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martes, noviembre 5, 2024

LA REVOLUCION CIUDADANA GANA, RETROCEDIENDO Por Santiago Ortiz Crespo y Agustín Burbano de Lara

ANÁLISIS DE LA PRIMERA VUELTA ELECTORAL

Publicado en Nueva Sociedad

Marzo 09 de 2017 

En la primera vuelta electoral en Ecuador fue ganador el candidato del oficialismo Lenin Moreno, mientras que a nivel parlamentario se conformó un bloque mayoritario de PAÍS (AP) y en la consulta popular en torno a los paraísos fiscales gano el sí. Sin embargo, el escenario político se modifica sustantivamente pues la AP pierde la posición predominante y casi exclusiva que ocupaba en el escenario político, pues las dos principales corrientes de derecha – Creando Oportunidades CREO con el candidato Guillermo Lasso y el Partido Social Cristiano PSC con la candidata Cinthya Viteri- avanzaron significativamente.

Estos cambios en el escenario político expresan una disputa de mayor dimensión:  la continuidad o no del régimen de la Revolución Ciudadana. Mientras Alianza País toma actitud defensiva, la derecha entra a la ofensiva pretende desmantelar las reformas institucionales, legales y de desarrollo de los últimos diez años. Se trata de un “choque de trenes” cuyas primeras escenas se han dado en la primera vuelta electoral y tendrán un nuevo hito en el ballotage.

Este artículo analizará el acontecimiento en tres planos, el del escenario electoral, la trayectoria de las fuerzas en disputa y las implicaciones en el régimen político. Todo ello en medio de un contexto marcado por la crisis económica, el terremoto en la costa ecuatoriana y las denuncias de corrupción del Panamá Paper y el caso Odebrecht[1] .

Los resultados electorales

El 19 de febrero tuvieron lugar elecciones presidenciales, parlamentarias y una consulta popular sobre el establecimiento de una prohibición para dignidades de elección popular y funcionarios públicos de tener bienes de cualquier naturaleza en paraísos fiscales. Luego de 10 años de “desgaste” político, AP tiene aún 39.35% de apoyo, inédito en la historia del país. También logró la mitad del parlamento con 75 asambleístas, mientras que ganó en la consulta popular. Sin embargo, el escenario político cambió. Ahora existe una nueva correlación de fuerzas entre un Alianza PAIS que retuvo la mayoría y una derecha que conformó un bloque significativo bajo el liderazgo de CREO como fuerza principal de la oposición.

En las presidenciales, sobre un total de 12.816.698 electores, Lenin Moreno de AP obtuvo el 39.35%, Guillermo Lasso de CREO el 28,10%, Cinthya Viteri del PSC el 16%, y el General Paco Moncayo del Acuerdo Nacional por el Cambio – liderado por Izquierda Democrática ID- el 6.71%.

Si bien el candidato Lenin Moreno superó en un 11% al candidato opositor, no logró un 40% necesario para ganar en una sola vuelta. Una de las explicaciones es que Alianza PAIS mantuvo su voto duro de los convencidos por la Revolución Ciudadana, pero no creció más allá de ese sector.

Si se compara con las presidenciales del 2013 en donde Rafael Correa triunfó en una sola vuelta, los resultados muestran una reducción significativa de un millón y medio de votos para AP[2]. Mientras en el 2013 Rafael Correa obtuvo 4’918.482 –el 57,17%- en el 2017 Lenin Moreno consigue en primera vuelta 3’709.947 de votos -el 39.35%-, Otra manifestación de ello es que Correa ganó en todas las provincias del PAIS, mientras que Moreno gana en 14 de la costa, sierra norte y sur, y una provincia en el nororiente. En estas provincias, el alejamiento de AP del movimiento indígena y de los sectores populares de la sierra y la amazonia le pasó factura[3]

Otro fenómeno relevante es el avance de la derecha. Lasso sube más de medio millón de votos, pues consiguió 2’649.679 con un 28,10%, mientras en el 2013 logró 1’951.102 con un 22,68% del electorado. Esto le permite a CREO constituirse como la primera fuerza de la derecha. Lo logra ganando en la amazonia y en la sierra-centro, y obteniendo el segundo lugar en varias provincias. Hay que señalar además que Cinthya Viteri del Partido Social Cristiano consigue con 1’538.002, un 16,31% del electorado, cuando ese partido no había participado en las elecciones presidenciales del 2013. Si se suma las dos candidaturas se obtienen 4’187.681 de sufragios, es decir un 44.41% de los votos. De haber ido juntos habrían tenido mayores probabilidades de ganar al candidato gobiernista.

Un tercer rasgo es la debilidad de la centroizquierda que apenas logró un lugar marginal en el escenario político. El candidato Gral. Paco Moncayo del Acuerdo Nacional por el Cambio obtuvo solamente 632.726 sufragios, equivalentes al 6,71%. Muchos votantes de centroizquierda de la sierra, motivados por el odio a Correa, cayeron en la idea del voto útil y prefirieron a Lasso. Además de ellos hay cuatro candidatos que sumaron unos 850.000 votos, un 10% que será un terreno de disputa clave para la segunda vuelta.

En cuanto al parlamento, compuesto por 137 asambleístas, se produce una polarización entre PAIS y la derecha. AP con sus aliados logra un bloque de mayoría de 75 asambleístas[1]. Esto implica una reducción de los 100 que consiguió en las elecciones del 2013, pero más que los 59 parlamentarios que logró en los comicios del 2009. Con un 40% de los votos[2], la conjunción del método D’Hont en asambleístas provinciales y el Webster en asambleístas nacionales le estarían adjudicando un 54.7% de los escaños. Ese resultado lo obtiene de la siguiente manera: 33 escaños en la costa, 28 escaños en la sierra, 4 escaños en la amazonia, 4 escaños en el exterior y 6 escaños entre asambleístas nacionales. Entre ellos están no solo los asambleístas de PAIS sino también los de sus aliados: Partido Socialista, Pachakutik, Unidad Primero.

