Trabajo colaborativo entre La Línea de Fuego, Acapana, Radio Periférik y mutantia.ch
El cielo sobre Quito está despejado como pocas veces durante las últimas décadas. Es una consecuencia directa de la disminución de la circulación vehicular, dice Valeria Díaz. En la entrevista, la ingeniera química a cargo del levantamiento de datos sobre la calidad del aire en el Municipio de Quito, habla sobre las incidencias del covid-19 en la contaminación y explica por qué los motores a diésel son los más perjudiciales para la salud humana.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) advierte desde años atrás, que las partículas de los motores a diésel son cancerígenas. Sin embargo, estos motores son bastante comunes en Quito. De acuerdo con los expertos, duran más tiempo y son más resistentes. Además, el diésel es más barato que la gasolina.
Queda claro, por lo tanto, que los aspectos financieros están sobre los aspectos de la salud desde hace varios años, por lo que el manejo de la pandemia no es una sorpresa. Este hecho parece ilógico en tiempos de emergencia sanitaria, ya que se sabe que la polución del aire causa problemas respiratorios. En efecto, la contaminación puede provocar inflamaciones crónicas en el aparato respiratorio, cosa que facilita el ingreso de bacterias o virus como el Sars-Cov-2. En un reciente estudio, la Universidad de Harvard incluso llegó a la conclusión de que “un pequeño aumento de la exposición a largo plazo” a las partículas finas—llamadas PM2.5—que principalmente salen por la combustión de combustibles fósiles “lleva a un gran aumento de la tasa de mortalidad por el covid-19”.
Valeria Díaz está al tanto de estos datos, ya que la alta tasa de PM2.5 es el principal problema del aire en la capital ecuatoriana. Díaz es ingeniera química y actualmente es la responsable de investigación, análisis y monitoreo de la Red Metropolitana de Monitoreo del Aire de Quito (REEMMAQ). En esta entrevista, la experta resalta los peligros del PM2.5 y del PM10. “El PM2.5 se hace más peligroso porque se ha demostrado que produce inflamación del sistema respiratorio profundo, afecta al sistema cardiovascular e inclusive es cancerígeno”. En cambio, el PM10 -que son partículas menos finas- se queda en los niveles altos del sistema respiratorio (ojos, nariz y garganta), lo que “sólo” puede provocar una infección en la garganta o una conjuntivitis.
Díaz viene observando el aire de Quito desde 2003, año en que se fundó la REEMMAQ. De hecho, Quito es la única ciudad en todo el país que cuenta con varias estaciones automáticas para medir la calidad del aire de manera continua. Y a pesar de que en varios componentes la ciudad se mueve dentro de los límites establecidos por la OMS, se excede con las partículas PM2.5. “La única forma de llegar a los valores ideales que plantea la OMS”, dice la experta, “depende de la calidad de nuestros combustibles, en especial del diésel”.
Pregunta: Valeria, ¿nos puedes explicar técnicamente en qué consiste la contaminación del aire?
Valeria Díaz: Es la mezcla de todas las emisiones que tenemos en el aire, ello incluye lo que emiten los autos, las industrias y hasta los propios árboles, como los eucaliptos que tienen ciertas emisiones. También incluye lo que emiten los rellenos sanitarios, los volcanes o las canteras. A todo esto, hay que sumarle las reacciones que suceden en el aire, pues el gas de los autos se va mezclando con el gas de las industrias, con la radiación del sol, con los gases que vienen de un volcán. Todo eso reacciona y finalmente tienes una inmisión que sería la concentración que determina la calidad del aire.
P: ¿Cómo se mide la contaminación del aire en Quito?
Díaz: Desde el año 2003, Quito tiene una red de monitoreo de calidad del aire automática muy sólida y cuyos resultados han ido cobrando notoriedad nacional e internacional. Tenemos nueve estaciones que están midiendo de manera continua, es decir, 24 horas al día, 365 días al año. Emitimos un valor promedio horario, tú puedes encontrar en la página web de la Secretaría de Ambiente el valor de la calidad del aire de la hora anterior. Toda la información se genera siguiendo los parámetros de la OMS y de la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos, que son los referentes globales.
