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martes, noviembre 5, 2024

MORENO Y LA LÁPIDA A LA PAZ: DEL DESCONOCIMIENTO A LAS MALAS DECISIONES. Por Eloy Alfaro*

Es evidente que el presidente del Ecuador Lenín Moreno no recibe de sus asesores las orientaciones adecuadas a fin de tener un norte claro en temas como la frontera con Colombia o el ser garante en los diálogos de Paz que llevaba a cabo el Ejército de Liberación Nacional (ELN) y el gobierno colombiano en Quito. Dos temas distintos, que para Moreno y su equipo de gobierno, al parecer son lo mismo.

Es evidente que la sociedad ecuatoriana más allá de la solidaridad y la alegría por los procesos de paz de los países vecinos, no diferencia entre lo que se discutió en la Habana – Cuba entre las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el Gobierno a lo que se discute en Quito. La guerra colombiana en general y los actores de la misma en particular, no están en las pupilas del ciudadano común. Pero al parecer tampoco del presidente Moreno y menos su equipo de asesores, civiles y militares.

Cuando el presidente ecuatoriano decide terminar con ser garante, señala varios aspectos que sustenta sus razones. A continuación algunos elementos de análisis que dan cuenta su desconocimiento.

  1. Lenín Moreno y los diálogos del ELN en Quito

Una de las razones para que Ecuador deje de ser garante de los diálogos de paz, esgrimidos por el presidente es que, ELN no ha parado sus ataques a la infraestructura petrolera colombiana y afectaciones a la población civil. Según él, esto es un indicador de doble moral, pues mientras se habla de paz sigue la guerra. Pero esto es una constante, en Colombia se habla de paz cobijada por el plomo de las partes que se disparan entre sí. Esa ha sido la tónica de los diálogos de paz en la historia colombiana. Nada se acuerda, hasta que todo se acuerda, mientras tanto las armas siguen siendo disparadas.

Hay dos partes en conflicto, pero Lenín Moreno no llama la atención a los incumplimientos del gobierno colombiano, de Juan Manuel Santos, es como si sólo una de las dos partes sentadas en la mesa de negociación en Quito, deba cumplir. Esa no fue una condición de inicio para que Ecuador sea garante y sede de los diálogos. Las partes, que son quienes negocian, decidieron seguir dialogando sin un alto al fuego. Después de un año de esa dinámica, Ecuador como garante no puede interferir en lo que se acuerda y plantear nuevas condiciones a su gusto.

Moreno debía poner condiciones a las dos partes: que ELN deje acciones ofensivas y que Santos proteja a los líderes sociales. Desde que iniciaron los diálogos con la guerrilla en Quito el 7 de febrero 2018, 280 líderes sociales han sido asesinados en Colombia. El Estado no puede garantizar la vida democrática de quienes hacen desarrollo y luchan por la vida. Estando de acuerdo en que toda muerte es aberrante, no hay punto de comparación entre los crímenes hacia la sociedad civil, cometidos por acción u omisión del Estado y aquellos de la insurgencia, numéricamente el Estado lleva la delantera. Pero para Lenín Moreno en condición de garante, este no fue un tema a considerarse en su decisión. Esta  parcializada dejó a Santos en su condición de Premio Nobel.

La impunidad es la lacra que pone en riesgo cualquier proceso de paz y reconciliación en Colombia. Sin embargo, la decisión del presidente ecuatoriano desconoce lo avanzado en pro de acabar con la guerra y lo pone en riesgo. Tres hechos importantes al respecto:

  • Por primera vez se logró un cese al fuego bilateral entre la guerrilla del ELN y el gobierno colombiano. Después de 60 años de guerra que causó  miles de muerto y heridos, Colombia vivió 101 días sin fuego cruzado de ningún bando, pues las FARC ya no son guerrilla. ELN y Ejército silenciaron sus fusiles. Esto, que es un hito en la historia colombiana se logró en Quito, con Ecuador como garante.
  • El segundo hecho clave, fue al momento de las elecciones para senadores en el mes de febrero 2018, ahí la delegación del ELN decidió hacer un cese unilateral al fuego mientras la población acudía a votar.
  • El tercer acto fue, en el quinto ciclo de negociaciones entre guerrilla del ELN y Gobierno que se llevó a cabo en Quito en el mes de abril donde se discutió la posibilidad de un nuevo cese al fuego, el tercero desde que los diálogos iniciaron en Ecuador. Ese es un mérito logrado con apoyo y garantía ecuatoriana, esto está acorde con la tradición pacifista del país y los ecuatorianos.