CREO logró de momento 31 curules y el PSC 15, consolidando un bloque de 46 parlamentarios, inédito para la última década, superando la dispersión que produjo la crisis de la llamada “partidocracia” a inicios del siglo. El resto está fragmentando en siete agrupaciones políticas con un peso marginal: Acuerdo Nacional por el Cambio, Sociedad Patriótica de Gutiérrez, Fuerza Ecuador de Dalo Bucaram y algunos movimientos locales. El partido PRIAN del millonario bananero Álvaro Noboa, no obtuvo un solo voto.

En cuanto a la consulta popular convocada por Rafael Correa que prohíbe que las autoridades de elección popular y los servidores públicos tengan dinero o bienes en los paraísos fiscales del exterior, el SI consiguió 4’754.528 votos, es decir el 54,99%, mientras el NO alcanzó 3’891.662, el 45,01%.

La principal conclusión que se plantea en esta sección es que hay una modificación del escenario político del unipartidismo hegemónico a una suerte de bipartidismo; si bien Alianza PAIS es el movimiento más importante del sistema político, perdió su papel predominantemente exclusivo. Disminuyó su caudal de votos y creció la derecha, estableciendo una nueva correlación de fuerzas en el parlamento que expresan desplazamientos más profundos a nivel de la sociedad civil.

Algunos analistas plantean que ese nuevo escenario político tendría signos de regreso al escenario fragmentado de la “partidocracia” que cayó en crisis desde finales del siglo anterior hasta la irrupción de la Revolución Ciudadana (Celi, 2017). Los resultados de la primera vuelta desdicen esa afirmación: no se puede hacer juicios definitivos, pero surge un escenario con dos grandes tendencias políticas: Alianza PAIS y la derecha liderada por CREO, con un papel menor del PSC.

Esto es resultado de la polarización que vive la sociedad en el marco de la crisis económica, los conflictos redistributivos que se ocasionaron cuando llegó la etapa de las “vacas flacas” -con un cierto desgaste gubernamental-, en donde las tendencias tendieron a concentrarse en dos corrientes. También se produjo una suerte de renovación de la representación política, con un componente mediático fundamental: la “maquinaria” de medios públicos orquestada por Vinicio Alvarado, con el liderazgo de Correa y su “campaña permanente” donde se hibridan las formas políticas y comunicativas (De la Torre,  Canagham, 2008).

La derecha también produjo la renovación mencionada, con un modelo de partido empresarial bajo la batuta de Guillermo Lasso, dueño del Banco de Guayaquil, con un papel destacado de los medios de comunicación privados y de algunas revistas digitales que han jugado un rol de intelectuales orgánicos del pensamiento liberal. Esto responde también a un cambio en el electorado donde surge un tipo de votante moderno, urbano, informado e individualista, amalgamado con una población articulada aún en redes clientelares y en liderazgos locales.

Es importante señalar otros rasgos de este proceso: se estaría dando un cambio en la composición social del voto de Alianza PAIS, reapareciendo un voto de clase y un voto regional. Un ejemplo del primero es Quito, donde Moreno gana en los distritos de los sectores medios-bajos, populares y rurales, mientras que Lasso en el distrito de la clase media y alta de la ciudad. En cuanto a lo segundo varios analistas ya advirtieron en el 2014 un crecimiento del voto por Alianza PAIS en los cantones de la Costa (Le Quang, 2014; Ramírez, 2014). El 17F Lenin Moreno y el bloque parlamentario de AP ganan con mayoría en la costa[6]. Esto último tiene importantes connotaciones sobre el viraje de AP, un movimiento que surgió con un fuerte electorado andino inspirado en la insurrección de los Forajidos, con mucha presencia de bases populares organizadas, votación que se “nacionalizó” en los siguientes eventos electorales, y que hoy encuentra su base más dinámica en la costa. Esta región, la más populosa del PAIS, tiene su propia cultura política, con redes informales, dirigentes locales, y una fuerte identificación con liderazgos nacionales como el de Correa.

Por otra parte, hay que referirse a la campaña electoral y los incidentes que produjeron que Moreno no logre ganar en una sola vuelta. Si bien la popularidad de Rafael Correa y la credibilidad del gobierno tuvieron mucha incidencia pues mantenían un 50% en las encuestas en Enero 2017, no es menos cierto que se ha dado un lento y largo desgaste de Alianza PAIS que en el  2013 alcanzaba niveles de popularidad mayores al 75% de aceptación de gestión[7]. Pero la campaña sumó algunos factores específicos que restaron o sumaron votantes en el último año.

Un primer factor fue la dispersión del discurso, la estrategia y la falta de conducción unificada de la campaña, expresión de los problemas internos que dejaron la competencia por la aspiración a la candidatura presidencial por parte de Lenin Moreno y Jorge Glas. Mientras en campañas anteriores el movimiento oficial demostró una gran solvencia en la movilización y la propaganda, se notó ahora una gran inercia en varias provincias, las piezas publicitarias tuvieron baja calidad y el PAIS no se pintó de verde verdeflex como en pasadas ocasiones.

También existieron problemas en el contenido político de los mensajes: AP asumió un carácter defensivo, anclado en la obra realizada en la “década ganada”, sin posicionar ideas que atraigan al electorado joven -que no experimentó el feriado bancario ni la crisis de la partidocracia- ni tampoco propuestas nuevas para la clase media urbana cuya ampliación es un resultado de la movilidad social ascendente producida por la Revolución Ciudadana. Por otra parte el giro pragmático de la gestión de Correa hacia un nuevo pacto con los capitales privados, el aperturismo hacia el libre comercio y los primeros ajustes en el área social le hicieron perder algo de coherencia a un proyecto de cambio de inspiración “nacional popular”.

Tampoco Lenin Moreno logró posicionarse como un candidato con un liderazgo propio, bloqueado por la sombra de Correa. Este intervino tanto en la definición de las listas, la iniciativa en la consulta de los paraísos fiscales, inaugurando múltiples obras, interviniendo a través de twitter en el debate presidencial de la televisión y exigiendo disciplina a los adherentes a Alianza PAIS.

