencia de la empresa, según testigos que se atrevieron a hablar. Pero no es el único caso, ya que se han suscitado accidentes en otros proyectos.

En conclusión, el capital financiero chino y sus inversiones en diversos sectores estratégicos del área latinoamericana, responden a la lógica económica imperialista y capitalista de aprovechar los recursos naturales y las ventajas comparativas que ofrecen países “subdesarrollados” como el Ecuador para realizar negocios y acumular capital con altos márgenes de rentabilidad.

Las condiciones impuestas por los bancos y las empresas chinas que han penetrado en la economía ecuatoriana tienen altos costos sociales y ambientales, agudizan nuestra dependencia económica y productiva y afectan nuestra soberanía política. Bajo estos lineamientos no existe un cambio de la matriz productiva, puesto que no estamos en capacidad de desarrollar los mega-proyectos por nuestros propios medios, ni un modelo endógeno de desarrollo. Lo que sí se logra es fortalecer la modernización capitalista a costa de la explotación de la clase trabajadora y un irreversible deterioro ambiental.

 

Referencias bibliográficas

  • ARAUJO, Alberto: “La ruta de la China y sus empresas en suelo ecuatoriano”. Publicado en diario El Comercio (http://www.elcomercio.com.ec/actualidad/ruta-de-china-y-empresas.html)
  • ESPINOSA, Alfredo: “La presencia de la China en América Latina”, monografía presentada en la asignatura “América Latina en la economía mundial”, Maestría en Estudios Latinoamericanos, Universidad Andina Simón Bolívar, 2014.
  • ESTRELLA, Santiago: “¿China apunta a ser un nuevo imperio en el mundo?”, artículo publicado en diario El Comercio, 11 de enero del 2015.
  • LENIN, V.I.: “El Imperialismo, fase superior del capitalismo”, Editorial El Progreso, Moscú, Obras Escogidas, Tomo 1.
  • LIT – CI, Correo Internacional, 2014
  • O’CONNOR, James: “El significado del Imperialismo económico”, Ediciones Periferia, Chile, 1971
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