El Ecuador, por orden del presidente, al retirarse como garante del proceso de paz y dejar de ser sede de los diálogos, deja sin salidas a varios temas que resultan importantes para las dos naciones, en especial el migratorio. Ecuador es el país en con mayor número de refugiados en todo el Hemisferio, 60.000 en total, el 90% de ellos son colombianos. Personas que desde inicios de los 90 del siglo anterior vinieron al país vecino por riesgo a sus vidas, fueron y siguen siendo atendidos.

Según cifras de Cancillería ecuatoriana, cubrir las necesidades de estos 60 mil refugiados le representa al Ecuador alrededor de 120 millones de dólares al año. Monto que es considerado inversión pues se maneja con criterio de solidaridad. Invertir en lo humano siempre será ganancia.

Sin embargo, desde el año 2016 la entrega de visas de refugio por parte del Estado colombiano a sus ciudadanos se ha frenado, pues aparentemente ya no hay guerra que justifique ser considerado como refugiado. Esto ha generado que en el Ecuador actualmente haya 200.000 ciudadanos colombianos solicitantes de visa de refugio y no lo consiguen aún. Esto en términos reales significa que hay 200 mil personas en nuestro país, perseguidas en Colombia y por ende no pueden regresar, que no tienen claro su estatus migratorio, ni están legales aquí, ni están seguros allá. Este es un problema a discutir con Colombia, al quien Ecuador le cerró la puerta al dejar de ser garante y pedir que la mesa de diálogo abandone nuestro país. En los gabinetes binacionales últimos no se topa el tema.

  1. Estado ecuatoriano y gobierno colombiano

Así como la guerrilla (FARC – ELN) negocia condiciones para la paz, con un gobierno, así también  Moreno dialoga con un gobierno, no con un Estado como el colombiano, débil en general y en particular inexistente en la frontera. Es decir, es un diálogo desigual, nosotros dialogamos como Estado y ellos como gobierno. Durante las últimas décadas con todos los diálogos binacionales que han existido entre Ecuador y Colombia, es evidente que Colombia no cumple sus compromisos y al parecer no le interesa cumplirlos; esto porque todo lo firmado, no se acordó con un Estado, sino con un gobierno que cambia cada cuatro años y que puede negar lo actuado por el anterior.

Como institucionalidad, no hay mecanismo en Colombia que obligue a los presidentes a cumplir con los compromisos (ni promesas electorales, ni compromisos internacionales). De ahí que, hacer o no hacer lo discutido en los gabinetes binacionales, queda más a la voluntad del presidente de turno y de sus prioridades políticas.

El caso más espeluznante es la construcción del puente sobre el río Mataje que une a los dos lados de la frontera entre Nariño y Esmeraldas. Ecuador invirtió, construyendo una moderna carretera y un gran puente, que ahora no conducen a nada, pues del otro lado Colombia no ha movido una hoja para cumplir con sus compromisos. La carretera y el puente son una necesidad urgente para las poblaciones de los dos lados de la frontera, permitiría acceder a servicios de salud, educación, circulación de comercio y movilidad en general entre las dos poblaciones. Pero Santos no ha mostrado el más mínimo interés en el asunto que podría mejorar las precarias condiciones de vida de las poblaciones a los dos lados de la frontera, él está a puertas de terminar su mandato, habrá que esperar a las intenciones de quién lo sustituirá.

Otro aspecto del diálogo desigual que mantiene el Estado ecuatoriano con el gobierno colombiano fue evidente en la instalación de la mesa de diálogo entre ELN y gobierno en Quito, 7 de febrero de 2017. Después del evento oficial, el gobierno ecuatoriano autorizó que los delegados de las dos partes en conflicto y las delegaciones de diez países garantes, asistan al encuentro con la sociedad civil colombiana. En el Teatro Nacional de la Casa de la Cultura Ecuatoriana en Quito, a las 8pm, cientos de delegados de la sociedad civil colombiana estuvieron presentes (estudiantes, profesores, sindicatos, organizaciones campesinas, migrantes, mujeres) en su mayoría víctimas del conflicto, pero todos con una gran apuesta a la paz con justicia social, se encontraron por primera vez con la insurgencia. Algo así nunca habría pasado en Colombia. Públicamente por primera vez víctimas y victimarios se miraban a los ojos y decían lo que sentían. Cientos de delegados de la sociedad civil colombiana, decenas de garantes y muchos ecuatorianos fueron testigos de este encuentro lleno de esperanza al cual el gobierno colombiano no asistió.