Cuando era necesario ampliar las alianzas para ganar las elecciones se maltrató a las organizaciones populares. De la amplia participación social a inicios del proceso, se pasó a cortar los canales de negociación con los grupos sociales con una política de “descorporativizacion” del Estado, imponiéndose un estilo vertical por parte de la tecnocracia “revolucionaria”. Esto se refrendó al inicio del proceso electoral en el agresivo discurso de Rafael Correa en la convención de Alianza PAIS del 1-X-16 contra la Coalición de Organizaciones Sociales COS, que apoyan a Lenin Moreno,  en donde señaló “Lamentablemente hay grupos que si no pueden apoderarse de Alianza PAIS prefieren destruirla. No lo permitiremos compañeros”[8].

Otro de los elementos que afectaron a la campaña fue la acusación de corrupción fruto de los Panamá Papers y del escándalo Odebrecht. La primera investigación involucró a funcionarios del régimen, específicamente a los vinculados con la empresa Petroecuador. Para recuperar la iniciativa contra la corrupción, el presidente lanzó una consulta contra los paraísos fiscales. Por otra parte, el gobierno aprovechó el segundo escándalo mencionado para atacar duramente a colaboradores y familiares de alcaldes de la oposición vinculados a través de obra pública y servicios jurídicos con la multinacional brasilera. La derecha tuvo un aliado inesperado en Carlos Pareja Yannuzzelli, ex ministro y ex gerente de Petroecuador, que tuvo su propia empresa off-shore –CAPAYA- en Panamá y huyó a los Estados Unidos luego de haber sido sindicado por corrupción. Pareja Yannuzzelli emitió vía redes sociales 18 videos a inicios de febrero, afirmando que en la estatal petrolera “no se hacía absolutamente nada que no haya tenido el visto bueno de Jorge Glas” (El Comercio, 3 de febrero de 2017). Lo llamativo es que en un gesto de ética periodística extraño, Diario Expreso anunció el 4 de febrero de 2017 que “Expreso actuó con ética; no la difundió [la entrevista) porque el prófugo no aportó prueba alguna de sus acusaciones” (Diario Expreso, 4 de febrero de 2017).

De todas maneras, el publicitado escándalo de corrupción en Petroecuador, afectó la imagen del actual vicepresidente, Jorge Glas, y a través de él, al binomio de Alianza PAIS. Todavía queda la duda de si a la población le importa mucho o poco la corrupción. En el sentido común generalizado funciona la idea del “roba pero hace obra”. Lo cierto es que las denuncias del ahora popular CAPAYA, le dieron un arma y un instrumento de cohesión a la oposición, que concentró su ataque al gobierno, hasta el punto en que en algunas zonas como en la Amazonia se produjo una suerte de voto castigo.

Otro aspecto que afectó a AP fue la crisis económica debido a la baja del precio del petróleo, la apreciación del dólar y la devaluación de los países vecinos. Durante una década de Revolución Ciudadana, la población disfrutó de la expansión económica, del acceso a servicios públicos, de movilidad social ascendente y de ampliación del consumo. Pero la campaña se movió en medio de la incertidumbre por una crisis que va durando dos años y respecto de la cual el gobierno ya ha señalado signos de recuperación. Se ha logrado sostener el gasto corriente, cubrir los huecos presupuestarios con endeudamiento externo y equilibrar la balanza de pagos con salvaguardias y atrayendo inversión privada. De todas formas, el tema del empleo y la perspectiva económica familiar se convirtió en la primera preocupación de los ecuatorianos.

Un acierto de Alianza PAIS ha sido en cambio su atención prioritaria a la Costa y particularmente en las provincias afectadas por el terremoto, Manabí y Esmeraldas, destacando la capacidad de gestión del gobierno en la reconstrucción. Esas provincias se colocaron como vitrina de la obra gubernamental mientras se designó como coordinador del operativo al vicepresidente y candidato Jorge Glas.

Mientras tanto la campaña de la derecha, bien organizada por CREO, apuntaló la figura del candidato Guillermo Lasso, quien está en campaña desde el 2012. Presentado como un hombre de familia que ha superado la pobreza y que ha amasado su fortuna gracias a su trabajo hasta que llegó a dirigir un banco. El self-made-man hecho banquero. Mostró su “solvencia” de empresario y su mensaje tocó el tema central de preocupación en la crisis: la creación de un millón de empleos. Por cierto el candidato nunca ocultó sus recetas neoliberales, su visión conservadora de la familia, su discurso anti-Estado, y sus ofrecimientos de desmantelamiento de leyes e instituciones nodales del régimen de la Revolución Ciudadana.

La derecha ha retomado el discurso de ataque al Estado, su defensa de los ciudadanos ante el cobro de impuestos, izando las banderas de las libertades contra el autoritarismo, de la división de poderes y la defensa de una sociedad civil liberal, pisoteada por el “autócrata” y la concentración de poderes.

Este discurso liberal ha ganado audiencia entre sectores de centro y en líderes indígenas e intelectuales de izquierda, quienes han sido afectados por una conducta intolerante del gobierno al que le acusan de “criminalizar la protesta”. Como dijo en días anteriores Carlos Pérez, el Presidente del movimiento indígena ECUARUNARI -filial de la CONAIE: “Es preferible un banquero a una dictadura” (El Universo, 22 de febrero de 2017).

En resumen: en el periodo electoral en Ecuador se dio una nueva disputa hegemónica entre el proyecto de la Revolución Ciudadana y la derecha. Si bien AP logró mantener cerca del 40% del electorado, ganar la primera vuelta y obtener una mayoría parlamentaria -lo cual no es poco luego de una década en el poder- tuvo conflictos a su interior, una falta de consistencia en el terreno programático y en la comunicación política, que le impidieron crecer más allá de su voto duro. Mientras tanto la derecha dio un paso en la unificación, levantando un programa liberal que generó audiencia en amplios sectores de la clase media e incluso en sectores populares e indígenas, ganando presencia parlamentaria y alistándose a intervenir en la segunda vuelta con su candidato conservador y neoliberal, dispuesto a desmantelar el régimen progresista.

