¡La banca gana! Esa es una constante del capitalismo, sociedad de casino en donde la banca juega casi siempre con dados cargados… Es más, la banca ha ganado aún en casos en que es “atacada” desde el poder político. ¿Por qué? Porque es de esas pocas instituciones que es socialmente aceptada a partir de la confianza. Y desde esa posición usa y abusa de un poder privilegiado, a veces incluso mayor al poder que detenta el Estado.
A ese poder privilegiado cabe agregar que -normalmente- en la sociedad se desconoce que la banca no solo guarda dinero (representante máximo de poder en el capitalismo), sino que también puede crearlo. Esa creación de dinero sustenta sus ganancias especialmente con el crédito, el cual no se financia solo con el capital de los bancos ni con el dinero depositado por sus clientes (p.ej. ahorros). El crédito se financia precisamente por la posición privilegiada de la banca para actuar como intermediaria financiara, la cual -reiteremos- se sostiene desde la confianza. A eso cabe sumar las diversas comisiones por servicios financieros, las cuales garantizan mayores utilidades a los banqueros a través de la regulación bancaria.
Esta lógica donde la banca “gana o gana” se consolidó en el correísmo. A pesar de los “ataques” a varios banqueros “connotados”, la banca acumuló las mayores utilidades de toda la historia republicana: 2.820 millones de dólares en diez años, incluyendo 222 millones en 2016 (año en que la economía se contrajo -1,5%)[3]. Un ejemplo de tal contradicción entre el discurso y los hechos es el Banco de Guayaquil -propiedad de quien pretendió sustituir a Correa en dos oportunidades-, el cual se benefició significativamente de los depósitos de la Corporación Financiera Nacional. Y todo indica que las millonarias utilidades bancarias seguirán en el gobierno de Lenín Moreno que, si bien estaría confrontando al correísmo, es su heredero y hasta su continuador.
Un retroceso histórico
Recordemos que el correísmo se consolidó a la par que se concentraba el poder alrededor del caudillo, Rafael Correa, quien buscó modernizar el capitalismo, amplió los extractivismos e intento disciplinar a la sociedad con una restauración conservadora. Todo en medio de una corrupción olímpica. Ahora, en cambio, transitamos hacia un “morenismo”: la imagen de Correa (autoexiliado en un “ático belga”) pierde poder por una confrontación con Moreno, quien de ese modo ha ganado un importante apoyo popular. Sin embargo, el proceso de modernización capitalista y el extractivismo exacerbado siguen y todo indica que se profundizarán aún más. Y si el rumbo de las cosas no cambia, más allá de la forma calmada de actuar del presidente Moreno, se continuará disciplinando a la sociedad para contener el malestar popular ante el ajuste económico-neoliberal que parece aproximarse…
Semejante decisión, acordada casi “de la mano” con la cúpula de la gran banca privada, es una suerte de retroceso histórico que nos remite a antes de agosto de 1927, cuando los bancos privados controlaban la emisión monetaria y no existía el Banco Central (que precisamente se fundó en ese año).
Dinero electrónico, el desperdicio de una oportunidad
Para comprender cómo la entrega del dinero electrónico beneficia a la banca privada, recordemos los precedentes y la forma en que debía funcionar dicho dinero en manos del Banco Central del Ecuador.
La cuestión del dinero electrónico ya se discutía desde antes del 2011. Entonces la propia banca privada veía en “el dinero móvil un nuevo esquema de inclusión social”. La banca privada proponía transformar el dinero físico en electrónico usando una “billetera móvil” manejable desde un celular, la cual serviría como medio de pago para “bancarizar a un número mayor de personas”.
Luego el gobierno de Correa, en el código orgánico monetario y financiero (2012) estableció que el dinero electrónico sea puesto en circulación “privativamente” por el Banco Central del Ecuador, el cual debía respaldarlo con “activos líquidos” según las disposiciones de la Junta Monetaria (artículo 101). Respaldo que, sin embargo, en ningún momento garantizaba explícitamente la paridad 1 a 1 entre dinero físico y electrónico.
