Armar a la población civil es fácil, puede hacerse acudiendo a una segunda enmienda (a la que tanto hacen referencia los grupos de ultraderecha en Latinoamérica) o emitiendo un decreto irresponsable. Lo difícil, casi imposible, es desarmar a la población civil armada. Que lo digan los mismos estadounidenses, o decenas de países en todo el mundo que han intentado el desarme, después de experimentar la tragedia de la guerra civil y otras formas de violencia extrema.
El presidente Guillermo Lasso anunció la modificación del decreto sobre la tenencia y porte de armas, liberalizándolo para que la población civil haga uso de estas. Dicha acción es la respuesta que el gobierno nacional ofrece a la ciudadanía como política de seguridad. Una medida que, en ningún momento, parece haber considerado una amplia gama de estudios que muestran cómo esta política tiene como resultado el aumento de la violencia, femicidios, homicidios, delitos y la pérdida de la productividad.
Hoy, los pueblos ancestrales y los pueblos afrodescendientes, montubios y mestizos, herederos de un legado de resistencia, son los principales defensores del agua frente al abuso del poder que privilegia la minería o los grandes proyectos agrícolas, ganaderos e industriales, antes que la defensa de la vida, la soberanía alimentaria, la integridad y armonía de la Madre Tierra.
No cabe duda alguna de que el saber popular, el saber comunitario, del que muchas veces se apropiaron y siguen apropiándose instituciones oficiales nacionales e internacionales, incluso el gran complejo industrial y empresarial transnacional; ese saber popular, es la base del desarrollo y sostenibilidad de nuestras sociedades, en todo el mundo; es el que nos ha permitido seguir adelante a pesar de todas las adversidades. El caso de los conocimientos ligados al cuidado de la salud y la vida, incluidos los de la medicina y disciplinas afines, no es la excepción, podríamos recoger numerosos ejemplos de ello.
Mientras periodistas como Anderson Boscán y su equipo de La Posta han tenido el coraje de mostrar informes archivados elaborados por una Unidad de Antinarcóticos de la Policía, otros periodistas y algunos de sus entrevistados hacen lo posible por minimizar los vínculos políticos que afectarían directamente al presidente Guillermo Lasso con esta estructura criminal vinculada, ya no solo al reparto de cargos públicos, sino también al narcotráfico dirigido por la mafia albanesa.
El gobierno de Lasso ha vivido en permanente crisis. Acusado de fraude, pero apoyado por las máximas instituciones electorales. Acusado de privatización petrolera, pero apoyado circunstancialmente por la Asamblea. Reclamado por la población por encarecer los combustibles y rifar los recursos naturales, por los casos de corrupción, que han ido estallando uno tras otro (Panamá Papers, Aduanas, Petroecuador, el Gran Padrino, el Gran Hermano), pero defendido por la sociedad conservadora institucionalizada.
Los resultados electorales del pasado 5 de febrero muestran un escenario bastante particular. Es la primera vez, al menos desde el retorno a la democracia, que los partidos de la vieja partidocracia, sobre todo de la derecha, quedan ubicados en las últimas posiciones; y por otra parte, el gobierno de turno pierde drásticamente tanto en autoridades electas como en la consulta popular. Los grandes triunfadores serían la Revolución Ciudadana y el Movimiento Pachakutik.
El proceso electoral para los gobiernos seccionales y la consulta popular sobre 8 preguntas, realizados el pasado domingo 5 de febrero (2023), han sido un contundente golpe histórico en contra del bloque de poder empresarial-neoliberal y oligárquico, constituido en Ecuador durante el gobierno de Lenín Moreno (2017-2021) y consolidado con el ascenso presidencial de Guillermo Lasso (2021).
El fenómeno correísta es más complejo y parece que aún tiene larga vida, sin duda posee asidero popular. Difícil descifrarlo en su totalidad. Lo que sí es cierto, es que siempre buscó convertirse en un polo del bipartidismo burgués , aprovechando el desgaste que habían enfrentado, primero el partido liberal (hoy totalmente desaparecido) o la Izquierda Democrática que aún trata de sobrevivir.
El engaño del populismo plebiscitario conduce necesariamente a un enfrentamiento violento de insultos y descalificaciones, que nada tienen que ver con el diálogo que define un proceso de democracia participativa y directa, que debería ser la consulta al pueblo. Es así que, durante toda la campaña previa a las votaciones del referéndum del 5 de febrero hemos asistido a una violencia política cada vez más agresiva, sobre todo de parte de los sectores alineados con el gobierno.
La primera campaña electoral de 2023, nos deja algunas claridades sociopolíticas para la reflexión de lo que serán las tendencias de estas en los próximos años ya que no se perciben procesos ni normativos (como propuestas de cambios sustanciales en el Código de la Democracia relacionadas por ejemplo a nuevas exigencias para la nominación de candidaturas) ni tampoco iniciativas desde la sociedad civil o la academia por contribuir a la gestación de una ciudadanía crítica.
El cuñado estaba vacacionando en los Yuneites Esteites, y mientras saboreaba ricos manjares en la piscina de un hotel cinco estrellas, tuvo el presentimiento que, ese día, algo bueno le iba a ocurrir. Sonrió como sólo lo hacen los galanes de Hollywood, y no lo pensó más. Pidió a las dos señoritas que lo acompañaban que se retiren, y se dirigió, semidesnudo, a su habitación. Una vez ahí, se vistió con el traje que había comprado en su última visita a París a un precio de 12.000 USD. Pidió que lo bañen, que lo afeiten, que lo perfumen, que lo dejen peinado y planchado.
os organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM) dicen que la economía se desacelerará en 2023 y que el crecimiento será apenas de 1,7%, lo que anticiparía una recesión mundial.
BUENO hijitos, nietos, bisnietos, mijines, mijares,
he aquí mi testamento para los que son y no son.
Lego mi escaza fortuna a los más despiertos
y las migajas, por cierto, a los más pendejos.
Leer este año que termina desde la prudente distancia de la sociología o la política no solo me parece una hipocresía académica, sino que me resulta imposible hacerlo. Este año, como aquel 1986, he sufrido de forma directa el peso de la injusticia y la violencia del poder del Estado en mi vida.