La trayectoria de los bloques de poder en disputa

Para entender cómo llegó Alianza PAIS al presente escenario electoral quizás lo más útil sea examinar las lógicas de acumulación de capital político de la Revolución Ciudadana en el periodo 2013-2017. El periodo anterior, PAIS hizo de su debilidad una virtud, demostrando una gran capacidad política en la primera fase reformista y Constituyente que se inició en el 2006, y en el periodo 2009-2013 en que no tuvo mayoría parlamentaria[9]. Sin embargo cuatro años más tarde parecería estar haciendo de su éxito, un poco más que un simple repliegue hegemónico (Ramírez, 2014).

No podemos detenernos en los primeros dos periodos pero podríamos señalar brevemente que hasta el 2013 la ecuación política cerraba por todos lados: los vasos comunicantes selectivos y fluidos de intercambio de demandas políticas con organizaciones de la sociedad civil, más el fortalecimiento de las capacidades estatales para responder a las demandas de la población, más el apoyo creciente de una nueva capa burocrática hija del proceso de modernización del Estado, más la conversión incipiente de una exitosa maquinaria político-electoral que había atravesado de forma victoriosa, hasta el 2011, siete procesos plebiscitarios, hicieron de Alianza PAIS un fenómeno relevante en Ecuador. Los frutos no tardaron en llegar: el 17 de febrero de 2013 la Revolución Ciudadana ganó la presidencia en primera vuelta electoral con el 57.17% de los votos y la mayoría absoluta de la Asamblea Nacional con 100 de 137 escaños. Rafael Correa, el gran significante del proceso de cambio, se convertía en líder indiscutido de la época.

El periodo 2013 – 2017, o el cómo hacer de la virtud una debilidad

La del 2009 al 2013 fue la historia de cómo Alianza PAIS hizo de la debilidad una virtud. La que sobrevino entre 2013 y 2017 es, de alguna manera, la narración inversa. Los 100 asambleístas y la legitimidad del triunfo en una sola vuelta de Rafael Correa generaron consecuencias no previstas para la Revolución Ciudadana que configuraron elementos negativos para su llegada al escenario actual. El por qué es importante explicar. Si en el periodo anterior la Revolución Ciudadana requirió de la articulación de un esquema de acumulación política institucional y de vínculos con la sociedad civil, la mayoría absoluta en la Asamblea Nacional del nuevo periodo le permitió recostarse casi exclusivamente sobre su dominio institucional en detrimento de los otros cuatro componentes de su construcción hegemónica: los plebiscitos populares, la participación ciudadana, la circulación efectiva de demandas del campo popular y/o de liderazgos locales; y la consolidación de Alianza PAIS como una estructura de mediación política efectiva entre la sociedad civil y el Estado. Todas ellas cayeron en desuso[10].

Por una parte, la circulación efectiva de demandas entre la sociedad y el gobierno, fue la primera dinámica que se resintió por la presencia hegemónica de PAIS en el legislativo. Por primera vez en seis años, la Revolución Ciudadana podía prescindir de las presiones sociales y de las negociaciones locales para desplegar su agenda política. La subordinación de la Asamblea Nacional al Ejecutivo, rasgo característico de este periodo, anuló las potencialidades de la representación popular para la canalización de demandas políticas. Esta pérdida de contrapeso de los grupos organizados de la sociedad civil y de los poderes locales tuvo efectos negativos en el despliegue infraestructural de la estatalidad[11].

Por un lado, el componente tecnocrático del Estado se autonomizó de las expectativas y las demandas sociales y territoriales reproduciendo una lógica anti-política: la de gestionar y administrar las capacidades estatales sin dar lugar a las formas particulares y concretas en cómo los grupos organizados dan forma y experimentan las demandas sociales. Por el otro, los Gobiernos Autónomos Descentralizados se vieron entrampados en una lógica contradictoria: por un lado, subordinarse al Estado central redituaba en términos de coordinación y recursos, pero al mismo tiempo, difuminaba la presencia de los liderazgos locales subsumidos en el gran proyecto nacional. Aunque no son las dos únicas hipótesis, no se puede prescindir de ninguna al momento de explicar el por qué tan solo un año después, Alianza PAIS perdía la disputa política por las alcaldías en la mayoría de ciudades grandes del país. Pero hubo más.

La restricción de los plebiscitos populares fue la primera promesa fundacional traicionada en tanto atentó contra el valor de la soberanía popular, una de sus banderas germinales más potentes. El 15 de agosto de 2013 el gobierno dio por terminada en cadena nacional la iniciativa YASUNI ITT, proyecto por el cual pretendió recibir una compensación económica internacional a cambio de dejar represado bajo tierra el crudo de tres campos petroleros en el único bloque libre de explotación al interior del Parque Nacional Yasuní. El fallo no consistió tanto en abandonar un sueño inspirador que no despertó las acciones concretas necesarias a nivel mundial para consolidarse[12], sino en oponerse a la realización de una consulta popular que decidiera sobre la misma, tomando en consideración que, de sostenerse, se pondría en riesgo las cuentas nacionales que sostenían la penetración infraestructural del Estado en el territorio.

En este mismo campo, las Enmiendas Constitucionales del 3 de diciembre de 2015 revistieron una mayor gravedad, pues aislaron a la ciudadanía –el soberano- del debate de temas trascendentales en los que el Legislativo modificó la Constitución de Montecristi. Apenas en el año 2011, la misma ciudadanía había sido consultada por temas de igual trascendencia. La Revolución Ciudadana, el proyecto político que prometió restaurar la soberanía popular secuestrada por la partidocracia, había desnudado por primera vez lo falso en lo propio[13].