Ya en manos del gobierno, el dinero electrónico se intentó instrumentar desde el 2014 con la siguiente lógica: se abre una cuenta de dinero electrónico en el Banco Central (BCE) vía mensaje de texto, luego con dinero físico (dólares), en los establecimientos que participan del negocio (p.ej. Tía, Mi Comisariato, farmacias Sana-Sana, cooperativas, Banco del Austro, etc.), se hace un canje por dinero electrónico con la relación 1 a 1. Con el dinero electrónico acreditado en la cuenta creada en el Banco Central del Ecuador se hacen pagos y otras transacciones usando el celular, sin necesitar billetes físicos ni tarjeta de débito o de crédito en dichos establecimientos. Igualmente se pueden hacer transacciones con cualquier persona que tenga abierta una cuenta de dinero electrónico, así como también se usa en el pago de impuestos y servicios básicos. Como incentivo, quienes hagan pagos en dinero electrónico en consumos que generen IVA reciben una devolución de 2 puntos de ese impuesto, que se acredita en la cuenta electrónica (varios detalles se encuentran descritos en el sitio oficialhttps://www.efectivo.ec/).
Cabe aclarar que, bajo el esquema señalado, el dinero electrónico funcionaría dentro del esquema de “billetera móvil”. En tal esquema el dinero electrónico debería siempre tener un respaldo total en dinero físico para que sea factible entregar ese dinero a quienes lo exijan en las ventanillas del Banco Central del Ecuador o de los establecimientos participantes (es decir, paridad 1 a 1). Eso no quita que existan formas de emisión de dinero electrónico que no tengan respaldo total en dinero físico como, por ejemplo, concesión de créditos denominados en dinero electrónico, pago de salarios al sector público, etc., las cuales difieren del esquema de la “billetera móvil”.
El dinero electrónico tenía potencial, en especial si se considera que cada año el país requiere alrededor de dos mil millones de dólares para satisfacer la demanda de monedas y billetes, según información del BCE. Sin embargo, el proyecto no prosperó, por la limitada visión estratégica del correísmo (preocupado más por apuntalar la imagen del caudillo que en realizar cambios estructurales). A nuestro parecer, este dinero debió impulsarse durante la bonanza (en el mismo 2011), con políticas claras que den confianza al sistema y que vayan más allá del enfoque de “billetera móvil”. Por ejemplo, se pudo empezar a pagar en dinero electrónico a funcionarios públicos con salarios superiores a 2 o 3 mil dólares mensuales, en línea con la propuesta formulada por Jürgen Schuldt y Alberto Acosta.
Ya ganada la confianza, se podía ir más lejos y hasta usar el dinero electrónico como herramienta que, a largo plazo, recupere espacios de política monetaria y afloje las amarras de la dolarización. Tengamos presente que la dolarización no es un fin en sí mismo e incluso genera varios límites a la capacidad de reacción de la economía ecuatoriana sobre todo en épocas de crisis, como se ha visto en los últimos años.
Tal aspecto es vital pues, precisamente en épocas de crisis, el dinero electrónico hubiera ayudado a desarrollar políticas contra-cíclicas, especialmente en favor de los sectores más vulnerables y alejados del sistema financiero formal. Recordemos que precisamente a esos sectores se dirigía el dinero electrónico en un inicio. Hasta se hubiera podido impulsar una “bancarización de fomento” en donde, a través de créditos productivos, se integre a parte de esa mitad de población adulta que no posee cuentas bancarias.
Dicha “bancarización de fomento” es urgente más aún si vemos que en Ecuador, para 2016, el crédito doméstico canalizado al sector privado representó apenas el 29% del PIB (cuando el promedio mundial supera el 100% según el Banco Mundial). Y, de acuerdo a la Superintendencia de Bancos, la participación de las pequeñas y medianas empresas (PYMES) apenas llegó al 8,8% del total del crédito (2.323 millones de dólares canalizados entre crédito productivo y comercial), participación mínima si se compara con el crédito comercial corporativo, que representó un 54,4% (14.326 millones de dólares).
Es decir, claramente la banca nunca ha estado enfocada al fomento de los sectores pequeños e informales a través del crédito.
