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miércoles, diciembre 18, 2024

IDEOLOGÍA Y REVOLUCIÓN. por Pablo Ospina Peralta

IDEOLOGÍA Y REVOLUCIÓN

 Pablo Ospina Peralta

Pocos recuerdan hoy que una de las primeras medidas de la revolución rusa fue la despenalización de la homosexualidad. Una medida que afirmaba la libertad de las personas y resaltaba la legitimidad de una variedad de prácticas sexuales. El Estado no tenía por qué meterse en la cama de los ciudadanos. Así como el Estado no legisla sobre la amistad, ¿por qué habría de hacerlo sobre las preferencias sexuales? Veinte años después, en una medida que se suma a muchas de sus ignominias, el régimen de Stalin volvió a penalizarla.

Siempre llamaron la atención las posturas abiertamente conservadoras de Rafael Correa en temas morales: no solo se opone al aborto y el matrimonio entre homosexuales sino que incluso opina en contra del divorcio. Durante la campaña de 2006 bromeó sobre su imagen izquierdista en Ecuador cuando durante su vida universitaria en Bélgica lo consideraban un reaccionario por estas opiniones ultramontanas.  La verdad es que nadie puede reclamarse dueño de la perfecta coherencia ideológica. El problema en Ecuador es que en un contexto de fuerte y creciente centralización personal del proceso político, las opiniones conservadoras del líder máximo no dejan de tener amplias y duraderas consecuencias conservadoras sobre el sentido y significado de la revolución ciudadana.

Un campo donde las consecuencias conservadoras de esta curiosa mezcla ideológica son mayores es en la educación. A propósito de la polémica de las últimas semanas respecto al bachillerato unificado, varios editoriales han insistido en que prácticamente nadie se opone a la unificación del currículo del bachillerato para evitar las especializaciones prematuras, sino que, a los cuatro años de revolución, se lo haga de manera improvisada y atropellada sin las mínimas condiciones para aplicarlo con sensatez. Suscribo las críticas. Quiero argumentar brevemente que la filosofía que anima esta reforma se relaciona con estas aristas profundamente conservadoras del pensamiento presidencial.

Hay tres versiones distintas del cambio que la revolución ciudadana se plantea para el bachillerato. Pueden ordenarse estas tres versiones como una sucesión en una gradiente paulatina de conservadurismo. La primera es la que consta en los considerandos de la reforma curricular: se habla allí de insistir en las destrezas, de superar la educación bancaria, pasiva, para instaurar una escuela activa y participativa. La segunda es la que consta en el currículo que concreta esos enunciados progresistas, en donde se llama “destrezas” a un conjunto muy grande de contenidos cognitivos, de información sobre la historia, las religiones y la filosofía del mundo. Se ha señalado, con razón, que ese currículo descuida las materias que estudien críticamente la realidad inmediata del país, de cada una de sus regiones y localidades a favor de contenidos abstractos, generales y muy amplios. En la práctica, el currículo olvida rápidamente sus propios considerandos.

La tercera versión es la que ha señalado el propio presidente de la república en sus informes semanales. Se quejaba el presidente en uno de ellos, que algunos jóvenes venían a pedirle trabajo. Ante tal requerimiento, el presidente replicaba, que vayan ellos, los jóvenes, a crear trabajo para otros, que sean emprendedores, que sean capaces de inventar sus propios negocios. Para eso, dijo entonces, es la reforma educativa. Lo que se necesita es que los jóvenes aprendan a calcular la tasa interna de retorno y adquieran herramientas para gerenciar un emprendimiento. En efecto, el nuevo bachillerato incluye una materia llamada “emprendimiento y gestión”. Según el presidente, el objetivo de la revolución es contar con catorce millones de empresarios.