A nivel de PAIS en tanto estructura política, las cosas tampoco fueron para mejor. El complejo proceso emprendido a partir del año 2010 de institucionalización de la heterogeneidad al interior del movimiento, se vio fuertemente condicionado por las disputas entre facciones. En reacción a los abismos generados entre facciones durante las elecciones primarias del 2009, el instructivo de selección de candidaturas para las elecciones seccionales del 2014 delineó un mecanismo híbrido y extraño que pretendió mitigar dicho riesgo pero en el que prevaleció la decisión de las instancias superiores por sobre el sufragio de las bases; las encuestas para valorar las nominaciones en las alturas, produjo candidatos que no pusieron a prueba su legitimidad en una contienda democrática interna. Por la otra, los perdedores de la interna de PAIS, se fueron a otras tiendas  políticas periféricas, provocando –aunque de forma atenuada- las mismas divisiones y conflictividades internas que se pretendió evitar. La renuncia a las primarias incidió, también, en un proceso más general de pérdida de espacios de deliberación, formación política y construcción interna. AP no logró construirse como un espacio político sólido que practique formas institucionalizadas de dirimir los fraccionalismos internos. Estos solo encontraron un mecanismo de estabilización de forma mediada por Rafael Correa.

La prescindencia de la negociación política con organizaciones sociales y poderes locales, la clausura de los plebiscitos que caracterizaron a PAIS, la subordinación de los asambleístas al Ejecutivo a través de la orgánica del movimiento, la autonomización de la tecnocracia respecto de las experiencias y las demandas de las poblaciones beneficiaras de sus políticas públicas, la reproducción de mecanismos extraños de selección de candidaturas que atentaron contra la democracia interna del movimiento, la enajenación de varias de las organizaciones políticas y sociales que hacían de PAIS un movimiento heterogéneo, y la excesiva dependencia del partido respecto del aparato y las elites estatales que terminaron por burocratizar la organización política durante su último periodo, son los factores más importantes de la emergencia lenta pero sostenida de un modelo y una cultura organizacional que bien podríamos describir como centralista y poco democrática, impensado e impensable para el imaginario original de la Revolución Ciudadana de hace una década atrás. Sin quererlo, Alianza PAIS y Rafael Correa fueron víctimas de su propio éxito.

El escenario actual de PAIS

Si el predominio de los resortes estatales ya había alterado la relación con los actores sociales y la ciudadanía así como el anterior equilibrio interno entre las distintas facciones de la Revolución Ciudadana, el proceso de selección de candidaturas y la competencia por la aspiración presidencial exacerbó su disputa. Por lo general, ante la ausencia de mecanismos internos institucionalizados de producción de legitimidad, son los liderazgos quienes median y estabilizan la conflictividad. Pero en escenarios donde existen expectativas de relevamiento de dichos liderazgos, las dinámicas internas se vuelven inestables e incluso, volátiles. Estos dos factores explican el por qué Alianza PAIS llegó al actual al actual escenario electoral de forma dispersa.

Uno de los primeros actos públicos de Lenin, durante el año 2016, a través del cual pretendió incidir en el debate orgánico e ideológico de Alianza PAIS –y con ello, prefigurar su liderazgo- fue su autocrítica contenida en su Carta del 30 de Marzo de 2016. Consciente de gran parte de la problemática aquí descrita, sus señalamientos alimentaron esperanzas referidas al armado de una nueva transversalidad al interior de la Revolución Ciudadana que volviera a restablecer una relación con la sociedad civil y cierto equilibrio entre sus diversas facciones.

En su Carta a la Militancia del 30 de marzo de 2016, expresó la siguiente crítica:

“Debemos preguntarnos ¿Qué nos ha alejado de algunas organizaciones de mujeres? ¿Qué nos ha alejado de sectores del Movimiento Indígena? ¿Qué nos ha alejado de algunos sectores de organizaciones ecologistas? (…). Si bien es necesario tener una visión nacional sobre los grandes desafíos estructurales y soluciones integrales a problemas (…), tenemos que identificar mensajes y propuestas que nos acerquen al pueblo. (…) es necesario contar con un Plan que refleje también las visiones y necesidades de diferentes actores sociales y políticos: las mujeres, los pueblos y nacionalidades, las personas con discapacidad, los jóvenes, los campesinos, las amas de casa, los médicos, los servidores públicos, etc. Debemos conocer y comprender sus demandas y ofrecerles respuestas. Debemos hacer una reflexión autocrítica y propositiva en el Plan sobre nuestras relaciones con cada uno de ellos. Un diálogo permanente, el ejercicio de escuchar y comprender es fundamental para el fortalecimiento democrático de nuestro proyecto político”.

Si en la disputa por la aspiración presidencial, las condiciones de oportunidad del actual vicepresidente Jorge Glas se afincaban en su control del aparato Estatal y en la respuesta del Estado por él comandado frente al terremoto que asoló a Manabí y Esmeraldas el 16 de abril del año pasado, Lenin tendría que articular su elevada intención de voto y su excelente imagen pública, con puntos de apoyo por fuera de la estatalidad y de las tendencias asentadas en la oficialidad del partido. No obstante, Rafael Correa le marcó la cancha a esta esperanza en la misma V Convención del movimiento. Para ello caracterizó a una organización autodenominada como Coalición de Organizaciones Sociales, de la siguiente manera:

“Escúchenme: tampoco vamos a permitir que por supuestas estrategias de campaña, nuestros candidatos se aparten de Alianza PAIS o del gobierno. (…) Esto no sólo sería desleal, sería torpe: la última encuesta nos indica que un 38% de la ciudadanía quiere que siga la Revolución Ciudadana con Alianza PAIS. Es un voto extremadamente duro. Tan solo conservándolo, nos haría ganar en una sola vuelta (…). No nos engañemos. Hay grupos que lamentablemente, sino pueden apoderarse de Alianza PAIS, prefieren destruirlo. No lo permitiremos compañeros. En los últimos días hemos visto una supuesta Coalición de Organizaciones Sociales, vaya nombrecitos, que quieren adueñarse de nuestros candidatos, y más tarde del gobierno. Proponen un gobierno de organizaciones sociales. Debemos poner un alto a su discurso de que hay que superar los graves errores. Con ello solo le dan de comer a la derecha y a la prensa corrupta (…) El binomio será de Alianza PAIS, con los colores verde y azul”[14].

