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JUSTICIA PARA VANESSA, POR LA VIDA DE TODAS. por Nancy Carrión Sarzosa

29 mayo 2014

 

Mañana, viernes 30 de mayo, se dará sentencia al caso de feminicidio de Vanessa Landinez Ortega, asesinada el 19 de octubre del 2013 en un hotel de Ambato durante un afterparty de un grupo de amigos. El informe forense identificó en el cuerpo de Vanessa varios signos de golpes. Golpes contundentes en el abdomen le reventaron órganos internos y ocasionaron su muerte. Un huésped del hotel declaró haber visto muy cerca de su ventana a Vanessa intentando levantarse del piso mientras su agresor la volvía a empujar y le pisaba la mano contra el suelo. El testigo no pudo ver más, pero al igual que otros cinco huéspedes, dijo a la policía que escuchó gritos e insultos contra una mujer –Vanessa-, luego el sonido de un golpe fuerte y finalmente silencio. Vanessa fue asesinada a patadas, probablemente. ¿Por qué? ¿Por qué un agresor puede someter a su víctima al poder de sus insultos y a la fuerza de su cuerpo? El caso de Vanessa todavía no ha sido resuelto. Sin embargo, dado que forma parte de un contexto de amplia violencia machista, es posible y necesario reflexionar a la luz de numerosas investigaciones de feminicidios que se han producido frente a la larga historia de violencia contra las mujeres.

El feminicidio fue definido en 1990 por Diana Russell y Jane Caputi como ‘el asesinato de mujeres por el hecho de ser mujeres realizado por hombres y motivado por odio, desprecio, placer o un sentido de propiedad sobre ellas.’ (Atencio, 2011). Desde los asesinatos a niñas en Grecia durante los siglos II y II A.C., pasando por la cacería de brujas durante los siglos XVI y XVII, hasta los actuales asesinatos a mujeres en Ciudad Juárez – entre muchos otros episodios de horror contra la vida de las mujeres – evidencian que los feminicidios funcionan como herramienta para mantener un orden jerárquico que coloca a los varones por sobre las mujeres. Además, es importante que los análisis en el plano penal o académico tomen en cuenta todas las jerarquías de status que atraviesan al género, como la clase, la etnia/raza o cualquier otro tipo que pueda haber entre la víctima y su victimario.

Los debates en América Latina resaltan que el feminicidio implica la responsabilidad de la sociedad y del Estado. La generalizada tolerancia frente a la violencia machista y la impunidad en el ejercicio de la justicia son factores que contribuyen a que estos crímenes se reproduzcan. ¿Cómo? Rita Segato plantea que la clave para entender esto se encuentra en el mensaje de terror que emite el feminicida: que como hombre puede disponer de la vida tanto como de la muerte de una mujer. Dado que la víctima – su cuerpo y lo que este representa – termina siendo un objeto descartable en la ejecución del crimen, el principal receptor de este mensaje no es ella ni sus similares (las otras mujeres). El mensaje del feminicida va dirigido a sus pares: los otros hombres, ya sean sus aliados o competidores. El feminicidio exhibe el poder del varón para así – incluso inconscientemente – asegurase su pertenencia a una sociedad misógina y celebrar el pacto de un estado patriarcal.

Así se puede entender lo que numerosas investigaciones demuestran: los feminicidios no son cometidos por delincuentes, enfermos mentales o desviados sociales. Los feminicidios son cometidos por hombres comunes, que generalmente cuentan con la confianza, el amor o la amistad de la víctima y, por supuesto, con el aprecio y reconocimiento de sus amigos y familiares. Como dice Segato, “los femicidios son posibles debido a que el agresor y la colectividad comparten el imaginario de género, hablan el mismo lenguaje, pueden entenderse” (2004: 5).