Estas afirmaciones sobre la educación pueden vincularse con ideas repetidas varias veces en entrevistas y en su último libro, donde el presidente ha insistido en que es un error atribuir el subdesarrollo y la pobreza al imperialismo y el orden neo-colonial en el mundo. Eso, ha dicho varias veces, es parte de una tendencia cultural propia de los ecuatorianos y latinoamericanos de culpar a otros de nuestros propios defectos. Por eso, para el presidente, es esencial un profundo “cambio cultural”. Lo que pasa es que ese “cambio cultural” que la educación debe promover no se relaciona con afirmar la libertad, el espíritu crítico, la solidaridad y la construcción de un nuevo ser humano. No es una educación para la emancipación. Al contrario. El cambio cultural consiste en la promoción de un espíritu emprendedor, que, como lo dijo claramente en agosto de 2010, es propio del mundo anglosajón:

(…) si un norteamericano y un latinoamericano se pierden en la selva, probablemente después de un año será este último el que sobreviva. El problema está en que si se pierden en la misma selva 200 norteamericanos y 200 latinoamericanos, después de un año los primeros ya tendrán su escuelita, sus cultivos, incluso su iglesia, mientras que los latinoamericanos seguirán discutiendo quién es el jefe (Rafael Correa, Discurso del 10 de agosto de 2010 ante la Asamblea Nacional)

En una palabra, no solo que nuestro atraso está lejos de ser culpa de los Estados Unidos, sino que proviene, por el contrario, de que no los imitamos lo suficiente.

Varias veces dijo el presidente en su cadena del sábado que no le importa que lo califiquen de “derechista” por estas ideas. En efecto, la tradición conservadora de sus opiniones es muy visible. Cerca de nosotros, es muy fácil relacionar directamente la mayoría de sus afirmaciones y supuestos ideológicos con el libro “Las costumbres de los ecuatorianos”, del ex – presidente Osvaldo Hurtado, el más conservador y reaccionario de los trabajos académicos del dirigente democristiano. Es paradójico el parentesco y cercanía en estos temas con quien aparece como uno de los principales detractores en la política y la economía. Más allá de la paradoja coyuntural, el efecto político más importante se despliega en el largo plazo: una “revolución” que no busca una educación para emancipar a los seres humanos de las estructuras de dominación que lo aprisionan sino adaptarlo al orden y los valores existentes.

lalineadefuego
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PENSAMIENTO CRÍTICO
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1 COMENTARIO

  1. Pablo… no seria mejor acusarle a Correa de Stalinista?

    STALIN – EL SENTIDO PRACTICO NORTEAMERICANO

    El sentido práctico norteamericano es, por el contrario, un antídoto contra el manilovismo “revolucionario” y contra las fantasías del arbitrismo. El sentido práctico norteamericano es una fuerza indomable, que no conoce ni admite barreras, que destruye con su tenacidad práctica toda clase de obstáculos y que siempre lleva a término lo empezado, por mínimo que sea; es una fuerza sin la cual no puede concebirse una labor constructiva seria.

    Pero el sentido práctico norteamericano puede muy bien degenerar en un utilitarismo mezquino y sin principios, si no va asociado al ímpetu revolucionario ruso. ¿Quién no conoce la enfermedad del practicismo mezquino y del utilitarismo sin principios, que suele llevar a algunos “bolcheviques” a la degeneración y al abandono de la causa de la revolución? Esta enfermedad peculiar ha encontrado su reflejo en el relato de B. Pilniak “El año desnudo”, en el que se pinta a tipos de “bolcheviques” rusos llenos de voluntad y de decisión práctica, que “funcionan” muy “enérgicamente”, pero que carecen de perspectiva, que no saben “el porqué de las cosas” y, debido a ello, se desvían del camino del trabajo revolucionario. Nadie se ha burlado con tanta saña como Lenin de esta enfermedad del mezquino utilitarismo. “Practicismo cretino”, “utilitarismo estúpido”: así calificaba Lenin esta enfermedad. Lenin solía oponer a esto la labor revolucionaria viva y la necesidad de una perspectiva revolucionaria en toda nuestra labor cotidiana, subrayando con ello que el utilitarismo mezquino y sin principios es tan contrario al auténtico leninismo como el arbitrismo “revolucionario”.

    La unión del ímpetu revolucionario ruso al sentido práctico norteamericano: tal es la esencia del leninismo en el trabajo del Partido y del aparato del Estado.

    http://webcache.googleusercontent.com/search?q=cache:MySX_cBCT9MJ:www.marxists.org/espanol/stalin/1920s/fundam/fundam9.htm+Stalin+-+espiritu+norteamericano&cd=2&hl=es&ct=clnk&gl=ec

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