El éxito electoral de Correa se debe en parte a su lectura del proceso de modernización de la sociedad ecuatoriana de los últimos 20 años, razón por la cual le ha resultado más efectivo interpelar a la ciudadanía de forma directa y sin intermediaciones: el desplazamiento del voto duro de PAIS desde la sierra hacia la costa entre 2006 y 2017 es también la resultante de esta forma individual de construcción de ciudadanía. Pero se equivoca al homogeneizar a la sociedad ecuatoriana de este modo. Para las diferentes esferas societales de la sierra y la amazonía, las formas de asociación y de organización intermedias entre sociedad civil y Estado son todavía, estrategias válidas y habituales de organización de la vida cotidiana. Existe una sociedad civil en las ciudades, así como redes de confianza de diverso tipo que también debe ser tomada en cuenta. Y este error en la valoración respecto de las organizaciones sociales[15] produjo necesariamente desequilibrios regionales para las facciones serranas y amazónicas de Alianza PAIS: muchos de los actores políticos de Alianza PAIS que provienen de la experiencia organizativa de los 90’s han ido perdiendo progresivamente espacios nacionales al interior de la Revolución Ciudadana.

El desplazamiento del voto duro de Alianza PAIS desde la sierra hacia la costa desde 2006 a nuestros días tiene que ver también con la pérdida de representatividad de sus liderazgos serranos y amazónicos al interior del movimiento. Hay todavía organizaciones sociales que han permanecido bajo el paraguas de la Revolución Ciudadana el día de hoy. Son aquellas que han podido afincarse en algún nivel de la estatalidad, como la Red de Maestros en el aparato educativo, la Federación de Pescadores en el ministerio de Agricultura y Pesca, o el Movimiento Pachakutik liderado por Mariano Curicama en Chimborazo, en el gobierno autónomo de esa provincia. Hay otros nombres para ejemplificar, pero cada vez van siendo menos.

El resultado provisional de 75 asambleístas obtenidos por PAIS en las presentes elecciones debería servirnos para matizar las observaciones críticas aquí descritas. El despliegue infraestructural de la estatalidad en el territorio y su consecuente penetración hasta los rincones más recónditos ha producido una legitimidad entre la ciudadanía en términos de provisión de derechos y servicios públicos de tal magnitud que le ha bastado a Alianza PAIS para retener una representación mayoritaria en la Asamblea Nacional. Además, las instituciones del aparato desconcentrado del Estado central en las distintas provincias y ciudades –excepto en las más grandes- han demostrado ser tan o más eficaces que los propios aparatos de los Gobiernos Autónomos Descentralizados de la oposición. No obstante, el escenario político abierto tras la primera vuelta presidencial revela que si no se abre Alianza PAIS a la sociedad y a las organizaciones sociales, si no se crean las condiciones para el relevamiento del liderazgo político con Lenin y si no crea un espacio democrático de debate entre fracciones, difícilmente podrá ganar la segunda vuelta y sobre todo tener la unidad y una conducción adecuada que le permita gobernar en medio de una etapa conflictiva con la sociedad civil como la que se aproxima.

Reacomodamientos y acumulación en el bloque opositor

En los inicios de la Revolución Ciudadana, fue un lugar común resaltar el reemplazo que los medios de comunicación practicaron del respecto del rol tradicional de los partidos políticos de la derecha. Pero al cabo de 10 años es posible mencionar que el desplazamiento de la derecha hacia la sociedad civil no ocurrió solamente desde los partidos a los medios de comunicación como Ecuavisa y Teleamazonas, o la prensa escrita como EL Universo, El Comercio, El Expreso, La Hora, o un centenar de radios a nivel nacional y regional. Tuvo lugar también en las cámaras de comercio, las cámaras empresariales, la asociación de bancos, de industriales, las universidades privadas, algunas revistas digitales, las grandes ONG, las iglesias –evangélicas y católicas conservadoras- las grandes transnacionales prestadoras de servicios comunicacionales, incluso algunas organizaciones populares que, articuladas bajo el histórico discurso de las libertades, coinciden en la disputa liberal contra el Estado[16].

Este proceso de índole más general tiene una explicación de mayor duración. Desde sus inicios, la Revolución Ciudadana clausuró una miríada de arreglos corporativos de las élites económicas tradicionales respecto del Estado, ya sea reemplazándolas por élites más nuevas, menos patricias y más plebeyas, o resolviendo una serie de acomodos particulares con políticas y transformaciones estatales de carácter universal, en el cual la relación de cooptación corporativa y/o clientelar del Estado llegara a su fin. Las élites tradicionales del país que habían perforado la estatalidad para reproducirse económica y políticamente a partir de una relación particular y privilegiada respecto de sus recursos, fueron desplazadas por el cambio de la composición social de los nuevos administradores de la estatalidad que condujeron, al mismo tiempo, su despliegue infraestructural. Lasso supo leer este proceso de mejor manera que Nebot. Mientras el segundo siguió concibiendo la política desde su presencia en niveles intermedios de la estatalidad –particularmente, la municipalidad de Guayaquil- el segundo articuló a una plétora de organizaciones dispersas y en disponibilidad de la sociedad civil en el esquema de un partido empresarial. El discurso liberal de la sociedad versus el Estado no podía ser asumido de forma plena ni por Cynthia ni el PSC, justamente por los anclajes estatales de los que todavía depende. Para Lasso y para CREO, en cambio, es un discurso que se produce, circula y consume entre su electorado, con naturalidad.

Entre el PSC y CREO hay una histórica conflictividad entre el poder financiero globalizado al que expresa Lasso y un poder nacional de raíz oligárquico-empresarial al que tradicionalmente expresó el Partido Social Cristiano. Sus elites tienen intereses, por ejemplo, en la producción, la agroindustria, la construcción y el capital inmobiliario, y han mantenido tanto el control del Municipio de Guayaquil como relaciones patrimonialistas con el Estado central. Esta tensión organizó el periodo pre-electoral desde un inicio cuando compitieron por la constitución de alianzas y coaliciones con líderes y partidos locales como Avanza del ex director del Seguro Social, Ramiro González, SUMA del Alcalde de Quito, Mauricio Rodas y Podemos del Prefecto del Azuay, Paul Carrasco. Los dos últimos adhirieron finalmente a CREO –motivados por su proceso de acumulación en la sociedad civil, y no al revés.

