Para descifrar la alta estabilidad del sistema de dominación liberal hay que entender cómo funcionan los actuales mecanismos de poder. El comunismo como mercancía es el fin de la revolución
¿Por qué el régimen de dominación neoliberal es tan estable? ¿Por qué hay tan poca resistencia? ¿Por qué toda resistencia se desvanece tan rápido? ¿Por qué ya no es posible la revolución a pesar del creciente abismo entre ricos y pobres? Para explicar esto es necesario una comprensión adecuada de cómo funcionan hoy el poder y la dominación.
Quien pretenda establecer un sistema de dominación debe eliminar resistencias. Esto es cierto también para el sistema de dominación neoliberal. La instauración de un nuevo sistema requiere un poder que se impone con frecuencia a través de la violencia. Pero este poder no es idéntico al que estabiliza el sistema por dentro. Es sabido que Margaret Thatcher trataba a los sindicatos como “el enemigo interior” y les combatía de forma agresiva. La intervención violenta para imponer la agenda neoliberal no tiene nada que ver con el poder estabilizador del sistema.
El poder estabilizador de la sociedad disciplinaria e industrial era represivo. Los propietarios de las fábricas explotaban de forma brutal a los trabajadores industriales, lo que daba lugar a protestas y resistencias. En ese sistema represivo son visibles tanto la opresión como los opresores. Hay un oponente concreto, un enemigo visible frente al que tiene sentido la resistencia.
El sistema de dominación neoliberal está estructurado de una forma totalmente distinta. El poder estabilizador del sistema ya no es represor, sino seductor, es decir, cautivador. Ya no es tan visible como en el régimen disciplinario. No hay un oponente, un enemigo que oprime la libertad ante el que fuera posible la resistencia. El neoliberalismo convierte al trabajador oprimido en empresario, en empleador de sí mismo. Hoy cada uno es un trabajador que se explota a sí mismo en su propia empresa. Cada uno es amo y esclavo en una persona. También la lucha de clases se convierte en una lucha interna consigo mismo: el que fracasa se culpa a sí mismo y se avergüenza. Uno se cuestiona a sí mismo, no a la sociedad.
Es ineficiente el poder disciplinario que con gran esfuerzo encorseta a los hombres de forma violenta con sus preceptos y prohibiciones. Es esencialmente más eficiente la técnica de poder que se preocupa de que los hombres por sí mismos se sometan al entramado de dominación. Su particular eficiencia reside en que no funciona a través de la prohibición y la sustracción, sino a través del deleite y la realización. En lugar de generar hombres obedientes, pretende hacerlos dependientes. Esta lógica de la eficiencia es válida también para la vigilancia. En los años ochenta, se protestó de forma muy enérgica contra el censo demográfico. Incluso los estudiantes salieron a la calle. Desde la perspectiva actual, los datos necesarios como oficio, diploma escolar o distancia del puesto de trabajo suenan ridículos. Era una época en la que se creía tener enfrente al Estado como instancia de dominación que arrebataba información a los ciudadanos en contra de su voluntad. Hace tiempo que esta época quedó atrás. Hoy nos desnudamos de forma voluntaria. Es precisamente este sentimiento de libertad el que hace imposible cualquier protesta. La libre iluminación y el libre desnudamiento propios siguen la misma lógica de la eficiencia que la libre autoexplotación. ¿Contra qué protestar? ¿Contra uno mismo?
Es importante distinguir entre el poder que impone y el que estabiliza. El poder estabilizador adquiere hoy una forma amable, smart, y así se hace invisible e inatacable. El sujeto sometido no es ni siquiera consciente de su sometimiento. Se cree libre. Esta técnica de dominación neutraliza la resistencia de una forma muy efectiva. La dominación que somete y ataca la libertad no es estable. Por ello el régimen neoliberal es tan estable, se inmuniza contra toda resistencia porque hace uso de la libertad, en lugar de someterla. La opresión de la libertad genera de inmediato resistencia. En cambio, no sucede así con la explotación con la libertad. Después de la crisis asiática, Corea del Sur estaba paralizada. Entonces llegó el FMI y concedió crédito a los coreanos. Para ello, el Gobierno tuvo que imponer la agenda liberal con violencia contra las protestas. Hoy apenas hay resistencia en Corea del Sur. Al contrario, predomina un gran conformismo y consenso con depresiones y síndrome de Burnout. Hoy Corea del Sur tiene la tasa de suicidio más alta del mundo. Uno emplea violencia contra sí mismo, en lugar de querer cambiar la sociedad. La agresión hacia el exterior que tendría como resultado una revolución cede ante la autoagresión.