Dicho proceso de “bancarización de fomento” pudo incluso ser regulado no solo por el Banco Central sino por representantes de la sociedad civil, universidades, sindicatos, etc., tratando siempre de democratizar y transparentar el manejo monetario en beneficio de las clases populares. Nos guste o no, el tema no se resolvía en lo económico-tecnócrata, sino en lo político…
El caso es que, en los hecho, el proyecto fracasó en manos del Banco Central correísta, al contabilizar apenas unas 361 mil cuentas y 47 millones de dólares en transacciones desde su creación en 2014. Mientras la propuesta fracasaba, implícitamente la banca privada empezó a mandar el mensaje de que el carácter “inclusivo” del dinero electrónico existiría si se lo ponía en sus manos, mientras que si se lo ponía en manos del gobierno solo se generaba una “innecesaria fuente de incertidumbre”.
En definitiva, el correísmo desperdició el potencial para transformar al dinero electrónico en herramienta útil para la sociedad y particularmente para épocas de crisis, en cambio la banca aprovechó de este fracaso correísta para ampliar su poder…
Dando más poder a quien ya lo tiene
La entrega del dinero electrónico a la banca privada es sumamente grave: se va a ampliar su poder económico y simbólico… es decir político. Dicha ampliación de poder la podemos visualizar, al menos, en términos de emisión monetaria, con el reforzamiento de los grupos financieros (donde la banca privada cumple un papel estelar) y la consolidación de procesos oligopólicos de concentración financiera.
Dueños absolutos de la emisión monetaria
Reiteremos que la banca es de los agentes más poderosos en el capitalismo, cuya principal fuente de poder es la capacidad de crear liquidez al crear depósitos y ponerlos a disposición de quienes solicitan créditos; todo sustentado desde la confianza, como dejamos establecido desde el inicio. En verdad, los bancos crean depósitos y préstamos al mismo tiempo, en cantidades muy superiores a su capital y a los mismos depósitos de sus clientes.
Así las cosas, a los banqueros con una mínima cantidad de aporte de capital propio –un 9% de los activos totales del banco ponderados por riesgos- se les permite administrar el 91% de dinero ajeno (depósitos de la gente). A esto cabe sumar que el proceso de intermediación financiera, es decir, la “transformación” de depósitos en créditos, permite que la cantidad de dinero físico (capital más depósitos) se multiplique contablemente dos, tres, cuatro…veces (como acertadamente plantean varias corrientes post-keynesianas).
¿Cómo funciona esta operación? Tomemos textualmente el ejemplo que plantea IBASE:
Una empresa va a un banco y pide un préstamo para contratar empleados y comprar materia prima. Si el banco se lo concede, no es entregándole dinero en efectivo proveniente de los depósitos de otros clientes. Más bien el banco crea una cuenta de depósito en nombre del solicitante del préstamo y ahí registra -actualmente de forma digital- un monto equivalente al dinero prestado. Si el solicitante del préstamo se desenvuelve en un entorno altamente bancarizado, probablemente no retirará el dinero del depósito en efectivo, sino que hará sus pagos a terceros vía cheques u otras formas de transferir el dinero acreditado. Quien esté abajo en la cadena de pagos seguramente hará lo mismo si también se desenvuelve en un ambiente altamente bancarizado. Así, puede ser que el banco que creó el depósito inicial no necesite nunca usar efectivo para cubrir el retiro del depósito.
Es decir, ¡la operación bancaria moderna es la realización del sueño del alquimista: la creación de dinero ex nihilo! Sin embargo, esa realización depende mucho de cuán bancarizados estén los agentes económicos, así como de la confianza que la sociedad tenga en los depósitos bancarios como equivalentes del dinero físico.
Teniendo presente esta situación, la entrega del dinero electrónico a la banca privada le va a dar a ésta más herramientas para ampliar su capacidad de crear dinero, quitándole cualquier opción de aprovechar de ese “poder monetario” al Banco Central. Decimos esto pues, en el momento que es la banca privada la que lleva la “bancarización” a sectores informales a través del celular, innegablemente se amplía su capacidad de conceder créditos y obtener ganancias a través del interés, comisiones, etc.
Semejante situación puede provocar que la banca privada entre en una competencia salvaje con las cooperativas, precisamente en aquellos segmentos de crédito que han sido históricamente desatendidos por los banqueros: la economía popular y solidaria, las micro y pequeñas empresas, productores artesanales, entre otros. De hecho, ya han sonado voces de preocupación del sector cooperativo por los acuerdos con la banca y la forma como el gobierno entrega un poder de mercado tan grande a los banqueros; traspaso que hasta les permite tener su propio sistema (banred “plus”), el mismo que podría terminar sometiendo al sector cooperativo.
