Primero fueron los indígenas quienes bien por ignorantes o haciéndole el juego a la derecha, defendían la soberanía de sus pueblos, de sus territorios, del agua… Pero como los indígenas son los otros, poco o nada se conoce de los cientos de casos de criminalización, judicialización, violencia y violación de derechos humanos… Ellos, habitantes de lejanos páramos, selvas y cordilleras, no entienden del desarrollo, ni de las cosas importantes, a lo mucho, una mirada compasiva de la sociedad civil han despertado sus historias de saqueo y despojo.
Luego fue la prensa, no sólo los dueños de los medios sino uno que otro periodista cualquiera, siempre haciéndole juego a la derecha… pero también son los otros… pequeño burgueses que no tienen derecho a cuestionar los procesos “revolucionarios”, peor aún a denunciar los fraudes, la corrupción y el engaño.
Siguieron los diez de Luluncoto, y vivimos este proceso como una verdadera aberración del Estado de derecho, democrático, garante, etc, etc, etc. Ya no se sancionaba la resistencia, ni la expresión, aquí se condenaba la “intención”, la “organización”. El caso Luluncoto sentó sin embargo también otro precedente, aquí se instrumentalizó a un grupo de jóvenes para golpear a un partido político de oposición, no importaba que fuesen inocentes, lo que contaba era el mensaje a la “izquierda infantil”. Y la sociedad civil, ante semejante abuso desproporcionado, reaccionó con solidaridades diversas, pero incluso para muchos, seguían siendo los otros. Los chinos tirapiedras, que seguramente “no estuvieron rezando la biblia en la reunión”.
Ahora llega el caso Central Técnico, y nos toca especialmente en el corazón. Primero por la edad de los muchachos, estudiantes secundarios entre 15 y 18 años. Quienes somos madres y padres compartimos el dolor de estas familias que tienen a sus niños recluidos por haber acudido a la protesta callejera para denunciar reformas educativas inconsultas e inapropiadas.
Pero también nos duele saber que muchos de nosotros hemos hecho lo mismo, ¿en cuántas huelgas nacionales participamos? ¿en cuántas paralizaciones?, ¿en cuántas movilizaciones? Y si podríamos regresar el tiempo, lo volveríamos a hacer, porque las acciones de resistencia en la calle se realizan cuando los canales democráticos y de diálogo se han roto, cuando no existen otras vías y cuando las demandas son populares y legítimas.
Qué sería de la historia del Ecuador, si no hubiésemos luchado contra la privatización de servicios, el ALCA, el TLC, los oleoductos, las concesiones mineras, petroleras, etc. Las historias de resistencia son elementos esenciales para tejer transformaciones sociales estructurales, por ello en gobiernos de derecha se reprimen con dureza, entonces ¿qué sucede cuando los gobiernos declarados de izquierda usan estrategias incluso más represivas que la derecha fascista?
Es momento, para que los gobiernos “progresistas” cambien la mirada frente a las manifestaciones de rechazo, resistencia y organización, porque no son sino un espejo de que los intereses colectivos no están siendo rectores en la construcción del proyecto político y la política pública. Mantener el debate únicamente entre los aliados, no es un ejercicio de participación ni democracia, es una forma de lavar conciencias hacia dentro.
Si en un país, familias se humillan, pidiendo disculpas públicas al presidente de la república por el acto de “rebelión” de sus hijos, algo no está bien… eso sucede solamente en regímenes totalitarios.
No defendemos la violencia, creemos ante todo en la resistencia y en la no violencia activa, pero acusar a un grupo de estudiantes secundarios de “Rebelión” por daños materiales de 600USD (que además ya fueron pagados) es caer nuevamente en TERRORISMO de ESTADO.