Días después se realizaría otro encuentro en donde las dos delegaciones recibían a los dirigentes sociales. Producto de estos encuentros Pablo Beltrán, comandante del ELN, emitió un comunicado pidiendo perdón a las víctimas por las circunstancias de la guerra, algo inédito y que muestra una profunda voluntad de paz de parte de la insurgencia, acción que deja de lado la soberbia y da paso a la búsqueda de reconciliación. Este hecho se realizó en territorio ecuatoriano, fue público y abierto. Ecuador lo posibilitó en su condición de garante, hasta ahora el gobierno de Colombia no ha hecho algo igual.

Estos encuentros de las dos delegaciones que dialogan en Quito, con la sociedad civil pusieron otro tema en la mesa de discusión, la existencia de 60 mil refugiados y de 200 mil solicitantes de visa de refugio en Ecuador. Este es un tema que Colombia no quiere asumir. De los miles de solicitantes de refugio, el 40% se auto definen como exiliados, es decir, personas que dejaron su país porque su vida corría peligro por acción u omisión del Estado colombiano, no por guerrilla, paramilitares o narcotráfico, es decir, miles de personas que siguen saliendo por amenazas del propio Estado colombiano que no está en condiciones de proteger a sus propios ciudadanos, menos la vida de tres periodistas del Ecuador.

Reconocer que hay víctimas de Estado para Colombia le resulta una carga que no quiere asumir, pues eso pone en riesgo millones de dólares de inversión ofrecida por los garantes del proceso de paz (países europeos) que condicionan la ayuda a la paz siempre y cuando Colombia demuestre que la población civil está siendo protegida. Es mejor hacerse de la vista gorda en ese tema y que Ecuador siga recibiendo y atendiendo a las víctimas de la violencia.

La experiencia de los diálogos con las FARC en la Habana dejaron para el gobierno de Santos un enorme aprendizaje, no le conviene reconocer que porciones de la institucionalidad, llámese Ejército, Policía, Fiscalía, jueces o políticos, por acción u omisión hayan cometido violaciones a derechos humanos contra la sociedad civil. Hacerlo representa un altísimo costo social, institucional y político, pues el gobierno a través de sus instituciones debe sancionar estos hechos y dar garantías de no repetición a las víctimas.

Por haber reconocido culpas, el gobierno de Santos debió enfrentar innumerables críticas de parte de militares, policías y diversos sectores de la sociedad que no creen que haya paz si se sanciona a aquellos que arriesgan su vida. Ese aprendizaje le llevó a Santos a entender que en Quito con la guerrilla del ELN no se debe asumir ninguna culpa y así se cura en sano. De esta manera, no se reconoce la problemática migratoria que viven millones de colombianos en el Ecuador, América y el mundo.

Indirectamente, con la decisión de dejar de ser garante del proceso de Paz y anfitrión de la mesa de diálogo, Moreno le da la campanada que le salva a Santos de mostrarse como un gobierno que no tiene condiciones de garantizar la seguridad de sus propios ciudadanos ni dentro, ni fuera de Colombia. Cambiar de sede de los diálogos, para Santos es la oportunidad de dejar el tema migratorio de los exiliados en la congeladora, a donde vaya no habrá el problema migratorio como en Ecuador. Lenín Moreno sepultó una oportunidad de oro de discutir este tema con Colombia.

  1. ¿Isla de Paz?

Con todo lo dicho anteriormente cabe preguntarse si Ecuador puede ser merecedor de llamarse “la isla de Paz”. La decisión del presidente Moreno de dejar de ser garante beneficia social y políticamente al gobierno de Santos, no a las personas que sufren las consecuencias de malos gobiernos en las dos fronteras. Con el retiro de Ecuador del proceso de Paz, Santos sale ganando; dicho sea de paso, es el presidente con el Nobel a quien se le cayó la oportunidad de una paz duradera.

El guerrerista y aliado de los paramilitares Álvaro Uribe Vélez siempre empujó a Ecuador a meterse en la guerra que él no logró terminar, no lo hicimos, es con el “pacificador” Santos que lo vamos hacer. Hecho que marcará un antes y después de la agenda binacional. Lo cierto es que estamos en una guerra que no es nuestra, que no la conocemos ni entendemos. Una guerra que el gobierno colombiano mira a control remoto, mientras el Ecuador pondrá las víctimas. Para qué ensuciarse las manos si hay otro dispuesto a hacer el trabajo sucio que Colombia no quiere. Debemos entender que la salida militar, para el Ecuador, no es salida. La salida militar es la mejor entrada para las empresas de armas norteamericanas.

Ecuador país de Paz, ahora es sólo el texto que acompaña a la lápida levantada por Moreno en la frontera común.

Gestor Cultural de Paz y miembro del Colectivo de artistas e intelectuales por la Paz.

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