Esto no exime de responsabilidad y culpa a quien comete el crimen y menos libera al Estado de su obligación de sancionarlo, pues la impunidad social y legal reproduce y exacerba la violencia machista. La posibilidad real de vida para las mujeres depende de que el Estado a través de la justicia y la sociedad a través de la cultura no toleren la violencia contra las mujeres. La posibilidad de vida para todas depende de la justicia para cada una.
Bibliografía
Atencio, Graciela. Femicidio-feminicidio: un paradigma para el análisis de la violencia de género, [en línea]Femicidio.net (2011). Dirección URL: http://www.infogenero.net/sitio/
Segato, Rita Laura (2004): Territorio, soberanía y crímenes de Segundo Estado: la escritura en el cuerpo de las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez. Número 362 de Serie Antropología. Brasilia: Departamento de Antropología, Universidad de Brasilia.

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PENSAMIENTO CRÍTICO
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2 COMENTARIOS

  1. De esta horrorosa historia que no tendrá título palaciano: “Una mujer muerta a puntapiés”, cabe una pregunta y varios añadidos: ¿Y el individuo que apareció como testigo, relatando lo que vio y oyó desde su ventana en el hotel, que aquella noche miró la mano, la patada, y escuchó los gritos, pero no actuó, en Oscar mundial a la indiferencia que carcome al mundo ¿por qué fue tomado por la policía, fiscalía y justicia como “testigo”? En Argentina, ese tipo de actitud se penaliza como indiferencia y omisión en casos de violencia contra las mujeres y feminicidios. El posmachismo es el peor de todos los machismos: barnizado, “light”, “progre”, asquerosamente admitido por el silencio de izquierdas y derechas, de ti y de mi, de todos. En “Macondo” acaba de acontecer otro hecho infame en Carcelén bajo, en la capital Quito: el cuádruple crimen de 2 mujeres adultas y 2 niñas, degolladas brutalmente en una misma casa; los detenidos fueron dos hombres (pareja y ex-pareja de la mujer cabeza de familia, una de las 4 asesinadas), como sospechosos.

    ¿Pero… la sociedad? en una revolución CIUDADANA, donde se pretende que la ciudadanía y el estado deben “revolucionar” costumbres y malas costumbres, pareciera estar narcotizada la nacón por entero, a un lado y a otro, como si no hubiera pasado nada. Cuatro crímenes en un mismo día, en una misma casa, usando arma blanca para degollar 4 mujeres, la madre de familia, su amiga, y las dos hijas pequeñas, y… ni una sola marcha, ni una sola proclama, ni un solo boletín o rueda de prensa, ni una sola y mísera concentración en ninguna parte, de ninguna organización local o internacional de ddhh, o ambientalista (se dirá que “eso es asunto de mujeres, no nuestro”), ni un solo comité de la revolución ciudadana, ni un directorio de Pais local, ni una ONG, ni una agencia de cooperación internacional, ni un spot publicitario de Secom ni de nadie, ni de la alcaldía ni del ejecutivo ni del parlamento, ni una resolución de gabinete, ni una movilización policial masiva, ni de las mujeres, peor de los hombres, ni de LGBTs, ni de CRC’s, ni de discapacidades, ni de homos, heteros, trans, ni laicos, ni católicos, ni cristianos, ni de oposición ni de oficalismo, ni de nadie.

    Este cuádruple feminicidio (o femicidio, ¡bah, con los anglicismos!) ha sido objeto de una cómplice desconceptualización: nadie lo llama por su nombre. En un país donde el curuchupismo gana terreno, este brutal feminicidio no conmueve ni moviliza a una sociedad narcotizada. Y las redes sociales solo están para la política del todos contra todos. El neomachismo ES esto: la bestial reacción para defender al Extra; el silencio total ante este caso de 4 mujeres asesinadas. Ciudad Juárez: en los dos bandos.

  2. Creo importante diferenciar femicidio -aceptado con falencias en el COIP- de feminicidio que implica la acción u omisión por parte del estado

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