Antonio Gramsci
La situación revolucionaria, de acuerdo a categorías históricas, no es un fenómeno casual ni espontáneo de la vida social, sino un desenlace de situaciones expresadas objetiva y subjetivamente contra el poder instituido. La revolución siempre será contra el poder. Acontecimientos recientes ponen en debate el tema de la revolución y el socialismo, y la teoría y práctica política rompe esquemas en hechos contradictorios, Venezuela y Ecuador son dos ejemplos: el uno, revolución que se afirma y el otro que involuciona, siendo símiles ambos en la apariencia y el éxito electoral. En Venezuela se expresa un liviano transito del populismo al marxismo y en Ecuador la represión se direcciona contra el marxismo militante. La revisión histórica puede ayudar a entender este fenómeno.
A fines del siglo XIX, el revisionismo socialdemócrata del marxismo con Berstein y Kautski proponía la participación en el interior estado capitalista. Se afirmó así, el parlamentarismo reformista, y como necesidad de legitimación de la conciliación de clases se demonizaron los principios insurreccionales. La derecha socialdemócrata asesinó a Rosa Luxemburgo y Karl Liebnetch, poniendo en claro que cuando la lógica de la contra revolución requiere de la afirmación del rol pacificador de la lucha de clases, aun preservando lenguaje de izquierda, su énfasis se centra en la represión. La pequeño burguesía actúa con mecanismos facilitadores de la conciliación de clases y como enlace entre las tendencias de la burguesía, para actuar contra la clase obrera y sus aliados insumisos. La dominación como escarnio buscará deshacerse a toda costa de los comunistas insurreccionales.
El marxismo se define en sus categorías: el carácter de la propiedad privada en los medios de producción, la naturaleza del estado y la concepción proletaria. El Estado, dice Engels, “ es la confesión de que la sociedad se ha enredado en una irremediable contradicción consigo misma y está dividida por antagonismos irreconciliables, que es importante conjurar… fin de que estos antagonismos, estas clases con intereses económicos en pugna no se devoren a sí mismas y no consuman a la sociedad en una lucha estéril, se hace necesario un poder situado aparentemente por encima de la sociedad, llamado a amortiguar el choque, a mantenerlo en los límites del “orden”. Y ese poder, nacido de la sociedad, pero que se pone por encima de ella se divorcia de ella más y más, en el Estado“.
El “arbitraje” del estado en sus construcciones jurídico políticas, es una necesidad administrativa dado los conflictos intraclase en el seno de las castas propietarias. El bonapartismo, la socialdemocracia y el fascismo, dieron la imagen de independencia del estado, significando en apariencia que un núcleo político o centro ideológico se desprende para representar los intereses comunes de la sociedad. En el fondo, todos los sectores de dominación legitiman esta realidad de nueva delegación.
El populismo asume ahora el rol bonapartista, representando los intereses comunes de la clase dominante, garantizando la exclusión de los partidos de izquierda y haciendo de la clase obrera una entelequia de la historia, cuya concepción, el marxismo, debe ser suprimida. Un “socialismo” no proletario, construye su dimensión corporativa en un modelo cuasi fascista en donde los individuos y las clases subalternas se subsumen al estado que cooparticipa de la extracción de plusvalía con la burguesía. Los corifeos seudo teóricos harán creer que este nuevo rol de “capitalismo de estado” es más benigno que el capitalismo de las corporaciones, en realidad, es más perverso pues hace coexistir el estado liberal y el estado gran inversionista en sinergia de opresión económica y política.
