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jueves, noviembre 21, 2024

Una ciudad vieja, un mapa nuevo

Por Natalia Enríquez*


Tapa y contratapa: Fernanda Trías (Uruguay 45 años) escritora, profesora y traductora. Tiene dos novelas anteriores: La azotea (2001); Cuaderno para un solo ojo (2002); y, un libro de cuentos No soñaras flores (2016).


Este es un libro escurridizo a la clasificación usual por género literario, pues desafía eso y varias otras cosas más. Lo más cercano a esa sensibilidad porosa que ofrece La ciudad invencible resulta un libro de mini ensayos sobre fragmentos de cotidianidad. Sobre distintas capas y superficies, direcciones y lugares, compañías y desolaciones, habitamos la ciudad invencible de Trías.

La ciudad invencible es un ejercicio de estirar la voz hasta que adquiere múltiples formas en correspondencia a una espacialidad y una emocionalidad que juntas forman un ángulo literario muy bien descrito, de manera profunda, la autora nos interna en un Buenos Aires  que está debajo de la metrópoli.

Es la historia de una mujer que migra a Argentina y su recorrido vital y cotidiano, que es también un recorrido del territorio pero no plano ni superficial, no es una visita de turista; sino uno periférico, sin centros ni lugares específicos o icónicos incluso. Es una forma de  caminar el espacio geográfico sobre todo anteponiendo una cartografía personal, donde la ciudad invencible se construye en densidad.

“el miedo era esa costra negra que se acumula entre los azulejos del baño, era la mugre endurecida dentro de mí, mis propias articulaciones, de modo que no podía vivir sin él, pero anquilosada como estaba, tampoco podía moverme”.

La ciudad invencible está escrita desde una perspectiva espacial de lo íntimo, con la multiplicidad de afectos y emociones puestos en las diversas tonalidades de la voz que narra. La personaje principal recibe la noticia de la muerte de su padre mientras vive su experiencia migrante huyendo de una ex pareja violenta, “La rata”. Ese miedo, esa tristeza, esa soledad se convierte en ritmo y cadencia de la historia, en una nube gris que no se convierte en lluvia pero que resulta amenazante.

“El cerebro no entiende la muerte. El cerebro se queda dando vueltas, girando sobre sí mismo, buscando los matices del lenguaje. Lo encontraron. Lo encontraron casi muerto. El cerebro es un ser que sueña y que va a despertarse justo antes de que el monstruo le coma la cabeza”.

El libro contiene una secuencia inusual de capítulos o divisiones muy cortas, que responde más que a una cronología de la historia a una profundidad o ramificación de la misma; mientras se avanza en la historia, se nota que en esa ramificación, en esa arboleda que da sombra, se construye justamente como una ciudad, una invencible, una que se habita desde adentro, que se lleva dentro para sobrevivirla.

En uno de  los  insertos Fernanda Trías nos ofrece además un arts poética, que resulta una bisagra entre esa estructura poética que reposa en el fondo del lenguaje, con un toque de oscuridad también, de inocencia, de dilatación, de frescura e incluso humor que ofrece toda la historia; y que finalmente da cuenta del bagaje con el que la autora reescribe un mapa tan viejo y conocido como el de Buenos Aires.

El relato mismo invita a leerlo como si se caminara sobre él, hacia la mitad hay una especie de desnivel que sin embargo tira al centro de la historia, y funciona para equilibrar los tonos contundentes del inicio y el remate. Se lee como si se fuese a un lugar de la historia y se volviera sobre ella, se regresara y se avanzara, te invita a hacer un circuito propio y hacia adentro.

“«cerré un círculo», ¿Por qué se habla de cerrar círculos o etapas como quien cierra un frasco de mermelada? Estamos abiertos; todo sigue abierto, en perpetuo riesgo de infección”.

Finalmente, lo que no se escabulle luego de leer La ciudad invencible, es el talento que tiene Fernanda Trías para escribir una historia que da cuenta de estas nuevas estadías, de vidas más cotidianas y comunes, precarias y reales en las grandes metrópolis.

“El miedo era esa costra negra que se acumula entre los azulejos del baño, era la mugre endurecida dentro de mí, mis propias articulaciones, de modo que no podía vivir sin él, pero anquilosada como estaba, tampoco podía moverme”.

–Fernanda Trías

*Natalia Enríquez es comunicadora social, máster en Estudios de la Cultura – Políticas Culturales. Es madre de un niño de 6 años, tiene un gato negro y ama la literatura, tanto que piensa que su vida es una ficción.

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