P: Por un reciente estudio de la Universidad de Harvard se sabe de la incidencia que hay entre el covid-19 y las partículas finas, cuyo nombre técnico es PM2.5. ¿Cuál es la situación del PM2.5 en Quito?
Díaz: El PM2.5 es un problema global. El aire no tiene fronteras; así como el nuevo coronavirus está en todo lado, igual la contaminación viaja, va por todo lado. Los incendios que se estaban produciendo en Venezuela y en Colombia llegan a Quito. El incendio que se produjo en la Amazonía el año pasado afectó a la calidad del aire de Quito. Por ejemplo, el desierto del Sahara tiene una influencia en Bogotá, pero no llega a Quito. Entonces, en todo lado se mezcla la contaminación y tenemos estos problemas.
En Quito no superamos los límites fijados por las normas ecuatorianas de calidad del aire, excepto en los días de Navidad o el 31 de diciembre -por los fuegos pirotécnicos y la quema de los años viejos- y ocasionalmente durante el verano por algún incendio forestal. Pero sí superamos los límites de las normativas de la OMS y eso no lo podemos ocultar: es un problema que tiene la ciudad. Esto ocasiona la inflamación de los sistemas respiratorios y problemas cardiovasculares, lo que aumenta las posibilidades de tener cualquier infección.
P: ¿Cómo se compara Quito con otras ciudades de la región de condiciones similares?
Díaz: A nivel nacional, Quito es la única ciudad que mide la calidad del aire con varias estaciones automáticas. Cuenca (a 2550 metros sobre el nivel del mar) lo mide también, pero con una sola estación automática. Esta estación reporta valores bajos de contaminación en un sector de la ciudad; sin embargo, no sabemos lo que pasa en otros sectores. En general, Quito tiene más contaminación que Cuenca porque tiene más habitantes, más altura y eso se nota en los datos que generamos. Quizás Bogotá (a 2640 metros sobre el nivel del mar) es una ciudad similar a Quito por la altura; evidentemente tiene más habitantes, pero también tiene episodios de contaminación más crítica por las afectaciones provocadas por incendios forestales en la región.
A nosotros nos protege muchísimo la cordillera, lo que nos permite mantener la calidad del aire en algunos puntos y mejorar en algunos escenarios, inclusive en material particulado. Tampoco registramos episodios muy graves de ozono, a pesar de que en el verano hay más radiación y las emisiones pueden ser más altas. Pero, como regla general, si no hay un incendio forestal que nos afecte directamente, los niveles de ozono se mantienen dentro de normas de calidad de aire.
P: ¿Cómo afecta la contaminación ahora que tenemos un brote de un virus desconocido?
Díaz: Respecto al virus, hay algunas investigaciones que ya se han realizado y que relacionan los episodios de covid-19 más graves con los niveles altos de PM2.5 y dióxido de nitrógeno. Si el o la paciente ya presenta un sistema cardiovascular y respiratorio inflamado, es más fácil que llegue ahí una bacteria o que se infecte de un virus. Si tienes un lastimado en la mano ahí te va a caer la infección, no en el resto de la piel. Si estamos lastimados por dentro, es más fácil que ahí llegue el virus y nos produzca una infección más complicada. Igual, los problemas respiratorios, inflamatorios y gripales no están necesariamente relacionados con las épocas lluviosas en las que uno sabe que hace más frío, sino más bien en época de verano porque ahí incrementan los niveles de ozono troposférico, que es el contaminante secundario que se forma con la radiación solar. El ozono es un gas irritante y al incrementarse inflama las vías respiratorias y facilita cualquier tipo de inflamación, ya sea por una gripe o por episodios de asma.
Quito no supera límites de calidad del ozono ni de dióxido de nitrógeno, de acuerdo a normas nacionales y tampoco los que establecen las guías de la OMS. Pero evidentemente cuando suben los valores eso hace que se tenga un poco más de exposición, dependiendo de las personas: algunas son más delicadas que otras. Eso como un antecedente de la ciudad de Quito por nuestras características de sol intenso en el verano y un período de lluvias.