El lenguaje es una necesidad ideológica de mistificación. La socialdemocracia en Europa preservó su condición de “partido obrero”, para promover el dialogo de concertación y hoy el lenguaje “progresista” del populismo que alegra, conmueve y entusiasma a algunos, es solo otra necesidad de convocatoria plural para re-posicionar una “nueva izquierda” que, no obstante llamarse nueva, recoge lo peor del socialismo “real” (autoritarismo y unipartidismo) y lo peor del capitalismo (autoritarismo, explotación, paternalismo). A estos regímenes les interesa vestir su pobreza conceptual, desde una semántica que cubre lo superficial con lo emocional (una inquietud sensorial que afecta a sectores mas atrasados). La izquierda al advertir a tiempo que lo que se redeedita en esta forma de socialismo anticomunista es un modelo de acción contrarrevolucionaria, asume conciencia de identidad retornando a los orígenes de su esencia filosófica, y esta bien, pero debe ahora configurar una radicalidad nueva, donde el humanismo, la democracia, la libertad son fundamentales para su recuperación indudable y pronta
Mientras la izquierda gana en la unidad y pierde en las urnas, solo el viejo partido comunista, la auspiciada disidencia socialista y unos cuantos bandidos, se agregan a un poder que los excluye pese a su obsecuencia, porque el requisito para ser nuevos revolucionarios es ser estrictamente renegados del marxismo, donde su adhesión al partido de origen estorba. Al revisar las listas de nuevos elegidos ya no constan, ni militantes de izquierda ni intelectuales marxistas. La pequeña unidad y la gran identidad son una fortaleza si se expresa con consecuencia en la lucha social, la que hará soluble la debilidad electoral. La agenda de interpelación a los poderes políticos y económicos vuelve a las calles y caminos. También, explotar las debilidades del poder es clave de recuperación, por lo mismo, la defensa de los derechos humanos es tarea de prioridad en un programa que debe traducirse en la práctica, en la reactivación de la movilización, la huelga y las demandas sociales. La izquierda no puede permitir que la agenda social sea iniciativa del estado o que el cumplimiento de reivindicaciones asome como acto de generosidad del gobierno. La acción movilizada, debe restablecer su rol de herramienta de conquista para desacralizar el mesianismo
Y cuando asoma una falsa concepción de consenso, la izquierda puede romper en el marco de la movilización la dicotomía intencionada de un bipartidismo gobierno – derecha , haciendo que reviente la demanda social, y estructurando programas de alfabetización que instalen un debate democrático contra los que lucran de la exclusión y la ignorancia popular. El pensamiento revolucionario tiene mucho más que decirle a los pueblos sobre la sociedad democrática socialista, develando lo miserable de la gobernante derecha o de la opción liberal. Esta nueva dinámica ideológica – pedagógica – política, arrebatara al estado reaccionario las consignas y la dignidad de protagonistas históricos.
Denunciar el desarrollismo extractivista no basta como nueva agenda movilizadora, sino incorpora demandas de la ortodoxia clásica. Denunciar que un nuevo consenso oligárquico burgués está definiendo los negocios transnacionales y el martirio de los pueblos es un imperativo. Los bolcheviques enseñaron que la izquierda pequeña de estatura, puede lograr sostenerse con más trascendencia si impide el secuestro de su identidad. La nueva burguesía ha aupado a la pequeño burguesía ex militante, la misma que renegó de sus partidos y de la ideología marxista, la que abjuró su conducta revolucionaria para ser acogida en un arca de Noé donde caben en concubinato de infinito amor, con gentes de derecha y socialistas de última hora. Por ultimo, está claro que cuando se inventó una izquierda, fracasó su imagen y por lo menos en este terreno la izquierda sí triunfó, porque el auditorio nacional reconoció que la izquierda fue derrotada, pero que salió de un modelo extremadamente ajeno.
A los ideólogos de la Revolución Ciudadana, que califican de dogmáticos a quienes demandan verdaderos cambios revolucionarios, habría que preguntarles ¿cuáles son los dogmas? ¿La lucha de clases? ¿La Plusvalía y la acumulación capitalista fruto de la explotación del trabajo humano? ¿El antiimperialismo? ¿El anticapitalismo negado por RC? ¿La demanda de socializar la producción y sus medios e instrumentos? ¿La defensa, ahora y aquí, de la Naturaleza y la oposición al extractivismo? ¿El combate al consumismo desaforado? Hay más.