Hoy no hay ninguna multitud cooperante, interconectada, capaz de convertirse en una masa protestante y revolucionaria global. Por el contrario, la soledad del autoempleado aislado, separado, constituye el modo de producción presente. Antes, los empresarios competían entre sí. Sin embargo, dentro de la empresa era posible una solidaridad. Hoy compiten todos contra todos, también dentro de la empresa. La competencia total conlleva un enorme aumento de la productividad, pero destruye la solidaridad y el sentido de comunidad. No se forma una masa revolucionaria con individuos agotados, depresivos, aislados.
No es posible explicar el neoliberalismo de un modo marxista. En el neoliberalismo no tiene lugar ni siquiera la “enajenación” respecto del trabajo. Hoy nos volcamos con euforia en el trabajo hasta el síndrome de Burnout [fatiga crónica, ineficacia]. El primer nivel del síndrome es la euforia. Síndrome de Burnout y revolución se excluyen mutuamente. Así, es un error pensar que la multitud derroca al empire parasitario e instaura la sociedad comunista.
¿Y qué pasa hoy con el comunismo? Constantemente se evocan el sharing (compartir) y la comunidad. La economía del sharing ha de suceder a la economía de la propiedad y la posesión. Sharing is caring, [compartir es cuidar], dice la máxima de la empresa Circler en la nueva novela de Dave Eggers, The Circle. Los adoquines que conforman el camino hacia la central de la empresa Circler contienen máximas como “buscad la comunidad” o “involucraos”. Cuidar es matar, debería decir la máxima de Circler. Es un error pensar que la economía del compartir, como afirma Jeremy Rifkin en su libro más reciente La sociedad del coste marginal nulo, anuncia el fin del capitalismo, una sociedad global, con orientación comunitaria, en la que compartir tiene más valor que poseer. Todo lo contrario: la economía del compartir conduce en última instancia a la comercialización total de la vida.
El cambio, celebrado por Rifkin, que va de la posesión al “acceso” no nos libera del capitalismo. Quien no posee dinero, tampoco tiene acceso al sharing. También en la época del acceso seguimos viviendo en el Bannoptikum, un dispositivo de exclusión, en el que los que no tienen dinero quedan excluidos. Airbnb, el mercado comunitario que convierte cada casa en hotel, rentabiliza incluso la hospitalidad. La ideología de la comunidad o de lo común realizado en colaboración lleva a la capitalización total de la comunidad. Ya no es posible la amabilidad desinteresada. En una sociedad de recíproca valoración también se comercializa la amabilidad. Uno se hace amable para recibir mejores valoraciones. También en la economía basada en la colaboración predomina la dura lógica del capitalismo. De forma paradójica, en este bello “compartir” nadie da nada voluntariamente. El capitalismo llega a su plenitud en el momento en que el comunismo se vende como mercancía. El comunismo como mercancía: esto es el fin de la revolución.
Byung-Chun Han es filósofo.
Algunas puntualizaciones:
– Es correcto que el comunismo no es una alternativa. El comunismo durante todo el Siglo XX redujo las contradicciones internas del capitalismo, permitiendo su consolidación y postergando su agotamiento y crisis final.
– La situación de inconsciencia de los trabajadores en general con respecto de la opresión y la falta de libertad del capitalismo actual, tal y como se describe en el artículo, es una constante de todo sistema de dominación histórico, incluso desde el esclavismo. Hay una percepción de lo que es normal y aceptado por la comunidad, la cual varía a través de los diferentes momentos de la historia. No son diferentes las certezas de futuro que tenía un esclavo que seguía las reglas, frente a las certezas que tiene un empleado con sueldo fijo que sigue las reglas. Ambos hipotecan su vida a su amo/empleador a cambio de la certeza de una serie de prestaciones constantes.
– La razón por la que la revolución hoy no es viable es por que no existe un nuevo paradigma. Cada cambio de sistema político/económico en la historia ha tenido detrás la fortaleza de un grupo social que se halla respaldado por la filosofía de una sociedad diferente a la que se halla en vigencia y por una propuesta de funcionamiento económico alterna a la actual que ha ido tomando poder en el tiempo y que se presenta como contrapoder a lo presente.
Hoy no existe un paradigma diferente al capitalismo económico global. Simplemente no la hay. Nadie quiere “perder” las “ventajas” de la globalización, la tecnologización y la hipercomunicación que ha posibilitado este sistema cruel. Qué sistema ofrece los mismos o mejores servicios por fuera del modelo capitalista? Ninguno. Esa es la razón por la que las revoluciones hoy no son viables.