P: ¿Qué tiene que ver la contaminación del aire con la calidad de los combustibles?
Díaz: Está totalmente relacionado. Nuestros combustibles tienen unos niveles de azufre muy altos. El azufre produce una corrosión interna de los motores que hace que el material particulado incremente. Entonces, esas emisiones negras que vemos salir de las busetas son un ejemplo, si se puede ver la partícula quiere decir que es más grande. Mientras más chiquita ni siquiera la alcanzas a ver, pero se queda flotando en el ambiente. La calidad del combustible está relacionada directamente con el material particulado PM2.5 que se queda en el ambiente.
P: ¿Cuál es el inconveniente de los motores a diésel?
Díaz: En general el diésel, por la cantidad de azufre que tiene y su forma de combustionar, genera más material particulado PM2.5. El diésel que nosotros utilizamos tiene como norma 500 partes por millón de azufre; es decir, si dividimos cierta cantidad de diésel en un millón de partes, 500 de ellas corresponden al azufre. Es una cantidad muy baja, pero tiene un efecto importante en el desgaste de los motores y también en el aire. En otros lugares del mundo los valores límites son ultra bajos de concentración de azufre: menores de 30 y hasta de 10. Con nuestro tipo de combustible, la tecnología vehicular que debe circular por la ciudad corresponde a vehículos máximo tipo Euro3, es decir, un auto con tecnología de los años 60 o 70. Tenemos que pedir que nos hagan vehículos con tecnología vieja para que funcionen bien con nuestro combustible. Si utilizamos un auto con mejor tecnología no se daña, pero al poco tiempo también va a empezar a emitir altas cantidades de material particulado.
P: ¿Cómo afectan las condiciones geográficas de la ciudad?
Díaz: Estamos a 2800 metros sobre el nivel del mar, los autos hacen más esfuerzo por la falta de oxígeno y tienen una combustión más floja. Entonces, si tienes un motor que no es lo suficientemente fuerte, como esas furgonetas escolares que suben la cuesta de San Juan y botan una humareda terrible, se está dañando el vehículo porque no avanza y por lo tanto emite más, entonces, claro que afecta. Por eso, los buses de transporte público que se utilizan en Quito no pueden ser buses de cualquier tipo. Hay que diseñar un motor para manejar específicamente a 2800 metros sobre el nivel del mar y en rutas típicas de nuestra ciudad, que incluyen unas fuertes subidas.
P: ¿Qué me puedes decir sobre la temporada actual, cuando el parque automotor circula en un quinto de su capacidad? ¿Cómo se nota el efecto en la calidad del aire?
Díaz: La contaminación ha bajado enormemente, entre el 50% y el 60%. Ahorita estamos cumpliendo guías de la OMS en casi todos los contaminantes, sobre todo el material particulado PM2.5 que es el que más nos afecta en nuestra salud. Lo más curioso es el cambio en el perfil horario, es decir, en la contaminación respecto a la hora del día. Por ejemplo, ya no hay el pico de contaminación entre 6 y 9 de la mañana, eso bajó completamente, pero en cambio tenemos un pico luego del medio día. Eso quiere decir que la gente sale tarde y a la 1 de la tarde está desesperada para regresar a su casa porque a las 2 empieza el toque de queda.
P: Finalmente, ¿qué podemos hacer a futuro para estar dentro de los límites que indican las guías de la OMS?
Díaz: Quito incumple esas normas desde hace al menos 10 años. La idea es ir migrando hacia una exigencia mayor, pero para poder hacerlo debe haber alguna política detrás que pueda permitir esa mejora. En nuestro caso dependemos de la calidad del combustible del país o de la reducción de la circulación vehicular como ahora, lo que trae como resultado datos maravillosos.
A nivel nacional, Quito es la única ciudad que mide la calidad del aire con varias estaciones automáticas. Cuenca lo mide también, pero con una sola estación automática. Esta estación reporta valores bajos de contaminación en un sector de la ciudad; sin embargo, no sabemos lo que pasa en otros sectores.
Colaboración: Vicky Novillo Rameix y Romano Paganini.
Infografía: Victoria Jaramillo.