Así las cosas, es entendible que a lo largo de la campaña se hayan dado múltiples roces entre las dos agrupaciones. Lo que estaba en disputa era el liderazgo de la derecha, pero también dos estrategias distintas, pues el PSC quiere retener su monopolio del Municipio de Guayaquil, posicionando para las próximas elecciones a Cinthia Viteri como alcalde, mientras Lasso apuntó siempre al poder nacional.

De todas maneras, el periodo que va del 2014 al 2016 presentó algunas ventanas de oportunidad coyunturales para la acumulación de las élites tradicionales y conservadoras en la disputa hegemónica actual. En primer lugar tenemos las elecciones del año 2014, donde ganaron 19 de las 20 alcaldías de las ciudades  más grandes del PAIS. Ello dotó a la derecha de espacios de poder intermedios que le permitieron legitimarse y realizar obras que le legitimen ante su electorado. Lasso contó también, para posicionarse como el hegemón en este proceso, las manifestaciones del año 2015 contra las leyes de herencia y plusvalía. Adicionalmente, la experiencia de los problemas económicos–y al que la oposición quiso resignificar, con éxito relativo, como un problema de despilfarro e ineficiencia gubernamental- permitió perfilar un discurso que atentara el modelo de acumulación estado céntrico impulsado por la Revolución Ciudadana.

Ya conociendo los resultados de la primera vuelta, el PSC ha dicho que apoyará al banquero. En el fondo, las tensiones se mantienen: PSC y CREO son neoliberales, pero hijos de padre y madre distintos. Entre ambos hay las mismas distancias ideológicas que entre el neoliberalismo oligárquico de Febres Cordero y el neoliberalismo financiero de Sixto Durán Ballén, diferencias que llevaron a la salida del vicepresidente e ideólogo neoliberal Alberto Dahik. La emergencia de Lasso, vista desde este punto de vista, podría ser la venganza de Dahik y de un proceso de modernización liberalizadora de los mercados –por el representado- que subsumiría el conjunto de la actividad empresarial a la lógica de financierización radical de la economía.

5 años de campaña electoral no son gratuitos. Guillermo Lasso es mejor candidato que en el 2013. Habla sin trabarse, responde con agilidad, hilvana ideas sencillas que articulan creencias movilizadoras. Todavía pueda que no sepa a ciencia cierta el precio de una gallina criolla o un litro de leche. Algunos se burlan todavía de su falta de gracia y es ácido ante las cámaras. Pero al día de hoy, Guillermo Lasso es un político capaz de traducir la incertidumbre generalizada de la oposición en sentidos políticos orientadores que conducen a la acción política colectiva organizada. ¿Qué es, sino, el carisma?

Es cierto, por otra parte, que Alianza PAIS obtuvo 75 asambleístas solamente recostándose en el éxito de su administración pública y en su voto duro. No obstante, existen razones de peso para considerar que el repliegue sobre la estatalidad y la pérdida de referencias en la sociedad civil conllevan un daño oculto que podría estallar en esta segunda vuelta. El escenario se ha perfilado, de forma nítida, cómo el de dos bloques de poder en franca disputa.

Durante los últimos años de la Revolución Ciudadana ha tenido lugar un viraje pragmático en el modelo desarrollista que ha dejado de lado el discurso redistributivo universalista y de soberanía estatal y ha concedido espacios a las alianzas público privadas con grupos económicos dominantes, al tiempo que ha reorientado la redistribución estatal en programas focalizados. Administración de la crisis, que le llaman. Pero es importante no perder de vista que lo que está en juego es una transformación del modelo de desarrollo y de acumulación y del régimen político de gobierno.

En este escenario de fortalecimiento general de la derecha, la izquierda radical parecería estar sin referencias claras. Su disputa es contra el Estado en su totalidad desde una posición antiestatal[17]: contra el “modelo extractivista”, contra el  “autoritarismo”, contra el fortalecimiento de lo público y de paso contra las políticas sociales, que son ignoradas por los intelectuales radicales, que por otra parte sufren de un malestar aristocrático a la irrupción de lo plebeyo en la política. Como diría David Chávez, la izquierda ecologista e indígena “está tirando el agua sucia de la bañera con bebé y todo”.

Tensión en el régimen político

Del recuento realizado hay tres dimensiones: las elecciones de primera vuelta cambian el escenario hacia una suerte de bipartidismo con un avance de la derecha. Se advierte un “choque de trenes”, una colisión entre el bloque social y político que sustenta a la Revolución Ciudadana y el bloque de la derecha identificada con CREO y el PSC. Este conflicto podría poner en peligro el régimen construido por la Revolución Ciudadana. Los resultados de la primera vuelta muestran una polarización para la segunda.

La inminente unidad de la derecha dificultará, aunque no de forma imposible, una victoria de la Revolución Ciudadana el próximo 2 de abril. PAIS requiere conquistar un millón de votos para conseguir la mayoría. Luego del triunfo del 2013, con todo el poder en sus manos PAIS se cerró en banda y aunque Lenin Moreno ha expresado que tiene la mano extendida, los conflictos internos bloquean las iniciativas y aún no ha demostrado ni voluntad ni capacidad efectiva  para dialogar y generar nuevas alianzas. La emergencia de su liderazgo parecería estar bloqueada por la sucesión y por los conflictos internos. No se sumará votantes si no se logra reestablecer la unidad interna entre las diversas fracciones que actuaron de manera dispersa. Necesitan una estrategia y una campaña unificada que proponga un nuevo horizonte de país.

Hay dos opciones en la segunda vuelta, pero las dos generan un escenario de aguda conflictividad social y política. Si gana Moreno, AP mantendría el control del ejecutivo y las demás funciones del Estado, resistiendo desde la institucionalidad a la derecha en la sociedad. Si gana Lasso, accederá al ejecutivo y buscará conectarse con los actores sociales para enfrentar al parlamento y  las demás funciones controladas por AP.