Tanto Byung-Chul Han como Jorge Alvear expresan derrotismo y desesperanza, propios de los segmentos débiles luego de una gran derrota. ¿Acaso la Edad Media no duró mil años? ¿Acaso el esclavismo y patriarcalismo no duraron también larguísimo tiempo? No hay que llorar ni predicar la desesperanza, sino como decía Mariátegui, “prepararse para la revancha”.
Si bien Negri se pierde en elucubraciones idealistas y disuelve al sujeto revolucionario dentro de una “multitud” que flota en la indefinición de las relaciones de clase, Byung-Chul Han confunde la apariencia con la esencia, lo temporal con lo permanente, lo subjetivo con lo objetivo.
Siempre han existido explotados y oprimidos que se sentían libres y hasta felices de tener la “protección del amo”. Ahora también los hay. Siempre ha habido trabajadores comprados por ventajas, “prestaciones constantes” o “sueldo fijo” (Alvear). ¿Acaso al fin no se impusieron las sucesivas revoluciones que hicieron avanzar al mundo? .
¿Que los suicidios de trabajadores demuestran la falta de alternativa? Lean a Carlos Marx en su estudio sobre el suicidio, uno de los primeros que realizó.
¿Que no hay paradigma de cambio? Vieja monserga de los conservadores, convencidos de que su sociedad era eterna. Y, en fin de cuentas, tanto Byung-Chul Han como Jorge Alvear sostienen en esencia que el capitalismo será eterno: ¡grave colapso ideológico! Que la gran oleada revolucionaria del siglo XX haya sido derrotada por el capital y por el burocratismo de los intentos soviético, chino y otros, no significa –excepto para los intelectuales postmodernos– que ya no exista el ideal del socialismo.
Por supuesto, que tal ideal no se expresa en el “sharing”, ni en la ayuda mutua, dejando intacto el poder económico y político del capital.
Es necesario construir mediante el debate. No es la idea estar de acuerdo en todo y seguir como si nada, por eso agradezco su respuesta.
Creo que las mejores facetas de Marx fueron sus aportes a la filosofía desde la dialéctica y su aplicación a la comprensión de la historia de la humanidad. Su peor faceta fue la política, donde deviene en el positivismo idealista que tanto cuestionó, haciendo clarividencia y pronosticando un futuro ineludible con la clase trabajadora al mando de un sistema que evolucionaría del socialismo al comunismo.
El capitalismo debe ser superado, pero no por la acción y voluntad de superarlo. Ningún sistema en la historia se superó por esas motivaciones. Cada sistema anterior estalló en sus propias contradicciones, en la medida en que fue quedando anacrónico. Creo que siendo dialécticos no se trata de torpedear al capitalismo desde la ideología, eso lo consolida. Creo que hay que exacerbar sus propias contradicciones internas, dejarlo agotarse, promover sus contradicciones internas.
Por ejemplo, si pensásemos en un funcionamiento ideal del sistema capitalista (desde su doctrina, no desde su práctica actual) veríamos que una gran contribución para el funcionamiento ideal del sistema económico que involucra a capital-medios de producción-fuerza de trabajo, es identificar elementos parasitarios que obstaculizan la libre circulación de estos componentes indispensables para la producción capitalista.
Desde ese punto de vista, la banca privada hoy por hoy es un parásito del sistema capitalista: limita el libre flujo de capitales, tiene ganancias desmesuradas sin contribuir sustancialmente al funcionamiento del sistema, excluye importantes segmentos de población al capital, forja mafias más poderosas que los propios gobiernos, promueve la corrupción del sistema político, entre otros factores negativos para el desarrollo amplio del capitalismo.
He allí una contradicción interna del sistema que apunta hacia una depuración interna del mismo, que intentaría un funcionamiento más eficiente del capital y que evidencia cómo la acumulación de cambios cuantitativos van, desideologizadamente, provocando cambios cualitativos. Acaso una banca pública global no permitiría un mejor y más limpio funcionamiento del sistema capitalista? claro que sí. La misma medida no sería una medida comprendida como “socializante”, pues también. En eso radica la acumulación de cambios cuantitativos que deriva en cambios cualitativos.
Ejemplos similares se pueden aplicar al agotamiento de la democracia representativa y su reemplazo por una democracia directa. Acaso la democracia no es el sistema político privilegiado por el capitalismo? Creo en apuntalar las contradicciones internas del sistema y empujar su agotamiento.