Dentro de esa competencia entre cooperativas y banca puede pensarse desde el otorgamiento de crédito en dinero electrónico hasta el uso de información y publicidad engañosa, aprovechando la inexperiencia de los sectores informales en el sistema financiero. Así se podría debilitar la posibilidad de que el dinero electrónico financie un microcrédito que fomente al sector popular en épocas de crisis. Esto vulnera la construcción de una economía social y solidaria, donde las cooperativas de ahorro y crédito realicen procesos de inclusión financiera dejando el ahorro en los territorios.
Banca y grupos financieros: vínculos estrechos y hasta “oscuros”
Un banco no es una empresa cualquiera, aislada de su entorno económico, político y cultural, pues alrededor de éste se configuran poderosos grupos financieros compuestos por financieras, aseguradoras, medios de comunicación, inmobiliarias, restaurantes, cines, comercializadoras de vehículos, centros comerciales, etc.
Semejantes vínculos estrechos son claros en el caso ecuatoriano donde grandes bancos se han apropiado de múltiples empresas distintas a la actividad financiera. Por ejemplo, según información del Servicio de Rentas Internas (SRI) en 2015 sabemos que:
– Banco Pichincha conforma un grupo con más de 160 integrantes tales como: Diners Club; aseguradora AIG; Banco General Rumiñahui; INTERDIN;
Banco de Loja; Credife; ACOVI; Banred; etc. Este grupo alcanzó 1.901 millones de dólares en ingresos.
– Banco de Guayaquil conforma un grupo con unos 40 integrantes tales como: MULTIBG; PROMOQUIL; South Pacific investors; etc. Este grupo alcanzó 440 millones en ingresos.
– Produbanco conforma un grupo con unos 28 integrantes tales como: EXSERSA; ACCIVAL; PROTRAMITES; Banco Promerica; etc. Este grupo alcanzó 342 millones en ingresos.
– Banco del Austro, el cual pertenece al grupo económico Eljuri, compuesto por unos 327 integrantes tales como: AEKIA; Neohyundai; Almacenes Juan Eljuri; Aymesa; etc. Este grupo alcanzó 1.868 millones en ingresos.
Aparte del vínculo directo de los bancos con sus grupos económicos, también existen vínculos entre grupos económicos protagonizados por la banca. Por ejemplo, existen vínculos entre el grupo Eljuri (reiteremos, que contiene al Banco del Austro) con los grupos Holdingdine o del Hotel Colón; Banco de Guayaquil con el grupo El Universo; Produbanco con Corporación La Favorita e Imbauto; entre muchos otros que hasta podrían no estar registrados dentro de la información oficial.
A todos estos complejos vínculos de la banca privada, cabe agregar que hasta los accionistas y administradores bancarios sirven de nexos directos o indirectos con los grupos económicos, creándose muchas veces un conflicto de intereses al aprovecharse los depósitos y/o la información de los clientes bancarios. De hecho, los banqueros son hasta “propietarios” de los “secretos empresariales” de sus clientes. Y no nos hemos olvidado como actuaron muchos banqueros al finalizar el siglo pasado.
La verificación de este fenómeno en el caso ecuatoriano muestra que nunca se cristalizaron a cabalidad las disposiciones constitucionales de Montecristi, sintetizadas en aquello de que “un banquero, sea un banquero y nada más que un banquero” (artículo 312 de la Constitución). La incapacidad de romper el viciado vínculo entre banca y grupos financieros es una grave herencia dejada por el correísmo y que, al parecer, el “morenismo” va a mantener intacta.
Como resultado de esa falta de transformación, los grupos financieros usan a la banca para crear profundas asimetrías en los mercados. Es decir, la banca contribuye a generar una elevada concentración de la riqueza y mercados dominados por pocos grupos. Ese desbalance de poder empobrece y margina a los sectores productivos populares, obligados a competir en una desigualdad de condiciones que complica hasta su capacidad de sobrevivir. Es en ese contexto que se debe entender lo que significará la emisión de dinero electrónico por parte de la banca privada.