Para ese “choque” las agrupaciones políticas deben potenciar su acumulado. AP deberá “bajar” del Estado para establecer acuerdos con la sociedad civil, ampliar el bloque social que le respalda con un programa renovado y deberá abrir su dominio de la institucionalidad a actores y movimientos sociales interpelables por su discurso. Deberá además desarrollar una estrategia con mensajes claros, positivos y precisos, que atraigan a los sectores amplios de la población.

Lasso deberá, por su parte, potenciar su acumulado en la “sociedad civil” para “ascender” al estado. Deberá unificar a las fuerzas de CREO y el PSC, así como a otros actores: seguramente dará batallas en los espacios institucionales, en las elecciones seccionales próximas, impulsando el discurso anti-corrupción y exigiendo un impeachment contra algunas figuras políticas. Si ello no es suficiente, podría tratar de gestar una nueva fase de “golpe blando”, en un camino de desestabilización política y económica.

Si la Revolución Ciudadana quiere recuperar su mejor momento y abroquelarse de cara a cualquiera de estos dos escenarios, debe recrear nuevamente una transversalidad que desborde su actual base de sustentación, predominantemente estatal.

Bibliografía:

Celi Moscoso, Manuela (2017) “Elecciones presidenciales 2017: un dejá vu de la tradicional política ecuatoriana”, Documento de Análisis, FES- ILDIS, Quito.

De la torre, Canagham, 2008, Press/Politics 13(3) July 2008, 267 284

Le Quang, Matthieu (2014) “Aportes análisis político de las elecciones locales 2014”, Documento de trabajo.

Ortiz, (2015)  La Revolución Ciudadana, los límites de la hegemonía, ponencia al III Congreso de Ciencias Sociales de FLACSO

Ospina Peralta, P. (2011). Corporativismo, estado y revolución ciudadana: el Ecuador de Rafael Correa. Culturas políticas en la región andina, 85-116.

Ramírez Gallegos, Franklin (2015) “El tercer gobierno de Correa: repliegue hegemónico y agotamiento de las energías utópicas” en Horizontes del Sur, N. 1, Noviembre 2014, pp. 98-109. Disponible online en: https://goo.gl/i05eHf

Javier Rodríguez S. (2017) ¿Cómo vota el Ecuador? Usted leerá uno de estos tres titulares el día después de las elecciones, http://thevozz.com/como_vota_el_ecuador/

[1] Para analizar las coyunturas 2015 2016 en Ecuador ver tres artículos publicados en NUSO por Santiago Ortiz:  http://nuso.org/autor/santiago-ortiz-crespo/

[2]       Ver Rodríguez Javier (2017)

[3]     También hay señales de un trasvase de votos de  partidarios de Sociedad Patriótica del Coronel Gutiérrez, que antes dominaba esas zonas.

[4]       Datos electorales: Consejo Nacional Electoral del Ecuador. Disponibles online en: https://resultados2017.cne.gob.ec/frmResultados.aspx. El cálculo de asambleístas se hizo con datos provisionales al 22 de febrero de 2017.

[5]       Tomamos como referencia del 40%, la votación obtenida por José Serrano, el aspirante a Asambleísta Nacional más votado de Alianza PAIS.

[6]       Ver al respecto Naranjo, Sebastián (2014) “Así les fue a Moreno y a Lasso en cada provincia”, Gkillcity, 23 de febrero de 2017, disponible online en: https://goo.gl/kBxCHe

[7]       Ver al respecto http://www.americaeconomia.com/politica-sociedad/politica/ecuador-encuesta-confirma-mas-de-80-de-apoyo-rafael-correa, con datos de Perfiles de Opinion.

[8] Correa Rafael V Convención Nacional de Alianza PAIS, Quito, 1ero de octubre de 2016. Disponible online en: https://goo.gl/YS7TLr . Hay que señalar que la política de AP ante las organizaciones ha sido ambigua: por una parte crea redes gremiales, por otra les descalifica o en el caso de Conaie y UNE les reprime..

[9]       En un trabajo anterior (Ortiz, 2015) se estableció una periodización: 2007 – 2009, de pugna con el viejo régimen; 2009-2013, de consolidación hegemónica y 2013-2017, una etapa de ímites del proyecto de la Revolución Ciudadana.

[10]     En noviembre de 2014, Franklin Ramírez Gallegos anotaba: “En la modificación del campo político se combinan, de modo quizás paradójico, el punto más alto de sostenimiento popular al proyecto de cambio con un estancamiento del trabajo de construcción hegemónica de parte de la fuerza gobernante” (96:2014).

[11]     La salida o perdida de gravitación de referentes y mediadores políticos más experimentados -especialmente de izquierda -, tanto del manejo del frente político como del gabinete y del buró político, guarda una importante correlación con esta posibilidad de la Revolución Ciudadana de prescindir de ‘la política’.

[12]     El gobierno esperaba recaudar recursos para dejar el petróleo debajo de la tierra.

[13]     La falta de voluntad por impulsar la ambiciosa legislación participativa y de control social también lo hicieron. En ello también incidió el viraje pragmático de la Revolución Ciudadana.

[14]     Discurso de Rafael Correa Delgado en la V Convención Nacional de Alianza PAIS, Quito, 1ero de octubre de 2016. Disponible online en: https://goo.gl/YS7TLr

[15]     La compleja relación entre Alianza PAIS y las organizaciones sociales del campo popular está condicionada, entre otros factores, por una concepción anti-corporativista de la política del proyecto político. Ver al respecto Ospina, Pablo (2011)

[16]     Organizaciones como la FEINE, varios grupos y líderes indígenas han establecido relación con CREO. Para ellos contraponerse desde la sociedad civil al Estado de la Revolución Ciudadana aparece en el horizonte como la contradicción principal –y enfrentar el regreso de un régimen neoliberal desenfadado, su preocupación secundaria-.

[17] Ecologistas y activistas indígenas han sido influidos por las ideas John Holloway de  que es posible “Cambiar el mundo sin tomar el poder”

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