6 de diciembre de 2013
proceso.com. (proceso.com.mx)
MÉXICO, D.F. .- Morir de pie, documental mexicano exquisitamente confeccionado, arrasó con premios en todo el mundo: Mejor documental en el Festival Internacional de Cine de Guadalajara 2011, mejor dirección en Bilbao 2012, Mejor documental del público en Vancouver 2011, mención especial en el Américas International Film Festival 2011, en Austin… Y por la ambición cíclope del monopolio del cine, casi ningún mexicano lo ha podido ver.
Desde hace pocas semanas sólo se reproducen cinco copias de Morir de pie en la Cineteca y algunas de sus filiales en el Distrito Federal. ¿Por qué nunca llegó a Cinépolis- Cinemex? Jacaranda Correa, su directora, sabe perfectamente la respuesta: “Hay que pagarles”.
Ella habla desde la posición de una mortal cineasta mexicana que se enfrenta al Goliath de las salas uniformes, donde no cabe lo que no huela a negocio. En 2007 y durante los dos años siguientes comenzó a visitar a Irina y Nélida, los personajes que inspiraron su historia; entre 2009 y 2010 reunió el equipo, escribió, filmó y produjo el documental que meses después sería elegido como parte de la selección del Internacional Documentary Film en Ámsterdam, el más importante del género en el mundo. Posteriormente participaría en poco más de veinte festivales internacionales de cine y documental, premiado en seis de ellos, entre los que destacan mejor documental del Festival Internacional de cine en Guanajuato 2011 y mejor documental Sidney Australia.
Transcurrieron más de dos años para que, con los esfuerzos tenaces de Jacaranda, se exhibiera en sólo algunos puntos del Distrito Federal.
El equipo liderado por Correa recibió del Instituto Mexicano de Cinematografía (Imcine) la cantidad de 800 mil pesos. Así me explicó por qué es un dinero casi risible para la filmación de un documental para cine: “¿Cuánto te gustaría que pudiera ganar un realizador o un director si llevan tres años trabajando? Yo no gané dinero como guionista, por haber hecho el desarrollo y la investigación, yo cedí esa parte de mi trabajo a la producción. Si tú haces la cuenta de lo que cuesta pagar a un fotógrafo, un editor, montar la copia, la corrección de color, los músicos, el sonido y muchas otras cosas, pues es muy poco dinero realmente”.
A pesar de que el Estado financió este proyecto y muchos más de cine mexicano, en el Tratado de Libre Comercio no se protegió a la industria nacional, por lo que la inmensa mayoría de las piezas del cine mexicano sólo terminan por reproducirse para un puñado de personas en festivales y, si bien les va, al público de la Cineteca.
“No he querido meterme al circuito comercial de Cinemark-Cinemex porque es un territorio perdido, aunque creo que hay que exigírselos a los exhibidores de estas cadenas que controlan el mercado. El cine mexicano ha perdido al público por esa cartelera apabullante que tiene el cine de Hollywood”.
– ¿Por qué es territorio perdido?, le pregunto a Correa.
– Porque compites en horarios muy malos, porque las salas no siempre son las mejores, y porque también es cierto que ahí hay un problema en que la misma industria cinematográfica de realizadores y productores no ha logrado reconectar y recuperar a ese público mexicano. En su momento el cine mexicano desbordó las salas y es paradójico que ahora hay una calidad y cantidad de películas sorprendentes y un público que apenas puede voltear a verlas.
– ¿Si quisieras exhibirlo en Cinemex-Cinépolis qué tendrías que hacer?
– Pagar.
– ¿Cuánto?
– Un dineral.
– Dinero que un cineasta no tiene…
– Y tendrías que pagar a un distribuidor que es el que lleva tu película, que se lleva una cantidad enorme, pagar al exhibidor, a Cinépolis, luego pagar la cantidad que te prestó el Imcine, como es mi caso…
– O sea que esos 800 mil pesos que te dio Imcine no son tuyos.
– El 70 por ciento les pertenece.
– ¿Nunca ves ganancias?
– Una vez que recupere esos tres pesos que van a ser de taquilla, primero los exhibidores se llevarán entre el 35 y 40 por ciento de la taquilla, lo que resta es para el Imcine, y el resto es una distribución entre el productor y yo, ¿cuánto te gusta que quede?, ¿diez pesos para gasolina? Hay un problema gravísimo: no se está logrando construir una industria cinematográfica.
Entre 1998 y 2012, el Imcine apoyó a 232 largometrajes mexicanos, de los cuales 91 fueron documentales, cita Correa, quien ataja: “Sin embargo, las políticas públicas en el sector cinematográfico continúan centradas en esa fase inicial, dejando a un lado el tema de la distribución, la educación y la distribución de la cultura fílmica.
“Por ejemplo, si yo decidiera exhibir en una cadena como Cinépolis tendría que pagar un fee (una licencia de proyección digital) de 900 dólares por cada copia. Después una vez obtenida la ganancia en taquilla el 50 por 60 por ciento, según sea el caso, va para el exhibidor, es decir Cinépolis. Un 18 por ciento para derechos de autor y de interpretación. De ese sobrante, si yo hubiera contratado una distribuidora tendría que pagarle el 50 por ciento de mis ganancias totales, por deliverys (reparto), pago de copias, prensa, difusión, posters… Finalmente de esa ganancia depende de cuánto te haya aportado el Imcine, tienes que darle su parte correspondiente, como en mi caso es el 70 por ciento”.
Para ser honestos, si escribo a detalle de qué se trata Morir de pie se pierde toda su esencia. Es una verdadera historia de amor, no del importado de Hollywood: del que sangra por los ojos, apuñala el individualismo y florece de ternura. Cuenta la historia de Irina y Nélida, quienes… Imposible, describir una sola brocha de estos personajes haría borrar toda la sorpresa que finamente tejió Jacaranda. Digamos que es un retrato de un México inhóspito.
Correa no es una improvisada. Es documentalista para el Canal 22, ha sido directora y productora de los documentales Había una vez y Granicero. También produjo los documentales Dulce Infamia, sobre obesidad infantil, Y se fue, sobre los niños abandonados en la Sierra de Zongolica. Ahora trabaja en su nuevo proyecto: Muerte en casa, sobre la violencia de género.
Le pregunto a Jacaranda si no siente coraje de que el público mexicano sólo tenga a la mano títulos de Transformers, Rápidos y Furiosos o cintas de Adam Sandler. Me responde: “Es paradójico que la producción cinematográfica mexicana esté soportada por recursos públicos, que es una parte del proceso cinematográfico, y la siguiente, que es la distribución y la exhibición, esté expuesta a la competencia del libre mercado.
“Se debe garantizar la exhibición en las grandes salas, en las televisoras, no solamente las públicas, sino las privadas, porque si todo sigue abierto a esta libre competencia estaremos siempre en desventaja. Es imposible competir contra esas ligas mayores que dominan el escenario y tienen controladas todas las salas Cinemex y Cinemark. No podría entrar con unas cuantas copias y pagarles un dineral”.
Y esta ha sido la batalla quijotesca que ha tenido que librar el equipo liderado por Correa, muy similar a lo que padece el resto de los cineastas mexicanos. Han arrasado con premios, el escaso público ha quedado maravillado con la historia, pero a los señores del dinero sólo les importa hacerse más ricos con efectos especiales, princesas Disney, sillones que se mueven y gafas para tercera dimensión. Una vez más Estados Unidos devoró a México: Schwarzenegger mató a Pedro Infante.