Solo notemos que, con la entrega del dinero electrónico, los grandes grupos conectados a la banca tendrán nuevas herramientas para acceder, y competir, en mercados de sectores populares de baja bancarización. Imaginemos, por ejemplo, a grandes comercializadoras que, vinculadas a la banca privada, podrían usar el crédito vía dinero electrónico como mecanismos de competencia frente a las pequeñas y medianas empresas. Pensemos, en otro ejemplo, toda la información a la que va a tener acceso la banca privada por medio de cuentas abiertas desde los teléfonos celulares y que tranquilamente podría canalizar a los grandes grupos económicos.
Las opciones de enriquecimiento son múltiples. Y si a esto sumamos que la lógica de “bancarización” de la banca parte del modelo de “inclusión” financiera neoliberal, lo que se profundiza son las mayores brechas de desigualdad en la que los pobres siguen financiado a los más ricos, a través de aspirar la liquidez de los territorios rurales, de los quintiles más pobres y los segmentos populares. En concreto se fortalece un sistema que canaliza los recursos financieros hacia las ciudades y sectores económicos más pudientes.
Una banca oligopólica
Si los casos anteriores son graves, también es grave que la propia banca privada ecuatoriana es altamente concentrada y hasta posee un carácter oligopólico. Por ejemplo, en 2016, apenas seis bancos controlaron el 83,5% tanto del crédito como de los depósitos a la vista y a plazo fijo de toda la banca privada (ver en el cuadro). A eso sumemos que la banca privada controla el 68% del crédito de todo el país, mientras que las cooperativas y mutualistas solo absorbieron el 18%.
Es decir, son pocos bancos privados los que controlan la creación de dinero vía crédito en el país, es decir que tienen un gran poder. Lo cierto es que no se aprendió del gran atraco bancario de fines del siglo XX. Y por cierto, esta concentración oligopólica es uno de los aspectos que explica por qué las tasas de interés en el Ecuador son mucho más altas que, por ejemplo, en Estados Unidos (mucho más en aquellas líneas de crédito enfocadas a microempresas).
Ud. tiene parcialmente razón en el tema de que el “dinero electrónico” dará más poder a los bancos, por ello lo mejor sería olvidarse del tema y eso no es lo que se ha hecho. Pero si el mencionado “dinero electrónico” lo manejaría exclusivamente el Banco Central sería dar más poder a la nueva oligarquía que lo controla que es aún más concentrada y excluyente. Por la misma razón es impensable una desdolarización porque esa misma nueva oligarquía sería quien entre en una vorágine de devaluaciones con lo cual regresaríamos al viejo “deporte” de la gimnasia bancaria de los especuladores bancarios. POR FAVOR, reflexione alguna vez Señor Acosta (recuerde que no reflexionó cuando dió el “paso al costado” en la Constituyente).
Sigue vivo el decir popular: la verdad es mentira y la mentira es verdad; también la “politización” de lo económico con términos como los que usa el señor que opina más arriba: “nueva oligarquía”, “deporte de la gimnasia bancaria”, “paso al costado”. Lamento mucho que no se opine en serio, esto es, con razones económicas, con juicios de valor y en definitiva con seriedad. Algunos no quieren entender que, paridad 1 a 1 es crear confianza, de allí que si los banqueros asociados no dan confianza a la sociedad nacional, no con un 5%, sino con la paridad mencionada, no crearemos, bajo ningun sistema económico: ni confianza, ni riqueza; más bien crearemos polos que no se acercan en condiciones de igualdad y producción y terminen como la historia nos lo dice: la matanza del 15 de noviembre de 1922 (Guayaquil) y la de Septiembre de 1923 (Píllaro, prov. Tungurahua). No usemos, equívocamente, los principios económicos o los sistemas financieros, para desorientar a la gente o para crear lo que bien dicen “un río revuelto” y “pescar abundantemente”. La ciencia económica surgió, poco a poco, de las amargas experiencias, llámense guerras mundiales o continentales o de las crisis modernas de las Bolsas de Valores: ¡¿será necesario repetirlas?!.-Edwy Gonzállez.-
A ver, opine en serio, ¿cuáles son mis mentiras? Y hable de “ciencia económica” que dice saber.
Me gustaría saber un poco sobre las implicaciones que tiene este medio de pago, con respecto a la salida de divisas en el caso de que se llegue a perder la confianza. Teniendo en cuenta algunos “negocios” de los grupos de interés y sus conflictos.