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martes, noviembre 5, 2024

Zonas rurales determinaron el rumbo de Perú

Por Francisco Hidalgo Flor*

Con los resultados de las elecciones en segunda vuelta en el Perú y el triunfo del profesor rural y rondero Pedro Castillo para la designación de Presidente, se cierra un ciclo de procesos electorales en varios países de la región andina: Perú, Ecuador y Bolivia, que ponen de relieve la importancia que mantiene el pronunciamiento social y político de las poblaciones rurales, buena parte de ellas indígenas y campesinas, capaces de provocar movilizaciones y voluntades políticas que alteran y rompen un  status quo de un Estado racista y dependiente.

Los procesos electorales son escenarios muy adversos y complejos para organizaciones sociales y políticas populares, así como para liderazgos que provienen de los estratos  y movimientos rurales, campesinos e indígenas, pues deben enfrentar maquinarias de campaña, poder, de medios de propaganda muy aceitadas, caras y alienantes. 

Es un remar contracorriente.

Por ello se aquilata aún más este pronunciamiento masivo desde las bases sociales en las zonas rurales donde golpea fuerte las condiciones de pobreza y exclusión, marcadas desde la visión de las élites como espacios atrasados y supuestamente menos trascendentes que las grandes ciudades y sus élites cosmopolitas. Qué decir del Perú con un centralismo en Lima muy acentuado.

Para que una propuesta política que emerge desde las zonas rurales, con raigambre en los y las sectores indígenas, campesinos, artesanos y profesores de escuela, que nace desde organizaciones asentadas en estas bases, con líderes que provienen de estas mismas capas sociales, que ellos mismos son parte de ese tejido social y con un proyecto de cambio social, contra el establecimiento, y que logre obtener tal fuerza que se reproduzca a nivel nacional y se torne una tendencia en todo el país, rompiendo tendencias habituales, y sea una opción de triunfo, se requieren enormes voluntades sociales, mucha cohesión, un contundente coraje contra el sistema imperante.

Es un acontecimiento trascendente.

Hablando desde el Ecuador reconocemos y valoramos este triunfo del candidato Pedro Castillo, del frente Perú Libre y del conjunto de la izquierda. Respetando las distancias y proporciones vale rescatar en el balance los logros positivos en la región que alcanzó acá la candidatura de Yaku Pérez con un 19,7% y del movimiento Pachakutik convertido en la segunda fuerza política del país y la segunda bancada parlamentaria.

Hay similitudes y diferencias, pero es necesario reconocer esta matriz común de la emergencia y presencia política enérgica, contundente, de los y las indios, runas, chagras, cholos; de los y las campesinos y trabajadores del campo; de los y las artesanos y profesores rurales, de los y las excluidos y marginados. 

En ambos casos son liderazgos afirmados en la lucha social, en el caso de Yaku Pérez es en la organización indígena, en la lucha por la defensa del agua y de los recursos naturales contra el extractivismo, en el caso de Pedro Castillo es en la organización del magisterio, en la lucha de los y las educadores de escuela y colegio contra las reformas neoliberales.

Las luchas sociales siguen desempeñando un rol importante en la experiencia y pedagogía política de los sectores populares, logran enfrentar y romper las estrategias neoliberales, abrir paso y atención a nuevos discursos, que logran agrandarse hacia el espacio nacional.

Es pasar de un nivel: ¡Aquí estamos!, a un nivel cualitativo diferente: ¡Aquí estamos y nos atrevemos a disputar el poder político del país!, ¡Nos unimos para ello! Es enfrentarse, y en esta ocasión de Perú, ganar en la cancha de ellos, de las élites racistas y grandes propietarias que se creían los únicos predestinados y capaces de gobernar.

Pues ya no lo son. 

Ahora desde lo profundo de las sociedades, desde las zonas marginadas del campo, hay una voluntad fuerte y un tejido social – político que se presenta con una fuerte voz y voluntad política, tenazmente marcada por la impronta étnica.

Una diferencia sustancial es que Yaku Pérez no pudo pasar a la segunda vuelta por un fraude, en cambio Pedro Castillo logró pasar a la segunda vuelta y enfrentando una arremetida feroz de la derecha, supo y pudo aglutinar a un gran bloque social y político que le lleva a obtener el 50,2% de la votación y ganar la Presidencia.

Es el logro de la unidad de fuerzas políticas, pero más que eso es el logro de levantar nuevas adhesiones en los barrios populares, de los marginados y excluidos en las grandes ciudades.

Sin lugar a duda las crisis económicas y sociales agudizadas en los contextos de pandemia, donde se ha evidenciado la imposibilidad del aparato estatal y los gobiernos de atender la demanda básica de proteger la vida de la población, han jugado un rol importante.

Añadir a los escándalos de una corrupción lacerante de aquellas mismas élites gobernantes, convocan a mirar hacia otro lado, a liderazgos auténticos provenientes de los propios sectores populares, de sus organizaciones y partidos.

Y recuperar las culturas, lenguajes y símbolos de los pueblos, como aquello de convertir en bandera de identidad el viejo lápiz de madera y carbón, o la chakana de los pueblos indígenas, y el antiguo pero vigente lema de: “solo el pueblo salva al pueblo”.

A nadie escapa los enormes desafíos y las condiciones complejas, adversas, a las cuales debe enfrentarse el gobierno de Pedro Castillo, más aún si sostiene el programa político que lo llevó a la presidencia. La tiene muy difícil.

La evolución que tenga el proceso político peruano sin dudas traerá importantes experiencias y lecciones, pero lo obtenido ya es de por sí un triunfo histórico.

Y una de las enseñanzas es que en la región andina las zonas rurales, los y las marginados y excluidos, pueblos indígenas y campesinos, tienen una voz y voluntad importante, decisoria. 

Es una lección del presente, en pleno siglo XXI.

También es grato constatar cómo las búsquedas intelectuales para entender estos abruptos fenómenos políticos llevan a recuperar pensamientos claves en la historia de nuestras naciones, como resaltar las obras de José María Arguedas y sus textos fundamentales: “Los ríos profundos” y “Todas las sangres”, que aun hoy nos dan pistas profundas para el futuro de nuestros pueblos andinos y amazónicos.

“Y recuperar las culturas, lenguajes y símbolos de los pueblos, como aquello de convertir en bandera de identidad el viejo lápiz de madera y carbón, o la chakana de los pueblos indígenas, y el antiguo pero vigente lema de: “solo el pueblo salva al pueblo”.


*Francisco Hidalgo Flor es profesor de Sociología Agraria en la Universidad Central del Ecuador e investigador de Sipae.

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